El abogado Roberto Garretón habló del pesado lastre que dejó
el pinochetismo y todavía limita la democracia en Chile.
La diaria - 19 6 13 - Por Marina González
El abogado chileno Roberto Garretón, jefe del Departamento
Jurídico de la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura de Augusto
Pinochet (1973-1990) y actual integrante del consejo directivo del Instituto
Nacional de Derechos Humanos de su país, opinó, en dialogo con la diaria, que
Michelle Bachelet "hizo las cosas mal" cuando fue presidenta entre
2006 y 2010, cosa que espera que cambie si la ex mandataria es reelecta en las
elecciones de noviembre.
Garretón es católico, ex demócrata cristiano. Con el golpe de
Estado del 11 de setiembre de 1973 contra el presidente Salvador Allende
comenzó su larga carrera en defensa de los derechos humanos dentro y fuera de
Chile. Empezó en dictadura al frente del servicio jurídico de la Vicaría de la
Solidaridad, y ya en democracia fue embajador de Ricardo Lagos para los
Derechos Humanos y ocupó varios cargos en la Organización de las Naciones
Unidas (ONU).
Fue el autor del "informe de hecho", presentado en
1999 ante la Cámara de los Lores de Reino Unido cuando Chile reclamaba la
extradición del dictador Augusto Pinochet, detenido en Londres a pedido del
juez español Baltasar Garzón. El informe de Garretón concluía que Pinochet no
podía ser juzgado en Chile; lo llamó "informe de hecho" porque
estimaba que "en derecho" se suponía que el ex gobernante de facto
podía ser juzgado en su país.
Actualmente Garretón es miembro del directorio del Instituto
Nacional de Derechos Humanos de Chile y del Grupo de Trabajo del Consejo de
Derechos Humanos de la ONU sobre Detenciones Arbitrarias. A todo lo anterior
este abogado de 71 años suma la militancia en colectivos y organizaciones:
ocupa un cargo directivo en la Fundación Instituto de la Mujer y es director de
la Corporación Harald Edelstam de Chile, entidad que homenajea al embajador
sueco que, entre otros, ayudó a liberar a los uruguayos presos en el Estadio
Nacional de Santiago después del golpe pinochetista.
El encuentro de la diaria con Garretón fue a la salida de una
entrevista realizada en Radio Uruguay, antes de ir hasta el café Sportman,
donde se realizó esta entrevista.
Garretón, declarado Ciudadano Ilustre de
Montevideo en 2006, en esta ocasión viajó a Uruguay con motivo de la Reunión de
Altas Autoridades en Derechos Humanos y Cancillerías del Mercosur y Estados
Asociados que se celebró la semana pasada. Su viaje coincidió "por milagro",
dice, con la visita de Garzón, con quien participó, a pedido de la ex
vicecanciller Belela Herrera, de la mesa redonda "El derecho internacional
de los derechos humanos y el terrorismo de Estado", en el paraninfo de la
Universidad de la República.
-¿Cómo ve la situación en su país respecto de los derechos
humanos, a casi 40 años del golpe de Estado?
-Veo un cambio esencial. La diferencia es del cielo a la
tierra, pero todo lo que se ha hecho sigue siendo muy poco. Leyes de reparación
ha habido, aunque no son las ideales, son pensiones de gracia decentes pero no
verdaderamente reparativas. Hay otros beneficios en materia de salud para los
que fueron víctimas de violaciones a los derechos humanos y sobrevivieron, hay
algunas becas estudiantiles para hijos y nietos de ejecutados o descendientes
de desaparecidos, algunas pensiones para quienes fueron despedidos de sus
funciones, que perdieron su trabajo con el golpe, y para aquellos que fueron
víctimas de prisión política y de tortura. El problema está en que la institucionalidad
pinochetista no ha sufrido todas las modificaciones que nosotros quisiéramos.
Seguimos con una Constitución inmoral.
-Precisamente le quería preguntar sobre ese tema.
-Yo pertenezco a un movimiento que reclama el cambio
constitucional. La idea es, en el voto para las presidenciales, escribir en la
papeleta las letras AC, de Asamblea Constituyente.
-¿Eso no significa anular el voto?
