La desaparición de Eduardo Bleier y la Operación Morgan
La diaria - 12 de octubre de 2019 | Escribe: Álvaro
Rico en Política nacional | Foto: Santiago Mazzarovich /
En la noche-madrugada
del 20-21 de octubre de 1975, la dictadura lanzó la Operación Morgan contra el
Partido Comunista (PCU). Fue una operación de exterminio, coordinada por
fuerzas militares y policiales, a gran escala y de larga duración. Por eso
mismo, su reconstrucción abarca sucesivas oleadas represivas que tuvieron su
epicentro entre octubre y diciembre, pero que se extienden hasta los primeros
meses del año siguiente.
La
Operación Morgan fue resultado de una decisión política adoptada en las más
altas esferas de la cúpula militar y del gobierno, e intervinieron
operativamente distintos organismos bajo la coordinación del Organismo
Coordinador de Operaciones Antisubversivas I (OCOA I) de la División de
Ejército I (bajo el mando del coronel Luis Queirolo y el general Esteban
Cristi): el Servicio de Información de Defensa (SID), el Departamento II del
Comando General del Ejército, la Prefectura Nacional Naval, el Cuerpo de
Fusileros Navales y la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII).
El contexto regional
El 19 de octubre de
1975 comenzaron en Uruguay las maniobras militares hemisféricas llamadas
Unitas, y al otro día se reunía en Montevideo la 11ª Conferencia de Ejércitos
Americanos, con jefes militares de 15 países del
continente.1 En esa
reunión se aprobó un documento que excluía de los organismos de seguridad
hemisféricos a los países con regímenes marxistas y se reafirmaba la
cooperación entre los ejércitos para combatir la subversión “generada en la
acción del marxismo y el comunismo internacional”. El comandante en jefe del
Ejército argentino, Jorge Rafael Videla, declaraba: “Si es preciso, en la
Argentina deberán morir todas las personas necesarias para lograr la seguridad
del país”.2 Mostrar en ese ámbito de calificadas visitas anticomunistas el
potencial represivo local parecía asegurar el prestigio de la dictadura y los
militares uruguayos entre sus pares continentales.
El 29 de octubre en
Santiago, la Dirección de Inteligencia Nacional, al mando del general Manuel
Contreras, invitaba a asistir a la Primera Reunión de Trabajo de Inteligencia
entre el 25 y el 30 de noviembre a los efectos de establecer a escala regional “algo
similar a lo que tiene Interpol en París, pero dedicado a la subversión”. El
acta de clausura de esta reunión, encontrada en el Archivo del Terror de
Paraguay, es un verdadero documento fundacional del Plan Cóndor; el nombre
habría sido sugerido por el representante uruguayo en la reunión y miembro del
SID, el coronel José A Fons.3
Los objetivos militares
y políticos de la dictadura
La
Operación Morgan contra el PCU tenía como objetivos principales la captura de
la dirección clandestina, así como la desarticulación de los aparatos
partidarios especializados. El libro publicado en 1978 por el Comando General
del Ejército Testimonio de una nación agredida refiere a la existencia de esas
estructuras: aparato armado (sanidad, comunicaciones, transporte), prensa (“Carta”),
propaganda, finanzas y recursos directos, comisión de relaciones
internacionales, fracción sindical.
El golpe recibido por
los comunistas fue dirigido a desarticular aquellos núcleos claves de la
organización que aseguraban el funcionamiento clandestino desde el golpe de
Estado y la ilegalización de los comunistas en 1973, y aun aquellos militantes
que lograron escapar del cerco represivo quedaron sin estructuras y “congelados”
o “desenganchados” de la organización. Anotemos, también, que el inicio del
exilio masivo de los comunistas uruguayos en el correr de 1976 es una
resultante de Morgan. Por otra parte, la dictadura amplificó el “peligro comunista”
y la magnitud de su acción buscando justificarla y darle continuidad, así como
incidir en la opinión pública a través de los medios (comunicados de las
Fuerzas Conjuntas, conferencia de prensa de “arrepentidos”, exposición del
material incautado en el Subte, grandes titulares de los diarios afines al
régimen).
Finalmente,
el importante material documental incautado en el operativo permitió a los
servicios actualizar listados de miembros de las direcciones, así como obtener
datos del funcionamiento partidario contenidos en los informes del Comité
Central, informes escritos que, a lo largo de la dictadura, resultaron ser uno
de los “talones de Aquiles” de la resistencia clandestina.
