La diaria - 28 3 14 - Columna de opinión - Por Marcelo Jelen
Un país cuyo prócer pasó exiliado los últimos 30 años de
su vida no puede fregarse en instituciones humanitarias como el refugio o el
asilo político. Un país donde, hace no mucho tiempo, miles de personas acusadas
de “terrorismo” y “sedición” fueron encerradas en cárceles y mazmorras,
sometidas a juicios que no merecen ese nombre, torturadas y desterradas, no
puede permanecer indolente cuando ocurren cosas así en otros lugares. Los
herederos políticos del colorado Luis Batlle y del blanco Gustavo Gallinal,
encarcelados en 1931 en la Isla de Flores por la dictadura de Gabriel Terra y
luego expulsados, no deberían tomarse a la ligera el sufrimiento de los
reclusos musulmanes en la base militar estadounidense enclavada en el
territorio cubano de Guantánamo.
Pero
lo están haciendo. El precandidato blanco Luis Lacalle Pou interroga por estas
horas al canciller Luis Almagro, en la Comisión de Asuntos Internacionales de
la Cámara de Representantes, porque el presidente José Mujica accedió al pedido
de su par de Estados Unidos, Barack Obama, de acoger en Uruguay a varios de esos
prisioneros, secuestrados y encerrados en el marco de la mal llamada
"guerra contra el terror". El hijo de Luis Batlle, Jorge, aquel ex
presidente que prometió un "gobierno divertido" pero dejó al país
hundido en la peor crisis económica de su historia, escribió en su cuenta de
Facebook que Mujica es "el rey del show" y actúa "para ganar el
premio Nobel" de la Paz.
Recibir
a los secuestrados es un simple gesto humanitario que no merece ni siquiera las
gracias: es lo que hay que hacer una vez que pinta la ocasión. ¿Cómo pretenden
que reaccione el presidente de la República ante la solicitud de Obama? El
Poder Ejecutivo "no informó, sino que desinformó en este tema", dijo
Lacalle Pou, cuando en estos casos es preciso actuar con discreción porque hay
vidas en peligro. "Nuestro rechazo total a ser carceleros de Estados
Unidos", añadió vía Twitter, maquillando con brocha gorda el hecho de que
tanto refugiados como asilados son personas libres. "Aceptar presos de
Guantánamo es aceptar el régimen de Guantánamo", dijo el también aspirante
blanco a presidente Jorge Larrañaga, sin detenerse a pensar que las víctimas de
ese régimen ilegal e inaceptable son los humanos de carne y hueso que han
estado allí encerrados, entre ellos los cinco o seis a quienes Uruguay asilará.
"Bastantes
líos tenemos aquí para importar los líos de otros", dijo el precandidato
colorado Pedro Bordaberry, olvidando que muchos de esos "otros" no
fueron tan mezquinos al recibir a los exiliados de la dictadura uruguaya. Pero
capaz que ni lo sabe, porque en esos años él la pasó fenómeno. "Si son
terroristas, no los queremos", dijo el senador colorado y ex vicecanciller
Ope Pasquet, a pesar de que no hubo procedimientos judiciales legítimos que
determinen esa condición, y él lo sabe.
"¿Por
qué [Obama] no los manda al lugar en que nacieron?", preguntó Jorge
Batlle. "¿No hay lugar en Estados Unidos para sus presos en
Guantánamo?", inquirió el diputado blanco José Carlos Cardoso. La
respuesta a esos interrogantes la sabe cualquiera que haya leído un diario en
los últimos 13 años: ni los gobiernos de sus países de origen ni el
estadounidense les pueden garantizar no ya su seguridad, sino la propia vida.
El
colmo de la contradicción le correspondió al precandidato y senador blanco
Sergio Abreu. "No podemos ser un santuario como se hizo con los
etarras", dijo, confirmando así la información brindada por el diario El
País en su editorial del martes: que los gobiernos de Julio Sanguinetti y Luis
Alberto Lacalle les brindaron refugio a ciudadanos vascos "como un acto de
cooperación de Uruguay [con España] para desmovilizar a los guerrilleros".
En un inexplicable vuelco, las autoridades detuvieron en 1992 a 30 presuntos
etarras y extraditaron dos años después a cuatro de ellos. Abreu debió lidiar
como canciller con ese caso y con el del asesinato del represor chileno Eugenio
Berríos. ¿Ahora pretende darle lecciones de derecho internacional humanitario
al presidente Mujica? ¿Acaso el gobierno que integró no le "hizo
favores" al caprichoso Reino de España, al recibir a los vascos primero y
expulsarlos luego, al costo de la vida del manifestante Fernando Morroni,
baleado por la Policía, y de la aberrante clausura de CX 44 Radio Panamericana,
entonces la emisora del Movimiento de Liberación Nacional?
Tal
vez Mujica haya sonado soberbio al declarar que su gobierno le haría "un
favor a la humanidad" al recibir a los reclusos en Guantánamo. Pero es
cierto. Lo otro, no. Lo otro son sanatas de año electoral. Son invocaciones al
miedo a lo distinto, a lo que no se conoce, invocaciones a la imagen del
musulmán barbudo que arma bombas, empuña una AK 47 y necesita una afeitada,
según Batlle, tan seriecito él. El mismo miedo al que apelan propuestas como
militarizar la Policía o encarcelar adolescentes. Y esto sí que es soberbia, una
soberbia apoyada en verdades a medias y mentiras rotundas que no le hacen
ningún favor a la humanidad, a las víctimas de asqueantes violaciones de
derechos humanos ni a la ciudadanía uruguaya.
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