Brecha - 7 2 14 - Por Ricardo Scagliola
En el primer
día de su mandato, el nuevo comandante en jefe del Ejército advirtió que “no
hay más nada para decir sobre los desaparecidos”. El mensaje chocó de bruces
con el intento de Aguerre de convertir al Ejército “en una fuerza aceptada por
su pueblo”.
El ex comandante habló con Brecha sobre los cambios en la fuerza,
el tribunal de honor a Gregorio Álvarez y la relación con los retirados. Más
silencio. Así podría resumirse el grueso del mensaje que el general Juan
Villagrán pronunció el sábado pasado, en el Comando General del Ejército, tras
su asunción como nuevo comandante en jefe.
Minutos antes, bajo la lluvia que
bañaba la Plaza de Armas y ante la atenta mirada de sus camaradas, Villagrán se
comprometió con “el apego a las tradiciones” del Ejército, y destacó algunos de
“los principios y bases axiológicas” que guiarán su mandato al frente de la
fuerza, que finalizará dentro de un año. Son, dijo, “aquellos que han regido
toda mi vida: honor, lealtad, disciplina, abnegación”. Anunció que ejercerá el
comando “en forma justa y enérgica, sin por ello dejar de ser digno”, y,
sostuvo, sus prioridades serán “mantener y acrecentar” la moral de los
soldados.
Villagrán hizo guiños a los retirados cuando sopesó “su experiencia y
conocimiento” como “un capital que no se puede desperdiciar”. Se quedó corto el
comandante. Poco después, consultado por la prensa sobre la posibilidad de que
los militares aporten nueva información sobre los casos aún no cerrados del
período de la dictadura, agregó que en las Fuerzas Armadas “no hay mucho más
que decir”. Y alegó que “un 96 por ciento de los integrantes actuales de las
Fuerzas Armadas” ingresó después del año 1985.
Las reticencias del nuevo comandante a aportar nueva información son, por lo
menos, contradictorias. Meses atrás, fuentes militares reconocieron a Brecha
estar trabajando en un nuevo informe que no incluiría datos sobre
enterramientos sino información sobre las circunstancias en que fallecieron
varios ciudadanos detenidos desaparecidos.
En diciembre, el presidente se
refirió al punto durante una conferencia sobre derechos humanos organizada por
la embajada argentina. “El proceso va a continuar. Siempre aparece algo, y se
va asomando”, señaló Mujica. Tras un período de “cambios importantes” en el
Ejército, según reconoció el propio Pedro Aguerre a Brecha, las primeras
señales dadas por Villagrán parecen indicar para buena parte de la izquierda un
retroceso.
Con algunos cambios simbólicos, como la modificación del paso
militar “de disuasión”, herencia de la dictadura, y otros más palmarios
–vinculados al despliegue territorial del Ejército–, los riesgos de la
designación del nuevo comandante trascienden a la izquierda. Y radican en que,
al calor del clima imperante en la fuerza de tierra, donde varios oficiales han
manifestado cierto fastidio por algunos de los cambios impulsados en los
últimos años, el Ejército recupere espacios político-institucionales que se le
habían constreñido. La tendencia ahora, desde adentro, es a ampliarlos.
Hombre proveniente del arma de caballería, Villagrán fue ascendido en 2007,
mientras desempeñaba funciones como agregado militar en Madrid. En noviembre de
2010 fue designado jefe de la División III con asiento en la ciudad de
Tacuarembó. Antes, en abril de 2008, el gobierno de Tabaré Vázquez lo había
nombrado mandamás de los espías al confiarle la titularidad de la Dirección
Nacional de Inteligencia del Estado (Dinacie).
“LA TAREA NO
ESTÁ TERMINADA.”
No comprarse problemas. Para varios expertos en defensa
consultados por Brecha, esa parece ser la estrategia de Villagrán durante los
365 días que ejercerá el comando del Ejército. Lejos de remar contra la
corriente, para un militar que se aproxima al retiro el objetivo suele ser
buscar la complacencia de sus camaradas de armas, el aplauso, el honor, los
galones.
La elección del ex titular de la Dinacie, orientada a “dejarle las
manos libres” al próximo gobierno –que en la Torre Ejecutiva, descuentan,
ocupará el ex presidente Tabaré Vázquez–, tiene su contracara: la de un general
que no enfrentará a sus pares.
