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viernes, 31 de mayo de 2019

CIDH: es grave la impunidad


CIDH: situación más grave para DDHH en Uruguay es la impunidad

Comisión Interamericana también planteó su rechazo a someter a votación derechos de personas trans y privadas de libertad

Sudestada - 29 5 19

Comisionadas Esmeralda Arosemena y Antonia Urrejola durante la presentación del resultado de la visita a Uruguay. Foto: Sudestada.
Terminó este miércoles 29 una visita de trabajo de tres días de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) a Montevideo, con un severo cuestionamiento al Estado por la persistente impunidad en materia de violaciones a los DDHH en el pasado reciente. En especial, se cuestionó la postura de la Suprema Corte de Justicia contraria al Derecho Internacional al considerar como prescritos los crímenes de la dictadura.

“Grave”, “preocupante”, “incomprensible”, fueron algunas de las palabras que la comisionada Antonia Urrejola (relatora de Uruguay y de Verdad y Justicia) usó para definir la situación del país en esta materia durante la conferencia de prensa realizada en la sede del Mercosur. Junto a Urrejola también integró la delegación la presidenta de la CIDH, la abogada panameña Esmeralda Arosemena.

Si bien reconocieron los avances registrados con la creación de institucionalidad en materia de DDHH, como la Fiscalía Especializada a cargo de Ricardo Perciballe (a la que definieron como “un paso importantísimo”) en el comunicado final la CIDH observó “con suma preocupación la subsistencia de interpretaciones judiciales en procesos penales que niegan la imprescriptibilidad de las graves violaciones de los Derechos Humanos. Dichas interpretaciones resultan en la impunidad de los perpetradores de los delitos de lesa humanidad y niegan justicia y reparación a las víctimas”.

En este sentido, Urrejola recordó la obligación del Estado de dar cumplimiento a la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CorteIDH) que condenó al país en el caso Gelman vs Uruguay. Dicho fallo estableció que “no son admisibles las disposiciones de amnistía, de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de los DDHH tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias, y las desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables reconocidos por el Derecho Internacional de los DDHH”.


Por ese motivo la CIDH llamó al Estado, en especial al Poder Judicial, a “cumplir con su deber de aplicación del control de convencionalidad en el marco de su obligación de respetar y garantizar los DDHH previstos en las decisiones de la CorteIDH y la Convención Americana”.

Según señaló Urrejola, en este aspecto “subsiste una deuda del Estado con las víctimas de violaciones a los DDHH en materia de Justicia y Verdad”. “Las torturas, las desapariciones forzadas, son crímenes de lesa humanidad, y son imprescriptibles. Y las interpretaciones en contrario son una violación a una obligación del Estado”, insistió.
Según la CIDH, la interpretación de la Suprema Corte de Justicia viola una obligación del Estado con los DDHH. Foto: Sudestada.

La comisionada aseguró que “hay una deuda del Estado uruguayo, independientemente de los gobiernos de turno y de quiénes sean los responsables. Hay una deuda que le compete a la sociedad uruguaya completa”. Dijo que entre otras informaciones al respecto, la comisión solicitó la cantidad de condenados y procesados por estos delitos y al conocer los datos “me ha sorprendido lo poco que hay. Nuestra mayor preocupación está ahí”.

Urrejola explicó que hay “urgencia” en abordar y resolver este problema porque “las víctimas y los familiares se están muriendo”. “No puede ser que los familiares se mueran sin saber qué pasó con sus deudos, no puede ser que la gente que estuvo años presa no encuentre Justicia. No puede ser que un país que ha avanzado tanto, tenga esta deuda. Para mí, como chilena, es incomprensible”.

La Comisión también recordó que las reparaciones económica por las violaciones a los DDHH por parte del Estado “deben ser otorgadas en atención a su calidad de víctimas”, y que las mismas “no son incompatibles ni sustituyen los ingresos propios o subsidios provenientes de la seguridad social”. Por esa razón, la CIDH llamó al Estado a ajustar la legislación interna para “permitir una adecuada reparación a las víctimas” y evitar que, como sucede actualmente, estén obligadas a elegir entre la pensión reparatoria y otro beneficio previsional.

En cuanto a las amenazas del autodenominado “Comando Barneix” a 13 defensoras y defensores de Derechos Humanos en 2017, asunto que fue planteado en varias ocasiones al Estado por parte de la CIDH, Urrejola dijo que la comisión le planteó al Ministerio del Interior la realización de una reunión con las víctimas para informarles sobre la marcha de las investigaciones a nivel de los poderes Ejecutivo y Judicial.

“Vamos a seguir monitoreando la situación porque se trata de operadores de Justicia, de abogados, de defensores de DDHH, que para nosotros son aliados para mantener su vigencia. Por lo tanto, cuando son amenazados hay una alerta y el Estado debe actuar de manera urgente”, insistió Urrejola.

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Ley Orgánica Militar

Una oportunidad para iniciar la democratización 
interna de las FFAA

Escribe: Gustavo Buquet en La Diaria - 31 5 19

Luego de más de un lustro de displicencia gubernamental con las Fuerzas Armadas (FFAA), el general (r) Guido Manini Ríos comenzó a rebelarse cuando, desde el poder civil, surgieron las primeras propuestas de cambio. Quizás los nervios respondían a que se podía comenzar a resquebrajar ese supuesto equilibrio entre el poder civil y el poder militar que había existido con los diferentes gobiernos democráticos. Esta connivencia entre el poder político y las FFAA les ha asegurado a sus principales mandos, la mayor impunidad posible; no disminuir sus privilegios económicos; la no intromisión de los mandos civiles en su estructura corporativa y sus decisiones internas; y la no modificación del sistema de formación militar.

Primero, Manini comenzó a protestar y presionar al poder civil por la ley de reforma de la Caja Militar; esta ley afectó parcialmente los privilegios económicos que todavía no habían sido tocados. En segundo lugar, la propuesta de una nueva Ley Orgánica Militar, la que ponía en vilo uno de los equilibrios que aseguraban a las FFAA mantener su cultura corporativa, convirtió a Manini en defensor mediático de la “familia” militar, descubriendo totalmente su discurso antidemocrático. No es para menos: este proyecto de ley propone modificar la estructura interna, las decisiones corporativas, elimina la Doctrina de la Seguridad Nacional, y establece nuevos criterios que ponen a las FFAA al servicio del sistema democrático. Es la primera pulseada ganada a favor de la democratización del funcionamiento interno de las FFAA.


El contexto

El contexto en el que ha ido avanzando este proyecto de ley es importante, y no fue necesariamente propicio. Unas FFAA que en 34 años no han tenido todavía un comportamiento institucional democrático: espionaje militar en democracia; la mayor parte de los comandantes en jefe en democracia han justificado los delitos de lesa humanidad como actos de servicio contra la subversión; pronunciamientos explícitos en contra de los tres poderes del Estado; opacidad en la información militar; y nula colaboración institucional por el esclarecimiento de las violaciones a los derechos humanos.

La reforma de la Ley Orgánica es una tarea insoslayable para el gobierno del Frente Amplio (FA), pero lo hubiera sido para cualquier gobierno democrático. Es decir, el FA tomó la iniciativa diez años después de aprobada la Ley Marco de Defensa Nacional; pero el sistema democrático en su conjunto tardó más de tres décadas en transformar la ley de la dictadura.

