MURIO BAJO PRISION DOMICILIARIA JOSE ALFREDO MARTINEZ
DE HOZ
Ideólogo del golpe, figura icónica de la oligarquía y de sus
intereses más crudos, el ex ministro de Videla defendió el genocidio, la
represión y la destrucción económica hasta el último momento de sus 87 años.
Página 12 17 3 13 - Por Carlos Rodríguez
“Las guerras nunca se pelean con guantes blancos. Hemos
usado con los terroristas los mismos métodos drásticos que ellos habían
empleado.” Además de construir la patria financiera, destruir la industria,
elevar la desocupación a límites escandalosos y encadenar el futuro de la
Argentina al cepo de la usura internacional mediante el crecimiento descomunal
de la deuda externa, José Alfredo Martínez de Hoz –que murió ayer en Buenos
Aires– fue un furioso defensor del genocidio.
La frase que abre este
recordatorio fue dicha por Joe en una conferencia de prensa que ofreció el 20
de septiembre de 1978, poco antes de pronunciar un discurso ante el Consejo de
Asuntos Mundiales reunido en el hotel Biltmore, en Los Angeles, Estados Unidos
(ver diario La Prensa del 21/9/78, que reproduce un despacho de la agencia
United Press International).
Martínez de Hoz, que falleció a los 87 años mientras cumplía
arresto domiciliario por estar acusado en tres causas por crímenes de lesa
humanidad, hizo su defensa pública del genocidio, cuando todavía se estaba
ejecutando, para responderle a un “infiltrado”, según sus propias palabras, en
alusión a un integrante de Amnistía Internacional que le hizo una pregunta
acerca de la situación de los desaparecidos en la Argentina.
El entonces ministro de Economía de la dictadura respondió
con palabras similares a las que usó en otro momento de la historia reciente el
dictador Jorge Rafael Videla: “Algunos (se refería a los desaparecidos) fueron
muertos y sus cadáveres enterrados por sus propios camaradas terroristas. Otros
han pasado a la clandestinidad. Otros han huido a Europa. Algunos han
abandonado el movimiento terrorista y se ocultan porque temen represalias”
(textual de la misma nota de La Prensa).
En forma simultánea a esas expresiones, el Ministerio de
Economía dio a conocer un comunicado en Buenos Aires. En ese texto se afirmaba
que el ministro había reivindicado “la lucha antisubversiva”, a la vez que
había asegurado que la situación no estaba “totalmente solucionada”, dado que
existían “grupos aislados que colocan bombas o asesinan gente”. En ese informe
oficial hasta se reconocía la existencia de grupos paramilitares y parapoliciales
a disposición de las grandes empresas.
Según el comunicado, la violencia era por culpa del gobierno
de Héctor Cámpora por haber liberado en 1973 a los presos políticos. “La
situación llegó a un nivel donde los grupos privados o alquilaron o formaron
sus propios grupos antiterroristas para enfrentar a esos grupos con esas mismas
armas”. En ese punto se insistió en que “los grupos terroristas no usaban
guante blanco y los que los combatían tampoco lo usaban”. El parte oficial
aseguraba que el discurso de Joe había sido recibido con aplausos por parte de
los empresarios reunidos en Los Angeles.
Durante la dictadura, en sordina, se decía que él era
“Martínez Dios”, en alusión a su poder y a su condición de mentor intelectual,
junto con otros civiles, del golpe militar del 24 de marzo de 1976. José
Alfredo Martínez de Hoz nació el 13 de agosto de 1925, hijo de una familia de
estancieros vitalicios de la Sociedad Rural Argentina.
Alumno aplicado de la
escuela monetarista de Chicago, pulverizó la industria nacional para favorecer
a los grupos financieros y a las empresas trasnacionales. Su plan económico,
anunciado el 2 de abril de 1976, incluyó el congelamiento de los salarios y
despidos masivos en grandes empresas, entre ellas Clarín, que dejó cesantes a
400 trabajadores, el mismo día del discurso del ministro de facto.
Cuando en 1984 declaró ante la Cámara de Diputados que
investigaba la “nacionalización” dolosa de la Compañía Italo-Argentina de
Electricidad (Ciade), reveló que antes del golpe del ’76 le llevó a Videla una
copia de su plan económico. La entrevista fue en 1975 y Martínez de Hoz le dijo
al futuro golpista que el gobierno peronista de entonces “impedía la libertad
de trabajo, la producción y la productividad”.
Sostuvo que fue ante Videla para
que se impusiera “el imperio del orden por sobre todas las cosas”. Para lograr
ese objetivo, decenas de miles de personas fueron asesinadas, desaparecidas o
tuvieron que marchar al exilio.
En una entrevista que concedió en 2007 a un estudiante de
periodismo de TEA, dijo que los hombres que más admiraba de la historia
argentina eran Domingo Faustino Sarmiento y Julio Argentino Roca. Sobre Ernesto
“Che” Guevara dijo que era “un asesino”, mientras que negó que Videla lo fuera:
“A Videla hay que conocerlo. La gente juzga por cosas que oye o se dicen”. En
ese momento, Videla ya había sido condenado a perpetua por crímenes de lesa
humanidad y luego le dieron 50 años de cárcel por el robo de bebés durante la
dictadura militar.
Sobre el genocidio, sostuvo que Videla “no quería dar el
golpe, porque es una persona de una gran seriedad y comprensión”, pero una vez
que asumió como presidente de facto tenía que “defender a la sociedad”. Admitió
que “evidentemente hubo procedimientos que uno hubiera preferido que no se hicieran”.
Martínez de Hoz vivió en el cuarto piso del edificio Kavanagh, en el barrio de
Retiro. En su casa tenía retratos de George Bush y Margaret Thatcher, y algunos
trofeos de sus cacerías de caza mayor junto con el ex ministro del Interior
general Albano Harguindeguy.
En pos del paraíso económico prometido por Martínez de Hoz,
la dictadura declaró la ilegalidad de las actividades políticas y sindicales,
prohibió el derecho de huelga, clausuró el Congreso, destituyó a la Corte
Suprema, censuró a los medios de prensa, secuestró, torturó y asesinó a los
opositores de cualquier signo.
La represión golpeó duro a los delegados obreros de Acindar,
en Villa Constitución, en 1975. Martínez de Hoz fue presidente de la empresa y
fue procesado por ser considerado responsable de secuestros y desapariciones,
al igual que su sucesor, el general Alcides López Aufranc. Como se había
admitido en 1978, en el comunicado del ministerio a cargo de Martínez de Hoz,
en Acindar actuó un grupo parapolicial conocido como Los Pumas.
También fue procesado por el secuestro extorsivo de los
empresarios Federico y Miguel Ernesto Gutheim, en el año 1976. La tercera causa
en su contra tiene que ver con la desaparición, en junio de 1977, del
economista español Juan Carlos Casariego, que se había opuesto a la
nacionalización de la Ciade.
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