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martes, 30 de abril de 2019
Totalmente impune
Por Leandro Grille – Caras
y caretas – 28 4 19
Ahora sabemos, por su propia confesión ante un Tribunal de Honor,
que Nino Gavazzo trasladó el cuerpo de Roberto Gomensoro en marzo de 1973 y lo
arrojó en el lago de Rincón del Bonete. Sabemos por los testimonios de Jorge
Silveira, que era su subalterno en ese entonces, que Gavazzo lo mató seis días
antes de que el cuerpo apareciera flotando en el agua. Sabemos por el
testimonio del general retirado Enrique Debal que el cuerpo de Gomensoro
colgaba ya sin vida en un galpón al fondo de Artillería 1 y que Gavazzo estaba
junto a él con los cables de la picana.
Sabemos, porque Debat lo testificó, que
esa noche en el casino de oficiales sólo se hablaba de ese homicidio, que el
cuerpo sería fondeado en el lago cerca de Paso de los Toros para ocultarlo y
que otro de los encargados de trasladarlo sería el capitán Ruben Sosa Tejera.
Ahora que sabemos todo
eso, en una secuencia violenta e inexplicable, la jueza de Canelones Elsa
Montín dispuso beneficiar a Gavazzo, que goza de prisión domiciliaria desde
2015, retirándole la tobillera y suspendiéndole la vigilancia de la Oficina de
Supervisión de la Libertad Asistida por un supuesto problemas de salud,
mientras la jueza de Paso de los Toros, donde radicaba la causa por el
asesinato de Gomensoro, resolvió no reabrir la investigación, pese al pedido
del fiscal Perciballe, porque le parece que no hay suficientes fundamentos
jurídicos.
Tenemos entonces, por un
lado, un crimen atroz aclarado y en buena parte reconocido por su autor -por lo
menos confesó que ocurrió en su cuartel y que se deshizo del cuerpo-,
confirmado por su subalterno y hasta por un testigo ocular del homicidio, pero
igual el Poder Judicial se niega a reabrir el caso y hacer justicia.
Y todo
esto cuando el asesinato de Gomensoro no está ni siquiera comprendido por los
supuestos de la Ley de Caducidad porque ocurrió en marzo de 1973, tres meses antes del golpe de Estado, y así
lo ratificó el Poder Ejecutivo mediante un decreto del 10 de junio de 2010, con
la firma del expresidente José Mujica.
Es notable la solidez de
la impunidad. No se sostiene sólo en la omertá que ha reinado en las fuerzas
armadas y que ha impedido encontrar a los desaparecidos, ni en la ley de
caducidad de la pretensión punitiva del Estado ni en la poca o nula voluntad de
investigar que hayan tenido las autoridades de la posdictadura.
Cuando un
crimen se aclara, un desaparecido aparece y se determina quién lo mató, dónde,
cuándo, cómo se deshicieron del cuerpo y hasta se confirma que lo mataron antes
del período comprendido por la impunidad, opera la pusilanimidad de jueces que
directamente se hacen los bobos ante un caso evidente, flagrante, insoslayable,
por cuya omisión de denuncia fue destituido la mitad del generalato y cayeron
las autoridades del Ministerio de Defensa.
En otro orden, la actitud
benefactora de la jueza Montín con este salvaje es insultante. Gavazzo es un
asesino múltiple, torturador, cobarde, repudiado hasta por sus camaradas de
armas. Es el peor entre los peores, y aun así goza del privilegio de la prisión
domiciliara por razones de edad y salud, lo cual es harto discutible e
indignante, pero si a la jauja de la prisión domiciliaria además se le quita la
tobillera y la vigilancia, la diferencia con la libertad ambulatoria es una
sutileza administrativa.
Y Gavazzo, que sigue siendo una bestia sin ninguna
clase de remordimiento, la va aprovechar para fugarse a disfrutar una fortuna
mal habida, prófugo para siempre en un lugar recóndito e inaccesible para
nuestra Justicia, que, por cierto, lo más probable es que ni lo busque, dado
los profusos antecedentes de fanática indulgencia con los responsables de los
crímenes de la dictadura.
La reapertura del caso
Gomensoro es ineludible. Si no se reabre en Paso de los Toros, donde apareció
el cuerpo, debe investigarse en Montevideo, donde fue asesinado. Es un caso
clave que debe permitir alcanzar otras alturas, más allá de los ejecutores
materiales. Porque Gavazzo no actuó solo, sino que lo hizo en el marco de
instituciones que lo ampararon y el asesinato sucedió en un cuartel.
Las
Fuerzas Conjuntas lo encubrieron, los principales diarios difundieron la
noticia falsa de que Gomensoro se había fugado
y las autoridades políticas de ese gobierno del Partido Colorado
estuvieron al tanto. Hay que tirar de la madeja hasta desentrañar toda la
urdimbre de este homicidio, sus cómplices y sus partícipes necesarios,
militares, civiles y, sobre todo, los jerarcas políticos.
Los que se la han
llevado de gratis todos estos años y blanden una perversa teoría de los dos
demonios, para no asumir el cargo de ser el demonio omitido, el que nunca
aparece como culpable, el verdadero instigador y beneficiario de los años de
oprobio, o acaso nos vamos a creer que los militares actuaron solos, por sí y
ante sí, despegados de todo, bajo el mando de nadie, armados de una doctrina
genocida huérfana de arquitectos de guante blanco.
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(*) La difusión de la
presente nota periodística es meramente de carácter informativo y no supone
ningún grado de aceptación y/o compromiso con los conceptos, juicios o
comentarios que en la misma se formulan.
domingo, 28 de abril de 2019
Rastros de unos vagones
Rastros
de unos vagones perdidos
Canelones
tendrá el primer sitio de memoria del
país
concebido según los protocolos internacionales.
Por
Mariana Abreu – Brecha - 26 4 19
Foto: gentileza equipo de excavación arqueológica. |
La
investigación antropológica de un antiguo centro clandestino de tortura en
Canelones, próximo a convertirse en sitio de memoria, reafirma que la lógica
represiva de la dictadura no fue la misma en todos los rincones del país. La
formación de quienes practicaban la tortura y el vínculo entre secuestrados y
represores son algunas de las características que distinguen a Los Vagones de
los centros clandestinos de la capital.