Al inicio de esta administración, la primera medida que tomó el Ministerio de Defensa Nacional fue concederles a los tres comandantes en jefe, incluido en aquel entonces el general Manini, la responsabilidad de redactar el proyecto. A ninguno de los tres comandantes le interesaba cambiar la Ley Orgánica; en cualquier caso, los cambios propuestos no irían en un sentido precisamente democrático.

Cuando Jorge Menéndez asumió el ministerio, cambió la estrategia, se deshizo de (casi) toda la propuesta de los comandantes, y les mandó a sus asesores jurídicos civiles redactar el proyecto. Este fue parcialmente reformado, positivamente, por la bancada parlamentaria del FA.

El proyecto acordado

El proyecto avanza en varias direcciones. En primer lugar, elimina la Doctrina de la Seguridad Nacional. En segundo lugar, y por primera vez en la historia de Uruguay, el proyecto de ley propone una disminución importante de coroneles y generales: reduce en 80 los coroneles para las tres fuerzas, y en cuatro los generales. La reducción principal se aplica al Ejército: 66 coroneles y cuatro generales.

En tercer lugar, se han eliminado como tales los Tribunales de Honor, y con ellos su vetusta reglamentación. Se le ha transferido a la Justicia ordinaria –en caso de delitos penales–, su potestad de pase a reforma de militares en actividad o retiro (es decir, su cese y pérdida de derechos simbólicos y económicos), que antes pertenecía a dichos tribunales. Se ha creado a cambio un tribunal de Ética y Conducta Militar con menos potestades, y que su reglamento, a cargo del Poder Ejecutivo, esperemos que sea actualizado y democrático.

En cuarto lugar, termina con la obediencia debida, es decir que según el proyecto de ley “Ningún militar debe cumplir órdenes manifiestamente contrarias a la Constitución y las leyes vigentes, o que impliquen la flagrante violación o ilegítima limitación de derechos humanos fundamentales. [...] Lo actuado en contrario a lo dispuesto precedentemente determinará la directa responsabilidad del militar, el que no podrá ampararse en el cumplimiento de órdenes superiores”.

En quinto lugar, se crea el estatuto del personal militar, al que se define como funcionario público. Esta definición, que aparentemente es menor, elimina el concepto de que ser militar es especial, diferente, y apunta a la integración y a la igualdad de todos los ciudadanos, civiles y militares. Además, dicho estatuto les da derechos, en los que un elemento insoslayable es la no discriminación, por lo que asegura un trato igualitario –al menos en la normativa– a todos los integrantes, particularmente incorpora la perspectiva de género e iguala los derechos de oficiales y subalternos. Agrega, además, para todos los casos, los derechos de presunción de inocencia y del debido proceso.

Según Manini, estos últimos dos elementos –la eliminación de la obediencia debida y la asignación de derechos básicos al personal militar– son las propuestas del Poder Ejecutivo que terminarán con la cadena de mando, y eliminarán la disciplina, la obediencia y el funcionamiento mismo de las FFAA. Aparentemente, para Manini las órdenes que implican la violación de los derechos humanos deben ser acatadas, y los subalternos no deben tener derechos para reclamar posibles arbitrariedades de sus superiores.

Esta ley es una gran oportunidad. Puede ser el comienzo de la democratización de las FFAA. No puede quedar en papel mojado. Debe ser acompañada por leyes orgánicas igualmente transformadoras en cada una de las tres fuerzas y, por supuesto –y lo más importante–, transformar el sistema de formación militar, que los oficiales formados en democracia conciban como propios estos nuevos valores y dejen de seguir creyendo en la Doctrina de la Seguridad Nacional.

(*) Gustavo Buquet es economista, doctor en Comunicación y docente de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.

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Fotogramas al rescate


El sorprendente libro “Cine de planchada” echa luz sobre un episodio de nuestro pasado reciente del que poco o casi nada se habla: la vida de los presos políticos en el Penal de Libertad durante la dictadura y, más específicamente, sus experiencias frente a una improvisada pantalla de cine en el patio interno, la planchada del penal. Los reclusos se sentaban sobre sus cobijas en el suelo ante fotogramas que los ayudaban a soñar y a imaginar vidas muy alejadas de las que en ese momento les tocaban en suerte.

Por Diego Faraone – 31 519 – Brecha


Efectivamente, en la dictadura hubo proyecciones cinematográficas en el Penal de Libertad. Aunque cueste creerlo, el milagro ocurrió durante un largo período de casi diez años; cine sin interrupciones, desde abril de 1973 hasta enero de 1983. Los presos políticos allí recluidos y hacinados de a dos personas en celdas de 3,60 por dos metros tuvieron el invaluable alivio del séptimo arte una vez a la semana (en los últimos períodos, la constancia fue más irregular); podían perderse en esas imágenes en movimiento con sonido que, al menos por un rato, los sustraía de las rejas y los muros. El cine supo convertirse en un bálsamo para personas fervientemente necesitadas de conectar con el afuera, con otras culturas, otras realidades y otros mundos.

El fenómeno termina por explicarse con un dato nada menor: no sólo los presos, sino también las autoridades militares salían beneficiadas con la iniciativa. Ante la presión y la mirada internacional, ante el ojo objetor de organizaciones de derechos humanos, figuras de peso, políticos o gobiernos, era necesario que el Penal de Libertad, presidio en el que se abarrotaban los opositores al régimen, fuese una cárcel “modelo”. Así, una gran estrategia para ocultar los abusos y las violaciones a los derechos humanos era llenarse la boca con los talleres, la cancha de fútbol, el cine. Efectivamente, un penal con cine era algo excepcional, un medidor engañoso que podía hacer creer que, en definitiva, la vida allí adentro no era tan mala.

La existencia del cine fue una iniciativa de un grupo de presos que supo negociarla, hablarla con alguna de aquellas escasas autoridades militares bien predispuestas y, naturalmente, organizar su costeo con el apoyo económico de las familias de los mismos presos. Así como los reclusos se hacían cargo de actividades variadas, como cocina, carnicería, biblioteca, cantina, panadería, limpieza, huerta, porqueriza y otras, en determinado momento se abrió la experiencia de las comisiones (fotografía, ajedrez, encuadernación, mecánica dental, etcétera) y, a comienzos de 1973, la comisión de cine fue un hecho que benefició a todos.

Lo cierto es que el menú de la semana los transportó a lugares impensables: a bordo de un barco de los mares del sudeste asiático, a los bosques del Japón feudal, a los campos de algodón en Georgia, al medio de la batalla en las guerras mundiales, al Polo Norte, al espacio, al medio oeste, a la Italia de posguerra, a Gales o al norte de Irlanda. Cine de autor, thrillers, policiales, musicales, westerns, documentales, dramas, comedias de todo tipo se sucedieron en este cine de planchada.

Esta singular vivencia se encuentra notablemente relatada en este libro, en el que el periodista Guillermo Reiman rememora sus propias experiencias. Reiman ingresó al penal con 21 años y salió con 33, por lo que, con la excepción de los períodos que atravesó confinado en celdas de aislamiento, fue testigo presencial de todas las proyecciones. El relato propone un recorrido en el cual la descripción y el análisis crítico de las películas exhibidas son notablemente acompañados por anécdotas del penal, donde la vida carcelaria era alterada y sacudida por aquellas sesiones. Pocas lecturas podrían dejar tan patente el poder del cine y su capacidad de trascendencia.