La novedad de la
Operación Morgan consiste en que fue coordinada por el mando militar y en que
también los organismos represivos que intervinieron fueron mayoritariamente
militares. Hasta este momento el “peligro comunista” había sido mayormente una “cuestión
policial”, salvo en las operaciones represivas en el interior del país. De
ahora en más, se reorientarían militarmente las labores de inteligencia e
información y los operativos contra el PCU, sin dejar de lado la importante
participación de la DNII como organismo policial especializado en la represión
contra los comunistas y el movimiento sindical.
Otra novedad de la
Operación Morgan consiste en la brutalidad aplicada a gran escala por las
fuerzas de seguridad del Estado, hasta llegar a la eliminación física del “enemigo
comunista”. Ello implicó, también, otra economía de la represión y escala
(infraestructura, logística, comunicaciones, personal, transporte) para
asegurar la masividad, el secreto, la sorpresa y la simultaneidad de los
procedimientos; los lugares para depositar a decenas de personas secuestradas;
el carácter clandestino de los centros de detención ubicados en predios
militares o bajo jurisdicción militar; la transformación de estos centros en “sitios
de enterramientos” de personas.
Finalmente, la
Operación Morgan introdujo definitivamente en Uruguay el carácter grupal o
colectivo del fenómeno de la desaparición forzada a través de casos conexos de
personas detenidas dentro de un mismo operativo represivo que se concentra en
corto tiempo y contra una sola organización política, con personas que son
detenidas y desaparecen o son asesinadas en la tortura en una secuencia casi
simultánea.
A partir de Morgan, la
dictadura incorporará definitivamente la desaparición forzada ‒junto a la
prisión masiva y prolongada, la tortura generalizada y el asesinato político‒,
como parte de sus métodos de castigo, y este “giro” tendrá su confirmación
definitiva en la coordinación del Plan Cóndor y la actuación de los servicios
uruguayos en Argentina, en los operativos contra colectivos enteros de la
izquierda uruguaya exiliados en la vecina orilla: Partido por la Victoria del
Pueblo, Partido Comunista Revolucionario, Grupos de Acción Unificadora,
Movimiento de Liberación Nacional (MLN), entre julio de 1976 y fines de 1979.
Los centros
clandestinos de detención y enterramiento
Los centros
clandestinos de detención utilizados durante la Operación Morgan fueron
conocidos con el nombre de Infiernos. El 300 Carlos, Infierno Grande o La
Fábrica fue el epicentro operativo del OCOA, emplazado en uno de los galpones
del Servicio de Material y Armamento del Ejército, en los fondos del Batallón
de Infantería Blindada Nº 13, en Avenida de las Instrucciones. El
nombre 300 Carlos parece referir al número total de comunistas a ser
detenidos (300), llamados Carlitos (por Carlos Marx).
La Casa de
Punta Gorda, 300 Carlos R o Infierno Chico fue el otro centro clandestino que
se utilizó en un comienzo de la Operación Morgan y hasta mediados de 1976 como “depósito”
de detenidos y torturados hasta su traslado definitivo. La propiedad había sido
incautada por el Ejército al MLN y estaba ubicada en Punta Gorda, al lado del
hotel Oceanía, en Rambla República de México 5515.
El carácter
“clandestino” de las operaciones en estos centros de detención se extendía a
los represores de OCOA que actuaban de manera encubierta y compartimentada,
utilizando el alias de “Óscar” acompañado por un número, según el grado militar
y nivel de responsabilidad en las estructuras clandestinas del Ejército.
La sucesión de caídas
Si bien el éxito de la
represión sobre los comunistas es proporcional al largo trabajo de inteligencia
acumulado y el conocimiento que tenían del “enemigo”, así como a la cantidad de
hombres y medios utilizados, en el PCU también se cometieron errores en la
aplicación de los criterios de seguridad y se subestimó el poderío militar y
policial, incluidos los efectos de la tortura para la obtención de información.
A partir de 1976, el partido y su dirección entraron en una etapa de absoluta
clandestinidad y compartimentación bajo la Secretaría General ocupada por León
Lev, hasta su detención, en 1979.