Año
1976, faltaba poco para la primavera. Caminaba por la plaza cuando sintió el
caño del revólver en sus costillas. Dos policías vestidos de civil lo empujaron
hasta una combi y le taparon los ojos con la bufanda que llevaba. La noche
estaba fresca. Prestó atención al sentido de la marcha de la camioneta y a las
veces que doblaba, hasta que se desorientó. El vehículo se detenía a recoger a
otros como él.
No
supo dónde se encontraba hasta después de algunos días, cuando se las ingenió
para oír y ver a pesar de la capucha. Estaba secuestrado en el centro
clandestino Los Vagones, en el barrio Olímpico de Canelones. El mote guarda
relación con los vagones de tren que había en el interior de la edificación,
junto a un conjunto de celdas y otras construcciones precarias.
Eduardo
Saldombide, ahora con 65 años, vuelve a estar parado donde antes se hallaban
los vagones. “Nos tenían en un baño, todos de plantón. Cada tanto entraban,
sabíamos por el olor a cigarro, y si te habías aflojado o recostado un poco a
la pared, ya te daban. Los vagones se usaban para interrogatorios, en el
pasillo que los separaba te colgaban con las manos hacia atrás hasta que te
desmayabas”, cuenta.
Saldombide,
que era militante estudiantil y tenía 23 años cuando lo secuestraron, nunca vio
al resto de los presos con los que convivió, pero les conocía la voz. Eran
alrededor de 15; los policías los llamaban “cerdos” o “ratas de caño”.
“El
primer ablande –dice– era usarte de pelota de fútbol.” “Había un patio al que
nos llevaban cuando traían a alguien de Punta Carretas. Nos sacaban de la mano
con unos lentes sellados, para que no pudiéramos ver, y nos dejaban ahí unos
días mientras atormentaban a los compañeros que habían traído”, relata el ex
preso. También había simulacros de fusilamiento: “Te llevaban a un terreno, te
decían ‘acá vinimos a fusilarte, como ya fusilamos a tu hijo’, y te mostraban
una camiseta con manchas que parecían sangre”.
Saldombide
permaneció en Los Vagones alrededor de dos meses, hasta que fue “blanqueado” y
marchó a la cárcel procesado por “encubrimiento a la asociación subversiva”.
Sobre los días en el centro clandestino recuerda: “Nos preparábamos para
morir”.
MATERIALIDADES
REPRESIVAS.
Un
grupo de antropólogos excava y mide el predio ruinoso que contenía los vagones.
La mayoría de las estructuras de la época en que el sitio funcionó como centro
clandestino no se conserva. Reconstruir ese espacio, y entender cómo se
utilizaba y con qué intencionalidad es la tarea a la que está abocado el
equipo.
“En
Uruguay las investigaciones oficiales sobre el terrorismo de Estado están
centradas sólo en un crimen de lesa humanidad: el de los desaparecidos. Todo
aquello que no se vincula materialmente con los desaparecidos no se indaga, por
eso Los Vagones no aparecen en ninguna investigación oficial”, señala Carlos
Marín, ex integrante del Grupo de Investigación en Arqueología Forense de la
Udelar y uno de los antropólogos que trabajan en el lugar.
Más
allá de que, aun sin desaparecidos, el sitio pueda albergar pruebas que
documenten ante la justicia violaciones a los derechos humanos, el interés por
preservar Los Vagones no existió siempre. En el predio, ya entrada la
democracia, funcionó una policlínica y, cuando esta cerró, fue una intendencia
frenteamplista la que estuvo a punto de destruir el lugar. La demolición no
llegó a concretarse debido a las reivindicaciones de ex presos políticos que
habían sido secuestrados allí.
En 2016 la recién creada Secretaría de Derechos
Humanos de la comuna de Canelones se propuso hacer de Los Vagones un sitio de
memoria, en conjunto con la Asociación de Identidad, Derechos Humanos y Memoria
Canaria, Ágora, integrada por ex prisioneros políticos.
“Los
mejores lugares para contar los relatos sobre la dictadura y los crímenes de
lesa humanidad, y acercar esas historias a la gente, son los propios espacios
donde ocurrieron, esos nodos represivos que fue instalando el Estado desde una
lógica sistemática”, dice Marín.
En eso consisten los llamados “sitios de
memoria”, definidos por la ley 19.641 como lugares donde las víctimas del
terrorismo de Estado sufrieron violaciones a sus derechos humanos “por motivos
políticos, ideológicos o gremiales”, que se abren al público para la
recuperación de memorias y como forma de reparación “a las víctimas y a las
comunidades”.
“Cualquier
objeto material, un lugar, un paisaje, tiene una biografía que devela
información. Mediante el análisis de la evolución arquitectónica y
estratigráfica de Los Vagones se puede determinar cómo era la fisonomía del
espacio cuando fue centro clandestino”, explica el investigador.
El
estudio arqueológico se complementa con las memorias de las personas que se
vincularon al lugar, las de los ex prisioneros, vecinos e, incluso, las de
personas que trabajaron para la Policía. “No se llega a nada sin una mínima
colaboración de alguien que no tuviera los ojos vendados”, ilustra la directora
de la Secretaría de Derechos Humanos de la intendencia canaria, Valeria Rubino.
Hay
otros “aportes” que provienen desde los propios represores y echan luz sobre
algunas cuestiones, aun sin proponérselo. Comenta un habitante de Canelones que
cuando uno de los torturadores de Los Vagones vio la noticia sobre la
aspiración de preservar la memoria del ex centro clandestino escribió en su cuenta
de Facebook: “Por fin alguien reconoce el trabajo que hicimos por la patria”.
MATICES.
La
investigación sobre Los Vagones arribó a importantes conclusiones: “Es un
modelo totalmente distinto al de otros centros clandestinos, como el 300 Carlos
o La Tablada. Estos últimos, ubicados en Montevideo y gestionados por
militares, funcionaron en una lógica represiva mucho más sistematizada dentro
de los parámetros del Plan Cóndor. Los Vagones, gestionados por policías,1 bebe
más de la tradición represiva de la propia fuerza policial que se remonta a la
dictadura de Gabriel Terra y se aplica luego a los presos comunes”.
