La identificación de
los restos de Bleier cierra un capítulo para una familia y vuelve a exponer las
mentiras de los militares (*)
Por Sergio Israel – Búsqueda - Nº2041 - 10 AL 16 DE OCTUBRE DE
2019
Un día nos formaron a
todos y llamaron a Eduardo Bleier. Dio un paso adelante y lo empujaron a una
fosa y obligaron a que otros lo taparan con tierra y lo apisonaran. Se negaban;
hubo ataques de locura, nos pegaron salvajemente. A Eduardo Bleier lo sacaron
moribundo y lo llevaron al hospital. No supimos nada más‖.
Este relato es uno de
los que registran el pasaje del exdirigente comunista desaparecido desde la
noche del 29 de octubre de 1975 por el Ejército y a cuyos restos recién pudo
acceder la familia el martes 7, casi 44 años después.
Mientras el
Ruso Bleier era arrastrado a la casa del barrio Punta Gorda, al lado del Hotel
Oceanía, donde funcionaba una base del Servicio de Información de Defensa (SID)
que los presos apodaron El Infierno Chico, en Tel Aviv, su hija mayor Irene y
su esposo tenían cargado un contenedor para regresar a Uruguay.
El que fue
muchos años secretario nacional de finanzas del Partido Comunista y acuñó la frase ―Que
ninguna tarea del Partido se deje de hacer por falta de
Años antes se había
divorciado de su primera esposa, Kelly Novogrebelsky, apenas tres meses después
del nacimiento de Irene, y se había vuelto a casar con Rosa Valiño, una
militante de izquierda no judía con la que tuvo tres hijos: Carlos, Gerardo y
Rosana.
Irene se
había ido a Israel a los 17 años en contra de la opinión de su padre
antisionista, pero el deseo de Bleier de reencontrarse con su hija y sus nietos
en Uruguay no impidieron que contase las cosas con realismo.
―Desde el
golpe, vivo fuera de casa. Al principio era duro pero uno se va acostumbrando.(...)
Hasta ahora la dictadura no ha logrado alinear a todo el aparato represivo. Por
ahora no nos buscan. Pero esto se está pudriendo aceleradamente‖, escribió a su hija el 18 de
noviembre de 1974.
En octubre del año
siguiente, apenas unos días antes de caer, consideró su ―obligación como ‗Eduardo‘‖
presentar con sinceridad cómo veía las cosas. ―Acá la batalla para derrotar a
la dictadura va a ser larga, dura y difícil‖, relató en una carta a su hija
mayor, que consta en el libro Vida, obra y desaparición de Eduardo Bleier.
También opinó que cuando se instalaran en Uruguay, a los recién llegados les
―llevaría un plazo no breve resolver los problemas materiales de subsistencia,
casa, atención de los niños, trabajo y otras cosas‖.
Eduardo
advirtió:
―Estamos en una guerra cada vez más despiadada‖. Además, opinó que ―la actitud de la
familia va a estar determinada por consideraciones ideológicas después que
finalice la novedad. Debes saberlo. No idealices: Tú sabes que la sociedad se
divide en clases
y no en genes‖.
El hijo revolucionario
del oficial austrohúngaro.
Las tres
hermanas del hijo varón de los Bleier Horovitz nacieron en Hungría y solo el
más pequeño, Eduardo, en Montevideo.
El padre —Eugenio, que había sido
oficial del imperio austrohúngaro— era un judío muy religioso y quería que su
benjamín fuera rabino, pero el muchacho no solo prestó poca atención a la Torá,
sino que ni siquiera terminó la carrera de odontología, para dedicarse de lleno
a la militancia comunista.
Bleier
comenzó su militancia en el seccional estudiantil que, según recordó su
entonces compañero Mauricio Rosencof, otro judío al que también apodaban Ruso,
pasaban entre baldes de engrudo y rollos de afiches impresos a planograf, al
influjo de la guerra civil española y los tiempos que vinieron después del
nazismo, conocidos como Guerra Fría.
Antes de
meterse de lleno en la vida política del Uruguay, hacer crecer a su partido y
apuntalar el nacimiento del Frente Amplio, Eduardo fue un culto
hincha de Nacional que
tocaba el violín y pasaba muchas horas con libros y en compañía de su familia
en casa y en el campo de Reboledo, en Florida.
Fue a la escuela Chile,
muy cerca de la amplia casa donde vivía la familia, en Río Negro y Canelones,
en pleno barrio Sur. Hasta los 17 años mantuvo vivo el deseo de su padre, que
ganaba el sustento de toda la familia trabajando en una empresa de lustrado de
pisos, de que estudiaría para ser rabino.
