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viernes, 31 de mayo de 2019

El Cóndor más allá del sur

Los documentos desclasificados por Estados Unidos revelan
 los planes para asesinar a Cores y Ferreira.

Por Samuel Blixen – Viernes 31 5 19 - Brecha

Entregados recientemente al gobierno argentino, los archivos dan cuenta del protagonismo de la inteligencia uruguaya en planes para asesinar a opositores exiliados en Europa con el visto bueno del comandante en jefe del Ejército, general Julio César Vadora.

Los archivos desclasificados en Estados Unidos revelaron que el Cóndor uruguayo pretendió
 asesinar a Hugo Cores / Foto: Nancy Urrutia
Hugo Cores, secretario general del Pvp, y Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional, dos de los más prominentes exiliados uruguayos después del asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, fueron señalados como blanco de la Operación Cóndor para ser eliminados físicamente en Europa. Cores y Ferreira encabezaban una lista de objetivos elaborada por la jefatura operativa del Cóndor, instalada en Buenos Aires en junio de 1976, tras la decisión de poner en marcha el plan Teseo, tercera fase del Cóndor para operar fuera de fronteras del Cono Sur en la persecución y muerte de exiliados políticos, fueran o no considerados “terroristas y subversivos”.

Todo indica que hubo un intento de concretar el asesinato de Cores, cuando un equipo integrado por oficiales de la inteligencia argentina y uruguaya se trasladó a Francia en diciembre de 1976. La persecución con fines de eliminación del secretario del Pvp se prolongó por lo menos hasta 1978, cuando fracasó una “ratonera” instalada en Porto Alegre por oficiales de la Compañía de Contrainformación del Ejército uruguayo.

La vigilancia sobre Ferreira Aldunate, que residía en Londres, pero que estaba en permanente movimiento en sus viajes de campaña para denunciar el terrorismo de Estado de la dictadura uruguaya, se extendió por Europa, Estados Unidos y Sudamérica de forma obsesiva hasta mediados de 1977. Los indicios sugieren que hasta esa fecha la vigilancia estaba determinada por el plan de asesinato, aunque los partes periódicos sobre sus movimientos continuaron hasta el día mismo en que regresó a Uruguay, en 1984.

Se presume que los planes de la sección operativa para promover ejecuciones más allá de las fronteras del Cóndor dentro de América Latina, primero, quedaron en suspenso y, después, se desactivaron con la política de sanciones aplicada por el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981), a partir de la enmienda del congresista demócrata Edward Koch, que supeditó la ayuda militar de Estados Unidos que recibían las dictaduras sudamericanas a la situación de los derechos humanos.

El nombre de Edward Koch también integró la lista de objetivos de Teseo, así como los de los principales dirigentes de Amnistía Internacional, Edy Kaufman y John Salzberg. En las listas aparecían también los nombres de los militantes identificados del Mln, del Erp argentino, del Mir chileno y del Eln boliviano, que integraban la Junta Coordinadora Revolucionaria (Jcr) y que actuaban en Europa.

El Cóndor concretó, por lo menos, dos asesinatos de dirigentes políticos después del episodio de Michelini, Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw y Rosario Barredo, crímenes que también deben ser atribuidos al Cóndor: el del general Juan José Torres, ex presidente de Bolivia, secuestrado en Buenos Aires (donde vivía exiliado desde su derrocamiento en 1971), cuyo cuerpo apareció debajo de un puente en la provincia de Buenos Aires, el 2 de junio de 1976, con múltiples señales de tortura, y el del ex canciller chileno Orlando Letelier, asesinado en Washington junto con su secretaria, en setiembre del mismo año, cuando una bomba destruyó el automóvil en que viajaban.

MÁS ALLÁ DE FRONTERAS 

El mismo día en que Torres era asesinado en un operativo conjunto de argentinos y bolivianos, y 12 días después de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz, representantes de la inteligencia de los seis países que integraban el Cóndor (Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia) se reunieron en Santiago de Chile para una puesta a punto de la coordinación represiva que se había resuelto crear en noviembre de 1975 en Viña del Mar. (Esa coordinación fue bautizada con el nombre de Cóndor a propuesta del delegado uruguayo, el entonces coronel José A Fons, subdirector del Servicio de Información de Defensa [Sid], firmante del documento constitutivo.)

La puesta a punto, según un documento secreto de la Cia fechado el 21 de julio de 1976, recientemente desclasificado, incluía dos novedades: una era la partición del Cóndor en dos grandes rubros, Condortel, para el intercambio de información, comunicaciones y alimentación de una base de datos, centralizada en Santiago, y Condorop (o Condoreje), para los operativos represivos conjuntos, cuyo cuartel general quedó instalado en Buenos Aires, en el edificio del Batallón 601 de la inteligencia argentina.