En
Los Vagones, a diferencia de los centros clandestinos montevideanos, la tortura
se aplicó de forma sistemática pero no sistematizada. En este sentido, el
informe preliminar del equipo de antropólogos indica: “Gracias a las
entrevistas realizadas podemos saber que los propios policías se quejaban de no
tener ni las infraestructuras ni el conocimiento especializado que tenían los
especialistas en tortura del Ejército. (…) Se ven intentos de imitar las
tecnologías represivas al uso del Plan Cóndor, pero sin la capacidad para
llevarlas a cabo. Si bien a lo largo de 1976 se amplió el baño de la pared
norte, instalando una bañera con patas para realizar el submarino, en 1975 este
se intentaba hacer con un balde de agua en el que prácticamente no cabía la
cabeza del prisionero. Del mismo modo la picana era sustituida por dos cables
pelados que se hacían sostener al detenido, pero que no estaban conectados a la
red eléctrica”.
Marín
señala que en el 300 Carlos y La Tablada los secuestrados fueron totalmente
deshumanizados, pero en el centro canario hubo “tanto torturas y bestialidad
como actos de humanidad”. Resta por investigar, dice, qué sucedió en otros
espacios represivos del Interior.
El
principal hallazgo arqueológico son los cuatro grandes bloques de hormigón que
hacían de sustento de los vagones; estos corroboran que el lugar fue preparado
para trasladar las unidades de tren y develan la clara intención de modificar
el espacio con fines represivos.
“Ha
habido una destrucción de los muros, de las celdas, de los baños, los vagones
no están (la Intendencia continúa buscándolos). Muchos centros clandestinos en
Argentina han sido destruidos para ocultar el uso que tuvieron. ¿Es el caso de
Los Vagones o la destrucción se debe a la necesidad de reutilizar el espacio?”,
pregunta Marín, quien, de todos modos, afirma: “Por muchas evidencias que
quieran borrar, la arqueología siempre va a encontrar restos que permitan
reconstruir el espacio”.
EL VECINO TORTURADOR.
La
cercanía entre los habitantes de una ciudad del interior del país, como
Canelones, es una particularidad respecto de la circunstancia montevideana.
Muchos de los policías no sólo conocían previamente a los presos políticos,
sino que, en algunos casos, eran sus vecinos, los médicos –del pueblo– o las
maestras de sus hijos.
Saldombide
y sus compañeros conocían a varios de los represores de Los Vagones desde antes
de ir a parar a ese lugar: “Nos sorprendió que hubiera gente que había jugado
al fútbol con nosotros, que había compartido con nosotros, actuando a ese
nivel”.
“Pudo
haber alguno que haya sido más benevolente con alguien que conocía, si te
habías criado con él, si te valoraba; ese a vos no te tocaba”, dice el ex
prisionero, que agrega no haber sido testigo de la empatía de los policías,
salvo cuando una guardia femenina le dio los saludos que le enviaba un
conocido.
Son
otros los testimonios, recogidos por los antropólogos, que mencionan ciertos
gestos de humanidad por parte de algunos de los represores. “Uno de los
policías viejos, pobre, con una familia numerosa, tenía una vaca y se ganaba un
sobresueldo vendiendo leche a la gente del pueblo. Él llevaba parte de esa
leche a Los Vagones para dársela a las mujeres; lo hacía a escondidas”, ilustra
Marín.
Otro caso es el de un grupo de obreros de la construcción,
sindicalistas, a quienes les permitieron hacer tareas de albañilería: “Tenían
la preparación del Partido Comunista de cómo hay que resistir, sabían que
trabajar era la mejor forma de que no los deshumanizaran. Ellos terminaron la
pared del patio de atrás y los llevaban andando hasta la cárcel para hacer
reformas, sin capucha ni esposas”.
“A
los que no conocíamos los conocimos después”, cuenta Saldombide sobre quienes
“trabajaban” en Los Vagones. A algunos se los cruza en la calle hasta el día de
hoy: “Debe de ser peor para ellos que para nosotros, ¿no? No creo que una
persona medianamente cuerda, por más que la hayan convencido de que éramos
vendepatrias, como decían ellos… Con el paso del tiempo, supongo que a alguno
le debe de remorder la conciencia”.
DONDE ANCLAR LA
MEMORIA.
El
primer paso para convertir un lugar en un espacio de memoria es documentarlo. A
ello se dedica el equipo contratado por la Intendencia de Canelones (que
incluye arqueólogos, arquitectos y museólogos) y Ágora, que ha buceado en los
archivos y recabado decenas de testimonios. Sobre la investigación se cimienta
la siguiente etapa: la creación de una propuesta arquitectónica y expositiva
para construir el sitio de memoria.
“Como
todo el proceso, la propuesta de intervención será consensuada entre el Estado
y la sociedad civil”, afirma la directora de Derechos Humanos de la
Intendencia. “Es una zona que se inunda seguido, lo que dificulta la
conservación de los materiales. Por otro lado, hay que pensar en algo que vaya
más allá de un memorial clásico, porque el lugar tiene la capacidad de contar
la historia de una forma más completa y de ser recorrido”, sostiene.
Por
el momento, se piensa en hacer de Los Vagones un museo a cielo abierto, “que
pueda funcionar sin mucho mantenimiento y recibir tanto a personas que llegan
por su cuenta como visitas guiadas”, explica Rubino, que agrega que “los sitios
de memoria no tienen que seguir una fórmula determinada, sino aprovechar las
características del entorno”.
“No
se trata de salir a buscar dos vagones iguales y hacer un falso histórico, sino
de evocarlos, de explicarlos, de reconstruirlos de forma reversible, ya sea con
tecnología 3D, sobre un papel o en una pantalla, o mediante una arquitectura
efímera, por si hay que sacarla y seguir investigando”, dice Marín, aunque
todavía no se hayan abierto causas judiciales que involucren Los Vagones.
“Es
la primera vez en Uruguay que se erige un sitio de memoria con todas las fases,
como hay que hacerlo, con la investigación histórica, arqueológica y en vínculo
con el entorno. Esto no sucedió en la Casona de Palmar (la actual sede de la
Institución Nacional de Derechos Humanos), donde primero se destruyó todo y
luego se hizo el sitio de memoria”, señala el antropólogo. “El proceso de Los
Vagones es el inverso –añade–, primero se ve cómo es el sitio y la intervención
arquitectónica se hace en función de eso.”
Años
atrás nuestro país suscribió el documento “Principios fundamentales para las
políticas públicas en materia de sitios de memoria”, del Mercosur, que
establece que el Estado debe preservar la materialidad de esos lugares como
pruebas judiciales y convertirlos en sitios de memoria, incluidas las cárceles
y los centros clandestinos. Por ello, según el investigador, el trabajo en Los
Vagones es el que más se ajusta a los protocolos internacionales.
