DETUVIERON
EN ESPAÑA A COLABORADOR DEL FUSNA Y PIDEN SU EXTRADICIÓN
Por Mauricio Pérez
Brecha - 21 mayo, 2021
La
Fiscalía Especializada en Crímenes de Lesa Humanidad solicitó la extradición de
Fleming Gallo, un exmilitante del Partido Comunista que colaboró activamente
con el aparato represivo de la dictadura.
El
delator, detenido en España, es investigado por la tortura de ex-presos
políticos, incluida Graciela Villar, excandidata a vicepresidenta por el Frente
Amplio.
Graciela
Villar fue una de las militantes señaladas por el colaborador del FUSNA.
La
Computadora era una agencia interna, creada en 1976, que funcionaba en
dependencias del S-2 (inteligencia), en el Cuerpo de Fusileros Navales (FUSNA).
Su cometido era sistematizar información de los interrogatorios a los detenidos
y analizar la situación de las organizaciones políticas consideradas «enemigas»
(véase «El extravío», Brecha, 15-I-16).
Para
sus tareas, contaba con una estrecha participación de algunos detenidos que
colaboraban con el S-2 en el análisis sobre la veracidad de las respuestas
brindadas por el resto de los detenidos, que eran interrogados bajo torturas en
esa unidad militar. Con estos elementos, la Computadora completaba fichas de
los detenidos y elaboraba informes sobre las estructuras de las distintas
organizaciones políticas perseguidas.
Uno
de sus primeros colaboradores fue un militante del Partido Comunista del
Uruguay (PCU), detenido a principios de 1976, sobre el final de la Operación
Morgan, que se quebró durante la tortura y, azuzado por los oficiales del
FUSNA, se transformó en delator. Pero no solo eso: tuvo una activa participación
en el interrogatorio de varios de sus excompañeros de partido.
El
fiscal especializado en crímenes de lesa humanidad Ricardo Perciballe solicitó,
días atrás, la extradición de Fleming Julio Gallo Sconamiglio, aquel
exmilitante comunista que se transformó en colaborador en la Computadora. Gallo
fue detenido sobre principios de este año, en España, tras un pedido de captura
librado en su contra en octubre de 2019, en el marco de una investigación por
delitos de tortura contra ex-presos políticos en el FUSNA.
La extradición de Gallo fue solicitada tras una denuncia penal presentada por Mariana Felártigas, que incorporó los testimonios aportados hace más de una década en otro expediente por tres ex-presas políticas: Sandra Toledano, Beatriz Paciello y Graciela Villar. Las tres fueron detenidas en agosto de 1979 y trasladadas al FUSNA, donde fueron interrogadas y torturadas. Su otrora compañero tuvo un rol clave en esas detenciones y participó activamente de los interrogatorios, preguntando, pero también –en algunos casos– torturando. «Fuimos detenidas las tres juntas, después de que él nos ve», contó Villar a Brecha.
Villar
y Gallo tenían una militancia conjunta, pero también un estrecho vínculo
familiar. Él era esposo de su prima hermana; el tío de ella, Ramón Núñez
Barrera, era militante comunista de toda la vida, estaba preso y supo que
muchos militantes comunistas habían sido detenidos porque Gallo «había
trabajado marcando gente».
La
noche de su detención, las tres habían asistido a un recital de resistencia a
la dictadura en la Galería del Notariado. De repente, un compañero se acercó a
Villar y le dijo que adelante, en las primeras filas, estaba «su primo», que en
ese momento estaba, supuestamente, detenido en el FUSNA. «Ya sabíamos que
Fleming no solo se había quebrado, sino que salía a la calle a quemar gente»,
relató Villar. Fue ahí que él mira hacia atrás y las ve.
«No
encuentro palabras para definir lo que sentí», contó. «El dolor, la vergüenza,
la vergüenza familiar; mi tío estaba preso, mi prima, que era militante de la
UJC [Unión de la Juventud Comunista], y el miedo, un miedo que hoy no podría
describir. Fue un decir: “Ahora que nos viste, somos candidatas”. Esa misma
noche nos detuvieron, cometimos la ingenuidad de ir a nuestras casas», dijo
Villar. Fue detenida junto con su esposo. Su primera hija, Tania, una niña,
también fue llevada y entregada a su abuela.
