La Asociación de todas y de todos los ex presos políticos de Uruguay

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viernes, 11 de octubre de 2019

Cal encima


Cal encima (*)

Patrón de enterramiento.

Por  Samuel  Blixen  - Brecha – 11 10 19


Rosa y Eduardo

Los asesinos del Sid y el Ocoa –los dos organismos militares que monopolizaron la represión del terrorismo de Estado durante la dictadura– no podían prever que el descubrimiento de la doble hélice a mediados de los cincuenta iba a desarrollar, cuando la seguridad nacional levantó vuelo, la técnica de la huella dactilar del Adn, que permite una identificación inapelable

a partir de la información genética heredada, siempre que se disponga de la referencia de la línea directa de parentesco.

El tejido blando de un cadáver puede ofrecer evidencias incómodas (huellas de los dedos, cicatrices, marcas de nacimiento, rasgos y facciones), de modo que, para completar la desaparición, era necesaria una eliminación total. Los asesinos creyeron, equivocadamente, que cubriendo los cuerpos de sus víctimas con cal viva desintegrarían la materia blanda y el esqueleto. Cometieron un error: seguramente la cal quemó el tejido blando, pero impidió que la acción de los microorganismos degradara el Adn de los huesos. Con la cal, los asesinos ayudaron –no premeditadamente– a quienes excavan en busca de la verdad. Abandonados a la acción de los microorganismos, las larvas de insectos y los gusanos, muy probablemente los restos habrían perdido el secreto de su identidad; la cal conservó los huesos y, por tanto, el Adn, como no ocurrió con otros trozos óseos hallados junto con escombros y material de relleno, a los que no se les pudo extraer la huella genética.

Para la búsqueda de la verdad, la cal viva tiene otro significado. Su presencia, invariable en los cinco rescates de restos de militantes políticos desaparecidos, sugiere la existencia de un patrón, y es lícito suponer que todos los enterramientos clandestinos lo siguieron y que fue aplicado en distintas épocas y por diferentes responsables. La misma técnica de enterramiento aparece, entre mediados de 1975 y mediados de 1976, con desaparecidos confinados en el 300 Carlos, en el complejo militar del 13 de Infantería, y también con aquellos que desaparecieron en el correr de 1977, después de ser torturados en otros centros clandestinos (La Tablada, la Casona de Millán) y enterrados en el Batallón 14 de Infantería. Distintas épocas, distintas unidades militares y un mismo patrón.

Si asumimos que fue un método para borrar rastros, su ausencia es tan elocuente como su presencia. Salvo donde se produjeron los hallazgos de cinco cuerpos con las características aludidas, en el resto de la vasta extensión excavada en predios militares no apareció ninguna evidencia de cal en la tierra removida. Se puede inferir (como criterio general aunque no exclusivo) que donde no hay cal no hubo enterramientos. Anteriormente, de acuerdo al criterio utilizado por José López Mazz, se excavaron trincheras y se dejaron espacios intactos entre ellas; por eso ahora el equipo de arqueología forense se propone remover toda la extensión cautelada por la justicia e incluso lugares nuevos señalados por informaciones más recientes, en forma exhaustiva.

Pero la ausencia total de cal desmorona la historieta inventada por algunos oficiales y aceptada alegremente por los mayordomos de los militares (una expresión que extraigo de La leyenda insurgente, aunque Jorge Zabalza la aplica a los traidores de Artigas, los García de Zúñiga, los Rivera, los Ramírez). La ausencia de cal desmonta la versión de una Operación Zanahoria, según la

cual los cuerpos enterrados fueron exhumados de sus lugares iniciales e incinerados y las cenizas arrojadas al mar. De ser así, la presencia de cal debería haber aparecido en la tierra removida, pero ello no ocurrió.

La versión de los desenterramientos fue estampada en el informe final de la Comisión para la Paz, algunos de cuyos miembros recién ahora se dan cuenta de que fueron engañados. Los cinco restos recuperados corresponden, todos ellos, a desaparecidos comprendidos en la supuesta Operación Zanahoria. De ello se deriva que quienes dijeron que todos los desaparecidos fueron exhumados mintieron y, por tanto, es muy posible que conozcan los lugares donde se hicieron los enterramientos. Los miembros de la Comisión para la Paz han mantenido el secreto de las identidades de los mentirosos, como lo mantuvo el informe del comando del Ejército sobre desaparecidos entregado al presidente Tabaré Vázquez en 2005.