Los
centros represivos buscaron instalar el terror también hacia el exterior de sus
muros, por eso el documento sostiene que los sitios de memoria deben vincular
tanto a los ex presos políticos como a la comunidad, que de alguna forma fue
afectada. El caso de Los Vagones es paradigmático.
La cualidad de
clandestinidad del sitio está dada por la falta de reconocimiento oficial, y no
por que la población desconociera su existencia. Además de los familiares de
las víctimas, que les llevaban allí ropa y comestibles, los vecinos debían
convivir con el centro.
Marín
alude al testimonio de un vecino que relata que de pequeño su madre lo enviaba
a buscar agua a Los Vagones, pues “en los setenta el barrio Olímpico, un barrio
pobre, no tenía calles ni agua corriente y uno de los puntos de abastecimiento
de agua estaba dentro del centro clandestino”.
El antropólogo sostiene que
existía una ambigüedad, en parte intencionada, en el vínculo con el barrio. Por
un lado, se había colocado una malla de tela negra casi sobre las casas de los
vecinos para que no tuvieran vista al sitio, pero, por el otro, se permitía que
un niño ingresara al centro clandestino en busca de agua. Testimonios de otros
vecinos de la época mencionan que los jóvenes jugaban al fútbol en los
alrededores de Los Vagones mientras los policías armados hacían guardia en la
zona.
“Si
la comunidad no se apropia del sitio –dice el investigador–, el objetivo de
preservar la memoria no se cumple.”
1. Aunque Los Vagones era gestionado por el
Departamento de Investigaciones de la Policía, se presume que respondía al
Cuartel de San Ramón. Además, existía una clara coordinación entre militares y
policías (que formaban las Fuerzas Conjuntas), y una articulación con otros
centros clandestinos administrados por militares.
Coordenadas contra el
olvido
El
centro clandestino Los Vagones funcionó en dos espacios físicos distintos, en
tiempos que aún no se pueden precisar con detalle. El primero estuvo instalado
en la antigua escuela de Policía de Canelones, desde antes del golpe de Estado
hasta 1975. El segundo, sobre cuyas ruinas se erigirá el sitio de memoria,
operó en el barrio Olímpico, en la calle Rodó y la ruta 5, desde 1975 hasta
fines de los años setenta o principios de los ochenta, según diversos
testimonios.
Los
Vagones pertenecían a la zona militar 1, que abarca Montevideo y Canelones,
departamentos que constituyeron el eje de la lucha obrera y del movimiento
estudiantil de la época. Más de cien prisioneros políticos estuvieron detenidos
en este sitio. El grueso de ellos, militantes comunistas, socialistas y
sindicalistas, permanecieron allí entre 1975 y 1976. Por estos espacios también
circularon presos sociales, aunque de ellos se tiene menos información.
Múltiples
significaciones
Los
Vagones, además de ser un sitio donde se intenta preservar la memoria, es un
hogar. Parte del predio permanece ocupado por una pareja de origen humilde con
hijos pequeños, que acordó con la Intendencia de Canelones permitir el acceso
al lugar y cuidar de él mientras aguarda ser realojada. La familia contó a
Brecha que cuando se instaló en el sitio desconocía su historia, pero que poco
a poco fue involucrándose con ella.
Como
si todo acabara siendo un círculo, el tío del joven que vive actualmente en el
ex centro clandestino fue desaparecido por la dictadura. Esta historia integra
el documental Presentes, próximo a estrenarse, y fue contada desde el interior
de los muros de Los Vagones.
La memoria del 300
Carlos
Hombres
verdes y dorados
Es
raro que haya pasto y pájaros alrededor del infierno, que el sol brille y bañe
las paredes. El galpón conocido como “infierno grande” no intimida tanto.
Los
prisioneros también lo llamaban “la fábrica”, por las máquinas que guarda hasta
el día de hoy. Los militares lo bautizaron “300 Carlos” aludiendo, se sospecha,
a un código de muerte (el número) y a Karl Marx (el nombre). Se trata del
centro clandestino de detención y tortura que funcionó durante la dictadura en
el Servicio de Material y Armamento del Ejército, próximo al Batallón 13.
Dos
uniformados escoltan a la quincena de visitantes que se desplazan por el predio
con motivo de una recorrida organizada por el Museo de la Memoria.1 El galpón
es húmedo, adentro hay más soldados y maquinaria. Cantidad de miniaturas de
bronce, indiecitos y bustos de Artigas se desparraman sobre las mesas. En un
rincón, el mate y el termo olvidado de algún oficial.
El
techo de bóveda está muy alto y el espacio también es amplio hacia los
costados. Subiendo las escaleras, están las oficinas, que antes fueron salas de
tortura. Los visitantes escuchan el relato del antropólogo que los guía y
olvidan los muñequitos dorados. Se imaginan encapuchados suspendidos en el aire
y les parece estar escuchando alaridos en lugar de pájaros.
Como
acostumbrado a la presencia de intrusos, o para matar el aburrimiento, un
soldado fija los ojos en la pantalla de su teléfono. Sus pares continúan
atendiendo en silencio cada movimiento de los visitantes, que no pueden dejar
de preguntarse qué estarán pensando esos jóvenes uniformados.
1. El museo pretende que el galpón deje de ser
utilizado para tareas militares y se convierta en un sitio de memoria que
involucre a vecinos, organizaciones e instituciones de la zona. Además, trabaja
en un circuito de memoria barrial en el entorno del lugar.
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(*)
La difusión de la presente nota periodística es meramente de carácter
informativo y no supone ningún grado de aceptación y/o compromiso con los
conceptos, juicios o comentarios que en la misma se formulan.
Otro escollo judicial
Fallo
de Tribunal de Apelaciones pone freno a investigación contra
Gavazzo por la
desaparición del tupamaro Eduardo Pérez (*)
El fiscal Perciballe
sostuvo que de mantenerse la posición, las investigaciones “se verán
irremediablemente frustradas”
Búsqueda Nº 2017 - 25 DE
ABRIL AL 01 DE MAYO DE 2019
Escribe Victoria Fernández
Foto AFP. Miguel Rojo |
El tupamaro Eduardo Pérez,
conocido como el Gordo Marcos, murió presuntamente como consecuencia de una
bomba de gas que arrojaron en su celda en el cuartel de Artillería Nº 1, en
1974. José Gavazzo —condenado por violaciones a los derechos humanos cometidas
durante la dictadura (1973-1985)— admitió ante un Tribunal de Honor Militar que
él tiró la granada. Pero dijo que Pérez se había puesto violento y estaba golpeando
al personal. Y que luego lo llevaron al Hospital Militar y ya no volvió.
