Un documental retrata la
historia de los 154 niños exiliados que llegaron al país en 1983.
La diaria - 20 3 15 - Por Débora Quiring
Caravana con los 154 niños hijos de exiliados que arribaron al país en 1983. Foto: Documental Tus Padres Volverán, s/d de autor |
Este hecho sin
precedentes, que se llamó el “viaje de los niños”, se convirtió en un emblema:
hoy volvían los hijos, pronto retornarían los padres. Pero aun así, con este
cierre clave para un año fundamental en la lucha contra la dictadura militar, el
hecho fue pasando a un segundo plano en la historia reciente, hasta tal punto
que muchos de los que participaron en esa prolongada caravana (los ómnibus
demoraron cuatro horas en llegar desde el aeropuerto a la sede de AEBU), hoy
apenas lo recuerdan como una nebulosa fantasía. En 2013, cuando se cumplieron 30 años de aquel vuelo,
tanto los medios de prensa como varios de los involucrados organizaron
actividades que homenajearon aquella quijotesca cruzada.
Luego se sucedieron dos
hechos significativos de manera paralela: por un lado, en diciembre se publicó
el libro Los niños del reencuentro (de Isabel Collazo, María
de los Ángeles Fein, Rosana Passeggi y Ana María Sosa), trabajo que reconstruye
este hecho histórico mediante la memoria, y por otro, este mes de marzo la
película Tus padres volverán, de Pablo Martínez Pessi, aguarda para
circular por numerosos festivales internacionales: se exhibirá por primera vez
el 4 y 10 de abril en el Festival Internacional de Cine de Cinemateca, dentro
de la sección Derechos Humanos.
El 13 se proyectará en Río de Janeiro y el 14
en San Pablo, dentro del Festival É tudo verdade. El viernes 17 del
mismo mes se exhibirá en el Festival de Málaga, y si bien el estreno en
Montevideo está previsto para julio, los días 24, 25 y 26 de abril se estrenará
en la Cineteca de Madrid.
Candombe del recuerdo
“Tus padres volverán”.
Ésa era la consigna que coreaba la multitud en medio de una de las tardes más
calurosas del año, mientras de boca a boca comenzaba a circular una sola
noticia: “reabrieron la 30”, en alusión a la clausura de la radio CX30 de
José Germán Araújo. Y si bien la clausura se levantó unos días después, no
faltaron los numerosos carteles que rezaban “Transmite CX 30”.
La película de Pablo
Martínez Pessi se centra en seis de los 154 niños que volaron solos desde
Europa a Uruguay para conocer a sus familiares o reencontrarse con ellos:
Fernando de Meersman y Salvador Banchero residen actualmente en Uruguay, los
demás volvieron a radicarse en el exterior: Cecilia Rodríguez (España), Marcos
Medina (Bélgica), Jorge Garibaldi (Dinamarca) y Guzmán Tierno (Italia).
Cuando Martínez Pessi
vio un informe de María Inés Obaldía al conmemorarse los 25 años del viaje, no
podía creer que eso realmente hubiera sucedido. En 1983 el director vivía en
Dolores y tenía sólo tres años, como varios de los niños que viajaron en aquel
chárter proporcionado por el gobierno español.
En ese mismo momento
comenzó a buscar información, y dos años después (2010) ya iniciaba una
investigación junto al periodista Gabriel Farías, recabando los datos sobre el
hecho concreto y la llegada de los niños a Uruguay.
En el proceso de
gestación del viaje participó el dirigente sindical y militante socialista en
el exilio Artigas Melgarejo, quien le propuso a Enrique Quico Mañero
-secretario de la Juventud Socialista en España- organizar esta movilización.
También el político uruguayo Víctor Vaillant, que luego de viajar a Europa para
reunirse con las colectividades de exiliados uruguayos en varios países
europeos, se encontró con Melgarejo en Madrid durante los primeros días de
noviembre de 1983, cuando concibieron la idea de organizar un viaje a Uruguay
que concentrara los hijos de los exiliados políticos. Pocos días después, de
regreso en Montevideo, Vaillant escribió un editorial en el semanario Convicciónlanzando
la idea. Sólo 24 horas después ya se creaba la Comisión del Reencuentro de los
uruguayos, presidida por Vaillant, para organizar el viaje a nivel local. El 26
de diciembre, ante el desconcierto de la dictadura, un vuelo de Iberia llegaba
a Montevideo con 154 niños, provocando una de las movilizaciones populares más
importantes del año.
