Las dilatorias para instalar una unidad de investigación
de delitos en dictadura
Brecha – 25.1.13 – Por Samuel
Blixen
La demora del Ministerio del
Interior en la instalación de una unidad que investigue delitos cometidos por
el terrorismo de Estado, para auxiliar a la justicia, plantea el primer
desconocimiento del gobierno a la Institución Nacional de Derechos Humanos, ese
organismo autónomo creado por el Parlamento cuya integración fue tan debatida y
negociada. El Observatorio Luz Ibarburu formuló una denuncia; había recabado un
consenso de aceptación generalizada que no se concreta en los hechos.
EL GATOPARDISMO, CONCEPTO
popularizado a partir del libro de Guisseppe Tomasi de Lampedusa, expresa la
idea de que en determinados momentos
históricos se impone la voluntad de crear una apariencia de
cambio con el fin último de que la base, el núcleo del
sistema, permanezca inalterado.
Eso es
exactamente lo que pasa en
Uruguay con la impunidad de que gozan los criminales del terrorismo de Estado. Ningún
rebuscado argumento formal, ningún sofisma sobre tiempos políticos,
ninguna excusa sobre la diferencia entre voluntad y posibilidad
podrán justificar la inacción,
cuando no el retroceso, respecto
de la obligación de investigar
los delitos y castigar a los culpables.
La responsabilidad es compartida entre magistrados de
la Suprema Corte, jueces, ministros y altos funcionarios
de la administración. Al finalizar 2012 en los juzgados de Montevideo
estaban radicadas 138
causas por denuncias
relacionadas con violaciones a los derechos humanos
durante el terrorismo de Estado: sólo dos tienen sentencia firme y el 71
por ciento permanece en presumario.
Había, además, otras 89 denuncias ingresadas en
seccionales policiales que no
están registradas en los
juzgados.
Algunas situaciones que expresan el
gatopardismo del discurso oficial uruguayo –que dice eliminar la
impunidad pero la tolera– tienen
que ver con
el mirar para el costado de una
justicia penal que –salvo honrosas excepciones– no investiga y espera que las
propias víctimas averigüen para
en todo caso entonces actuar; o con las presiones de un ministro sobre
jueces y fiscales,
o con las
afirmaciones lanzadas a la
prensa para generar opinión
y denostar a los denunciantes; o
con el infalible método, tan caro a los ministros de la Suprema Corte, de
plegarse a las chicanas de abogados vinculados
a los centros
de poder de la
derecha, de dejar
correr los plazos ante recursos inconsistentes y aun ilegales cuando el
acusado (en este caso un general) es agarrado con las manos en la masa, como
quien dice; o con la inquebrantable postura de oponer recursos legales para
evitar el pago de indemnizaciones; o con el manejo discrecional de la
información reservada y el
secretismo sobre los archivos de la represión.
Y todo eso cuando, simultáneamente, se
reitera que estamos en
un Estado de derecho donde todos
los ciudadanos son iguales ante la ley; y se desarchivan denuncias y se elimina
la caducidad y se anuncia que se aplicarán los criterios internacionales en
materia de genocidio, desaparición forzada, prácticas sistemáticas de torturas,
robo de niños, violaciones, y se promete finalmente que se concretará una reparación
integral.
Una última muestra del gatopardismo
uruguayo está registrada en una
denuncia que formula el
Observatorio Luz Ibarburu para el seguimiento de las denuncias penales por
violaciones de los derechos
humanos. Dicha denuncia se
refiere a la dilatoria para instalar
una Unidad Especial de
Investigación y Apoyo al Sistema Judicial, en la órbita del Ministerio
del Interior.
En los
últimos meses del año
pasado el Observatorio
había formalizado un reclamo
sobre la instalación
de esa unidad
ante los organismos que integran la
comisión interministerial encargada
de supervisar el
cumplimiento de la sentencia que, sobre el llamado “caso
Gelman”, emitió la Corte Interamericana de Derechos Humanos. En opinión del
Observatorio, una dilatoria en ese sentido podría implicar
que “Uruguay cayera nuevamente en
responsabilidad internacional por la persistencia de la impunidad ante
la falta de un
proceso eficaz de
justicia”.