Jorge Pajarito Silveira,
que era subordinado de Gavazzo en el Grupo de Artillería 1, dio otra versión.
Según publicó El Observador el 30 de marzo —a partir de las actas del tribunal
que investigó la responsabilidad de los militares retirados Gavazzo, Silveira y
Luis Maurente en el llamado segundo vuelo y la muerte de 28 militantes de
izquierda exiliados en Buenos Aires—, Silveira negó que Pérez se hubiera
rebelado o insubordinado, y dijo que “el comentario” era que Gavazzo lo “gaseó”
para interrogarlo.
La desaparición de Pérez
está siendo investigada por el fiscal especializado en Delitos de Lesa
Humanidad, Ricardo Perciballe, quien tras las revelaciones de las actas del
Tribunal de Honor planeaba citar pronto a Gavazzo y a otros indagados (en el
expediente también se investiga a Silveira y a Ernesto Ramas), dijeron a
Búsqueda fuentes de la fiscalía.
Sin embargo, una reciente
sentencia del Tribunal de Apelaciones en lo Penal de 2do turno puso un freno a
esos planes. El fallo, al que accedió Búsqueda, revocó una decisión de la jueza
de primera instancia Silvia Urioste y dispuso que la investigación se suspenda
hasta tanto la Suprema Corte de Justicia (SCJ) no resuelva una excepción de inconstitucionalidad
presentada por la defensa de Gavazzo contra la creación de la fiscalía
especializada para investigar los crímenes de la dictadura.
El fiscal Perciballe había
decidido realizar una copia del expediente para elevar a la SCJ, y continuar indagando
el caso mientras se resuelve la inconstitucionalidad. La jueza estuvo de
acuerdo con la posición de la fiscalía.
Pero el tribunal discrepó
y ordenó que toda la investigación quede en suspenso mientras la Corte
resuelve. La sentencia fue firmada a fines de febrero y comunicada en marzo.
Perciballe presentó un
recurso de casación ante la SCJ para que revea la decisión. En el escrito, al
que accedió Búsqueda, el fiscal cuestionó duramente la posición del tribunal, y
señaló que de mantenerse ese criterio “la pervivencia de las investigaciones
sobre las graves violaciones a los derechos humanos infligidas en el pasado
reciente se verán irremediablemente frustradas”. Pues “cada vez que un indagado
invoque una excepción —sin importar la naturaleza de la misma— las actuaciones
deberán suspenderse”.
De acuerdo con el criterio
del tribunal, la investigación debe “paralizarse” no solo para quien interpone
el recurso, sino para todos los indagados. “Y de esa forma, se genera un grave
perjuicio para las víctimas, que esperan una respuesta en tiempo y forma de la
Justicia”, cuestionó Perciballe.
El fiscal también advirtió
que, de prosperar, el criterio del tribunal será un “fuerte” incentivo para las
defensas que “deseen dilatar las investigaciones”. Porque con “solo interponer
excepciones individuales, las causas se verán paralizadas”.
Ayer miércoles 24 TNU
informó que la jueza de Ejecución de Canelones, Elsa Montín, ordenó quitarle la
tobillera electrónica a Gavazzo, quien desde 2015 cumple régimen de prisión domiciliaria
en el marco de otra causa. Además, accedió a su pedido de suspender la
vigilancia de la Oficina de Supervisión de Libertad Asistida (OSLA) durante sus
trasladados para hacerse controles médicos. El fiscal Perciballe apeló la
decisión.
Suspensión
inmediata
La detención ilegítima y
desaparición de Eduardo Pérez —cuyo cuerpo nunca fue encontrado– fue denunciada
en la Justicia en diciembre de 1985, pero la investigación se congeló con la
aprobación de la ley de caducidad. Se reactivó en 2011, luego de que el Poder
Ejecutivo habilitara retomar las indagatorias. Pero cuando en agosto de 2016
Gavazzo fue citado a declarar, su defensa interpuso un recurso alegando que los
delitos habían prescripto.
Dos años más tarde la Suprema Corte de Justicia
desestimó la prescripción, y cuando la nueva Fiscalía Especializada en Delitos
de Lesa Humanidad se aprestaba a retomar la investigación, Gavazzo presentó
otro recurso: esta vez alegó que la creación de esa sede especializada
contravenía la Constitución.
El fiscal Perciballe y la
jueza de primera instancia entendieron que la investigación no debía detenerse,
porque eran varios los involucrados en la causa y esta ya venía largamente
demorada. Decidieron suspender las actuaciones solo respecto a Gavazzo, pero
continuar trabajando en lo concerniente a los demás indagados.
La defensa de Gavazzo
protestó por la decisión. “En ningún precepto legal se prevé la suspensión solo
para quien interpone la excepción de inconstitucionalidad”, dice el escrito que
presentaron ante el tribunal. “Ni la Constitución ni la ley ordenan formar
pieza separada de la inconstitucionalidad planteada para continuar con el
trámite”, agrega, y solicita “suspender la totalidad de las actuaciones”.
El tribunal hizo lugar al
reclamo y ordenó la “suspensión inmediata del trámite del presumario”. Los
ministros José Balcaldi, Daniel Tapié y Carlos García entendieron que las
normas que regulan el proceso de inconstitucionalidad son “claras” en cuanto a
que deben suspenderse los procedimientos. “No puede fraccionarse el trámite
según entiendan las partes o el director del proceso”, sostuvieron. Si no
existe “ninguna razón de imposibilidad material para seguir el procedimiento en
forma unificada, no puede ser justificación para apartarse de debido proceso y de
los principios generales que lo rigen alegar el interés de una de las partes
involucradas, por más justificado que el criterio pueda parecer antes posibles
demoras en la definición de los juicios”, concluyó el tribunal.
La preocupación de
Perciballe es que si se mantiene firme esa decisión, los expedientes podrán
estar paralizados por años. Es que la estrategia de las defensas de los
militares indagados ha sido la de presentar diversos recursos. Y como estas
investigaciones suelen tener varios indagados, si los recursos se presentan de
forma escalonada —primero lo interpone un indagado y, cuando se resuelve su
caso, un segundo indagado, y así sucesivamente—, las causas se frenarán una y
otra vez.
