A Bardecio se le negó la
libertad anticipada luego de constatar que no se arrepiente de sus crímenes.
Sin embargo, se encuentra con prisión domiciliaria y cuenta con autorización
para salir a caminar tres veces por semana. Condenado como coautor del
homicidio de Héctor Castagnetto, durante una pericia psicológica reciente
declaró: “Para mí Castagnetto no era nada ni nadie… acuérdese que estábamos en
un sistema militar”. Y sobre el asesinato, reprodujo: “Lo llevaban en un bote
manejado por el capitán de navío Jorge Nader”,“lo ataron con una cadena, le
pegaron tres tiros y lo tiraron al agua”. Sus vecinos y la Coordinación 25 de
Julio harán una vigilia este sábado para reclamar que se le revoque el
beneficio de la prisión domiciliaria.
Expediente de Nelson Bardecio / Foto: Betania Núñez |
Fue invisible durante
años, o eso intentó. Se mudó una noche invernal de 2015 y se recluyó en su
casa, perfil bajo, sin llamar la atención. De a poco fue ganando espacios:
empezó a salir a tirar la basura, caminó hasta la esquina, saludó a los vecinos
como uno más. Pero en el fondo siempre estuvo la sospecha, que con el tiempo
fue cobrando fuerza.
Desde la perspectiva de
los vecinos, en aquel noveno piso del edificio de Martín C Martínez vivía una
mujer viuda. Por eso, cuando el hombre se instaló de un día para el otro y fue
presentado como el marido de la dueña de casa, a nadie le pareció una situación
del todo normal.
En retrospectiva, los
vecinos recuerdan que antes de la llegada de su esposo la señora había
preguntado si se trataba de un barrio politizado, y reparan en que ahora tienen
otros elementos para interpretar aquella historia increíble –según dijo, se
había trasladado de Argentina a Uruguay luego de que le pusieran una bomba en
su casa–, para ver que tenía un trasfondo diferente al de la inseguridad.
Desde 2015 la especulación
fue creciendo: tenían que significar algo esos autos estacionados cada tanto
con chapa del Ministerio del Interior y las visitas de los uniformados de verde
militar. Fue una combinación de azar y de sospecha la que, recién este año,
disipó el misterio. Después de identificar el apellido, pusieron una historia
sobre la otra: la salida del país en 1972 hacia Canadá, su pasaje por México y
su larga estadía en Estados Unidos, su migración a Argentina y su extradición
en julio de 2008 a Uruguay.1 De este ex policía y fotógrafo –que trabajó para
la Cia y reveló imágenes de todos aquellos pasajeros que salían del Aeropuerto
de Carrasco con destino a Cuba para entregarlas a la Embajada de Estados
Unidos– no hay tantas fotos como se tendería a pensar, pero los vecinos ahora
tienen más: la de julio de 2008 cuando, esposado, fue conducido a la justicia,
y la secuencia de un día corriente de mayo de 2019, pleno mediodía, cuando
salió a caminar con su señora. Y ahora sí no hay más dudas de que se trata de
Nelson Bardecio.2
DE JAMES BOND A CHOFER DE
CANTRELL
El 20 de octubre de 2017, en el apartamento de Martín C Martínez, una
psicóloga enviada por el Poder Judicial le realizó una pericia. Bardecio había
solicitado la libertad anticipada y el insumo ayudaría en la definición. Si
bien al principio el ex policía mantuvo “una actitud persecutoria, desconfiada,
amenazante” e insistió en su inocencia –según dio cuenta la psicóloga en el
informe que elevó al juzgado–, luego se explayó: fue un allegado a Jorge
Pacheco Areco, presidente de la República de la época, el que le permitió
entrar de una semana para la otra como policía del Ministerio del Interior. Era
“el momento de los tupamaros”, contextualizó Bardecio: “Tuve la feliz idea de
pensar en algo mejor para combatir al movimiento e hice un escrito de dos
páginas para seguir mejorando el servicio de inteligencia. Yo quería escalar,
subir a oficial”.