―Él fue un
revolucionario profesional. Para
mí, uno de
los revolucionarios
profesionales más claros que he conocido. Un hombre entregado
totalmente a
la causa de la
revolución‖, recordó quien fue también militante y preso político, Edgar Lanza.
Esa
dedicación a tiempo completo y el carácter temperamental lo enfrentó a menudo
al conflicto de no atender a su familia como hubiese querido, pero al menos
tres de sus hijos siguieron el camino de la militancia política.
Entre Auschwitz y el
300 Carlos.
El caso de
Irene, que desistió de regresar al país luego de la desaparición de su padre,
es el más peculiar, porque ya antes se había adherido al Partido Comunista de
Israel, legal pero muy a contrapelo del Estado sionista.
En enero de 1973, al
regresar a Uruguay después de un viaje a la Unión Soviética, Bleier se encontró
con su hija mayor en Roma y luego pasaron una semana en París.
Esa fue la última vez
que se vieron y él la despidió en Orly con un mordisco en la mejilla y la
promesa de comer un lechón en el campo de un amigo en Uruguay.
Al arribar a Tel Aviv,
Irene fue sacada de la zona de control de pasaportes e interrogada durante un
largo rato. Los agentes locales estaban al tanto de todos sus inocentes
movimientos en Europa y así se lo hicieron saber para provocarla. También le
retiraron los papeles que llevaba, aunque al tiempo se los devolvieron, pero
ella quedó convencida de que ya entonces había una estrecha colaboración entre
los servicios israelíes y uruguayos, que se profundizó durante la dictadura.
La nueva
familia formada en Israel, sin embargo, no era gente que se amedrentara fácil.
El primer nieto de Eduardo, al que llamaron Amit, nació en noviembre de 1969 en
Metzer, Israel, y cuando le llegó la hora del servicio militar obligatorio
aceptó enrolarse, pero se negó a actuar en territorios ocupados.
Esta
postura poco común al principio fue aceptada, pero un año después recibió la
orden de desplegarse en Belén y como se negó quedó tres meses preso.
Algo parecido le pasó al padre como integrante de las fuerzas de
reserva. El joven Amit, según contó Irene Bleier a Búsqueda, cuando lo
quisieron amedrentar con las consecuencias de la negativa, les respondió con
firmeza: ―Mis
abuelos paternos fueron unos de los apenas ocho sobrevivientes de los 8.000 holandeses que
fueron enviados al campo de concentración de
Auschwitz y mi otro abuelo es el desaparecido uruguayo Eduardo Bleier‖.
Las mentiras oficiales.
En agosto
de 1976, cuando Bleier ya había muerto en la tortura, el comunicado Nº 1.334 de
las Fuerzas Conjuntas solicitó la colaboración de la población para su captura.
Algunos de los alrededor de 600 detenidos que habían estado en el galpón número
4 del Servicio de Material y Armamento con él, habían salvado la vida y estaban
presos en el penal de Libertad, como León Stolovicz, llegaron a la conclusión
de que al Ruso lo habían matado y ocultado el cuerpo.
José Wolman, Alcides
Lanza, Rita Ibarburu, Sara Youtchak y Vilman Antúnez, entre otros, dieron luego
testimonio de haber estado con Bleier en El Infierno montado por el Organismo
Coordinador de Actividades Antisubersivas.
Sin
embargo, sus voces entonces no podían oírse y en cambio sí las de quienes lo
habían asesinado y hecho desaparecer.
El 14 de agosto de 1981,
el Ministerio de Relaciones Exteriores de la dictadura respondió al Comité de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas que ese organismo ―denota no solo el desconocimiento de
normas jurídicas en cuanto a la presunción de culpabilidad, sino una falta de ética en la
conducción de sus tareas, ya que con inaudita ligereza llega a conclusiones tan
graves como acusar
a las autoridades uruguayas de haber dado muerte a Eduardo Bleier‖.
En
diciembre de ese mismo año, sin embargo, un diplomático uruguayo admitió el
caso, aunque intentó hacerlo pasar como una excepción en medio de la lucha
antiterrorista. El embajador Carlos Giambruno, representante ante el Grupo de
Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias de Naciones Unidas,
reconoció la desaparición de Bleier y de otras personas ocurridas en esos años.
―Son casos que se remontan a los años 73, 74 y 75, en los cuales nosotros
tuvimos un gran caos en los propios organismos de seguridad (...); en ese
momento de caos, tres o cuatro personas que desaparecen. Nos interesa mucho, pero no son más
que eso‖.