Para la izquierda es un dolor de cabeza. Para el
Ejército, un alivio: durante su mandato al frente de la fuerza de tierra,
Aguerre había ordenado levantar los “pactos de silencio” en torno al destino de
los desaparecidos, y había advertido: “El Ejército no encubrirá delincuentes ni
homicidas dentro de sus filas”. Hacia el final de su período, Aguerre acompañó
la decisión del Poder Ejecutivo de conformar tribunales de honor para aquellos
militares que, procesados por delitos de lesa humanidad, tuvieran sentencia
firme de la justicia, empezando por el dictador Gregorio Álvarez.
Esas señales, impensables tiempo atrás, generaron movimientos –embozados y no
tanto– de algunos militares retirados que aún hoy reivindican el terrorismo de
Estado. Las escaramuzas y murmuraciones por el porte de apellido de Aguerre –a
quien endilgaron un tratamiento “demasiado permisivo” hacia su padre, el
general Pedro Aguerre, preso durante la dictadura– completaron el cuadro. Y lo
llevaron incluso a presentar, el 11 de marzo de 2013, su renuncia al Centro
Militar. “Desde mi renuncia, el relacionamiento con todas las instituciones
sociales que nuclean a efectivos retirados es normal y en los términos que
corresponde”, explicó a Brecha, frío como el acero, Aguerre.
Sobre las transformaciones llevadas adelante durante su período, el ex
comandante en jefe reconoció que “es cierto que se han realizado cambios
importantes”. En particular, Aguerre destacó la mejora en la operatividad de la
fuerza. “Hemos colocado en un lugar central del país nuestros medios blindados
y dispuesto el despliegue conjunto de unidades de las diferentes armas. Los
blindados se desplegaron próximos a unidades de artillería autopropulsada e
ingenieros de combate y a una de las principales bases de la Fuerza Aérea
Uruguaya”, explicó.
Esto permite, sostuvo, un rápido desplazamiento de las
unidades del Ejército hacia cualquier punto del país. Aguerre se refería así al
emplazamiento de una brigada blindada en el departamento de Durazno, que ahora
reúne al Regimiento de Caballería Blindado número 2, históricamente asentado en
el centro del país, y al Regimiento de Infantería Blindado número 13. Sin
embargo, no fue la operatividad sino las implicancias doctrinarias del cambio
las que irritaron a los más jurásicos.
Estratégicamente ubicadas en la periferia de Montevideo, esas unidades militares
fueron históricamente funcionales a la represión durante la última dictadura
militar. La combinación de varias armas, inédita en el Ejército, también
provocó molestias: con este tipo de fusiones Aguerre rompió con determinados
círculos sociales en el Ejército.
En su momento este tema también incrementó
las actividades subterráneas de los retirados, reticentes al nuevo despliegue.
En diálogo con Brecha, Aguerre justificó estos cambios en “un mejor empleo” y
“una mejor y más económica preparación para el cumplimiento de nuestras
misiones”.
A la hora del balance, el ex comandante sopesa: “La tarea no está
terminada. De hecho, no es un camino fácil para una institución del Estado con
las complejidades inherentes a la misma (…). Intenté dejarle al general Villagrán
un Ejército direccionado hacia el objetivo marcado, con la finalidad de mejorar
los niveles de profesionalidad de la institución, siendo a su vez sustentable y
creíble; pero por encima de todo, convertirse en una fuerza aceptada por su
pueblo”. A juzgar por el día cero del nuevo comandante, no se equivoca Aguerre:
lo suyo fue sólo un intento. Un frustrado intento de lavarle la cara al
Ejército.
Aguerre,
sobre los tribunales de honor
“No afecta a la interna del Ejército”
Para el ex
comandante en jefe del Ejército Pedro Aguerre, la decisión de juzgar en un
tribunal de honor al teniente general (r) Gregorio Álvarez –y a otros siete
militares con sentencia firme en relación con violaciones a los derechos
humanos– no impacta en la interna del Ejército: “A la fuerza no la afecta
ninguna decisión que esté basada en leyes y reglamentos, por lo que el hecho no
afecta a la interna del Ejército”, subrayó.
Aguerre también se refirió a sus
dichos en una entrevista con el Semanario Hebreo, cuando dijo: “Yo no creo en
la teoría de los dos demonios que anda por ahí”. En diálogo con Brecha agregó:
“A esta altura, varios de esos actores, sean ellos internacionales, regionales
o nacionales, se han expedido públicamente asumiendo, con matices que podrían
ser cuestionables, sus responsabilidades. Y todos ellos comienzan
justificándose por el contexto internacional en que los hechos nacionales se
desarrollaron”.
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