Además, Bardecio
declaró:“Fui el chofer de (William) Cantrell, que era de la Cia”,y explicó:
“Era lo mismo que Dan Mitrione”, el agente del Fbi que entrenó en la tortura a
la Policía uruguaya y fue asesinado por el Mln en 1970, hecho al que Estados
Unidos, según la investigadora Clara Aldrighi, respondió con el fomento a la
creación de los escuadrones de la muerte: “Ellos eran la misma cosa (Cantrell y
Mitrione), pero nunca estaban juntos”, aclaró Bardecio a la psicóloga. Según se
detalla en el informe, el ex policía agregó que “era evidente la buena relación
entre Estados Unidos y Uruguay en cuanto a compartir información”, pero
enseguida reculó: “¿Esto no llegará al Senado?”.
De estos nombres, y del
accionar de los grupos parapoliciales y paramilitares que en los setenta
torturaron, asesinaron y desaparecieron personas, y que él mismo integró,
Bardecio ya había hablado. La primera vez fue en 1972, luego de ser capturado
por tupamaros y sometido a la Cárcel del Pueblo, cuando firmó un testimonio
escrito que se conoció como las Actas Bardecio. Pero a fines de 2017, mientras hablaba
con la psicóloga enviada por el Poder Judicial, Bardecio insistió.
Luego de alusiones a su infancia y a su “sueño de ser James Bond”, propuso que está preso “porque soy el único idiota que queda vivo” y, tal como lo resumió la psicóloga, reconoció “que trabajando en el servicio de inteligencia oía gritos de las personas que estaban interrogando”, sobre lo que respondió “en forma desafectivizada que les estaban sacando información y les daban una ‘biaba’. Frente a esta situación no se evidencia ningún malestar ni cuestionamiento”, concluyó la psicóloga, únicamente que, en palabras de Bardecio,“al principio me ponía nervioso, después me acostumbré”.
Luego de alusiones a su infancia y a su “sueño de ser James Bond”, propuso que está preso “porque soy el único idiota que queda vivo” y, tal como lo resumió la psicóloga, reconoció “que trabajando en el servicio de inteligencia oía gritos de las personas que estaban interrogando”, sobre lo que respondió “en forma desafectivizada que les estaban sacando información y les daban una ‘biaba’. Frente a esta situación no se evidencia ningún malestar ni cuestionamiento”, concluyó la psicóloga, únicamente que, en palabras de Bardecio,“al principio me ponía nervioso, después me acostumbré”.
Aunque ya no sorprenderá
que el informe de la psicóloga recomendó no otorgar la libertad anticipada (posición
que se mantuvo en todos los ámbitos judiciales hasta llegar a la negativa final
de la Suprema Corte de Justicia, casualmente fechada el 20 de mayo pasado, día
de la Marcha del Silencio), Bardecio llevó su relato todavía un poco más allá.
Cuando habló del crimen por el que fue condenado –coautoría en el homicidio muy
especialmente agravado de Héctor Castagnetto, de 19 años, en agosto de 1971, y
de sus gestiones para asesinar y arrojar el cuerpo al Río de la Plata–, primero
no se acordó del nombre de su víctima, y luego sostuvo:“Para mí Castagnetto no
era nada ni nadie… acuérdese que estábamos en un sistema militar”. “El grupo
que actuaba estaba al mando de (el ex director de Inteligencia y Enlace
Alejandro) Otero. Lo encuentran a Castagnetto y el jefe le dice que lo lleven a
Carrasco, no recuerdo bien… yo entro y veo a un individuo hecho un ovillo en un
rincón (es decir, a Castagnetto luego de la tortura) y a dos o tres individuos.
Nos dijeron que nos quedáramos ahí hasta que nos relevaran”, por lo que “nos
quedamos conversando, mirando la ventana (…). La casa era preciosa y tenía una
vista preciosa (…). Fue (Elmar) Castiglioni el que ordenó lo que teníamos que
hacer”. Bardecio cerró diciendo, en sintonía con las afirmaciones que ha hecho
en otras oportunidades, que “a Castagnetto lo llevaban en un bote manejado por
el capitán de navío Jorge Nader”,“lo ataron con una cadena, le pegaron tres
tiros y lo tiraron al agua”.