Aunque se trata de un relato de experiencias vividas en carne propia, Reiman utiliza la primera persona del singular en escasas ocasiones, refiriéndose a esta historia con un “nosotros” constante, algo más bien raro de ver en la literatura reciente, un rasgo identitario que, de algún modo, reafirma la idea de un sentir colectivo y de un grupo organizado para resistir y apoyarse entre sí. Pero, a la vez, Reiman elude notablemente los lugares comunes de los relatos de época. 

En primer lugar, no se trata de una recitación heroica, sino que asume con humildad y acierto la realidad de un grupo de sobrevivientes, exhibiendo sus grandes frustraciones e incluso hasta riéndose de sí mismos y sus propias limitaciones. En segundo lugar, si bien el libro da cuenta de algunos de los momentos más crudos que atravesaban, no es un relato de victimización ni un tren fantasma de atrocidades, sino una historia que explora aquellos momentos de comunión, festejando la magia del séptimo arte y esa oportunidad de dar rienda suelta a una pasión.

Hay, también, un muy buen uso del humor, con salidas de tono notables, como el fragmento en que un preso bastante desquiciado gritaba: “¡Miren, un oni!”, señalando por la ventana un objeto volador que nadie más veía. En uno de los primeros capítulos, Reiman relata: “‘Agotar los medios’ es un principio militar muy manido y recurrido en cuestiones imprevistas. 

Buen ejemplo de ello dio un sargento de piso, a la hora de dar comienzo la proyección, cuando le ordenó a uno de los guardias: ‘Soldado, apague la luz y que empiece la película’. El soldado no tenía la menor idea de dónde estaba el interruptor, lo buscaba y no lo encontraba mientras el sargento más se lo exigía. Ante el nerviosismo del soldado por no dar cumplimiento a una orden el sargento, visiblemente malhumorado, le pidió al soldado el palo (bastón o tolete que portaba cada guardia dentro del celdario) y le dijo a viva voz: ‘¡Mire, soldado: esto es agotar los medios!’, y acto seguido pegó un salto y de un garrotazo hizo añicos la lámpara que iluminaba esa parte de la planchada. El soldado quedó lívido, y los presos, calladitos, antes de ver la película supimos que esa entrada estaba bien paga”.

Pero si el solo hecho de que existiera cine en la cárcel es sorprendente, también lo es el tipo de programación exhibida (Cinemateca Uruguaya y su director, Manuel Martínez Carril, fueron piezas clave para la obtención de copias). Durante los primeros años, la calidad de las películas fue sobresaliente; en 1974, por ejemplo, se exhibieron una tras otra –esto es, con una semana de diferencia– La gran ilusión, de Renoir, Sin aliento, de Jean-Luc Godard, Los 400 golpes, de Truffaut, Tiempos modernos, de Chaplin, Hiroshima mon amour, de Resnais, El salario del miedo y Las diabólicas, de Henri Georges-Clouzot, Casco de oro, de Jacques Becker. Es decir, varias de las mejores películas del cine mundial de todos los tiempos estaban proyectándose allí, en un programa como para volver cinéfilos hasta a los más apáticos.

Para colmo, en este cine de planchada no sólo se vieron varias de las corrientes más influyentes e importantes del siglo XX, sino que, además, la programación profundizó en varias de ellas: se sucedieron no uno, sino varios títulos de la nouvelle vague, del neorrealismo italiano, del realismo poético del cine francés, del film noir, de los años dorados del western, de la comedia muda, de la comedia italiana, buenas películas argentinas e incluso un par de joyitas japonesas. 

Reiman relata además que, si alguno tenía ganas de estudiar y leer sobre el cine que acababa de ver, tenía la posibilidad de informarse sobre esas mismas obras en algunos libros de la biblioteca del penal. Curiosamente, los presos políticos que asistieron al cine de planchada entre los años 73 y 76 (después de esos años los militares tomaron el control de la programación y bajaron la calidad a niveles subterráneos) tuvieron la posibilidad de formarse cinematográficamente de una forma autodidacta envidiable para muchos estudiantes de cine.

No deja de ser interesante que varios títulos hayan logrado ingresar al penal sobreviviendo a la censura imperante. Fueron exhibidas películas como ¡Viva Zapata! –increíble que los militares no supieran quién era el líder mexicano–, Rebelión –debería haber sido vetada sólo por su título–, Viridiana –que fue prohibida en muchos países–, El salario del miedo, La Marsellesa y otras tantas películas fuertemente comprometidas en lo social y hasta dotadas de cierto espíritu combativo o transgresor.

La lectura de este libro tiene un doble atractivo: es, por un lado, un relato que ilustra notablemente un momento y un lugar determinados. Pero, asimismo, es un interesante recorrido cinematográfico, útil para quienes quieran hacer un repaso por la historia del cine o leer sobre ella por primera vez. Reiman articula notablemente varias de sus pasiones (además del cine, hay fragmentos referidos a la literatura y la música que llegó a ser ejecutada dentro del penal) en un texto que oscila notablemente entre lo dramático y lo humorístico, que es entretenido y que al mismo tiempo llega, emociona y se vuelve difícil de olvidar, trayendo consigo una dimensión de la historia reciente que nos pertenece y que, hasta hoy, no había sido contada.

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El Cóndor más allá del sur

Los documentos desclasificados por Estados Unidos revelan
 los planes para asesinar a Cores y Ferreira.

Por Samuel Blixen – Viernes 31 5 19 - Brecha

Entregados recientemente al gobierno argentino, los archivos dan cuenta del protagonismo de la inteligencia uruguaya en planes para asesinar a opositores exiliados en Europa con el visto bueno del comandante en jefe del Ejército, general Julio César Vadora.

Los archivos desclasificados en Estados Unidos revelaron que el Cóndor uruguayo pretendió
 asesinar a Hugo Cores / Foto: Nancy Urrutia
Hugo Cores, secretario general del Pvp, y Wilson Ferreira Aldunate, líder del Partido Nacional, dos de los más prominentes exiliados uruguayos después del asesinato de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, fueron señalados como blanco de la Operación Cóndor para ser eliminados físicamente en Europa. Cores y Ferreira encabezaban una lista de objetivos elaborada por la jefatura operativa del Cóndor, instalada en Buenos Aires en junio de 1976, tras la decisión de poner en marcha el plan Teseo, tercera fase del Cóndor para operar fuera de fronteras del Cono Sur en la persecución y muerte de exiliados políticos, fueran o no considerados “terroristas y subversivos”.

Todo indica que hubo un intento de concretar el asesinato de Cores, cuando un equipo integrado por oficiales de la inteligencia argentina y uruguaya se trasladó a Francia en diciembre de 1976. La persecución con fines de eliminación del secretario del Pvp se prolongó por lo menos hasta 1978, cuando fracasó una “ratonera” instalada en Porto Alegre por oficiales de la Compañía de Contrainformación del Ejército uruguayo.