El
expresidente Julio Sanguinetti, que aceptó recibir a Irene Bleier durante una
visita a Israel en 1998, prometió investigar, pero no avanzó.
El gobierno de Jorge
Batlle, con la Comisión para la Paz, reconoció oficialmente la detención y
muerte, pero el informe final, de abril de 2003, recogió una parte de la versión
militar: ―Sus restos —según la información recibida— habrían sido primero enterrados en el Batallón
14 de Toledo y después exhumados, incinerados y tirados al Río de la Plata‖.
―Estuvimos por no poner
nada y al final, luego de consultar con Familiares, decidimos ponerlo en
condicional‖, dijo a Búsqueda el exrepresentante del presidente Jorge Batlle en la Comisión para la
Paz, Daniel Ramella, acerca del destino de los restos de los desaparecidos.
En efecto, el informe
de abril de 2003 elaborado por la Comisión para la Paz, aporta en condicional
la versión que dieron los informantes militares anónimos acerca de la llamada
Operación Zanahoria, mediante la cual los restos habrían sido desenterrados,
incinerados y tirados al mar poco antes de que terminara la dictadura.
Sin embargo,
integrantes de Familiares indicaron que la organización no tomó parte de la
redacción de ese informe.
―Personalmente,
me parece que algo hubo (respecto a la Operación Zanahoria) pero es harto
improbable que se halla removido todo‖, opinó Ramella.
Un informe oficial del
Ejército en 2005 entregado al presidente Tabaré Vázquez tampoco se acercó
demasiado a la verdad en cuanto al destino de los huesos: ―A diferencia de lo
establecido en el informe de la Comisión para la Paz, sus restos fueron
enterrados en el predio del Batallón de Infantería Mecanizada Nº 13 y no en el
Batallón de Infantería Paracaidista Nº 14 (...) (y) posteriormente fueron exhumados‖ y
esparcidos.
El caso de
Bleier no es el único que deja en evidencia que la versión aportada por
militares sobre el destino de los desaparecidos al gobierno colorado y,
después, al del Frente Amplio, no decía la verdad. Un ejemplo paradigmático fue
el del maestro Julio Castro, cuyos restos fueron encontrados en 2011. La
Comisión para la Paz había concluido que los restos habían sido exhumados,
incinerados y arrojados al Río de la Plata. El informe entregado a Vázquez en
2005 incluyó información similar. La aparición de Castro dejó en evidencia
además que el maestro no murió durante la tortura, como informaron los
militares, sino que fue ejecutado de un tiro en la cabeza.
El fiscal
penal especializado en Crímenes de Lesa Humanidad, Ricardo Perciballe, solicitó
ayer miércoles a la jueza Isaura Tórtora que se intente ubicar la causa penal
de Bleier, radicada en el juzgado Penal Nº 27 desde 1985, y eventualmente
solicitará el cambio de carátula para comenzar la investigación.
El lunes 6,
cuando el presidente Tabaré Vázquez se comunicó de forma oficial con la
familia, los Bleier se dispusieron a cerrar este capítulo en el cual han recibido ―cantidad
impresionante de amor‖.
Un paso “hacia la
verdad”
La
identificación de que los restos que aparecieron al lado del ex batallón de
Infantería Nº 13 y pertenecen al exdirigente comunista Eduardo Bleier,
desaparecido hace casi 44 años, provocó reacciones políticas casi
unánimes a semanas de las elecciones.
El
candidato del Frente Amplio, Daniel Martínez, se reunió con la organización
Familiares, un encuentro previsto con anterioridad. Su campaña reiteró además
que, si ganan las elecciones, su gobierno aportará el dinero necesario para
continuar con la búsqueda de los desaparecidos.
―La aparición de los restos
de Eduardo Bleier, víctima del terrorismo de Estado, es un paso más hacia la
verdad, que es posible‖, escribió en Twitter la candidata a vicepresidenta por el Partido
Nacional, Beatriz Argimón. Su compañero de fórmula Luis Lacalle Pou le envió un
mensaje de audio a Gerardo Bleier.
El colorado
Ernesto Talvi y Pablo Mieres (Partido Independiente) también optaron por
Twitter para expresar su respaldo a la familia Bleier y a la búsqueda de
desaparecidos.
Guido
Manini Ríos, candidato de Cabildo Abierto, fue consultado por los periodistas
al finalizar un acto en San José y reaccionó irritado, aunque dijo que en un
eventual gobierno de su partido continuará la búsqueda de los desaparecidos. ―¿Cuantas
veces tengo que repetirlo?‖, preguntó con gesto adusto.
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