-La ley lo permite. Dice lo siguiente: son nulos solamente
los votos que tienen más de una preferencia. Si yo voto por el candidato uno y
el candidato dos, no se sabe para cuál de los dos es. Ése es nulo; todos los
demás son válidos. Dice la ley expresamente: "Las cédulas que contengan,
además de una sola preferencia, nombres, dibujos, garabatos, serán válidas";
podrán ser objetadas, pero son válidas. Ese movimiento lo fundé yo.
-¿Cómo se llama?
-En un momento se llamó Movimiento por una Asamblea
Constituyente, pero no tiene un nombre fijo. Ahora lo tenemos más
institucionalizado con la campaña Marcatuvoto [http://marcatuvoto.cl/]. Hoy en
día no es exactamente el mismo movimiento que yo había fundado en 2001, pero sí
ha tenido mucha importancia y están desesperados los pinochetistas, porque ven
que si gana Bachelet y si todos marcamos el voto, quiere decir que habría
mayoría para cambiar la Constitución.
-Hay quienes dudan de que eso pueda ocurrir, incluso con la
Concertación en el gobierno. ¿Es posible una Asamblea Constituyente en Chile?
-Sí. El problema es que si no es por Asamblea Constituyente
no podemos cambiar la Constitución, porque fue hecha para que no se modifique
nunca, a menos que los pinochetistas estén de acuerdo.
s>-¿Cómo es eso?
-Para modificar las partes esenciales de la Constitución se
necesitan dos tercios de la Cámara de Diputados, dos tercios del Senado y dos
tercios del Congreso (Cámara y Senado). ¿Cómo vas a lograr esos dos tercios si
en cada distrito se eligen dos parlamentarios y en cada circunscripción
senatorial se eligen dos senadores? Uno va a ser de la primera mayoría, otro de
la segunda mayoría.
s>-Es decir que siempre hay uno del oficialismo y otro de
la oposición.
-Resultado: para que tú saques los dos necesitas doblar al
otro [candidato], necesitas 67% de los votos, y los terceros no existen.
Entonces es imposible cambiarla. Tenemos que hacerlo por una vía no
constitucional, y que nadie se escandalice: todas las asambleas constituyentes
de la historia de la humanidad han sido rupturistas.
Los fascistas quieren
siempre identificar Asamblea Constituyente con [el ex presidente venezolano,
Hugo] Chávez, con [el presidente boliviano, Evo] Morales y con [el presidente
de Ecuador, Rafael] Correa. No se refieren a Brasil, a Paraguay, a Perú en
1979, a Colombia -una constitución espectacular, a pesar de que [Álvaro] Uribe
trató de demolerla-. Para ellos sólo hay tres, y la Asamblea Constituyente es
demagogia y caos. No es por ignorancia que lo hacen, es de mala fe, porque no
les conviene.
s>-Más allá de lo simbólico: ¿qué es lo que contiene la
Constitución que hace que haya que cambiarla?
-Primero, no representa la voluntad popular. Para que la
voluntad popular se imponga tenés que poner dos tercios, eso no es respetar la
voluntad popular. El derecho humano a la libre determinación de los pueblos,
consagrado en el artículo primero del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos y en el artículo primero del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, el único artículo común en los dos pactos
dice: "Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En
virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen
asimismo a su desarrollo económico, social y cultural". Segundo, te da
rabia que sea un texto de Pinochet. Tercero, hay además leyes orgánicas
constitucionales y leyes de quórum calificado que también requieren quórum
alto, no dos tercios, pero alto. Por ejemplo, para suprimir el lucro de la
educación necesitamos una ley orgánica constitucional con mayorías altas que
hacen que si los fascistas votan en contra ya no va.
s>-¿Qué tiene la Constitución sobre educación que habría
que cambiar? ¿Eso podría responder a los reclamos estudiantiles?
-Los estudiantes han denunciado esto: establece en primer
lugar la libertad de enseñar más que el derecho a la educación. Refuerza la
libertad de fundar escuelas, y los pobres no pueden fundar escuelas. Ahí está
uno de los principios. Se hizo una trampa una vez [durante el actual gobierno
de Sebastián Piñera], porque era tan grave la protesta estudiantil que los
fascistas decidieron ceder un poco. La ley orgánica de educación redactada por
Pinochet no ha sido modificada porque no están dispuestos a tocarla. Cambiaron
la ley general de educación, que es posible cambiar como una ley común, pero lo
hicieron a gusto de los fascistas, porque si no, no la votan. Hay que entender:
allí todavía está gobernando Pinochet.
s>-¿Por qué dice eso?