Sería imposible dar
cuenta de los cientos de personas secuestradas; no obstante, indicaremos las
caídas de algunos dirigentes de primera línea: el 21 de octubre fue detenido
Alberto Altesor, miembro del Comité Central. El 28-29 de octubre caen el
ingeniero José Luis Massera, entonces secretario general del PCU, en la
clandestinidad desde 1974, después de Arismendi; Wladímir Turiansky,
vicepresidente de la Convención Nacional de Trabajadores (CNT) y miembro del
Comité Central, que desde fines de 1974 era encargado de la Secretaría Nacional
de Propaganda del PCU y de la CNT; Eduardo Bleier, miembro del Comité Central y
en ese momento secretario departamental de Propaganda.
El 31 de
octubre fue detenida Rita Ibarburu, integrante del Comité Central y secretaria
de Redacción de la revista Estudios, responsable de la Comisión de Relaciones
Internacionales.
Para suplir
a Massera, el PCU constituyó una dirección formada por un “Triunvirato”
compuesto por Luis Tourón, Gerardo Cuesta y Jorge Mazzarovich quien, al caer
detenido, fue sustituido por Rosario Pietrarroia. Sin embargo, poco después los
tres fueron apresados con escasa diferencia de días en otra oleada de la
Operación Morgan: el 12 de enero de 1976 cayó Cuesta, el 19 Pietrarroia y el 21
Tourón. El 2 de febrero fue detenido Edgar Lanza, secretario
El ruso Eduardo Bleier
Horovitz
Bleier tuvo
cuatro hijos de dos matrimonios y era integrante de una familia judía que había
emigrado a Uruguay desde Hungría. Paradójicamente, en este país se exiliaría su
propia familia bajo la dictadura uruguaya.
Cuando
estudiaba Odontología, a principios de la década del 50, se afilió al PCU y era
integrante de su Comité Central desde 1961.4 Hasta marzo de 1972, estuvo al
frente de la Secretaría de Finanzas del Partido y fue uno de sus dirigentes más
emblemáticos. Por eso, su prontuario policial (Nº 116) fue iniciado tempranamente,
el 14 de abril de 1959. Cuando se produce el golpe de Estado, ocupaba el cargo
de secretario de Organización del Comité Departamental de Montevideo y, en
1974, asumió la Secretaría Departamental de Propaganda hasta caer detenido.
Pocos detalles se saben
del momento mismo de su detención acontecida el día 29 de octubre de 1975 en
horas de la noche. Estuvo recluido en la Casa de Punta Gorda (Infierno Chico) y
en 300 Carlos. Si bien hay numerosos testimonios de su presencia allí y de su
grave estado de salud causado por las torturas (lo refieren José Wolman, Sara
Youtchak, Rita Ibarburu, Vilma Antúnez, Alcides Lanza y el soldado Hugo García
Rivas), sus captores nunca reconocieron la detención. Según el informe del
Supremo Tribunal Militar, “se le inició un presumario en el Juzgado Militar de
Instrucción de 1er Turno el 27 de agosto de 1976, estando prófugo el citado
sedicioso desde el 19 de mayo de 1976 [habiéndose librado] orden de aprehensión
contra el mismo el 10 de junio de 1976”.5 No obstante, su detención figura en
la Ficha de Identificación Criminal confeccionada por la Policía de Montevideo
donde consta textualmente: “27/11/75-Fichado a solicitud del Servicio de
Material y Armamento-En esa unidad”.6
Desde 1972 la
Secretaría de Finanzas del partido fue ocupada por Edgar Chumbo Lanza, quien
logró escapar al cerco represivo. En sus palabras: “Bleier era un genio, fue el
padre de las finanzas del Partido, el creador de todo eso”. Es decir, “una
política financiera inteligente del Partido que abarcaba una concepción de
masas (grandes campañas populares, festivales, cotización de afiliados,
etcétera) con una línea de apoyo financiero directo a cargo de empresas y
empresarios, algunos de la comunidad judía, que aportaban al Partido en calidad
de comunistas”.
