Ayer
se realizó la 18ª Marcha del Silencio, en un clima de malestar por percepción
de retrocesos en la búsqueda de verdad y justicia.
La
Diaria – 21 – 5 – 13 – Por Diego Recoba
La
sensación entre los miles de manifestantes era la de que hubo un retroceso.
Desde la Marcha del Silencio del 20 de mayo del año pasado hasta la de ayer
todo lo relacionado a la búsqueda de verdad y con los procesos judiciales a los
responsables de crímenes en la última dictadura no ha sido alentador para los
militantes por la defensa de los derechos humanos.
El
traslado de la jueza Mariana Mota de la órbita penal a la civil y la
declaración de inconstitucionalidad de la ley interpretativa de caducidad
golpeó duramente a quienes luchan desde hace años por verdad y justicia. Ese
estado se podía percibir entre los presentes en la previa al inicio de una
nueva Marcha del Silencio, desde Rivera y Jackson.
Se notaba en las charlas y
en las pancartas y carteles. “Basta de palabras. Juicio y castigo”, rezaba uno
firmado por la Corriente de Estudiantes del Pueblo. “No son delitos comunes,
son crímenes de lesa humanidad”, afirmaba otro, en referencia al fallo de la
Suprema Corte de Justicia (SCJ) que declaró prescriptibles los crímenes
denunciados por las organizaciones de derechos humanos. “
Ninguna
confianza en esta Justicia”, “apertura de los archivos de la dictadura”, “la
muralla de la impunidad caerá”, decía el cartel de Plenaria Memoria y Justicia,
mientras que el pasacalle principal expresaba el lema de la convocatoria de
ayer: “En mi patria no hay justicia. ¿Quiénes son los responsables?”. Se
trataba, en esos casos, de mensajes que era posible encontrar en otras
ediciones de la marcha, pero hubo dos que, de algún modo, marcaron la tónica de
la de ayer.
Al
final, un enorme pasacalle decía: “Señores del gobierno y la Corte, con su
sangre hagan los pactos que deseen, pero no le permitimos pactar con la sangre
inocente de nuestros seres queridos”, firmado por “Hijos, familiares y amigos
de Aldo Chiquito Perrini”, uno de los casos que el fallo de la SCJ dejó sin
sentencia (ver http://ladiaria.com.uy/ACKr).
Unas cuadras más adelante, a la
altura de la Plaza de los Treinta y Tres, otro enorme cartel daba cuenta del
cambio de ánimo que provocaron los fallos de la SCJ: “¿Hasta cuándo marcharemos
en silencio?”, era la pregunta. A la hora de arrancar se podía apreciar una
concurrencia importante, que desafiaba al frío y a un cielo nublado y
amenazante.
Había dirigentes del Frente Amplio (FA) como el diputado Felipe
Michelini, Daniel Martínez, el embajador itinerante Julio Baráibar, el ex
ministro de Salud Pública Jorge Venegas, la ex ministra de Desarrollo Social
Marina Arismendi, el ex vicecanciller socialista Roberto Conde, el ex director
del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay Víctor Giorgi, el integrante
de la Institución Nacional de Derechos Humanos Juan Faroppa. También, el ex
embajador argentino en Uruguay Hernán Patiño Mayer y los militantes Jorge
Marenales y Jorge Zabalza, entre otros.
Cuando
comenzó la marcha, alguien gritó que el responsable de que no hubiera justicia
era el FA, lo que motivó que un integrante de la organización le pidiera que se
retirara. El hombre retrucó diciendo: “No me metas nada que la calle es libre”.
Un par de cuadras después, a la altura de la Facultad de Derecho, se escucharon
gritos contra Tabaré Vázquez, José Mujica y otros dirigentes del FA. El que los
profería era un hombre que simulaba hablar desde un público, y que molestó a
los manifestantes porque estaba rompiendo la consigna de marcha en silencio.
Entonces, el hombre dijo su última frase: “Hola, ¿Jefatura? Acá hay un grave
caso de droga y tortas fritas”. Luego, colgó el tubo y se retiró.
Al
llegar a la altura de la explanada municipal, en la pantalla de la fachada del
edificio de la Dirección Nacional de Impresiones y Publicaciones Oficiales se
emitía un spot alusivo a la marcha, que decía “Escuchalos”, mostraba algo
escrito en lenguaje de señas y remataba con un gran “Están”, en letras blancas
sobre fondo negro.
Como
todos los años, al llegar la cabecera de la marcha a las inmediaciones de la
Plaza Libertad, se enunciaron los nombres de los detenidos desaparecidos, y
ante cada uno de ellos, los concurrentes gritaron “presente”. Al llegar a la
plaza, se entonó el Himno Nacional, y a la altura de las últimas estrofas
comenzó a caer una suave e imperceptible llovizna. Parecía que todo terminaba
ahí, pero no fue así. Integrantes de algunas organizaciones, entre ellas
Plenaria Memoria y Justicia, hicieron un caceroleo en la sede de la SCJ. Los
manifestantes sólo llegaron hasta una valla que no permitía acceder a la puerta
del edificio.
Dos
manifestantes se paseaban por la plaza: una mujer disfrazada de Justicia, con
los ojos tapados con un trapo que decía “Frente Amplio”y la boca con un bozal
que decía PITCNT; otro, disfrazado de coracero y portando un escudo que decía
“SCJ”, llevaba atada a la primera. Otros se quejaban, indignados, porque un
policía que estaba del otro lado de la valla se reía. Los demás golpeaban
cacerolas, cucharones, latas de conserva vacías, canillas, al tiempo que
entonaban consignas como “no hubo errores, no hubo excesos; son todos asesinos
los milicos del proceso” y “se va a acabar, se va a acabar la impunidad en
Uruguay”.
Con
el correr de los minutos, la protesta en las inmediaciones de la sede de la SCJ
se fue disipando. En la plaza quedaba mucha gente que no se había sumado al
caceroleo. El senador Rafael Michelini declaraba a la prensa que confía en que
la Justicia determine “quiénes son los responsables y actúe con las garantías del
caso”, y que mientras haya un caso impune “el Estado estará en deuda, por eso
hay que seguir”.
Óscar Urtazún, integrante de Familiares, declaraba que el
ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro “lo único que ha
hecho es entorpecer las investigaciones y jugarse siempre por la inocencia de
los asesinos”. Valentín Enseñat, de Hijos, afirmaba: “Algo que nos anima y nos
alienta es ver cuáles han sido las consecuencias de eso, y ver que los fiscales
y los jueces, a pesar de estas resoluciones, han tomado decisiones de acuerdo a
lo planteado por el derecho internacional”. La llovizna seguía cayendo, no se
notaba pero seguía, y de puro perseverante, mojaba.
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