-Porque la Constitución hecha por él es la que guía tu vida.
Es la que te concede los derechos. No concede el derecho al trabajo, habla de
la "libertad de trabajo", que es el derecho de fundar empresas. Es
una Constitución...
s>-... muy liberal.
-En el peor sentido de la palabra. Porque yo también soy
liberal [se ríe]. En lo económico seré poco liberal, pero soy liberal.
s>-La ex presidenta Michelle Bachelet es favorita para las
elecciones de noviembre como candidata de la Concertación, opositora al actual
gobierno conservador. ¿Cree que si asume para un nuevo mandato, esta vez va a
haber un cambio drástico? Ya gobernó entre 2006 y 2010...
-Gobernó y lo hizo mal. Terminó cediendo muchas cosas al
pinochetismo. Una práctica no democrática común a todos los gobiernos de la
Concertación es buscar los consensos. Por ejemplo, yo gobierno y se me ocurre
un proyecto de ley genial, lo anuncio, propongo que se discuta y los fascistas
dicen: "Bueno, pero sin esto, sin esto y sin esto". A la mierda el
proyecto... Entonces el gobierno manda una porquería que se aprueba, y se
celebra como triunfo lo que es una aplastante derrota.
s>-¿Me puede dar un ejemplo?
-El sistema de salud. Se creó un programa de salud que se
llama AUGE [Acceso Universal de Garantías Explícitas]. Era un excelente
proyecto que había propuesto [el ex presidente] Ricardo Lagos [2000-2006], que
tenía un pilar solidario, es decir, que el Estado se iba a meter allí. Pero los
pinochetistas dijeron: "No, el proyecto pero sin pilar solidario, sin que
se meta el Estado", y así se aprobó. El gobierno de Lagos celebró como un
triunfo histórico una derrota terrible. Siempre buscan no perder. Eso no es
democrático: los gobiernos tienen que jugar a ganar y si pierden, que pague el
otro. Espero que la lección se aprenda, que si queremos un proyecto así, que
sea así o nada, y que sean ellos los culpables si no se aprueba.
s>-¿Cree que es posible que la derecha gane las próximas
elecciones en Chile?
-No creo. Están con un tono agresivo digno de la mejor época
de Pinochet, y son pinochetistas aunque digan que no lo son. [El actual
presidente conservador, Sebastián] Piñera, que siempre anda diciendo que votó por
el No en el referéndum [en el año 1980] para prorrogar el mandato de Pinochet
[en el que ganó el Sí], es un pinochetista puro. Lo acaba de reconocer sin
darse cuenta.
s>-¿Qué dijo?
-Dijo que durante el gobierno del "presidente"
Pinochet (primera cosa que no aceptamos) "hubo cosas buenas y cosas
malas". ¿Té puedes decir que Hitler hizo cosas buenas y cosas malas? Todos
los gobiernos hicieron alguna cosa buena, o dos (para que sea en plural), pero
eso no es forma de hablar de un gobierno. Evaluar así a la dictadura de
Pinochet es estar de acuerdo con lo que hizo.
s>-Un tema candente en Chile respecto de los derechos
humanos es el de los indígenas mapuches que llevaron ahora su causa ante la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. ¿Cómo ve esa situación?
-El caso de la Corte no lo he seguido mucho. Pero el caso del
movimiento mapuche lo trataron muy mal los gobiernos de la Concertación y mucho
peor Piñera. El problema está en que los gobiernos de la Concertación hacían
mucho amiguismo y aplicaban cuotas de partido, entonces nadie que conozca el
drama de los pueblos mapuches intervino para buscar alianzas o acuerdos con
ellos. Ahora hay unas iniciativas que se han desarrollado, impulsadas por la
Iglesia Católica, con las que algo se avanza, pero muy poco. El gobierno no
entiende. Son territorios que ellos [los mapuches] reclaman como propios, pero
como son muy buenos negocios, es lo único que ven. Es una posición inaceptable
y la Concertación tampoco hizo mucho más.
s>-¿Cree que no hará mucho más en un eventual próximo
gobierno?