Cuando Martínez Pessi y
Farías avanzaron en la investigación, se reunieron con algunos de los
organizadores, como Melgarejo, Vaillant y Eduardo Lalo Fernández,
“para tratar de armar la historia, ya que no estaba claro exactamente cómo
había sucedido todo, en buena medida porque dependíamos del relato de cada uno
de los protagonistas”, dijo a la diaria Martínez.
“Cuando veía esas
imágenes en que la multitud se acercaba a los niños, me preguntaba cómo se
sentiría un niño de tres años -que era la edad que yo tenía en 1983- viajando
11 horas. ¿Cómo estaba preparado? ¿Cuál era la historia que había detrás de
cada uno?”, se pregunta el realizador.
Martínez recuerda que se
han retratado y narrado historias sobre presos políticos, exiliados, militantes
y desaparecidos, “relatos importantes para construir la memoria y la historia
reciente del país”, pero se cuestiona qué sucedió con los niños: “¿Y la
historia de esas personas que se vieron involucradas en la causa sin decidirlo?
Esta historia de los otros no se ha contado”. Con respecto a esta perspectiva,
el director sostiene que él podría haber decidido contar la historia del vuelo,
del proceso para que se concretara, del diálogo con los militares para
organizar el recorrido, o cómo lo ideó Melgarejo junto al grupo de exiliados y
la colaboración española. En cambio, optó por tomar el hecho del viaje de los
niños para hablar de la identidad, el exilio y la familia, tríada que definió
como los tres ejes temáticos fundamentales de la película.
“Voy a contar la
historia de cómo vivieron seis niños ese momento, y cómo el viaje influyó en el
resto de sus vidas. Ellos comprendieron que eran hijos de exiliados políticos,
y también por qué debieron irse sus padres”, sostiene. Consultado sobre cuándo
asimilaron el exilio, Martínez no dudó en responder que los seis protagonistas
lo asimilaron luego del viaje. “Porque ¿cómo interpretan y les llega el relato
sobre el Uruguay de sus padres sin conocerlo? Es claro que para los más grandes
fue distinto, ya que ellos sí sabían qué era Uruguay. Gabriel [Melgarejo, hijo
de Artigas] ya entendía cuál era la lucha, qué eran los militares, la dictadura
y la represión. Él lo comprendió y de alguna manera se acopló a esa lucha
viviendo en Madrid. De hecho él era una de las personas que, en cada acto en el
que participaron, tuvo un discurso para decir”.
El sorianense centró su
interés en cómo vivieron estos niños la experiencia del viaje. Y si bien aclara
que es una obviedad que los más grandes lo comprendían (el rango de edades iba
de los tres a los 17 años), y para ellos sí se concretaba un reencuentro, para
los más chicos era distinto, ya que considera que en estos casos, más que un
encuentro se producía una suerte de primer acercamiento. “Partí desde este
lugar para hablar sobre cómo ha sido la vida de estos niños luego del
encuentro”, precisó.
La película también
incluye imágenes de archivo y el testimonio de algunos organizadores. Pero el
verdadero protagonismo recae en esas seis historias de vida. Tus padres
volverán comienza a hablar de un supuesto viaje y una supuesta
bienvenida ambientada en dictadura. El director adelanta que los espectadores irán
-paulatinamente- construyendo la historia a partir del relato de esos niños. De
este modo, los realizadores pensaron la película a partir de una estructura
narrativa en la que, poco a poco, se devela toda la historia y su contexto:
quiénes son los niños, de dónde vinieron, quiénes eran sus padres, qué
significa el exilio para ellos hoy, cómo viven en sus países. “Claro que
incluimos datos concretos de cómo fue la construcción del viaje, pero eso no se
vuelve un tema protagónico.” Sobre esto, Martínez asegura que los seis
testimonios representan lo que podrían haber sido las 154 experiencias: todos
tienen historias de vida y puntos de vista diferentes, pero cree que ésta es la
primera vez que se habla de los protagonistas del viaje.