La vigilancia sobre Ferreira Aldunate, que residía en Londres, pero que estaba en permanente movimiento en sus viajes de campaña para denunciar el terrorismo de Estado de la dictadura uruguaya, se extendió por Europa, Estados Unidos y Sudamérica de forma obsesiva hasta mediados de 1977. Los indicios sugieren que hasta esa fecha la vigilancia estaba determinada por el plan de asesinato, aunque los partes periódicos sobre sus movimientos continuaron hasta el día mismo en que regresó a Uruguay, en 1984.

Se presume que los planes de la sección operativa para promover ejecuciones más allá de las fronteras del Cóndor dentro de América Latina, primero, quedaron en suspenso y, después, se desactivaron con la política de sanciones aplicada por el gobierno de Jimmy Carter (1977-1981), a partir de la enmienda del congresista demócrata Edward Koch, que supeditó la ayuda militar de Estados Unidos que recibían las dictaduras sudamericanas a la situación de los derechos humanos.

El nombre de Edward Koch también integró la lista de objetivos de Teseo, así como los de los principales dirigentes de Amnistía Internacional, Edy Kaufman y John Salzberg. En las listas aparecían también los nombres de los militantes identificados del Mln, del Erp argentino, del Mir chileno y del Eln boliviano, que integraban la Junta Coordinadora Revolucionaria (Jcr) y que actuaban en Europa.

El Cóndor concretó, por lo menos, dos asesinatos de dirigentes políticos después del episodio de Michelini, Gutiérrez Ruiz, William Whitelaw y Rosario Barredo, crímenes que también deben ser atribuidos al Cóndor: el del general Juan José Torres, ex presidente de Bolivia, secuestrado en Buenos Aires (donde vivía exiliado desde su derrocamiento en 1971), cuyo cuerpo apareció debajo de un puente en la provincia de Buenos Aires, el 2 de junio de 1976, con múltiples señales de tortura, y el del ex canciller chileno Orlando Letelier, asesinado en Washington junto con su secretaria, en setiembre del mismo año, cuando una bomba destruyó el automóvil en que viajaban.

MÁS ALLÁ DE FRONTERAS 

El mismo día en que Torres era asesinado en un operativo conjunto de argentinos y bolivianos, y 12 días después de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz, representantes de la inteligencia de los seis países que integraban el Cóndor (Argentina, Chile, Uruguay, Brasil, Paraguay y Bolivia) se reunieron en Santiago de Chile para una puesta a punto de la coordinación represiva que se había resuelto crear en noviembre de 1975 en Viña del Mar. (Esa coordinación fue bautizada con el nombre de Cóndor a propuesta del delegado uruguayo, el entonces coronel José A Fons, subdirector del Servicio de Información de Defensa [Sid], firmante del documento constitutivo.)

La puesta a punto, según un documento secreto de la Cia fechado el 21 de julio de 1976, recientemente desclasificado, incluía dos novedades: una era la partición del Cóndor en dos grandes rubros, Condortel, para el intercambio de información, comunicaciones y alimentación de una base de datos, centralizada en Santiago, y Condorop (o Condoreje), para los operativos represivos conjuntos, cuyo cuartel general quedó instalado en Buenos Aires, en el edificio del Batallón 601 de la inteligencia argentina.

La segunda novedad fue un acuerdo para realizar ejecuciones de exiliados en Europa. Los delegados de Brasil, Bolivia y Paraguay, en principio, condicionaron su participación. “En acuerdo separado, pero en línea con el pensamiento cooperativo del Cóndor, Uruguay acordó operar en forma encubierta en París con los argentinos y los chilenos contra la Junta Coordinadora Revolucionaria y otros terroristas”, dice el documento de la Cia. Brasil accedió a colaborar en aspectos técnicos de comunicaciones.

Una discusión más a fondo de este proyecto se concretó un mes después, el 2 de julio, en Buenos Aires. El Condorop se propuso planificar operaciones en Francia, para lo que se acordó un mecanismo que funcionaría en dos tiempos: una vez identificados los blancos (“targets”) se desplazaría a Francia un equipo integrado por uruguayos, argentinos y chilenos, que realizaría recolección de inteligencia (confirmación de identificación, ubicación de la residencia del objetivo, vigilancia de sus movimientos, etcétera). Recién después se conformaría otro equipo para la eliminación física del objetivo.

Se acordó que los aparatos de inteligencia franceses no serían informados del plan. Asimismo, prevaleció el criterio de que los equipos fueran mixtos y que los participantes estuvieran compartimentados, de manera que el equipo de vigilancia no sabría quien integraría el equipo de ejecución y viceversa. (La inteligencia brasileña aportó a sus socios del Cóndor un aparato para cifrar y descifrar la información que se intercambiaba vía telex y que, según los documentos desclasificados, era una máquina similar a una vieja caja registradora con teclas para números.) Los integrantes de los equipos destinados a operar en Europa viajarían con documentación falsa aportada por los países miembros.

El informe de la Cia, elaborado con base en una fuente cuya identidad fue preservada en la desclasificación, señalaba que “puesto que Brasil, Bolivia y Paraguay no aceptaron cumplir con el acuerdo para montar las operaciones en Francia, el granel del esfuerzo probablemente será realizado por Argentina, Chile y Uruguay”. Los documentos sugieren que Brasil y Bolivia compartían de alguna manera los temores paraguayos de que acciones extraterritoriales del Cóndor provocarían reacciones diplomáticas de Estados Unidos.

LOS OBJETIVOS URUGUAYOS

Otro documento desclasificado, fechado en Buenos Aires el 29 de julio de 1976, cita una fuente (cuyo origen fue censurado en el texto) según la cual el organismo de coordinación estaría integrado por dos oficiales representantes de cada servicio de inteligencia. Uno de los dos delegados uruguayos que asistió a la conformación de la coordinación era un mayor destinado a recibir un curso de entrenamiento para dirigir los grupos de recolección de inteligencia que tenían como objetivo operar extrazona. Coincidentemente, documentos de la inteligencia uruguaya señalan al mayor José Gavazzo, jefe del Departamento III (Operaciones) del Sid, como responsable del Condorop uruguayo. La delegación uruguaya aclaró, empero, que el presupuesto del servicio de inteligencia del Ejército no contaba con los 50.000 dólares de la cuotaparte para la financiación de las operaciones en Europa.

En esa reunión de julio, la oficina de coordinación comenzó a elaborar las listas de posibles objetivos. Aunque los asesinatos debían ser concretados por comandos “mezclados”, había una sola lista de objetivos. La aprobación de las propuestas sería por simple mayoría de los coordinadores. La fuente de la Cia en Buenos Aires informaba que “Chile tiene muchos (no identificados) objetivos en Europa”. Y agregaba: “Terroristas como Hugo Andrés Cores Pérez, líder de la Organización Popular Revolucionaria 33, deben ser incluidos definitivamente en la lista uruguaya” (véase imagen). 

El documento de la Cia señalaba que los uruguayos “están considerando objetivos no terroristas como el político opositor Wilson Ferreira Aldunate, para el caso de que él viaje a Europa”. Wilson, que el 20 de mayo sobrevivió al exterminio de las principales cabezas del exilio uruguayo, se había asilado en la embajada de Austria en Buenos Aires. En Europa inmediatamente inició un periplo de denuncias con conferencias en distintas capitales europeas. Pero el 17 de junio de 1976 fue invitado a testificar ante un subcomité del Congreso de Estados Unidos y permanecía en Washington cuando los agentes de la Cia informaban a la central.

