Por Roger Rodríguez - 14 septiembre 2008
Viana Acosta fue testigo
del proceso que se fue dando en aquel ministerio, donde se cobijarían los más
peligrosos elementos de la ultraderecha argentina. Los ojos de aquel moreno
uruguayo criado en Rocha llegaron a ver cómo, en el subsuelo del ministerio,
cargaban armamentos en una ambulancia.
En el Carnaval de 1974 las
cosas empeorarían, cuando jefes de la represión de las dictaduras de Bolivia,
Chile y Uruguay (representado por el inspector Víctor Castiglioni), acordaron
con la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) una coordinación represiva,
que años después evolucionaría en el Plan Cóndor.
Luego que se formalizara
la coordinación represiva entre la ultraderecha argentina y las dictaduras de
la región, los «zurditos» que habían llegado al Estado con el gobierno del
«delfín» Héctor Cámpora, se convirtieron en un objetivo para los agentes de la
represión porteña. Viana caería el 21 de febrero de 1974.
Los
«pesados»
Al «Negro» Viana lo
secuestraron los capos de la «patota» argentina: Almirón Sena, guardaespaldas
de López Rega, Luis Margaride, Alberto Villar, subjefe de la Federal y
principal de la Triple A, Miguel Angel Iñiguiz jefe de la Policía Federal y el
coronel Jorge Osinde. Todos reconocidos como «pesados».
En democracia, lo llevaron
a Coordinación Federal («Coordina»), en la calle Moreno 1417, cerca del
Congreso. Allí lo torturaron los policías uruguayos Víctor Castiglioni y Hugo
Campos Hermida, y los militares Manuel Cordero, José Gavazzo, Sergio Coubarrere
y Carlos Calcagno, a quién ya había sufrido en el Batallón Florida.
Permaneció incomunicado en
la Cárcel de Devoto varias semanas y lo llevaron a la Cárcel de Caseros, por
otros 20 días, hasta que lo pasaron al local de Alcaldía 21 y quedó con otros
presos, entre ellos varios bolivianos que iban a «poner en libertad». La acción
represiva pactada en enero ya era internacional.
Viana Acosta se las
ingenió para poder sacar una esquela dirigida al exiliado senador Enrique Erro,
que estaba alojado en el Hotel Roy en la céntrica esquina de Corrientes y
Esmeralda. Le pidió ayuda y Erro les mando dos famosos abogados: Rodolfo Ortega
Peña y Silvio Frondizi.
El «Vuelo 158″
Los dos juristas
argentinos, quienes ya habían colaborado con Zelmar Michelini en su
presentación ante el Tribunal Russell, presentaron un habeas corpus que obligó
a la policía federal a cambiar o acelerar sus planes. Era el 3 de abril de 1974
y hacía más de cuarenta días que Viana Acosta era torturado.
Sólo un día después, el 4
de abril, a las 10 de la mañana lo volvieron a llevar a «Coordina», lo subieron
al 9º piso, y le anunciaron que sería entregado «sin causa» a la dictadura
uruguaya. Fue el jefe de interrogadores Juan Carlos Lapuyole (alias «El
Francés») quien lo trasladó en un Falcón hasta Aeroparque.
Lo instalaron en
Migraciones, esposado a un calefactor. Lo subieron a un avión de Pluna. Era el
Vuelo 158. Le sacaron las esposas y lo amenazaron para que no provocara
incidentes. Quedó a cargo del capitán de la nave: un aviador morocho trigueño,
alto, corpulento. El día 5, a las 12.20 horas llegó a Carrasco.
En el mismo vuelo viajaban
su compañera, Estela Barboza, con su hijo David Rowinsky, quienes también
habían sido secuestrados y deportados. Le logró pasar una carta para advertirle
sobre lo que había declarado. Ella rompió la nota, pero los papeles aparecerían
pegados cuando lo volvieron a interrogar…
«¿No
te dije…?»
Personal del Departamento
4 de la Dirección Nacional de Información e Inteligencia (DNII) lo fue a buscar
dentro del avión a su llegada a Montevideo. Lo llevaron a San José y Yí,
esposado y sin capucha. Lo encerraron en las celdas de seguridad del cuarto
piso. Allí pudo ver a Isacc Lewi.
En las celdas de Jefatura
volvió a ser torturado e interrogado por el subcomisario Raúl R. Benítez Caches
(Viana no olvida la cicatriz de su rostro) y Pablo Fontana Zunino. El 9 de
abril se decide su traslado al Batallón Nº 12 de Rocha, el lugar donde había estado
preso antes de viajar a Argentina.
Había sido liberado en
1972. «Si es necesario te voy a ir a buscar a donde sea y te voy a volver a
traer acá», le había advertido entonces el oficial Pedro Enrique Buzó Correa.
El comisario Benítez lo entregó para el traslado a Rocha. Buzó lo recibió con
una sonrisa: «¿No te dije que te iba a ir a buscar?», le dijo.
En Rocha, con el oficial
Néstor Ramón Silvera Fonseca, lo bajaron a culatazos, lo arrastraron por la
Plaza de Armas y lo subieron al segundo piso del edificio principal donde
estaba el «S 2″ de inteligencia militar. «¿Qué hacemos con éste?», preguntó el
subalterno. «Tratamiento consabido», le respondió el oficial.