-Yo creo que sí, que va a hacer más. El problema es que la
crítica que hay sobre el tema es de la izquierda más dura. Espero que Michelle
entienda que esa izquierda más dura era partidaria de ella hace cinco años y
que también tiene que escucharla y entender los problemas que plantea. Esa
izquierda ahora está haciendo una campaña en contra de Piñera, de la
Constitución, de Bachelet y de todo, más que otra cosa. Además, no van a votar
y no van a lograr inscribir a sus candidatos porque no tienen el número de
firmas necesario. Entre Gustavo Ruz [uno de los líderes del movimiento a favor
de la Asamblea Constituyente] y Marcel Claude [actual precandidato por el
Partido Humanista] llegarán a 10.000 votos en el país y les da lo mismo que
gane un pinochetista o que gane Bachelet: dicen que es todo lo mismo, que son
las dos derechas.
s>-¿La población chilena tiene simpatía con la causa
mapuche?
-Cada día más. Las encuestas han dado que 75% de los chilenos
está a favor de satisfacer las demandas mapuches.
s>-Eso puede tener su peso también para un próximo
gobierno.
-Claro. Pero los mapuches no reconocen que la sociedad
chilena no mapuche los apoya en su mayoría.
s>-Otro tema gira en torno a un proyecto de ley sobre la
protección a carabineros y policías, firmado por el presidente Piñera a fines
de mayo y que considera delito el insulto a un carabinero.
-Durante la dictadura había leyes de Justicia Militar que
contemplaban con sanciones muy altas la ofensa a las Fuerzas Armadas,
agresiones de hecho o de palabra. Agresión de hecho es resistirse a la
detención. Yo mismo fui preso y procesado por ofensa a las Fuerzas Armadas,
por un artículo sobre la Justicia Militar que escribí en una revista de los
jesuitas. La Justicia Militar me sometió a proceso y me condenó en primera
instancia a un año y medio de cárcel. Cuando volvió la democracia se
modificaron esas leyes que estaban en el Código de Justicia Militar, las leyes
especiales. Se estableció que a los civiles los juzgan los civiles y se bajó la
penalidad del delito de ofensa a las Fuerzas Armadas.
s>-¿Qué es lo que se quiere hacer ahora?
-Se quiere hacer exactamente lo que se deshizo: Piñera lo
quiere volver a instalar. Es muy siniestro. Si quieren hacer eso, perfecto,
pero entonces si un carabinero me agrede a mí, que tenga la misma pena, y más
alta, porque tiene más responsabilidad que yo.
s>-Siguiendo en el ámbito de la Justicia, ¿cómo ve el
avance de los casos por los crímenes de la dictadura en su país?
-Hay progresos muy importantes. Hasta el 16 de octubre de
1998 no se había hecho nada. Había condenas en dos juicios solamente. En uno de
los casos, porque el asesinato se había cometido en Washington y eso no se
hace, por lo que Estados Unidos presionó y hubo justicia.
Es el caso de Orlando
Letelier, que fue canciller de Allende, asesinado en Washington por la Dina
[Dirección Nacional de Inteligencia de la dictadura]; condenaron a los
culpables a siete años, pero los condenaron.
Después hubo un par de procesos
más, por el asesinato de un compañero nuestro de la Vicaría de la Solidaridad,
José Manuel Parada [es el caso conocido como "los degollados" de
1985, cuando murieron del mismo modo también dos integrantes de la Asociación
Gremial de Educadores de Chile, el pintor Santiago Esteban Nattino Allende y el
profesor Manuel Leonidas Guerrero Ceballos].
Pero desde el 16 de octubre de
1998, cuando Pinochet fue detenido en Londres, los jueces chilenos comenzaron a
tomar todos los argumentos que nosotros estábamos invocando desde 1973 y que
habían rechazado hasta entonces. En ese momento todo cambió y 80% de los jueces
que tenían competencia en estas cosas comenzaron a procesar y a condenar. Entre
procesados y condenados hay cerca de 800 militares y dos civiles.
s>-O sea que está faltando investigar a los civiles.