En la casación que
presentó ante la Corte, Perciballe señaló que “en más de 33 años” de presentada
la denuncia por la desaparición de Pérez y en “8 años desde que se retomaran
las actuaciones, y pese a la gravedad de lo denunciado, aún no ha comparecido a
declarar un solo indagado”. Y, prosiguió, “de admitirse el temperamento del
tribunal, seguramente tampoco lo hagan en el futuro, puesto que en la medida en
que se interpongan excepciones perladas, el presumario se prolongará sine die”.
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(*) La difusión de la
presente nota periodística es meramente de carácter informativo y no supone
ningún grado de aceptación y/o compromiso con los conceptos, juicios o
comentarios que en la misma se formulan.
sábado, 27 de abril de 2019
Ni bolazos ni chicanas (*)
Diez precisiones al
general Manini Ríos sobre Gavazzo
y “el caso Gomensoro”
El excomandante en jefe
del Ejército habló de “bolazo”, “chicana” y falta de novedad en el Tribunal de
Honor, pero los hechos puros y duros dan una versión distinta y hablan de su
responsabilidad en la crisis que se originó.
Los integrantes del
Tribunal de Honor del Ejército le informaron a su comandante, el general Guido
Manini Ríos, que Gavazzo había confesado haber tirado el cuerpo de Roberto
Gomensoro al río Negro.
Por Leonardo Haberkorn –
El Observador – 27 4 19
Manini Ríos les ordenó que
siguieran adelante con su tarea, en lugar de denunciar semejante confesión de
inmediato a la Justicia.
Diez meses después de la
primera confesión de Gavazzo, Manini elevó las actas al Ministerio de Defensa
para que el fallo del Tribunal fuera homologado. Les adjuntó un escrito de su
autoría que nada decía sobre el caso Gomensoro y que, en cambio, llevó la
discusión hacia otros temas polémicos.
Tan polémicos que
provocaron su destitución.
De inmediato vino su
postulación a la Presidencia y una nutrida recorrida por los medios de
comunicación.
En esas entrevistas,
Manini Ríos explicó por qué ordenó seguir las actuaciones del Tribunal y no
denunciar ante la Justicia las confesiones de Gavazzo. Sus declaraciones
merecen diez precisiones.
1) La “chicana” de Gavazzo
Manini ha repetido que la
confesión de Gavazzo fue “una chicana”. En radio Universal dijo que el represor
“estaba buscando redireccionar las actuaciones”. En Carve agregó que Gavazzo
confesó para derivar el caso al “terreno de la Justicia”. En Búsqueda afirmó:
“Esto era una chicana para alargar el proceso”.
Incluso llegó a insinuar
que Gavazzo habló de este tema en forma intempestiva. “Cuando se estaba
actuando, de repente aparece esta confesión de Gavazzo”, manifestó en el
programa Buen Día Gente, de Canal 10.
Las actas, sin embargo,
dicen otra cosa. El Tribunal estaba convocado para analizar el “segundo vuelo”.
No correspondía tratar la muerte de Gomensoro. Pero no fue Gavazzo quien
introdujo el tema.
Lo que ocurrió fue lo
opuesto. Está en las actas. En la primera comparecencia de Gavazzo, los
generales le hicieron una pregunta muy concreta, no vinculada al “segundo
vuelo”, que introdujo el “caso Gomensoro”: “En alguno de los interrogatorios
que usted participó o que haya sabido, ¿usted sabe de algún detenido que haya
perdido la vida como consecuencia de esos interrogatorios?”
Entonces Gavazzo habló por
primera vez del “caso Gomensoro”.
Los generales también
llevaron a Jorge “Pajarito” Silveira al mismo punto.
Es decir, es cierto que la
muerte de Gomensoro no guarda relación con el “segundo vuelo”, pero quienes
introdujeron el tema no fueron Gavazzo y Silveira sino los propios miembros del
Tribunal.
¿Qué esperaba Manini? ¿Que
se tratara el caso Gomensoro solo para hablar de la injusta prisión del coronel
Juan Carlos Gómez, pero que se omitiera toda referencia a su muerte y
desaparición?
Libro "Gavazzo. Sin Piedad" |
2) “Era un tema viejo”
Manini Ríos dijo en Carve
que las revelaciones del Tribunal de Honor no tenían novedad ni valor: “Se
sabía del tema Gomensoro desde hace muchos años, porque era un tema viejo, se
entendió que no se estaba aportando nada nuevo”.
En Búsqueda sostuvo: “ni
siquiera era nueva la información, por lo menos en el 90%”.
Estos dichos son
asombrosos. ¡Así que Manini Ríos y el Ejército ya sabían quién había matado y
desaparecido a Gomensoro! Siendo así uno se pregunta desde cuándo conocían los
hechos y por qué hasta hoy nunca los denunciaron.
La verdad es que -al
contrario de lo que declara el excomandante- no todo se sabía ni se sabe.
Lo que se conocía era que
Gomensoro había muerto en Artillería 1 y lo habían tirado en Rincón del Bonete.
También consta el testimonio
del entonces capitán Enrique Debat que vio a Gavazzo sentado al lado del cuerpo
colgado e inerte de Gomensoro y una máquina para aplicar electricidad.
Pero -aunque Gavazzo
aparecía ya implicado por Debat- nunca se había aclarado quién mató a Gomensoro
y quiénes hicieron desaparecer su cuerpo. Y por supuesto: no existía confesión
ni nadie preso por este crimen.
Lo nuevo -es increíble
tener que aclararlo- es la confesión de Gavazzo de que él mismo tiró el cuerpo
al río Negro.
También es nueva la
acusación de “Pajarito” Silveira de que Gavazzo fue responsable de la muerte.
Y hay otra novedad: la
versión que da Gavazzo respecto a que fue el propio general Esteban Cristi,
jefe de la Región Militar I, fue quien le ordenó desaparecer a Gomensoro.
Artigas Pessio |
¿Fue así? Gomensoro fue el
primer desaparecido de las Fuerzas Armadas. ¿La decisión de no entregar los
cuerpos a sus familias fue de los mandos más altos?
¿Hay que explicarle al
general Manini que esa respuesta está pendiente y el Uruguay la espera desde
hace muchos años?
¿Hay que explicar qué
cuando hay un asesinato y no se conoce el asesino, ni quién ocultó el cadáver,
ni los cómplices, ni los encubridores, no está resuelto el 90%?