Unicef
Fueron trasladados encapuchados y maniatados al FUSNA, secuestrados, ya que nunca fueron procesados por la justicia militar. Los interrogatorios y las torturas se mezclaban con sus vidas personales: Toledano estaba embarazada de 36 semanas y estuvo internada en el Hospital Militar; Villar y su esposo no sabían el destino de su hija: «Pensábamos que la habíamos perdido». Fueron diez días que parecieron muchos más, porque «ahí los minutos son días y los días son meses».
En
2005, las tres decidieron presentarse ante la Justicia y denunciar las torturas
sufridas. Para ellas, poder declarar fue un hecho sustantivo. «Es reabrir
heridas y poner en palabras situaciones de violencia extrema y poder decírselas
a otras personas», dijo Villar. Sobre todo porque esos diez días en el FUSNA
quedaron marcados: «Esto queda latente en el cuerpo nuestro; mujeres sometidas
a violación, manoseadas, éramos muy jóvenes. Hay algo que no se borra nunca
más, que queda como una marca indeleble».
Poder
declarar esas situaciones también fue sentir que existe la justicia y que esos
crímenes no quedarían impunes: «Esta es la democracia por la que tanto
peleamos», dijo. «Esto ratifica, una vez más, que el pasado, por más que se
quiera enterrar, sale […]. El silencio se transforma en un acto de complicidad
cuando quienes cometieron estas atrocidades no son juzgados. Fleming no solo
traicionó las ideas por las que decía que peleaba, sino que pasó a trabajar
directamente con los represores; para mí es profundamente doloroso», expresó
Villar.
Un documento titulado «Computadora: resultados de su trabajo y situación al 28 de noviembre de 1979», destacó el trabajo de los servicios de inteligencia del FUSNA en la estructuración de una red de informantes infiltrados en «filas del enemigo», que se construyó mediante la captación de colaboradores entre los detenidos. Esa red «logró el desbaratamiento de la red clandestina del PCU. De no haber mediado un fino trabajo de infiltración (una labor de inteligencia que llegó hasta la detención del primer secretario del PCU en Uruguay) no se hubiera logrado ni cercamente [sic] su desmembramiento» (véase «El extravío», Brecha, 15-I-16).
La
participación de Gallo en esa red de colaboradores quedó registrada en diversos
documentos hallados en el archivo del FUSNA y en el archivo Berrutti. Según un
informe de Interpol, una persona con su mismo nombre y apellido e igual fecha
de nacimiento ingresó a Estados Unidos en 1980, por Nueva York; esa persona no
tenía antecedentes y por su rol de colaborador no fue procesado por la justicia
militar.
Por
esos años, Gallo se radicó en México, hasta que fue identificado por la
colectividad de exiliados uruguayos en ese país y decidió retornar a Uruguay,
donde vivió varios años y trabajó como gerente de una institución médica en
Minas (Lavalleja). Fue identificado años después por Villar, entonces dirigente
de la Federación Uruguaya de la Salud, durante un conflicto sindical.
Después
de ese conflicto, se radicó en España junto con toda su familia. Sería detenido
en ese país europeo a pedido de la Justicia uruguaya. El fiscal Perciballe
solicitó su extradición por los delitos de privación de libertad y reiterados
delitos de abuso de autoridad contra los detenidos, sin perjuicio de que se le
puedan imputar otros delitos, dijeron fuentes judiciales a Brecha.
Gallo
también aparece mencionado en una denuncia presentada por más de cuarenta
ex-presos políticos, nucleados en el colectivo Crysol, por torturas en el
FUSNA. En esta denuncia, además de oficiales de la Armada y del Ejército,
aparecen mencionados otros dos colaboradores de la dictadura, Roberto Patrone y
Ariel Ricci.
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