Incluso, según cuenta Martínez,
todos los personajes aceptaron participar en la película porque se iba a hablar
de ellos mismos, porque interesaba suhistoria. Con respecto a esto,
cuenta que después de participar en la película recibió muchos agradecimientos,
ya que para ellos ha sido muy difícil poder hablar. Esta contrariedad llegó a
tal punto que uno de los participantes se negaba a integrarse al proyecto,
hasta que un día aceptó porque se dio cuenta de que ya era hora de poder
hablarlo.
“Por un lado está el
vuelo de los niños -reflexiona el cineasta-, y por otro el mensaje político y
la reivindicación de los derechos humanos, además del mensaje sobre la
existencia de los exiliados, gente que quería este país pero debió irse por
luchar. Los padres querían estar en el lugar de sus hijos, y de ahí surge todo.
En lugar de los padres volaron los hijos”.
El niño que fui
El conductor radial
Salvador Banchero nació en Buenos Aires en 1976, y cinco años después se exilió
junto a su familia en Madrid. El único uruguayo de su familia era su padre,
quien en 1973 había viajado a Buenos Aires y pasado a la clandestinidad.
Banchero cuenta que en
su casa el exilio siempre estuvo presente de un modo muy natural, sin que
generara un clima denso. Incluso recuerda una infancia feliz y no una sensación
de desarraigo, aunque justifica el hecho por la rápida adaptación que se logra
en la infancia. Pese a los buenos recuerdos, hasta el día de hoy le sigue
llamando la atención la conciencia que tenía sobre la situación que vivía su
familia, sobre todo teniendo en cuenta lo que se podía esperar de un niño de su
edad.
El periodista recuerda
que cuando se abordaba el tema del exilio en su familia siempre estaba más
presente Uruguay que Argentina, incluso cuando la única presencia uruguaya era
la de su padre. Todo lo que Banchero conocía de Uruguay se reducía a los viajes
que hacía junto a su madre a Carmelo, donde visitaba a su abuela paterna. Pero
aun así, el viaje lo sumió en una emoción difícil de explicar.
“No recuerdo cuándo me
propusieron el viaje, pero estoy seguro de que mis padres me preguntaron si
quería venir, ya que en casa todo se democratizaba. Durante muchos años pensé
que las imágenes que tenía de esos momentos estaban distorsionadas, o
agrandadas por el recuerdo de la infancia. Varios años después, cuando vi
algunas imágenes me impactaron mucho, porque comprobé que realmente había sido
así. Tenía recuerdos de la gente como una especie de corso, que se extendía a
lo largo de las cuatro horas que demoró la caravana, cosas de las que siempre
había dudado”, dice.
Centrándose en la
conciencia de lo que estaba viviendo, recuerda que cuando iba en la caravana le
interesaban cosas extrañas. Da el ejemplo de una veterana que se subió al
ómnibus llorando (las puertas estaban abiertas por el calor sofocante de ese 26
de diciembre), y entre la emoción repetía “reabrieron la 30”. Su curiosidad fue
tal que se olvidó de la multitud que los rodeaba y le preguntó a alguien de qué
hablaba esa señora. La respuesta tenía que ver con la clausura de la radio, que
se suponía que en ese momento había reabierto y estaba transmitiendo la
llegada. “Entendía perfecto qué era lo que hacíamos ahí, y no tengo el mínimo
recuerdo de haber sentido miedo. Las autoras del libro [Los niños del
reencuentro] me preguntaban si alguna vez había sentido miedo, y en
realidad nunca me había puesto a pensar en eso, que tenía absoluta lógica”.
Como en el viaje
coincidió con amigos suyos que se encontraban en la misma situación que él
(estaban en el exilio pero no tenían familiares presos, muertos o
desaparecidos), al comunicador le llevó mucho tiempo darse cuenta de que su
realidad de viaje era diferente, y que había 154 viajes e historias distintas.
Con respecto a su situación, cuenta que al llegar fue a visitar a su abuela en
Carmelo, cuando otros visitaban a su padre preso, o quedaban en medio de
familias maternas y paternas que se los disputaban. “Sabía intelectualmente que
existían personas con otras realidades, pero no era consciente de eso. Esto me
sucedió años después, sobre todo cuando comencé a hablar con otra gente que
había viajado. Me di cuenta de que no todos tenían la misma percepción, y a
otros no les gustaba hablar mucho del viaje, o no lo recordaban como algo
positivo. Algunos, incluso, se sintieron usados. Yo sabía perfectamente a lo
que venía, por más que tuviera siete años, y por eso también fue una decisión
propia.”