3) “Es un bolazo”
Además de viejas y ya
conocidas, el general Manini Ríos calificó las revelaciones que emergieron del
Tribunal de Honor como disparates sin sentido.
Dijo en Carve: “Lo que
dijo (Gavazzo) es un bolazo, una cosa que no tiene ningún tipo de asidero.
Entonces se decidió seguir para adelante”.
Sin embargo, esos
“bolazos” coinciden con lo denunciado ante la Justicia y en el libro “Gavazzo.
Sin Piedad” por el capitán Debat, quien vio a Gavazzo al lado del cuerpo
colgado y desfallecido de Gomensoro, cables y un aparato usado para aplicar
choques eléctricos.
También guardan relación
con el testimonio del contador Carlos Koncke, detenido en esos días en el
cuartel de La Paloma, sede de Artillería 1. Koncke relató en el libro “Milicos
y tupas” que algunos oficiales del cuartel le contaron que a Gavazzo se le
había muerto un detenido en un interrogatorio.
Y también coinciden con lo
que en ese mismo libro relató el hoy coronel retirado Luis Agosto, entonces
capitán del Agrupamiento Antiaéreo, una unidad que funcionaba en el mismo
predio.
Agosto contó en “Milicos y
tupas” que, en esos días, una mañana llegó al cuartel y encontró un clima de
gran nerviosismo. A varios oficiales, como él, les prohibieron circular por la
unidad y los obligaron a permanecer en el casino de oficiales. Solo podían
moverse libremente Gavazzo y sus hombres.
Tras leer las revelaciones
del Tribunal de Honor, Agosto afirmó días atrás en el portal Ecos: “Ahora, por
lo declarado por Gavazzo y Silveira, me doy cuenta que la noche anterior
mataron a Gomensoro”.
También narró que el entonces
jefe de aquella unidad, el fallecido coronel Alfredo Rubio, aquella mañana
“estaba desencajado”. “Me mandó llamar y me dijo, a los gritos: ‘¡Cómo usted
capitán no me advirtió lo que era Gavazzo!’. Yo le respondí: ‘¿Y usted no
conocía quién es Gavazzo?’. Todos ya sabíamos cómo era Gavazzo”.
Ante el Tribunal de Honor
“Pajarito” Silveira acusó a Gavazzo de ser el responsable de la muerte de
Gomensoro y contó que los oficiales de Artillería 1 hablaron de ello.
Gavazzo, en cambio, dijo
que se murió solo y él recibió la orden de hacerlo desaparecer.
Son declaraciones que
guardan contradicciones, pero giran alrededor de dos puntos en común: la muerte
de Gomensoro en Artillería 1 y la directa participación de Gavazzo.
Sume todo, general:
Koncke, Agosto, Debat, Silveira, Gavazzo. Todo guarda mucha relación. Entonces,
¿cuál es el bolazo?
4) “No era creíble”
Manini Ríos ha recordado
que otras veces Gavazzo y Silveira han mentido, por lo cual no habría razón
para creerles. Dijo en radio Universal: “no se le creyó a Gavazzo”. Y en
Búsqueda: “Nadie le cree a Gavazzo porque él ha mentido reiteradas veces”.
Es curioso, porque el
Tribunal de Honor en cambio sí les creyó cuando ambos se sacaron toda
responsabilidad sobre el “segundo vuelo”.
Diego Battiste. |
Dice por ejemplo el fallo
del Tribunal respecto a esta causa: “José Nino Gavazzo Pereira no admite y
niega haber participado en los hechos que se le imputan y por los que ha sido
condenado por la Justicia Penal Ordinaria”. Y agrega: “Colabora con el proceso
de investigación brindando respuestas a todas las preguntas con respeto y
educación”.
Parecería que a veces se
le cree a Gavazzo y a veces no.
Por supuesto que es
probable que Gavazzo le mintiera al Tribunal. No es creíble, por ejemplo, que
Gomensoro muriera solo, como declaró. El propio Silveira lo desmintió en su
comparecencia.
No es creíble tampoco que
Gavazzo completara solo la operación de trasladar y arrojar el cuerpo al río
Negro, envuelto en una malla de alambre y con tres grandes piedras atadas. Él
mismo dijo que le mintió a la Justicia para no involucrar a sus subordinados.
Cabe concluir que aquí también puede estar encubriendo a otros subalternos.
En ese sentido, la
confesión de Gavazzo es solo parcialmente creíble. Pero lejos de ser
descartable como pretende Manini, es un avance en una trama aún no develada por
completo.
5) “Era otro tema”
En varias entrevistas, el
general Manini habló de la injusta prisión del coronel Gómez como si no
guardara relación alguna con la muerte de Gomensoro.
Dijo el 9 de abril en
Carve, refiriéndose a la confesión de Gavazzo: “El caso éste no era creíble. Lo
que sí era confirmado era que permitieron que un compañero, que un coronel, un
compañero a los 80 años, estuviera tres años y pico preso por un falso
testimonio”.
Y el 10 de abril sostuvo
en Búsqueda: “El Tribunal de Honor falló y lo condenó a Gavazzo con la máxima
pena. Lo condenó por otro tema (dejar que Gómez estuviera preso), distinto al
del artículo periodístico que detonó este escándalo. Porque el tema de Roberto
Gomensoro para el tribunal y para mí no era un tema nuevo”.
Manini se equivoca. La
muerte de Gomensoro y la prisión injusta de Gómez no son temas distintos. Por
el contrario, son dos facetas de un mismo asunto: Gavazzo y Silveira sabían con
certeza que Gómez era inocente de matar a Gomensoro porque ellos mismos
estuvieron implicados en su tortura, muerte y desaparición.
Gavazzo sabía que Gómez
era inocente porque él era el segundo jefe de Artillería 1, donde murió
Gomensoro. Y porque él mismo estuvo al lado de su cuerpo colgado y desfallecido
(según Debat) y habría sido responsable de su muerte (según Silveira y Koncke).
Silveira sabía que Gómez
era inocente porque él era uno de los oficiales de Artillería 1 el día que
mataron a Gomensoro y él mismo admite haberse enterado esa misma jornada.
¿Cómo es posible que el
excomandante diga que son dos temas distintos?
6) “Gomensoro no es un
desaparecido”.
Manini Ríos dijo en Canal
10 que “Gomensoro apareció hace muchos años y el cuerpo estaba identificado
desde hace muchos años”.
No es del todo cierto.
