UN EX CONSCRIPTO HABLO DE
QUEMA DE CADAVERES EN LA ESMA
Describió el uso de
la “parrilla” entre las primeras formas de desaparición y dijo que vio
“vértebras” humanas al lado del río, en el Campo de Deportes de la Armada.
Estuvo secuestrado unos días y lo “visitó” un cura.
Página 12 - 30 11 - 13 - Por Alejandra
Dandan
Alejandro Hugo López hizo el servicio
militar en la Escuela de Mecánica de la Armada a partir de marzo de 1976.
Durante los meses que siguieron estuvo secuestrado unos días y durante el resto
del tiempo se convirtió en un testigo privilegiado del infierno. La Conadep
recogió su testimonio tempranamente. El mismo participó del primer
reconocimiento del predio con dos de los integrantes de la Comisión y su primer
relato aún es recordado, entre otras cosas, porque describió el uso de la
“parrilla” entre las primeras formas de desaparición del centro clandestino.
López volvió a declarar, esta vez en el juicio oral sobre los crímenes de los
marinos. Para los investigadores, su testimonio abrió “otra ESMA”. En medio del
silencio de la sala y en uno de los tramos más impresionantes del relato, contó
por primera vez que él mismo pudo ver restos de “vértebras” humanas al lado del
río, en el Campo de Deportes de la Armada. “La parrilla se hizo en el taller de
herrería”, dijo él. “Era una batea de 1,90 m, o una cosa así, con unos 25 o 30
cm de altura, arriba llevaba una parrilla y en una punta un caño con un embudo
por donde se tiraba combustible.”
Una vez terminada, la batea se llevó hasta el
Dorado y desde allí al Campo de Deportes para ubicarla “sobre la margen del río”.
El artefacto, que era “móvil”, iba y volvía así del Campo de Deportes. ¿Usted
fue a ese lugar?, le preguntó la fiscal. “Sí, yo iba muy seguido”, dijo. “En su
momento vi algunas vértebras ahí en la orilla.” Era fines del ’76. Los soldados
y “aspirantes” iban a hacer deportes a ese lugar durante el día. López solía ir
a jugar a la pelota. O subía a las embarcaciones de la Escuela.
–Eran restos humanos –agregó–; se
decía que ahí funcionaba la parrilla, que se llevaban la parrilla para ahí.
Las denuncias
No es la primera vez que se menciona
el Campo de Deportes de la Armada como uno de los lugares que usó el GT 3.3
para deshacerse de los cuerpos de los desaparecidos. López lo inscribió en el
final del primer año de la represión y comienzos del siguiente. Y como uno de
los métodos alternativos a los “vuelos” que ya se denunciaban en esa época.
López ya lo había mencionado ante la Conadep. También lo vienen denunciando
otros sobrevivientes y familiares. Lo dijo hace muy poco en una audiencia y en
los mismos términos otro conscripto llamado Marcelo Prado.
El Equipo Argentino de Antropología
Forense (EAAF) hizo inspecciones sin éxito en el lugar. Hasta ahora se cree que
el GT pudo haberlo usado para deshacerse de los detenidos que llegaban sin vida
a la ESMA, morían inmediatamente o en la tortura, pero también se cree que la
falta de rastros en la zona puede deberse al tipo de sedimentación de la tierra
y el movimiento del agua.
López contó lo que sucedía en aquel
momento. Dijo que el desplazamiento del artefacto se hacía arriba de un
rastrojero, una camioneta muy cerrada, cargada con tambores con unos “100
litros de gasoil”, un material que se conseguía fácilmente en el predio de la
ESMA porque tenían surtidores. En ese momento, él trabajaba en Automotores. Es
posible que por sus tareas haya entrado en contacto con quienes estaban a cargo
de los desplazamientos.
–¿Cuántas veces ocurrió? –le
preguntó el presidente del TOF.
–Muchas veces, muchísimas veces. No
puedo decir números –explicó.
–Siempre sucedía a la noche, siempre
por la noche –repitió.
–¿Se veía algo del Campo de
Deportes?
–A veces se veía humo.
Mientras hablaba, la sala casi vacía
de público estaba todavía más silenciosa. El único represor presente era
Ricardo Cavallo, “Sérpico”, que cada tanto, como si buscara contestarle a él,
giraba a la derecha para decirle algo a su abogada.
López entró al servicio militar
después del golpe. Había desertado años antes y volvía a intentarlo. Solía
estar castigado. Estuvo adscripto al área de Bomberos y al mismo tiempo a
Automotores, allí dependía de Adolfo Scilingo y fue “como su chofer”. Su caso
es conocido porque además de testigo fue uno de los cuatro conscriptos
secuestrados como parte de la caída de Sergio Tarnopolsky.
Sergio era militante
de Montoneros, hacía el servicio militar en la ESMA, era asistente del Tigre
Acosta y escribió el llamado “informe Tarnopolsky” con el que la Agencia Ancla
hizo, a fines de 1976, una de las primeras radiografías de la ESMA. La Marina
secuestró a Sergio, a su esposa, a sus padres y a su hermana y acusó a un grupo
de colimbas de colaborar con él. Entre ellos, a López, que estuvo secuestrado
unos días. Estuvo encapuchado y tendido en el piso al lado del “tanque de
agua”, luego lo llevaron a una “casa de rehabilitación” y más tarde volvieron a
llevarlo a la ESMA. Ayer, durante su testimonio, dio otro dato que hasta ahora
no había sido mencionando, surgió de ese secuestro y está vinculado a lo que él
mismo fue viviendo más tarde.
¿Cómo era la alimentación?, preguntó
la fiscal. “Un mignón por día y un pedacito de carne.” ¿Lo llevaban al baño?
“Traían un balde.” ¿Guardias? ¿Supo algún nombre? ¿Quiénes eran? “Nunca se
sabe”, dijo él. “En algún momento entraba un personaje al que le decían el
‘Pedro de Guardia’ que preguntaba por las necesidades que teníamos, que en
realidad eran infinitas. Lo que sí, una vez, vino el ‘Pedro de Guardia’ y me
levantó la capucha. ‘No abras los ojos, que te quiero ver la cara’, me dijo y
en realidad era el padre Fernández, que era el capellán de la Escuela.”
–¿Qué hacía en ese lugar?
–No sé si estaba por lástima hacia
los que estábamos ahí, porque en definitiva nos conocía –dijo–. No sé por qué
estaba.
Y agregó: “Aparte de la Iglesia
alguna vez hizo patrulla con nosotros, venía en una patrulla externa, hacía
documentación con nosotros”.
Esto fue otra revelación. El nombre
completo del capellán es Pedro José Fernández y, según el organigrama
reconstruido por Defensa, aparece en la estructura integrando el cuadro de
Capellanía y Bienestar. El dato llamó la atención en la audiencia porque su
nombre hasta ahora no había surgido como parte de una imputación. López no sólo
lo situó en Capuchita, sino en una serie de operativos a los que llamó de
“patrullas externas”.
–¿Patrullas? –preguntó uno de los
jueces.
–Todas las noches se hacían
patrullas –explicó–. Como si fuera una comisaría, se hacía una patrulla
externa. Cada quince días. Cuando me tocaba estar de guardia a mí, en lugar de
hacer la guardia con los bomberos, salía a hacer guardia con una camioneta.
El hacía de chofer. Le tocó llevar
Scilingo a la zona del Abasto, a la patrulla. Hacían distintas tareas, como
control de documentos y de calle.
-----