Tal vez está de más decir
que la psicóloga llegó a la conclusión de que en Bardecio hay “falta de
consideración hacia los otros” y “cualquier capacidad de culpa o remordimiento
por su conducta”,“no existe arrepentimiento, pesar o elaboración de los hechos
que permitan visualizar una mínima autocrítica o reflexión”. Pero además,
cuando la perita le preguntó “cuál es su vivencia de los hechos después de los
años transcurridos”, Bardecio respondió: “Luché contra el gobierno actual,
nunca me perdonaron”, “no comparto la idea izquierdista de este país”, “yo
siento odio por este país”.
LOS DOCTORES DE BARDECIO
Desde que estuvo privado de libertad en Domingo Arena, su expediente es cada
vez más voluminoso. Entre los vericuetos legales y los recovecos judiciales se
perdieron de vista los importantes beneficios a los que Bardecio pretendía
acceder y los que –no todos, pero sí algunos– efectivamente obtuvo.
Bardecio está condenado a
15 años y seis meses de prisión. La primera vez que su defensa solicitó la
domiciliaria, y pese a la dramática situación de salud que describían los
especialistas que lo atendían, por ejemplo, en el Hospital Militar, el médico
del Instituto Técnico Forense del Poder Judicial entendió que se trataba de una
persona “autoválida y sin signos de descompensación de sus enfermedades, las
que se encuentran en control y tratamiento médico”, que “no reúne las
condiciones médicas para recomendar la prisión domiciliaria”.
Además, el médico indicó que, luego de realizar varias visitas a la cárcel de Domingo Arena, podía afirmar que Bardecio se encontraba en “instalaciones dignas para la vida, tanto en el alojamiento como en las áreas de esparcimiento”, además de contar “con enfermero de guardia y visita médica regular”.
Además, el médico indicó que, luego de realizar varias visitas a la cárcel de Domingo Arena, podía afirmar que Bardecio se encontraba en “instalaciones dignas para la vida, tanto en el alojamiento como en las áreas de esparcimiento”, además de contar “con enfermero de guardia y visita médica regular”.
Un año después, trasladado
al Hospital Militar, a Bardecio se le colocó un marcapasos “por padecer
trastorno de ritmo cardíaco”. Su defensa repitió el pedido, pero esta vez lo
elevó directamente a la Suprema Corte de Justicia (Scj). Si bien en ese ámbito
se declinó competencia en favor de la jueza que seguía el caso, Graciela
Eustachio, finalmente le concedió la prisión domiciliaria el 9 de junio de
2015.
Eduardo Aranco Gil, que
encabeza la defensa de Bardecio desde 2011, es un destacado abogado y militar,
familiar de Pedro Aranco, quien ocupó el cargo de comandante en jefe del
Ejército durante 1984. El abogado defensor de Bardecio es coronel retirado y fue
nombrado miembro militar de la Scj, primero por José Mujica en 2009 y luego por
Tabaré Vázquez en 2015; continúa en ese puesto hasta la actualidad.3
Si el acceso de Bardecio a
tal defensa puede generar suspicacias –por lo pronto, llamó la atención de los
abogados a los que consultó Brecha–, menos explicación pudo encontrar este
semanario acerca de la atención que le brindan los médicos militares. Cuando
abandonó el país era funcionario del Ministerio del Interior: Bardecio es ex
policía, no militar. Pero durante su prisión en Domingo Arena y a su salida,
incluso hasta el día de hoy, se atiende en el hospital de las Fuerzas Armadas,
una institución reservada a los militares, sus esposas e hijos menores de 18
años.
En una audiencia del 23 de
noviembre de 2018, cuando compareció frente a la jueza Sahiana Sena para
solicitar su libertad anticipada, Bardecio aseguró: “Continúo en tratamiento,
tengo 26 pastillas diarias para tomar, las cuales las provee por ahora el
Hospital Militar así como todo el servicio médico, un día me pusieron un
holter, al otro día cuando me desperté había diez médicos y encontraron
dificultades en que mi corazón se paraba por minutos y decidieron ponerme un
marcapasos, y con eso ando bastante mejor”.
Brecha trasladó la
consulta al director nacional de Sanidad de las Fuerzas Armadas, general
Alejandro Salaberry, pero no obtuvo respuesta. También consultó al Ministerio
del Interior y al Instituto Nacional de Rehabilitación (Inr); la consulta fue
derivada y presentada por escrito, pero al cierre de esta edición tampoco se
había facilitado la información.