Ese informe, que repite la versión de la Comisión para la Paz, hace una

precisión en cuanto a Eduardo Bleier: rectifica el lugar del enterramiento (―sus restos fueron enterrados en el predio del Batallón 1 mecanizado número 13, y no en el Batallón 1 paracaidistas número 14, como lo establece el antes mencionado informe‖), pero confirma la mentira: ―… posteriormente fueron
exhumados. Trasladados al predio del Batallón 1 de paracaidistas número 14 fueron cremados, siendo sus cenizas y restos esparcidos en la zona‖.

El hallazgo de los restos de Bleier revela que se tata de un enterramiento primario y que el prisionero fue enterrado allí donde fue interrogado, torturado y asesinado. Ese detalle, válido también para el caso del primer desaparecido encontrado, Fernando Miranda, acota la lista de victimarios. Y se complementa con otros detalles significativos que se encuentran en el informe de 2005: Bleier fue detenido en la vía pública por el Sid y trasladado a la casa de Punta Gorda, en la rambla República de México, donde funcionó el primer centro clandestino de detención. Ese centro se llamó 300 Carlos R y fue al principio operado por el Sid. Según el informe, Bleier fue ―posteriormente entregado al Ocoa y llevado a instalaciones del Servicio de Material y Armamento (Sma)‖, es decir, al 300 Carlos.

Bleier fue uno de los primeros militantes comunistas víctimas de la Operación Morgan, que se desplegó a partir de octubre de 1975. Se desprende, entonces, que personal del Sid estuvo desde el comienzo involucrado en la represión del Pcu. Un documento de la inteligencia militar establece que el Departamento III del Sid, dirigido por el mayor José Gavazzo, debió ponerse a las órdenes del Ocoa para la Operación Morgan.

En el 300 Carlos, el galpón del Sma, la batuta estaba a cargo del Ocoa, dependiente de la División del Ejército I. Su jefe era el coronel Julio César González Arrondo, quien, según las declaraciones de Jorge Silveira (en la clave de la radio del Ocoa, Óscar Siete Sierras), asistía diariamente al 300 Carlos y supervisaba directamente los interrogatorios. Pero un personaje clave para

determinar el destino final de los desaparecidos interrogados por el Ocoa es el entonces mayor (y hoy general retirado) Juan Alberto Lezama. Encargado de las ―actividades de prisioneros de guerra en la División de Ejército I‖ como jefe de la División Informaciones, Lezama llevaba un registro detallado de los prisioneros y sus testimonios bajo tortura. ―… trabaja intensamente en el procesamiento de los informes obtenidos en base a las investigaciones que dirige y efectúa‖, consignaba su superior, el coronel González Arrondo. Lezama integraba el equipo de los India, el sector del Ocoa referido a Informaciones, pero también participaba en operativos, de los que habitualmente se encargaba el sector Óscar.


Posibles responsables

La lista de oficiales del Ejército vinculados con las desapariciones y los enterramientos es extensa:

Juan Alberto Lezama, Julio César González Arrondo, Ernesto Ramas, Jorge Silveira, Manuel Cordero, Mario Frachele, Homero González, Manuel Cola, Victorino Vázquez, Manuel Calvo, Henry Saralegui, Gilberto Vázquez, José Nino Gavazzo, Julio Tabárez, Rudyard Scioscia, Jorge Parisi, Omar Lacasa, Julio César Rodríguez Buratti, Ricardo Medina, Pedro Mato, Antranig Ohannessian y Rubely Pereyra.

La lista no es exhaustiva. Algunos están presos, otros fallecidos y algunos prófugos. Los sobrevivientes, tanto los notorios como los de bajo perfil, podrían aportar información vital sobre los desaparecidos. Algunos de ellos serán citados e interrogados por el fiscal que investiga crímenes de lesa humanidad Ricardo Perciballe, según anunció al informar que se reabriría la causa de Bleier, archivada en 2014.

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(*)   La difusión de la presente nota es a título informativo y no supone ninguna adhesión a las opiniones, juicios y comentarios que en ella se formulan.

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