Testificó en Roma el maestro paraguayo que descubrió los archivos del Cóndor.
La diaria - 25 9 15 - Nadia Angelucci desde Roma, Italia.
María Bellizzi, de 91 años y madre de desaparecido. Foto: Patricia Alvares, Efe (archivo, agosto de 2015 |
Se reanudó ayer en Roma
el juicio por el Plan Cóndor, iniciado en marzo después de más de diez años de
acumulación de pruebas por parte del fiscal Giancarlo Capaldo y de su sustituta
Tiziana Cugini. El juicio tiene más de 30 imputados y más de 40 víctimas
latinoamericanas con ciudadanía italiana. El único imputado que no es juzgado
en ausencia es Jorge Néstor Tróccoli, uruguayo, que reside en Italia desde que
se fugó del país, en 2007, cuando la Justicia uruguaya lo citó a declarar.
La
audiencia de ayer empezó con un largo debate sobre las listas de testigos
admitidos a declarar y el nuevo calendario de las audiencias. En la última
audiencia de julio, la jueza Evelina Canale había comunicado la necesidad de
armar un nuevo calendario y de reducir a 50% las listas de testigos; convocó a
las partes a limitarse a testigos que “puedan aportar pruebas directas sobre
los casos en examen”. Ayer, el abogado Fabio María Galiani, defensor del Estado
uruguayo, advirtió que se requiere conocer con tiempo las citaciones para poder
organizar de la mejor manera el trabajo y los traslados de las personas. La
Corte ordenó a la fiscal Cugini presentar en la audiencia de hoy un nuevo
calendario que tenga en cuenta todas las instancias.
“Estoy aquí para contar lo que
viví, vi y oí en los centros de torturas paraguayos entre 1974 y 1977”. Martín
Almada, que en 2002 ganó el Premio Nobel Alternativo por el descubrimiento del
Archivo del Cóndor, fue el primero de los testigos que declaró ayer. Paraguayo,
maestro de escuela primaria, seguidor de la metodología libertadora de Paulo
Freire, presidente de los maestros en su país en los años 70, fue secuestrado
en Asunción el 26 de noviembre de 1974. Un vehículo rojo, que era un centro de
tortura móvil, como él mismo señaló a la Corte, lo secuestró en la calle junto
a su sobrino.
Los dos terminarían en dos centros distintos; el sobrino perdió
un ojo en la tortura. Almada terminó su viaje delante de un grupo de militares,
una especie de tribunal compuesto por militares paraguayos, brasileños,
argentinos, chilenos, bolivianos y uruguayos, que atormentaban a sus víctimas
con la cara descubierta. Sufrió 30 días de tortura y se enteró de que también
su esposa había sido secuestrada. A ella le hacían escuchar su tormento hasta
que un día le entregaron su ropa ensangrentada. En otro momento le dijeron que
su esposo había muerto y que tenía que ir a recoger el cadáver; a la mujer le
dio un infarto. A los tres años, una campaña internacional impulsada por
Amnistía Internacional y el Comité Mundial de Iglesias y Organizaciones de
Derechos Humanos logró sacar a Martín Almada de aquel infierno. Se exilió en
Panamá y después en París. Dos preguntas quedaron en su mente: por qué fue
torturado por militares extranjeros y cómo murió realmente su mujer (le dijeron
que se había suicidado).
Eso fue el empuje que lo llevó, después de 15 años de
investigaciones, a encontrar el Archivo del Cóndor en Paraguay, conocido como
“El archivo del terror”. La pista surgió del examen y seguimiento de una
revista policial y de noticias y informaciones que le llegaban por fuentes
reservadas. En 1992 solicitó ante el juez José Agustín Fernández el
allanamiento del Archivo de la Policía. Mientras se gestionaba su pedido fue
contactado por una mujer que declaró que los papeles que él estaba buscando no
estaban en la capital, sino en un depósito fuera de la ciudad. La comitiva
judicial llegó a la Sección Producciones de la Policía Nacional en Lambaré a
las 11.00 el 22 de diciembre de 1992 y encontró alrededor de tres toneladas de
documentos relacionados con el operativo Cóndor.