Evocando esta
experiencia movilizadora, Banchero cree que fue un acontecimiento “redondo”, ya
que alcanzó una brillantez estratégica de comunicación sin fisuras. Tiene en
cuenta que debían comunicar una situación, y para ello, a los organizadores se
les ocurrió que viajaran niños junto a algunas instituciones, organizaciones y
diplomáticos, y así poder blindar el asunto y quitarle el componente político
(vinieron integrantes de la Cruz roja, Naciones Unidas, delegaciones del
Partido Socialista Obrero Español -PSOE- y el PP). Por eso mismo al régimen
militar le resultó un suceso que se le imponía de forma irrevocable.
Otro de sus recuerdos
tiene que ver con que, durante muchísimo tiempo, creyó que ésta era una
historia compartida con todos los que hicieron el viaje, cuando en general la
gente de su edad no lo recuerda. Frente a esta situación, Banchero habla de la
necesidad que sentía de poder comunicarlo, aunque le resultaba casi imposible
transmitir la experiencia. “Comencé a hacerlo por estos proyectos que se están
haciendo, y tal vez por eso mismo me resulta un poco más sencillo”.
Para amanecer
“Encontramos una
filmación clandestina del acto del 1° de mayo en una feria barrial”, dice
animado Gabriel Melgarejo ni bien recibe a la diaria en su oficina (es
secretario ejecutivo del PIT-CNT y uno de los fundadores de la murga
Contrafarsa). “¿Te das cuenta de cómo se cruza todo, no?”, pregunta antes de
iniciar la charla.
Lo primero a lo que se
refiere son las actividades de 1983, una movilización popular que -para los que
estaban fuera del país- indicaba que algo estaba sucediendo. “Dentro de todo
este abanico de sucesos importantes, el viaje de los niños, en términos de registro,
pasó desapercibido. Creo que recién ahora se está comenzando a hacer justicia,
al ubicar este hecho concreto -casi inédito a nivel mundial- en ese concierto
de actividades de movilización”.
Melgarejo tenía 15 años
cuando arribó al aeropuerto de Carrasco. Dice que cuenta con un recuerdo muy
grato de la visita, porque ellos vivían en una suerte de fantasía, mientras se
llevaba a cabo una fuerte movilización política y social. “No sabíamos a qué
llegábamos porque no sabíamos qué iba a pasar. Tampoco éramos conscientes de la
magnitud. Cuando salíamos del aeropuerto y veíamos toda esa gente en la calle
nos dábamos cuenta de lo increíble que era, y que finalmente sería algo
disfrutable”. Cuenta que cuando aterrizaron, todo el avión comenzó a cantar “Se
va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, mientras los mayores a cargo
se desesperaban por callar el cántico de los 154 niños.
Uno de los claros
ejemplos de cómo la sociedad comenzaba a asumir más riesgos se vincula con el
momento en que los militares y policías quisieron desviar la caravana por
Avenida Italia, ya que estaban al tanto del número de personas que se
desplegaba a lo largo de la rambla, pero la gente los enfrentó, impidiendo el
cambio de rumbo.
“Vivimos esos 15 días
como una suerte de fiesta, porque nos recibían y reconocían en todos lados,
mientras la gente coreaba ‘tus padres volverán’. Por eso el título de la
película de Pablo es muy sintomático, porque ésa era la consigna y lo que la
gente nos transmitía en la calle. Recuerdo que íbamos al Prado, a las
cooperativas, y todo era una fiesta de recibimiento. Tal vez era un contraste
con lo que el país vivía en ese momento, pero la gente tenía una actitud tan
propositiva de alegría, que era inevitable contagiarse. Cuando llegué a Madrid le
dije a mi viejo ‘Preparate porque dentro de poquito volvemos, y si no, me
vuelvo yo’”. En esta misma línea, reconoce que el viaje no sólo marcó a fuego
su vida afectiva, sino también su formación política.