-Están faltando los civiles, los hipócritas digamos, porque
los militares fueron menos hipócritas. Así que son unos 800. Manuel Contreras
[ex jefe de la Dina] está condenado por 20 o 25 juicios a unos 300 años de
cárcel, pero las penas son bajas. No es como en Argentina, donde hay muchos
menos procesados, pero casi todos condenados a perpetua o a 30 años. Lo de
Manuel Contreras es porque se trata de una veintena de causas, pero en cada una
son diez o 15 años. No es lo mismo. Hay muchos procesos abiertos todavía. Los
jueces hicieron algunas trampas para bajar las penas.
s>-Se les aplicaban reducciones de penas.
-Claro. Pero eso ya no lo están aplicando, las penas
volvieron a subir y se dejaron de aplicar las atenuantes. Pero fíjate que en
este momento hay entre 1.000 y 1.100 causas por violación de los derechos
humanos, entre los casos cerrados y abiertos. Las víctimas son 5.000, es un
porcentaje muy alto de causas que se están siguiendo, mucho más que el
porcentaje argentino.
s>-Son las víctimas que apelaron a la Justicia, puede
haber gente que no presentó denuncia.
-Casi todas se presentaron. En Chile pasó una cosa fantástica
durante la dictadura. Tiene que ver con el rol de las iglesias católica,
luterana, metodista, metodista pentecostal, bautista, ortodoxa y el Gran
Rabinato de Chile; todas juntas formaron el Comité de Cooperación para la Paz
[también conocido como Comité Pro Paz].
La Vicaría de la Solidaridad viene
después y es sólo de la Iglesia Católica. Este organismo, el comité, comienza a
funcionar el 6 de octubre [1973]: vamos a celebrar también 40 años de la
defensa de los derechos humanos en Chile. Veinticinco días después del golpe de
Estado, estas iglesias, que en milenios no se han hablado, hicieron esto.
Pero
al final, todas estaban llenas de problemas internos, porque también había
pinochetistas dentro de ellas. Además se produjo un incidente muy fuerte:
Pinochet le dijo al cardenal Raúl Silva Henríquez que disolvía el comité. Fue
un alivio para él, porque estaban todas las iglesias conflictuadas por dentro.
Pero dijo: "Nadie me puede impedir que yo siga defendiendo los derechos
humanos de las personas perseguidas", y entonces fundó la Vicaría de la
Solidaridad dentro de la Iglesia de Santiago. Ahí había abogados comunistas,
asistentes sociales socialistas, masones, judíos, de todo. Las dos cosas fueron
hechos fantásticos.
s>-¿Usted es católico?
-Soy católico, pero crítico de muchas cosas. En Argentina no
fueron capaces de hacer ni eso ni nada. En Chile se dio esa circunstancia
gracias a la figura providencial del cardenal. Entonces la gente supo que tenía
dónde protestar y las colas [de gente que iba a denunciar abusos] a veces eran
enormes. A eso se une otra cosa: la personalidad de Salvador Allende como
líder.
Tenía apoyo de gran parte de los países del mundo por ser un demócrata
que quería instalar un régimen socialista pero con pleno respeto a los derechos
democráticos. Eso hacía que fuera un personaje fascinante en todo el mundo y su
autoeliminación (y yo creo que es eso) fue un signo aun mayor de coraje. Eso
hizo que se le brindara mucha ayuda a Chile. Pinochet decía que era el oro de
Moscú. ¡No! Era ayuda de Estados Unidos.
s>-¿De Estados Unidos?
-No del gobierno. De organizaciones, de fundaciones, de
iglesias estadounidenses, protestantes en la mayoría, católicas, pero también
de toda Europa. Esa ayuda no la recibió ni Argentina ni Uruguay, sí hubo algo
con Brasil, nada con Bolivia. Además, el día del golpe de Estado todo el exilio
latinoamericano estaba en Chile o en México. Pero era más fascinante para un
socialista participar en la construcción de un régimen socialista democrático,
entonces la inmensa mayoría estaba en Chile, donde fueron muy perseguidos.
s>-¿Usted era allendista?
-Yo era opositor a Allende hasta el día del golpe. Desde ese
día soy allendista. Yo era demócrata cristiano, pero ahora no. Ahora estoy
bastante más a la izquierda de la propia Unión Popular [la coalición por la que
fue elegido Allende].
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