EL PAPEL DEL GENERAL VADORA

Los asesinatos planificados de Cores y Ferreira fueron autorizados por el general Julio César Vadora: “En Uruguay, el comandante en jefe del Ejército general Julio C Vadora es el único político de alto nivel en el gobierno uruguayo que conoce que uno de los planes del Cóndor que operará en Europa es liquidar a individuos especialmente seleccionados. En Uruguay, la Junta de Oficiales Generales no será advertida de estas planificadas operaciones de asesinatos, ni tampoco el presidente Alberto Demicheli y el presidente-designado Aparicio Méndez, o el canciller Juan Carlos Blanco”.

La fuente de la Cia era de la opinión de que en Chile, Juan Manuel Contreras, el general jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina), era el encargado de coordinar la lista de objetivos y los detalles con el presidente Augusto Pinochet. Por su parte, el mayor retirado del Ejército argentino Ignacio Rojas era identificado como el responsable de la “Mesa Internacional”, como se designaba al organismo coordinador de operaciones del Cóndor.

A comienzos de diciembre tuvo lugar en Buenos Aires una conferencia de delegados de todos los países del Cóndor para poner en marcha un programa de guerra psicológica. Las acciones incluían operativos de prensa, con informaciones falsas, que serían divulgadas en diferentes países. Chile, por ejemplo, instaló una campaña sobre las supuestas relaciones de Eduardo Frei con operadores estadounidenses, que fue publicada en Buenos Aires. Otro tanto hizo Uruguay para desinformar sobre el secuestro y detención clandestina de una prisionera de la Armada argentina. La prisionera fue trasladada a Uruguay, donde se fraguó una supuesta entrevista; revistas argentinas desplegaron profusamente las fotos obtenidas en un hotel céntrico de Montevideo.

Según un documento desclasificado, el delegado uruguayo a la conferencia sobre guerras psicológicas era el capitán de la Fuerza Aérea Horacio Sasson. Su nombre en código era Cóndor-5. En esa época, Sasson integraba el staff de oficiales del Departamento III del Sid. El argentino Ciro García, de la Side, era Condor-1; el boliviano Víctor Barrenechea era Condor-2; el coronel chileno Enrique Cowell era Condor-3, y el comandante paraguayo Rubén Sosa era Condor-4. Los nombres en clave respondían al número que identificaba a cada país miembro de la red de inteligencia; el sexto país, Brasil, no está mencionado porque no concurrió a la conferencia.

UNA FUGA INDISCRETA

Pero, a mediados de diciembre, la tercera fase del Cóndor sufrió un serio revés. Un informe de la Cia fechado en Buenos Aires revelaba que había regresado a Argentina un equipo integrado por oficiales argentinos y uruguayos desplazado a Francia para realizar la recolección de información de inteligencia sobre “tres terroristas [una línea censurada]. Un día después que el equipo del Cóndor localizara su casa silenciosamente dejaron su residencia. El equipo del Cóndor está convencido de que hubo una fuga de información sobre el plan operacional hacia los terroristas, que fueron puestos en alerta”, dice el documento.

Como consecuencia de esa fuga de información, “el jefe de [censurado] está teniendo algunas dudas sobre la conveniencia de mantener equipos para operar conjuntamente con otros países. (La fuente) piensa que los problemas son demasiado grandes y que mucha gente conoce sobre el Cóndor como para que sea efectivo”.

Sin embargo, otros elementos sugieren que los planes de asesinato en el marco del plan Teseo continuaron, como lo atestigua el intento fallido de que el gobierno de Estados Unidos diera la autorización para que Gavazzo y Fons tuvieran visa diplomática, uno como agregado militar y otro como delegado en la Junta Interamericana de Defensa, a ser implantados en Washington para el seguimiento de un objetivo, que podía ser el congresista Koch o Wilson Ferreira. Y en 1978 fuerzas combinadas de oficiales uruguayos y policías brasileños secuestraron a Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, y a dos niños hijos de la primera. Dejaron en el apartamento de Porto Alegre una “ratonera” que tenía como objetivo apresar a Cores, que recientemente había abandonado Francia. 

Cores –que posiblemente haya sido uno de los objetivos del equipo del Cóndor que operó en Francia en diciembre de 1976, y que fue neutralizado por una fuga de información– advirtió la trampa montada en Porto Alegre y fue él quien, mediante una llamada telefónica anónima, alertó a los periodistas de la revista Veja, dejando así en descubierto el secuestro realizado por la Compañía de Contrainformación, una unidad que dependía directamente del Estado Mayor del Ejército, y por tanto personalmente del comandante en jefe del Ejército, en aquel entonces el general Gregorio Álvarez.

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domingo, 26 de mayo de 2019

Segunda parte de la entrevista a Gavazzo

Gavazzo: sus encuentros con la nuera de Gelman, 

los “chismes” sobre su parto y un relato inédito sobre el responsable

Por Paula Barquet – El País – 26 5 19

En esta segunda entrega de la entrevista de El País a Gavazzo, el foco es el caso del secuestro, el traslado, la muerte y el robo de la hija de María Claudia García de Gelman. Sus encuentros con ella, lo que dice saber del parto, la confesión del responsable y algunas de sus “deducciones”.

Excavaciones en el Batallón 14 donde se pensó que estaba María Claudia García de Gelman.
 Foto: archivo El País

José Nino Gavazzo lleva cinco horas hablando. Apenas se ha acomodado en el sillón, solamente ha tomado un café que nos ha servido su esposa, no ha comido nada, no ha ido al baño; nada más se ha movido para acallar los ladridos de su perro Orco. Llevamos dos días de entrevista, y el último tema del que quiero preguntarle es el caso de María Claudia García de Gelman. Como supongo que se ha hecho tarde para los dos, le propongo volver al día siguiente. Él dice que no tiene inconvenientes, pero me adelanta: “No sé nada. Acabo de ser procesado por eso, pero no sé nada”.

Este ha sido, hasta ahora, su discurso: el desconocimiento total respecto al tema. En la Justicia, donde fue indagado por la desaparición y muerte de la mujer argentina de 19 años, se limitó a negar “sistemáticamente su participación en los hechos que se le imputan”, según la sentencia, e incluso negó “la presencia de la joven en sede del SID” (el Servicio de Información de Defensa, centro de inteligencia militar). De todas maneras, en 2011 terminó siendo procesado por el juez Pedro Salazar como coautor de un homicidio muy especialmente agravado, condenado a 30 años privado de su libertad. Los otros procesados fueron los militares Jorge Silveira, Gilberto Vázquez y José Arab, y el policía Ricardo Medina. La sentencia quedó firme a fines de 2018.

En el libro de Leonardo Haberkorn Gavazzo sin piedad, ante la pregunta del periodista sobre el caso, se limitó a decir que de eso no quería hablar “porque todo el mundo dice que es una barbaridad… y es una barbaridad”.