Tras haber sido arrojado
al río Negro, el cuerpo de Gomensoro emergió a la superficie pocos días
después. Se le tomaron fotos y se le hizo una autopsia. No pudo ser
identificado. Fue enterrado en una tumba NN en Tacuarembó. Pero otra vez fue
vuelto a desaparecer.
Quienes desparecieron por
segunda vez a Gomensoro no sabían que el forense que le hizo la autopsia,
Emilio Laca, se había guardado el cráneo para sí. Solo esa pieza apareció y fue
identificada. El resto del cuerpo continúa desaparecido.
7) La muerte de Pérez
Silveira
Manini Ríos no suele
referirse a lo que se dijo en el Tribunal de Honor sobre la muerte de Eduardo
Pérez Silveira, el Gordo Marcos, también en Artillería 1.
Gavazzo ya había confesado
su participación en este crimen en el libro “Gavazzo. Sin Piedad” (2016). Ante el Tribunal, repitió lo dicho en el
libro: que le arrojó al prisionero una granada de gas porque se había
insubordinado y no podía controlarlo.
Sin embargo, “Pajarito”
Silveira confirmó que Gavazzo “gaseó” al Gordo Marcos, pero señaló que en el
cuartel la versión era que Gavazzo lo hizo “para interrogarlo”.
Gavazzo admitió ante el
Tribunal que Pérez Silveira se negó a hablar en los interrogatorios.
En “Gavazzo. Sin Piedad”
hay otros testimonios que dan cuenta de las torturas salvajes que recibió Pérez
Silveira en Artillería 1. En una edición ampliada que estará en las librerías
en los próximos días se incorporará un nuevo testimonio inédito. Alguien que
con nombre y apellido relata las torturas de Gavazzo.
¿Este tema también es
viejo, aclarado, chicana y bolazo?
8) La prisión del coronel
Gómez
El general Manini Ríos da
a entender que lo único importante, nuevo y comprobado es que Gavazzo y
Silveira dejaron que el coronel Gómez permaneciera preso tres años, siendo
inocente del crimen de Gomensoro.
La verdad es que el asunto
no es nuevo. Todo está contado con lujo de detalles en “Gavazzo. Sin Piedad”.
Allí está todo: quiénes respetaron y quiénes falsearon los hechos, quiénes
buscaron ayudar y quiénes engañar a la justicia, qué declaró cada uno: los que
dijeron la verdad y los que mintieron.
Gómez hoy está libre
porque sus hijas se pusieron el caso al hombro, investigaron por su cuenta,
consiguieron pruebas y testigos y hasta grabaron en forma clandestina a Gavazzo
admitiendo que había mentido a la Justicia.
Con todas las pruebas
reunidas y mucho coraje las hijas de Gómez confrontaron a la Justicia, al
Ejército y al Ministerio de Defensa.
Recién ahí, cuando Gómez
ya llevaba años preso, lograron que el Ejército y el Ministerio de Defensa
intercedieran algo.
Quién oye hablar hoy a
Manini Ríos puede creer que el Ejército movió cielo y tierra para liberar a
Gómez de su injusta prisión.
No es cierto.
Fueron sus hijas.
9) Lo que no dicen las
actas
Lo que dice Manini Ríos no
consta en el fallo del Tribunal de Honor.
En el fallo no dice:
Gavazzo confesó un crimen horrible pero no lo tomamos en cuenta porque “ya se
sabía todo”, “es un bolazo” o “no tiene asidero”.
La chicana y el bolazo
solo aparecieron luego que se filtrara la noticia de la confesión de Gavazzo.
10)
La decisión colectiva
Manini Ríos ha dicho que
los generales que integraron el Tribunal de Honor le informaron de los graves
dichos de Gavazzo y que él ordenó continuar. Sin embargo, habla en plural e
involucra en la decisión a los generales.
“Cuando el Tribunal de
Honor me informa de las declaraciones de Gavazzo convenimos en que esto era una
chicana para alargar el proceso”, le dijo a Búsqueda.
“El Tribunal de Honor hizo
lo correcto, me informa a mí. Y juntos entendimos que esto era una estrategia
para dilatar en mucho tiempo el fallo del Tribunal”, dijo a Buen Día Gente.
El Ejército no es un club.
Los generales podrían tener su opinión, pero le informaron como correspondía a
su comandante. Fue Manini quien ordenó seguir adelante y no denunciar a la
Justicia. Luego aprobó el fallo. Y escribió un documento que no mencionó los
crímenes admitidos por Gavazzo y Silveira y, por el contrario, criticó en forma
virulenta al Poder Judicial.
No pudo ser una decisión
plural ni colectiva, porque así no funciona el Ejército.
En cuanto a la decisión en
sí, Gavazzo y Silveira fueron sancionados por haber dejado que Gómez fuera
preso siendo inocente, pero no por su participación o implicancia en la muerte
y desaparición de Gomensoro y Pérez Silveira, ni por el segundo vuelo.
Para que ello fuera
posible, se saltearon confesiones y acusaciones muy concretas. No las borraron
de las actas, pero las subvaloraron, las minimizaron, las ignoraron.
Manini pudo no haber
homologado lo actuado por el Tribunal. ¡En plena dictadura el comandante Luis
Queirolo mandó para atrás un Tribunal de Honor al represor Ernesto Ramas por
considerar que había sido muy blando!
En cambio, el comandante
ordenó seguir adelante y no denunciar en la Justicia, aprobó el fallo del
Tribunal y lo redobló con un ataque al Poder Judicial.
Los efectos de sus actos
están a la vista.
Se cumplió el objetivo de
sancionar a Gavazzo y a Silveira por un hecho muy concreto y particular, que se
agota en sí mismo. No hay otros oficiales acusados de mentir o callar para
encarcelar a Gómez.
Haberlos denunciado en la
Justicia, en cambio, por matar y desaparecer hubiera abierto una puerta a que
otros oficiales también sean sancionados o denunciados. Y hubiera obligado a un sinceramiento del
Ejército respecto sus prácticas en aquellos años. Pero habría sido un gran
logro para el Ejército, un hito histórico, un gol, como le gusta decir a
Manini.
Es algo largamente pendiente.
Algún día, para bien del país y del propio Ejército, algún comandante tendrá el
coraje de hacerlo.
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(*) La difusión de la
presente nota periodística es meramente de carácter informativo y no supone
ningún grado de aceptación y/o compromiso con los conceptos, juicios o
comentarios que en la misma se formulan.