El reclamo se realizó no sólo
ante los ministerios y la Secretaría
de Seguimiento de la Comisión
para la Paz, que
integran la comisión interministerial, sino también ante
otras autoridades estatales con
responsabilidad específica en materia de derechos humanos, como lo son las
direcciones de Derechos Humanos
del Ministerio de Educación
y Cultura y del Ministerio de Relaciones Exteriores, y autoridades del
sistema judicial (magistrados, fiscales,
abogados y funcionarios judiciales). La idea era “construir consensos
para enfrentar y resolver
adecuadamente los hechos
de nuestro pasado reciente, con las herramientas construidas
por el derecho internacional”.
GENERAR CAPACIDADES.
Todos los
consultados estuvieron de
acuerdo –al menos de
palabra– en implementar
esa unidad de investigación. Y a ese consenso se sumó
la recomendación que la
Institución Nacional de Derechos
Humanos (INDH) formuló al ministro
del Interior, Eduardo Bonomi, el 14 de diciembre, a raíz
del planteo del Observatorio Luz Ibarburu. La recomendación
de la INDH recuerda que la Convención Americana
sobre Derechos Humanos establece
“el deber de
los estados parte
de organizar todo el
aparato gubernamental y, en
general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta
el ejercicio del poder
público, de manera tal que sean capaces
de asegurar jurídicamente
el libre y
pleno ejercicio de los
derechos humanos”.
El texto enviado al ministro Bonomi
recuerda, asimismo, que la sentencia de
la Corte Interamericana en el caso Gelman versus
Uruguay, de febrero de 2011,
“impone claramente al
Estado uruguayo la obligación
de generar las capacidades técnico-operativas necesarias
para la investigación de
violaciones a los
derechos humanos cometidas en el
marco del terrorismo de Estado”.
Puesto que la propuesta del
Observatorio es funcional a la
obligación señalada por
la Corte, la dirección de la INDH resolvió recomendar
“que en el plazo más breve
posible, preferentemente
antes de la finalización
de la Feria Judicial Mayor (el 1 de febrero) se
constituya una unidad especial
para auxiliar al Poder Judicial en la investigación de las denuncias” sobre
delitos cometidos durante el
terrorismo de Estado, y que la misma funcione
en la órbita
del Ministerio del Interior, “integrada
por personal profesional
de esa secretaría de Estado con especialización en
las diferentes disciplinas
involucradas en investigación criminal”,
y también por “personal especializado
en atención y seguimiento a las víctimas de graves
violaciones a los derechos humanos y sus familiares”.
La INDH
explica en su recomendación que
la subordinación de
la unidad al Ministerio
del Interior se debe
a que ese
ministerio cumple una
función específica de auxiliar
de la justicia; pero igualmente señala que la unidad especial “deberá
coordinar y recibir el
apoyo técnico de otras
instituciones y dependencias
públicas no subordinadas al
Ministerio del Interior”.
Al emitir esa recomen dación, la
INDH se estaba ajustando a
las competencias adjudicadas por
el Parlamento cuando la creó por ley y debatió extensamente la designación de
sus autoridades. En su oportunidad el
debate sobre los
nombres reveló la
jerarquía de ese organismo que, aunque en última
instancia es dependiente
del Parlamento, tiene una
excepcional autonomía para indagar,
hacer seguimiento sobre cuestiones
de derechos humanos y formular las recomendaciones
pertinentes.
Esta recomendación sobre la
creación de una unidad
de investigación, a partir
de una propuesta
del Observatorio (integrado
por representantes de Madres
y Familiares de Uruguayos
Detenidos Desaparecidos,
Secretaría de Derechos Humanos del PIT-CNT, Hijos-Uruguay, Crysol, ONAJPU,
SERPAJ Uruguay, IELSUR, Mesa Permanente contra
la Impunidad, Pro
Derechos, Colectivo Denunciantes de Octubre de 2011 y la Fundación Mario
Benedetti), de hecho pone sobre el tapete la cuestión del reconocimiento de
su autoridad.
Sin embargo, a más de un mes de
adoptada la decisión,
no hay reacción
conocida del Ministerio
del Interior. El 15 de marzo el Observatorio emitió
un comunicado en el que manifestaba su
“preocupación ante la situación
denunciada (la ausencia de una resolución), que
se suma a las
dilatorias que padecen muchas causas por improcedentes recursos insólitamente demorados ante la SCJ”.
Todos están
de acuerdo con instalar la unidad
de investigación, pero igual marche
preso. Si se concreta el
gatopardismo en esta cuestión no
sólo se estará contradiciendo en los
hechos lo que se prometió en la Corte
Interamericana; también se revelará que la trajinada
votación en el Parlamento para
la integración de
la Institución Nacional de
Derechos Humanos fue un
saludo a la bandera.
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