A
solas con Nino
Fueron testigos de aquella
tortura tres dirigentes principales de los tupamaros que estaban en el
Batallón. Eleuterio Fernández Huidobro («El Ñato») se alojaba en la Celda «3».
En la «2» estaba Mauricio Rosencof («Pelado» o «Caruso») y en la Celda 1, se
encontraba José Mujica («Pepe» o «Facundo»).
Fernández Huidobro relata
el horror de aquella tortura al «Pantera Negra» durante aquellos días de
«tacho» y «picana», en los que su cuerpo masacrado era tirado diariamente en la
Celda «4». Al quinto día ya lo iban a torturar en el mismo calabozo. «Yo vivo
en Buenos Aires, en Quilmes» se defendía Viana.
El 22 de abril, llegó a
Rocha el mayor José Nino Gavazzo. Acababan de matar a Silvia Reyes, esposa de
Washington Barrios, junto a sus amigas Laura Raggio y Diana Maidanick.
El Nino llevaba a una
detenida de Artillería 1 y aprovechó para hacerle un careo con Viana en la
enfermería del Batallón 12.
Quería saber sobre
Washington Barrios. Ante las negativas de Viana, Gavazzo lo subió a la sala del
«S 2″ y lo torturó personalmente. Le llegó a cerrar una puerta en la mano para
quebrarle todos los dedos. Entonces ordenaron que lo enviaran al cuartel de
Minas… «Allí vas a hablar, todos hablan», le advirtieron.
Zelmar
y Barrios
En El Batallón de
Infantería Nº 11 de Minas lo volvieron a torturar el mayor Gustavo Adolfo
Taramasco Steinfeld («Alfredo») del OCOA, los hermanos capitanes Héctor Mario
Castromán y Osvaldo Castromán, el capitán Tabaré Camacho Pastorino y personal
del Batallón 12 de Rocha.
Viana recuerda los grados
que los militares del Ejército llevaban en el cuello de sus uniformes como los
oficiales de la «SS» en la Alemania nazi. También reconoció a oficiales de la
Fuerza Aérea en las sesiones. Tampoco olvida la responsabilidad del piloto de
la aviación que lo trajo en el viaje de Pluna.
El interrogatorio se
centró en las actividades de Enrique Erro y Zelmar Michelini. Querían saber por
qué lo defendieron Ortega Peña y Frondizi. También le preguntaban por
Washington Barrios, a quién él desconocía. Se buscaba una justificación para
las muertes de la calle Mariano Soler 3098.
En esos primeros días de
mayo de 1974, el Negro Viana Acosta sufrió la intensa tortura en manos de
Gavazzo y el «pajarito» Jorge Silveira. Hacía tres o cuatro días que lo tenían
colgado y dándole «tacho», cuando alguien entró y en el lugar se hizo silencio…
La
fusta del Goyo
Ese día estaban presentes
los oficiales Buzó, Silveira y Raúl Mario Saravia. Le pusieron una capucha para
que no reconociera al visitante, pero Viana había podido hacer pequeños
agujeros en la tela para ver. Era el general Gregorio Conrado Alvarez, entonces
comandante de la División de Ejército IV.
«Así que es éste», dijo
con sarcasmo el Goyo. Viana cuenta que el general se cansó de golpearlo con la
fusta e insistir en que dijera algo sobre Washington Barrios. Cuando comprendió
que no lograría su propósito, recuperó la compostura y dijo: «Pueden continuar
con él… tiene que hablar».
Con el visto bueno del
oficial superior, la tortura sobre Viana Acosta se convirtió en saña.Tanto lo
golpearon, lo picanearon y lo asfixiaron que uno de los que lo conocía de
Rocha, tuvo que advertir que el negro había sufrido un paro cardíaco cuando
años antes lo torturaron en el Batallón 12. Viana quedó días tirado en su
celda, tapado con un poncho. Cuando volvieron a interrogarlo, dijo que tenía
ladillas.
Llegó a arrojar en el
rostro del torturador un puñado de pelos y parásitos que arrancó de su pubis.
Tiraron DDT en su celda y casi se muere envenenado. Lo salvó un enfermero
llamado Líber.
El
«blanqueo»
Finalmente, Viana Acosta
fue curado y preparado para devolverlo al Batallón 12 de Rocha. Allí no
volvieron a golpearlo. Sólo lo sometieron a algunos plantones.
El 24 de octubre de 1974
el prisionero dejó de estar en condición de «desaparecido» y fue llevado ante
el juez militar para ser procesado.
El juez militar de
instrucción de 4º turno, capitán de navío Oscar Pío Llorens, asistido del
secretario, capitán Juan Emilio Dendrines, le imputó «asociación subversiva» y
«atentado a la Constitución en el grado de conspiración». Lo condenaron a seis
años de cárcel que luego aumentaron a siete.
Permaneció en el Penal de
Libertad (recorrió las alas 4 A y 4 B, las barracas y el 5 A) hasta que fue
liberado el 18 de febrero de 1981, a casi siete años exactos de su secuestro.
Se exilió entonces en la ciudad de Växjö, en el centro de Suecia, desde donde
denunció internacionalmente su odisea.
Antonio Viana Acosta. Hoy
vive en la Barra del Chuy, pero no olvida lo sufrido durante la dictadura en
1974.
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(*) Antonio Viana falleció recientemente en el Chuy lugar donde residía.