A todo esto, Bardecio no
sólo obtuvo la prisión domiciliaria, también le fueron concedidas salidas
especiales. En su expediente judicial las únicas alusiones a tal beneficio que
este semanario pudo encontrar son del propio Bardecio y del informe de la
pericia psicológica. Pese a que en la audiencia del 23 de noviembre Bardecio
había dicho minutos antes que su rutina “es bastante monótona, soy enormemente
respetuoso de la situación en la que estoy, no puedo salir, no salgo”, luego
sostuvo: “Me dieron permiso para salir una hora y media a la semana, pero no
puedo, salgo y vuelvo agarrado de las paredes”.
Mientras tanto, la
psicóloga que le realizó la pericia el 20 de octubre de 2017 remitió a un
informe médico forense, en el que se reafirmaba “la ausencia de patología
crónica descompensada” y la posibilidad de que Bardecio realizara ejercicio
dentro de su domicilio, lo que había llevado al fiscal de la causa a sostener
que “a juicio del suscrito no corresponde acceder a la solicitud de salidas
especiales requeridas por la defensa”. En esa época el expediente se encontraba
en la sede del juez de ejecución Gonzalo Silva, quien, consultado por Brecha,
hizo un rastreo de los decretos, pero no supo informar a ciencia cierta quién o
cómo se tomó dicha resolución.
Por su parte, la directora
de la Oficina de Supervisión de Libertad Asistida (Osla), Cecilia Vega, dijo a
Brecha que Bardecio tiene una autorización judicial para “hacer caminatas tres
veces por semana” que data de octubre de 2017, aunque se negó a proporcionar
dicho documento.
Sin tobillera ni horarios y días establecidos para hacer uso
de las salidas especiales, la idea que trasmitió la directora de Osla es que se
vuelve imposible garantizar que Bardecio no abuse de ese beneficio: “El juez no
nos dijo qué días podía salir, lo único que dice es que está autorizado a
salir. Es muy difícil confirmar que efectivamente sale tres veces por semana
durante una hora”.
La directora tampoco supo indicar la periodicidad de los controles –sostuvo que la frecuencia es variable–, y, ante el pedido de fecha y hora de las visitas realizadas durante los últimos tres meses, respondió que esa información es “reservada”, un término similar a los empleados por las autoridades del Inr:“No estamos autorizados a divulgar detalles de fechas y horarios de los controles realizados”.
La directora tampoco supo indicar la periodicidad de los controles –sostuvo que la frecuencia es variable–, y, ante el pedido de fecha y hora de las visitas realizadas durante los últimos tres meses, respondió que esa información es “reservada”, un término similar a los empleados por las autoridades del Inr:“No estamos autorizados a divulgar detalles de fechas y horarios de los controles realizados”.
Ante esta situación,
vecinos de Bardecio y la Coordinación 25 de Julio –integrada por diferentes
organizaciones que militan en defensa de los derechos humanos– convocaron a una
vigilia que se realizará mañana sábado a partir de las 11 horas en Martín C
Martínez y Garibaldi, frente al apartamento del piso 9. En diálogo con Brecha,
voceros de la organización explicaron que “el Estado no actúa, el Poder
Judicial no informa a las víctimas ni a la sociedad de estos privilegios,
mientras ellos siguen ahí. Nosotros lo que podemos hacer es exigir el fin de la
prisión domiciliaria y evitar que los vecinos tengan que seguir callando por
miedo”.
1. Los periodistas Samuel Blixen, Fabián
Kovacic y Walter Pernas dieron con su paradero en julio de 2008: véase “El
eslabón encontrado”, Brecha, 24-VII-08 (la nota es de lectura libre en la web
del semanario).
2. En este semanario históricamente se escribió
“Bardesio”, como aparecía en los textos en los que se basaban las
informaciones; sin embargo, documentos oficiales actuales muestran que el
apellido se escribe con “c”, aunque la confusión persiste y, además de ser
recogida en artículos periodísticos, puede verse en los expedientes judiciales.
3. Además de sus cinco ministros, la Suprema
Corte de Justicia cuenta con dos miembros militares que actúan cuando se debe
analizar un caso que llega a la justicia civil desde la militar.
------------