La segunda novedad fue un acuerdo para realizar ejecuciones de exiliados en Europa. Los delegados de Brasil, Bolivia y Paraguay, en principio, condicionaron su participación. “En acuerdo separado, pero en línea con el pensamiento cooperativo del Cóndor, Uruguay acordó operar en forma encubierta en París con los argentinos y los chilenos contra la Junta Coordinadora Revolucionaria y otros terroristas”, dice el documento de la Cia. Brasil accedió a colaborar en aspectos técnicos de comunicaciones.

Una discusión más a fondo de este proyecto se concretó un mes después, el 2 de julio, en Buenos Aires. El Condorop se propuso planificar operaciones en Francia, para lo que se acordó un mecanismo que funcionaría en dos tiempos: una vez identificados los blancos (“targets”) se desplazaría a Francia un equipo integrado por uruguayos, argentinos y chilenos, que realizaría recolección de inteligencia (confirmación de identificación, ubicación de la residencia del objetivo, vigilancia de sus movimientos, etcétera). Recién después se conformaría otro equipo para la eliminación física del objetivo.

Se acordó que los aparatos de inteligencia franceses no serían informados del plan. Asimismo, prevaleció el criterio de que los equipos fueran mixtos y que los participantes estuvieran compartimentados, de manera que el equipo de vigilancia no sabría quien integraría el equipo de ejecución y viceversa. (La inteligencia brasileña aportó a sus socios del Cóndor un aparato para cifrar y descifrar la información que se intercambiaba vía telex y que, según los documentos desclasificados, era una máquina similar a una vieja caja registradora con teclas para números.) Los integrantes de los equipos destinados a operar en Europa viajarían con documentación falsa aportada por los países miembros.

El informe de la Cia, elaborado con base en una fuente cuya identidad fue preservada en la desclasificación, señalaba que “puesto que Brasil, Bolivia y Paraguay no aceptaron cumplir con el acuerdo para montar las operaciones en Francia, el granel del esfuerzo probablemente será realizado por Argentina, Chile y Uruguay”. Los documentos sugieren que Brasil y Bolivia compartían de alguna manera los temores paraguayos de que acciones extraterritoriales del Cóndor provocarían reacciones diplomáticas de Estados Unidos.

LOS OBJETIVOS URUGUAYOS

Otro documento desclasificado, fechado en Buenos Aires el 29 de julio de 1976, cita una fuente (cuyo origen fue censurado en el texto) según la cual el organismo de coordinación estaría integrado por dos oficiales representantes de cada servicio de inteligencia. Uno de los dos delegados uruguayos que asistió a la conformación de la coordinación era un mayor destinado a recibir un curso de entrenamiento para dirigir los grupos de recolección de inteligencia que tenían como objetivo operar extrazona. Coincidentemente, documentos de la inteligencia uruguaya señalan al mayor José Gavazzo, jefe del Departamento III (Operaciones) del Sid, como responsable del Condorop uruguayo. La delegación uruguaya aclaró, empero, que el presupuesto del servicio de inteligencia del Ejército no contaba con los 50.000 dólares de la cuotaparte para la financiación de las operaciones en Europa.

En esa reunión de julio, la oficina de coordinación comenzó a elaborar las listas de posibles objetivos. Aunque los asesinatos debían ser concretados por comandos “mezclados”, había una sola lista de objetivos. La aprobación de las propuestas sería por simple mayoría de los coordinadores. La fuente de la Cia en Buenos Aires informaba que “Chile tiene muchos (no identificados) objetivos en Europa”. Y agregaba: “Terroristas como Hugo Andrés Cores Pérez, líder de la Organización Popular Revolucionaria 33, deben ser incluidos definitivamente en la lista uruguaya” (véase imagen). 

El documento de la Cia señalaba que los uruguayos “están considerando objetivos no terroristas como el político opositor Wilson Ferreira Aldunate, para el caso de que él viaje a Europa”. Wilson, que el 20 de mayo sobrevivió al exterminio de las principales cabezas del exilio uruguayo, se había asilado en la embajada de Austria en Buenos Aires. En Europa inmediatamente inició un periplo de denuncias con conferencias en distintas capitales europeas. Pero el 17 de junio de 1976 fue invitado a testificar ante un subcomité del Congreso de Estados Unidos y permanecía en Washington cuando los agentes de la Cia informaban a la central.