Luego agregó: “Pero yo no sé por qué pasó ni cómo pasó. Yo no la traje. Ahí dicen que yo hablaba con ella, es… es mentira”. Gavazzo explicó entonces que él estaba en el SID en esa época -segundo semestre de 1976- porque era el encargado de “blanquear” la llegada de los militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP) en el llamado primer vuelo. Es decir, estaba con la tarea de convencer a la veintena de detenidos de montar una escena para simular que habían sido capturados en Uruguay, y no trasladados en forma clandestina y forzada desde Buenos Aires, en lo que los militares han asegurado fue una operación para salvarles la vida.

Gavazzo tampoco habló de García de Gelman ante el Tribunal de Honor que lo interrogó en dos oportunidades en 2018. En esas instancias siquiera le preguntaron al respecto.

Pero aunque en esta entrevista también comenzó negando, al final terminó soltando algunas pistas y relatos nuevos.

Los encuentros con ella.

“Mire, lo único que sé de eso es que a Bulevar Artigas y Palmar quien la lleva es (Juan Antonio) Rodríguez Buratti, pero por orden del general. Y la orden es que nadie tiene que ver con ella, nadie tiene que hablar con ella, nadie nada. No tenía nada que ver con nosotros. Como si fuera una operación aparte”, asegura ahora Gavazzo.

Su superior era Rodríguez Buratti, y el jefe del SID entonces era el general Amaury Prantl. Dice Gavazzo que “se supone” que la trajeron de Buenos Aires, y que se entera de eso solamente porque en un momento que no logra precisar, pero que seguro es luego de la llegada de los pasajeros del primer vuelo, Rodríguez Buratti le dijo: “En el segundo piso queda una señora en calidad de detenida, que no puede tener contacto con nadie, va a tener guardia que no es de ustedes -guardia aparte-”, y nada más.


En esta historia, de la que se ha escrito mucho en la prensa -inclusive dos libros, que son en esencia recopilaciones de noticias-, hay pocos testimonios y profundos vacíos. Se sabe que Marcelo Gelman, hijo del poeta Juan, y su esposa María Claudia García, fueron detenidos en Buenos Aires el 24 de agosto. Que estuvieron secuestrados en Automotores Orletti (O.T. 18) desde entonces. Que Marcelo fue torturado, pero que María Claudia no. En base al testimonio de un detenido argentino llamado José Luis Bertazzo se sabe, también, que a él se lo llevaron de ese centro de reclusión a fines de septiembre (su cuerpo apareció en 1989). Y Bertazzo dice haberla visto a ella, por última vez, el día en que fue liberado de Orletti: el 7 de octubre.

Sobre el traslado de María Claudia no hay casi certezas. No vino en el primer vuelo (el 24 de julio de 1976) ni en el que se cataloga como segundo vuelo (que habría sido el 5 de octubre de ese año). En 2014, interrogado por la Justicia, el periodista Roger Rodríguez -autor de varias notas de investigación sobre el período, publicadas sobre todo en La República- declaró: “Durante mucho tiempo se manejó el segundo vuelo como concepto periodístico, cuando en realidad el segundo vuelo es un conjunto de vuelos. 

Está el traslado de Beatriz Castellonese (la esposa de Alberto Mechoso) y Elena Lagunas (esposa de Adalberto Soba), el traslado de (Pilar) Nores, el traslado del hermano de Nores (Álvaro), que creo que fue el 4 de octubre”. Y agregó Rodríguez: “Hay un vuelo más, cuya fecha no está clara, que es el que trae efectivamente a María Claudia, que todo hace presumir por algunos documentos que no he publicado, de una fuente militar no creíble, con datos creíbles (sic). Pudo ser el 17 de octubre de 1976. Es el día de los Peronistas, es un domingo, hay vuelos de España viniendo a Montevideo, fue un vuelo de Pluna”.

Hay varios testimonios de militantes del PVP que dicen haber visto a una chica embarazada en un balcón del segundo piso del SID uruguayo. Hay, también, quienes aseguran haber oído llantos de bebé e incluso haber percibido movimientos atípicos entre los militares del SID, ocupados llevando mamaderas al segundo nivel del edificio. Gavazzo nunca había reconocido que esto fuera cierto. Es más, sigue diciendo que mienten porque, según sus cálculos, al estar detenidos en el subsuelo, sin acceso a ninguna de las tres salidas de ese sector, de ninguna forma podrían haber tenido contacto visual con García de Gelman. Y se empecina en afirmar que en la reconstrucción que hizo la Justicia muchos años después, los testigos señalaron “un lugar que no era”.

-Así que no tenían forma. Y declaran que ellos fueron y me vieron hablando con ella. Sí, es cierto, hablé con ella. Fui a ver si necesitaba algo porque estaba embarazada. Nada más que eso. Cinco minutos. Yo no iba a preguntarle a ella qué está haciendo usted acá.

-¿Y por qué fue a verla, si le habían dicho que tenía que estar aislada?

-Porque si ahí pasaba algo, aunque yo no hubiera sido designado responsable, yo era el más antiguo y el de mayor grado. Si pasaba algo con ella, el responsable era yo. Iba a ver cómo estaba, si precisaba algo. No, está bien, se terminó.

-¿Solo salió de la duda sobre si le pasaba algo?

-La vi lo más bien.

-¿Fue un día puntual?

-Fui dos o tres veces, no una vez sola, pero en ese plan.

-¿Nunca le preguntó nada más?

-Jamás. Ni se me pasó por la cabeza. Porque si traen a una persona, y a mí, que yo sé que me tenían confianza, no me dicen nada, por algo es.

Según Gavazzo, ella siempre rechazó su ayuda. Nunca le pidió nada.

El relato se entremezcla con la maniobra del “chalet Susy” y sus intentos por llegar a una fórmula que todos los detenidos de aquel primer vuelo -a los que querían sacar de allí, para luego poner a disposición de la Justicia- aceptaran. Dice que quería “liberar a todo el mundo antes de fin de año” porque alojarlos les implicaba mucho personal y les “quitaba capacidades operacionales” en el SID. Agrega: “Yo quería que todo se terminara antes de fin de año, pero en los primeros días de diciembre tuve un preinfarto que terminé con 5 bypass más adelante. Me internaron enseguida, y estuve internado hasta el 3 o 4 de enero. Se imagina: después de eso, cuando volví, tuve orden médica de un mes de licencia”.

Su descanso transcurrió en una casa que tenía el servicio en Punta del Este, junto a su familia, y dice Gavazzo que logró desconectarse de sus tareas al punto que ni radio se llevó. Cuando volvió, a principios de febrero, ya no quedaba nadie en el SID: ni los prisioneros del PVP, ni la embarazada del segundo piso.

Pero la cronología de Gavazzo es endeble. Porque la operación montada con los llegados en el primer vuelo se concretó el 28 de octubre de aquel 1976. Él mismo redactó el comunicado en el que informaban de decenas de sediciosos capturados. Y porque en esa fecha la detenida argentina cursaba sus últimos días de gestación. Por tanto, si el quebranto de salud de Gavazzo fue a principios de diciembre, como él dice, antes alcanzó a convivir durante todo noviembre con la madre y su criatura en el local de Bulevar Artigas y Palmar.

Testimonios que han esclarecido parte de la historia

“Esta es una monto... ¡es boleta!”