Algunos de ésos fueron
presentados ayer en el Aula búnker de Roma. “Hay miles de fotografías -dijo
Almada-, documentos que atestiguan la coordinación de Estados Unidos en toda la
operación, invitaciones a reuniones, fichas descriptivas con referencias
personales y declaraciones obtenidas y redactadas en los cuartos de tortura;
hasta documentos que establecían lo que tenían que comer los detenidos y lo que
le tocaba a la tropa presente en el centro. Y un documento que tenía como
título: “Como mantener en vida un torturado”. Ese documento, relató Almada,
desapareció misteriosamente del archivo.
“Cuando descubrimos el Archivo
del Cóndor teníamos miedo de la reacción de los militares y sabíamos que los
documentos necesitaban una protección para evitar que alguien pudiera entrar y
sacar de allí documentaciones e informes. Así golpeamos las puertas de todas
las embajadas, pero nadie abrió. Después vino la Embajada de Estados Unidos y
nos ofreció asistencia técnica. La rechazamos, pero la Corte Suprema de
Paraguay firmó un acuerdo con la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo
Internacional (USAID) por medio de la embajada estadounidense y hoy nuestro
archivo está en estas manos. Estamos muy preocupados por eso”, dijo Almada a la
diaria.
Entre los documentos hay una carta del general Manuel Contreras
Sepúlveda (uno de los imputados del juicio, fallecido en agosto de 2015) al
general paraguayo Guanes Serrano que tiene como título “Primer encuentro de
trabajo de inteligencia nacional”; el “pre Cóndor”, le llama Almada. Contreras
indicaba las instalaciones de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional,
policía secreta de la dictadura de Augusto Pinochet en Chile) como el cuartel
general para la centralización de la información sobre personas y
organizaciones “conectadas con la subversión”, algo similar a una Interpol
dedicada a la subversión.
“El Cóndor ha tenido dos
movimientos: por un lado, una cara más tranquila, en Brasil, Bolivia y
Paraguay, donde la izquierda ya estaba derrotada, y por el otro, una cara
implacable en Argentina, Chile y Uruguay, donde había grandes movilizaciones y
organizaciones, y por eso el mismo Kissinger [Henry, entonces secretario de
Estado de Estados Unidos] ordenó cortar cabezas”, sostiene Almada.
Agrega que
aún estamos en las garras del Cóndor, que sigue actuando bajo otra forma: “Esa
operación tiene tres etapas: la primera, el pre Cóndor, empieza en 1964 y se
desarrolla en Brasil, después viene la fase multilateral que empieza en 1975 en
Santiago de Chile. Ahora el Cóndor sigue volando por medio de la Conferencia de
los Ejércitos Americanos que se reúne cada dos años, en noviembre, en un país
diferente, y prepara listados de subversivos de América Latina. Esa operación
significó la eliminación de fronteras para la eliminación de gente que tenía un
pensamiento diferente. Dejó más de 100.000 víctimas en el Cono Sur de América
Latina. Una bomba atómica que hizo sus víctimas entre los dirigentes
sindicales, los estudiantes, los artistas, los profesores, los religiosos, los
abogados, los médicos, los intelectuales. La clase pensante de América Latina
se cortó entre 1975 y 1985”.
En el origen
La uruguaya María Bellizzi, acompañada por
su hija Silvia, relató en la audiencia la desaparición de su hijo Andrés
Humberto. En las pantallas del Aula pasaron las fotos en blanco y negro de la
familia antes de la tragedia. A los 91 años atravesó el océano para decir “que
hace 40 años que lo estamos buscando, y ya no creemos más en los cuentos de
hadas. Sabemos quiénes son los responsables y sabemos que eso, a pesar de que
la Corte sólo quiera pruebas, es también un juicio político”. Bellizzi fue una
de las uruguayas con ciudadanía italiana que en 1999, junto con Luz Ibarburu,
Aurora Meloni, Marta Casal de Gatti y Cristina Mihura, presentó ante el fiscal
Capaldo la denuncia que dio origen al juicio.
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