EL PAPEL DEL GENERAL VADORA

Los asesinatos planificados de Cores y Ferreira fueron autorizados por el general Julio César Vadora: “En Uruguay, el comandante en jefe del Ejército general Julio C Vadora es el único político de alto nivel en el gobierno uruguayo que conoce que uno de los planes del Cóndor que operará en Europa es liquidar a individuos especialmente seleccionados. En Uruguay, la Junta de Oficiales Generales no será advertida de estas planificadas operaciones de asesinatos, ni tampoco el presidente Alberto Demicheli y el presidente-designado Aparicio Méndez, o el canciller Juan Carlos Blanco”.

La fuente de la Cia era de la opinión de que en Chile, Juan Manuel Contreras, el general jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), era el encargado de coordinar la lista de objetivos y los detalles con el presidente Augusto Pinochet. Por su parte, el mayor retirado del Ejército argentino Ignacio Rojas era identificado como el responsable de la “Mesa Internacional”, como se designaba al organismo coordinador de operaciones del Cóndor.

A comienzos de diciembre tuvo lugar en Buenos Aires una conferencia de delegados de todos los países del Cóndor para poner en marcha un programa de guerra psicológica. Las acciones incluían operativos de prensa, con informaciones falsas, que serían divulgadas en diferentes países. Chile, por ejemplo, instaló una campaña sobre las supuestas relaciones de Eduardo Frei con operadores estadounidenses, que fue publicada en Buenos Aires. Otro tanto hizo Uruguay para desinformar sobre el secuestro y detención clandestina de una prisionera de la Armada argentina. La prisionera fue trasladada a Uruguay, donde se fraguó una supuesta entrevista; revistas argentinas desplegaron profusamente las fotos obtenidas en un hotel céntrico de Montevideo.

Según un documento desclasificado, el delegado uruguayo a la conferencia sobre guerras psicológicas era el capitán de la Fuerza Aérea Horacio Sasson. Su nombre en código era Cóndor-5. En esa época, Sasson integraba el staff de oficiales del Departamento III del Sid. El argentino Ciro García, de la Side, era Condor-1; el boliviano Víctor Barrenechea era Condor-2; el coronel chileno Enrique Cowell era Condor-3, y el comandante paraguayo Rubén Sosa era Condor-4. Los nombres en clave respondían al número que identificaba a cada país miembro de la red de inteligencia; el sexto país, Brasil, no está mencionado porque no concurrió a la conferencia.

UNA FUGA INDISCRETA

Pero, a mediados de diciembre, la tercera fase del Cóndor sufrió un serio revés. Un informe de la Cia fechado en Buenos Aires revelaba que había regresado a Argentina un equipo integrado por oficiales argentinos y uruguayos desplazado a Francia para realizar la recolección de información de inteligencia sobre “tres terroristas [una línea censurada]. Un día después que el equipo del Cóndor localizara su casa silenciosamente dejaron su residencia. El equipo del Cóndor está convencido de que hubo una fuga de información sobre el plan operacional hacia los terroristas, que fueron puestos en alerta”, dice el documento.

Como consecuencia de esa fuga de información, “el jefe de [censurado] está teniendo algunas dudas sobre la conveniencia de mantener equipos para operar conjuntamente con otros países. (La fuente) piensa que los problemas son demasiado grandes y que mucha gente conoce sobre el Cóndor como para que sea efectivo”.

Sin embargo, otros elementos sugieren que los planes de asesinato en el marco del plan Teseo continuaron, como lo atestigua el intento fallido de que el gobierno de Estados Unidos diera la autorización para que Gavazzo y Fons tuvieran visa diplomática, uno como agregado militar y otro como delegado en la Junta Interamericana de Defensa, a ser implantados en Washington para el seguimiento de un objetivo, que podía ser el congresista Koch o Wilson Ferreira. Y en 1978 fuerzas combinadas de oficiales uruguayos y policías brasileños secuestraron a Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, y a dos niños hijos de la primera. Dejaron en el apartamento de Porto Alegre una “ratonera” que tenía como objetivo apresar a Cores, que recientemente había abandonado Francia. 

Cores –que posiblemente haya sido uno de los objetivos del equipo del Cóndor que operó en Francia en diciembre de 1976, y que fue neutralizado por una fuga de información– advirtió la trampa montada en Porto Alegre y fue él quien, mediante una llamada telefónica anónima, alertó a los periodistas de la revista Veja, dejando así en descubierto el secuestro realizado por la Compañía de Contrainformación, una unidad que dependía directamente del Estado Mayor del Ejército, y por tanto personalmente del comandante en jefe del Ejército, en aquel entonces el general Gregorio Álvarez.

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