En esa misma quincena de octubre (de 1976), un oficial uruguayo caminaba entre un grupo de detenidos en Automotoras Orletti, cuando una joven que parecía daría muy pronto a luz pidió para ir al baño. (...).“¿Ésta quién es?”, preguntó con asombro el militar compatriota al argentino que estaba más cerca, viendo el estado de gravidez de la joven mujer. “Ésta es una monto (por montonera). ¡Es boleta!”, le susurró al pasar. “¿La van a matar con el bebé?”, preguntó intrigado el uruguayo. “¡Y...!”, exclamó el argentino, para quienes era moneda corriente en los operativos no dejar testigos. “Hay que matar al loro y al perro (...)”. (Buscando a los desaparecidos, Álvaro Alfonso)

“Vi a una jovencita con un bebé”

“No recuerdo la fecha en que me di cuenta que había chicos en el piso superior (la planta baja de la residencia), pero un día escuché voces de niños y poco después reconocí la voz de Anatole Julien, a quien conocía. No me estaba permitido salir del subsuelo; no podía salir al fondo ni tampoco subir por la escalera interna de la casa. Sin embargo, en dos o tres oportunidades, subí. La primera vez subí porque quería ver a Anatole (...) Sé que en esas pocas veces que fui (...) también vi a una jovencita de tez muy blanca, cabello oscuro, con un embarazo muy avanzado, y luego con un bebé” (Testimonio de Pilar Nores, militante del PVP que colaboró con los militares).

"Hacer cosas embromadas"

 “Había una mujer embarazada (en la casa de Bulevar y Palmar). Se trataba de una joven de aproximadamente unos 25 años, de pelo castaño oscuro, de tez blanca lozana, de trato muy dulce. Pude comprobar que luego del mes de octubre dio a luz una criatura (no pude saber el sexo) y que fueron trasladados ambos, una noche por el teniente coronel Rodríguez Buratti y el capitán Arab, con destino que desconozco. El único comentario que escuché a Arab fue: ‘A veces hay que hacer cosas embromadas’. Comentario este que me conmovió pero que nunca pude comprobar a qué se refería concretamente” (ex soldado Julio César Barboza ante la Comisión Investigadora Parlamentaria).

Los “chismes” sobre el parto.

Cada 1 de noviembre es, para Macarena Gelman, un día de reflexión. A veces, también de tristeza. Piensa en su madre pariendo, sola, sabiendo que iba a morir. Sabiendo que su hija le sería robada.

Macarena no tiene la absoluta convicción, pero sí dos indicios firmes de que nació ese día de 1976. El primero está en el carné obstétrico de su mamá, que pronosticaba ese día como fecha probable de parto. El segundo es el relato de Esmeralda Vivian, su mamá adoptiva, según la cual el 14 de enero de 1978 apareció una beba en una canasta, en la puerta de su casa, con una nota que decía “La nena nació el 1 de noviembre. Soy la madre y no la puedo cuidar”. La letra, le dijo ella, era imperfecta, tal vez temblorosa; parecía la de una persona zurda. Como María Claudia. Macarena quisiera no creerlo, pero la persigue la idea de que a su mamá la forzaron a escribir esa nota antes de morir.

Hasta los 23 años no supo ni sospechó que fuera adoptada. Ángel Tauriño, su padre, pasó sus últimos meses de vida en un CTI pidiéndole perdón sin decirle por qué. Lloraba mucho. Macarena pensó que era por las responsabilidades que le dejaba, pero no. Eso fue en octubre de 1999. Tan solo tres meses después, tras una larga investigación junto a su esposa Mara La Madrid, Juan Gelman se le presentaría en Montevideo para anunciarle que era su abuelo biológico.

Esa investigación, posible gracias a los aportes de varios periodistas, permitió esclarecer su identidad pero no develar las circunstancias del nacimiento. Sobre esto, Gavazzo maneja cierta información que también va liberando a cuentagotas.

Volvemos al momento en que, tras un mes de descanso en Punta del Este, se encuentra con el SID vacío.

-A María Claudia se la había llevado el coronel Rodríguez Buratti. ¡Ta! Nadie me comunicó nada oficialmente. Y para mí la historia terminó ahí. Rodríguez Buratti la trajo, Rodríguez Buratti se la llevó, y nadie sabía nada. Y como todas las cosas de inteligencia, tampoco pregunté nada. Si no me lo dijeron, sería porque no tenían interés en que yo supiera nada. Nadie me lo comunicó, yo no pregunté.

-Pero supo que ella ya no estaba ahí.

-Eso sí.

-¿Cómo lo supo?

-Por la guardia. Pregunté por fulano, por mengano, ¿y la chiquilina que estaba arriba? ‘Se la llevó el comandante’. Para mí era una cosa normal. No tenía nada de raro que quien la había traído, se la llevara. No tenía nada de anormal en ese momento, para mí; tiene que ubicarse en el tiempo, en la situación.

-Usted sobre el nacimiento, sobre dónde dio a luz, no sabe…

-¡Yo no estaba! Estaba en el hospital.

-Pero le contaron.

-No me dijeron nada de eso. Lo único fue ‘se la llevaron, se la llevó el comandante’, y nada más. No hablamos del parto ni de… Yo lo que le puedo decir es una cosa: eso que andan diciendo y que dan como un hecho, de que tuvo familia en el Hospital Militar, es prácticamente imposible. Porque los controles que tiene el Hospital Militar, aunque desde el mando traten de eludirlos, no se puede. Porque se van a encontrar con la planilla ‘4x’ que dice cuántos niños nacieron en el piso tres, y ahí va a faltar o sobrar un niño.

La posibilidad de que Macarena no haya nacido en el Militar, sino en un lugar privado, siempre estuvo planteada para los periodistas que más investigaron el asunto. Incluso uno de ellos, que pidió no ser mencionado en este informe, llegó a ver un registro de nacimiento del año 76, que refería a una mujer argentina que había dado a luz a una niña. Pero el mismo periodista no le atribuye demasiada credibilidad a ese documento; sospecha que pudo haber sido “plantado” para él.

El médico Ramón Rodríguez De Armas, que desde 1970 se desempeñaba como ginecólogo y asistía partos en ese hospital y en otros, y que llegó a ser jefe de esa maternidad entre 1985 y 1996, cree que es “imposible”, que “no existe” la evasión del certificado de nacimiento, ni en el Militar ni en otros lugares. Jubilado, desde su casa, dice: “En todos los partos que vi y asistí siempre se llenaron los papeles. Jamás se omitió”. Y agrega: “Nunca vi una situación extraña en esos años. Y yo soy de observar más de lo que corresponde. No vi nada”. Eludir los registros, insiste, es y era “muy complejo”.

Sigo preguntándole a Gavazzo:

-¿Y dónde puede haber dado a luz?

-Ah, no lo sé.

-¿En una casa? ¿En una clínica?

Entonces advierte que lo estoy impulsando a replicar “chismes”. Y se resiste, porque sostiene que al decirlos él pierde veracidad y yo también, pero le insisto en que me los cuente como información que maneja de terceros. Accede -repitiendo que se trata de un chisme- y dice que a María Claudia la llevaron a una clínica.

-A mí lo que me dicen es que la llevaron a una clínica particular que quedaba por la zona del Cordón. Pero no me acuerdo ahora quién me lo dijo ni en qué momento. Eso. Lo único fue eso.

-¿Pero de dónde lo saca? ¿De qué fuente o de qué tipo de fuente?

-No me acuerdo quién me lo dijo. Militar, obviamente.