Uno de los
objetivos centrales de la Operación Morgan consistía en desmantelar el aparato
financiero del PCU y sus empresas comerciales, dado que constituían un medio
fundamental para sostener materialmente las acciones partidarias en la
clandestinidad y los cuadros rentados. En opinión de Edgar Lanza, la saña con
la que torturaron a Bleier guarda relación directa con
La secuela de víctimas
El costo en vidas de la
Operación Morgan y de los centros clandestinos de detención llamados Infiernos
resulta revelador del grado de violencia aplicado por la dictadura, un
verdadero “giro” no solamente de la metodología represiva, sino de la propia
naturaleza del régimen, que llevó al PCU a redefinir lo que caracterizaba como “etapa
de fascistización” (desde 1973) a “etapa fascista” (desde 1975-1979).
Los muertos
fueron 22: ocho personas fueron detenidas desaparecidas (dos de ellas con
restos recuperados e identificados: Miranda y Bleier), seis fueron asesinadas
bajo torturas en el mismo momento de su detención o en meses inmediatos, y
otras ocho personas murieron tiempo después en prisión o en el exterior por
secuelas de torturas y enfermedades agravadas.
Los detenidos
desaparecidos fueron Bleier, detenido el 29 de octubre de 1975; Lorenzo Julio
Escudero Mattos, detenido el mismo día; Juan Manuel Brieba y Fernando Miranda,
detenidos al día siguiente; Carlos Pablo Arévalo, el 15 de diciembre; Julio
Gerardo Correa, el 16 de diciembre; Otermín Laureano Montes de Oca, el 17 de
diciembre, y Horacio Gelós Bonilla, detenido el 2 de enero de 1976 por OCOA IV
en el BI 4 Maldonado.
Detenidos asesinados
fueron Óscar Olveira, apresado el 21 de octubre de 1975 y asesinado el 17-18 de
febrero de 1976; Nuble Yic, detenido el 22 de octubre de 1975 y asesinado el
15-16 de marzo de 1976; Norma Cedrés de Ibarburu, detenida entre el 28 y el 29
de octubre, fallecida en prisión el 16 de enero de 1978; Ruben Etchebarne,
detenido, sin más datos, y asesinado en febrero de 1977.
Carlos Chassale fue
detenido el 7 de noviembre de 1975, liberado en junio de 1976 por razones de
salud, y falleció en Cuba en 1979 a consecuencia del agravamiento de su
enfermedad por las torturas recibidas. Carlos María Argenta fue detenido el 9
de diciembre de 1975 y asesinado el 17 de diciembre del mismo año. Luis
Pitterle fue detenido el 16 de diciembre de 1975 y asesinado el 22 de agosto de
1979. Emilio Fernández fue detenido el 16 de diciembre de 1975 y asesinado el
24 de diciembre de 1980. Hugo Pereyra fue detenido el 16 de diciembre de 1975 y
asesinado el 28 de agosto de 1977. Julián Basilicio López fue detenido el 31 de
diciembre de 1975 y asesinado el 5 de enero de 1976. Silvina Saldaña fue
detenida en febrero de 1976 y asesinada en prisión el 13 de junio del mismo
año. Hilda Delacroix de Ormaechea fue detenida el 3 de febrero de 1976 y muerta
el 1º de setiembre de 1976. Gerardo Cuesta fue detenido el 21 de febrero de
1976 y murió en prisión el 13 de setiembre de 1981. Nicanor Aldabalde fue
detenido en marzo de 1976 y asesinado en prisión (en Minas) en la misma fecha.
(*) Álvaro Rico es docente
de Ciencia Política. Ex decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación. Ex coordinador del Equipo Universitario de Investigación Histórica
sobre Detenidos-Desaparecidos.
Cabe
agregar que en los primeros días del mes de octubre se había realizado una
conferencia de Inteligencia Militar presidida por el general Amaury Prantl.
↩
Martínez, V. (2005).
Tiempos de dictadura. Montevideo: EBO, p. 57. ↩
Archivo del
Terror de Paraguay. Ver Presidencia de la República. “Investigación histórica
sobre detenidos desaparecidos”. Tomo I, sección 2. Coordinación represiva
regional:
“Operación Cóndor”. Montevideo: IMPO, julio 2007. p. 286. Documento
6, p. 308-317. ↩
Fremd, A. y
Kronfeld, G. (2011). (DES) APARECIDO. Vida, obra y desaparición de Eduardo
Bleier. Montevideo : Editorial Estuario. ↩
Informe Supremo
Tribunal Militar referido a Eduardo Bleier. ↩
Presidencia
de la República. Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos. Tomo
III. Documento I, p. 655. ↩