“Esto no tiene nada que
ver con la política”, dice el quinceañero Melgarejo a El Diario, el
2 de enero de 1984, cuando el periodista le pregunta: “¿De qué forma
calificarías la visita tuya y de los otros chicos al Uruguay?”. Él y otros
compañeros eran, en cierto modo, la cara visible del viaje, y por eso mismo
tenían muy claro qué le debían decir a la prensa. Sobre esto, el secretario de
la central cuenta que venían adoctrinados, ya que debían transmitir un mensaje:
la idea fuerza fue que ellos no eran 154 niños, sino que representaban a todos
los uruguayos que no podían estar en el país por razones de exilio, y el
mensaje era, precisamente, la necesidad del reencuentro de los uruguayos.
“Queríamos oponer la
imagen que daba la dictadura de que esto era un operativo político -que
obviamente lo era-, y en las declaraciones nosotros debíamos contrarrestar el
concepto, ya que lo fundamental era lo humanitario de la misión, y la necesidad
de plantear el problema latente de la cantidad de uruguayos que estaban en el
exterior por no poder expresar sus ideas libremente. Hoy lo digo a 30 años de
distancia, con 46 años y con plena conciencia de mi intelectualidad política,
pero en aquel momento era un niño. Hay que trasladarlo a ese momento: un niño
con un discurso político o con un marco de discurso político dentro del cual
debía dejar un mensaje. Era una movida muy pesada y compleja. No sé si yo haría
lo mismo con mis hijos, y no estoy juzgando a nuestros padres. Al contrario,
fueron gestores de un hecho importantísimo en la historia reciente de Uruguay”.
Tal vez por lo difícil
que resulta procesar este tipo de experiencias, Melgarejo explica que se ha
encontrado con muchas personas que compartieron el viaje, y que recién ahora,
después de 30 años, comenzaron a animarse a contar la historia.
Cuando se le pregunta
por la gestación del viaje no puede evitar sonreír y definirla como “muy
particular”. Después del proceso inicial entre Quico Mañero, el diálogo con el
entonces presidente Felipe González y el PSOE, se inicia una segunda etapa que
tiene que ver con la selección de los niños, ya que eran muchas las familias
que querían enviar a sus hijos. Artigas Melgarejo junto a otros integrantes de
la colonia de exiliados de Madrid asumió la responsabilidad de estudiar caso
por caso, ver de dónde venían, cuál era la situación de los niños y de sus
familias en el país, y también comprobar que existiera un tutor que los pudiera
recoger en AEBU. Su hijo recuerda que fue un largo trabajo de ingeniería
burocrática, ya que implicaba la conexión de esa oficina en Madrid y la
Comisión del Reencuentro de Uruguay.
En el transcurso de esos
días sucedieron muchísimas cosas. Por ejemplo, a las tres de la mañana sonaba
el teléfono en la casa de la familia Melgarejo: era una madre que vivía en
Bélgica y lloraba diciendo que su marido estaba en el Penal de Libertad y que
ella quería que su hijo pudiera conocer a su padre. “Como la lista ya estaba
completa, mi viejo nos bajaba del avión a mi hermano y a mí. Esto pasó muchas
veces, y hasta último momento no sabíamos si veníamos”.
En cuanto a Tus
padres volverán, considera que es muy interesante el enfoque de la
película, ya que se centra en un punto de vista más humano que político, para
así poder retratar cómo repercutió y transformó la vida de esos niños.
Una de las grandes
preocupaciones actuales de Melgarejo se vincula con la percepción de que la
memoria reciente se vuelve cada vez más acotada. Cree que es un deber proyectar
e intentar ofrecer herramientas para que las personas puedan conocer qué es lo
que sucedió. “En esta época en la que contamos con una democracia muy estable y
podemos disfrutarla, perdemos la perspectiva de que para que esto exista fue
necesario haber padecido todo aquello. Me preocupaba que las nuevas
generaciones conozcan esta perspectiva, y también me preocupa mucho la
proyección de aquellos hechos hacia el futuro”.
Teniendo en cuenta que
toda historia de vida resulta fragmentaria y subjetiva, la realidad irreal del
exilio vuelve a exhibirse, esta vez desde la perspectiva infantil de un suceso
que marcó la historia reciente. Aun hoy, sorprendido, Melgarejo reconoce que
recién al llegar a Madrid comprendieron “lo que significó aquel viaje”,
mientras la consigna “tus padres volverán” aún continuaba resonando a lo lejos.
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