¿Pero alguien del servicio?

-No sé… tiene que haber sido alguien del servicio. No podía ser de otra manera. No había… Pere (piensa) ¿Sabe quién me lo dijo? Lo lamento por usted, porque está muerto: el coronel (Juan José) Pomoli. El hermano del general que fue comandante del Ejército (Santiago). No tiene nada que ver uno con el otro. Falleció estando yo internado. Me lo dijo no teniendo él nada que ver con nada. Él fue el que me lo dijo.

Gavazzo explica entonces que Pomoli se había especializado en comunicación, por lo cual él había pedido su pase en comisión al SID para que los ayudara en lo relativo a la difusión del “blanqueo” del primer vuelo. Dice que aun siendo Gavazzo el jefe, Pomoli procuraba ser “dominante”, de modo que se generaron discrepancias entre ellos. A pesar de que Gavazzo dejó de contar con él, Pomoli se quedó en el servicio y “empezó a meterse en todas las cosas”.

-Siempre andaba en la vuelta. No por maldad, sino por su personalidad. Iba ahí donde estaban los presos de Bulevar Artigas. Hablaba con alguno, hacía preguntas. Yo no tenía inconveniente. Mire usted: cuando volví de la licencia, fue él quien me lo dijo. Ahí me contó lo de la clínica. Él me lo contó. Yo no lo podía verificar.

-¿Qué clínica era?

-No, no. Él no me dijo, yo no le iba a preguntar.

Juan José Pomoli nunca fue investigado por este caso.

La confesión del responsable.

Macarena supo su verdadera identidad y conoció a su abuelo, Juan Gelman, en el año 2000. El Poeta falleció en 2014. Foto: AFP
Macarena Gelman quiere saber qué dice Gavazzo sobre su mamá. Dice que el tiempo le ha enseñado a no confirmar ni descartar nada. En un café escucha con atención los pasajes de la nota, se pone ansiosa cuando el entrevistado se va por las ramas, hace acotaciones, sonríe ante lo que considera poco veraz y se torna más seria cuando lo que oye le resulta nuevo. No tiene expectativas: también ha aprendido a interponer una barrera de serenidad ante lo que se le presenta como novedoso. Demasiadas desilusiones acumuladas.

Una búsqueda con tropiezos y fruta podrida

José López Mazz, el antropólogo y arqueólogo que dirigió la búsqueda de restos de desaparecidos entre 2005 y 2014 -y renunció por discrepancias con el grupo de familiares- hace memoria: sabe que a María Claudia la buscó “mucho” (sin éxito) en esos años, tanto en el batallón 13 como en el 14, donde el exjefe del Ejército, Ángel Bertolotti, llegó a señalar un lugar exacto en base a fuentes militares. Para López Mazz, se trató de un “operativo de contrainformación”. Al especialista le quedó pendiente entrar al Servicio de Material y Armamento, donde hubo indicios de enterramientos. Actualmente hay excavaciones en el batallón 14.

En marzo de 2005, cuando Tabaré Vázquez asumió la presidencia, anunció que el caso Gelman y otros quedarían por fuera de la Ley de Caducidad. También pidió informes a los tres comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas. Desde su casa, frente al Hospital de Clínicas, Rodríguez Buratti pensó en matarse.

Y se lo dijo a Gavazzo.

-Me llama y me dice ‘le tengo que pedir un favor’. Sí, sí, lo que sea, dígame. ‘No dejen abandonada a mi señora y a mi hijo. Yo no voy a estar más’. Ahí me dijo que se iba a pegar un tiro. ‘Si usted se va a pegar un tiro, yo no le cuido nada, arréglese usted’. Pero se lo dije más que nada para que no se matara, ¿no?

-¿Pero hablaron del caso Gelman?

-Ahí no. Nos despedimos medio mal, porque creo que él tenía la convicción de que yo le iba a decir que sí. ¡Pero le dije que no para que no se matara!

Gavazzo cuenta que le preguntó el motivo de su decisión, pero que su exjefe del SID evitó la respuesta. Al día siguiente lo volvió a llamar y le pidió que fuera a verlo. Y fue. Según Gavazzo, lo encontró “destrozado” y le anunció algo todavía peor.

-Me dice: ‘Ayer le dije que me iba a matar, le pedí que me cuidara a la familia. Yo le quiero decir a usted una cosa: yo voy a matar a mi esposa, a mi hijo y después me voy a suicidar’. Usted está loco, le dije. Pero ya me abrió los ojos de que había algo muy grave que yo no sabía. Entonces -a pesar de estar viejo, todavía hay cosas que me acuerdo- me dice: ‘¿Se acuerda de la mayonesa? ¡Está perdiendo los reflejos!’ Ahí medio que cambió, hizo alguna broma. Por la mayonesa Hellmann’s. A mí ni se me ocurrió. ‘Bueno. Mire, Gavazzo, el responsable soy yo. ¿Sabe lo que pasa? Que este es un asunto de este viejo hijo de puta del general (Amaury Prantl). Él ordenó traerla, él ordenó matarla’. ¿Y usted dio cumplimiento a la orden? ‘Sí’.

Cuando Rodríguez Buratti le dijo esto a Gavazzo, Prantl ya estaba muerto. Por eso él dice comprender que quien fuera su superior “no tenía alternativa”.

-¿Y por qué Prantl la quiso traer?

-Eso es una cosa que nadie la sabe. Yo no la sé. Él no la sabía. Yo fui poco antes del mediodía, y eran las cinco de la tarde y seguía tironeando a ver si me podía decir algo más, y no sabía nada más. Yo estoy seguro de que no sabía nada más.

-Cuando le confesó ‘el responsable soy yo’, ¿qué más le dijo?

-Me quiso decir que la había matado él, o por orden de él, no sé. Yo no podía estar sentado como estoy sentado con usted ahora, hablando de un tema de esos, y haciéndole preguntas chicas, ¿verdad? El tema grande era cómo se salía de eso, ¿verdad? Porque, ¿qué le podía decir yo? Le podía decir ‘coronel, vaya y diga la verdad’. No, si iba y decía la verdad le iban a poner 30 años de cárcel, ¿verdad? No tenía nadie que pudiera verificar los dichos de él. Se ve que por algo -y ahora estoy opinando nada más- el general nuestro adquirió algún compromiso con el general argentino (Otto Paladino). Porque ella mire que no era una santita, como dicen por ahí; ella estaba funcionando en el aparato montonero, no era solo que el marido estaba. Pero no importa. El tema es lo que pasa acá.

-¿Pudo haber sido a cambio de algo?

-¿Pero de qué? Si hubiera sido a cambio de algo, tendría que haber sido algo importante y nos hubiéramos enterado.

Rodríguez Buratti finalmente se suicidó tiempo después, el 11 de septiembre de 2006. La Policía lo había ido a detener a su casa ya que al día siguiente tenía que declarar por otra causa. Pidió unos minutos para ir a buscar un bolso y se pegó un tiro en el estacionamiento del edificio.

Versiones y deducciones.

“A veces hay que hacer cosas embromadas”: eso fue lo que escuchó el exsoldado Julio César Barboza. De acuerdo a su testimonio, quien lo dijo fue el militar Ricardo Arab, que ejercía funciones en el SID, en diálogo con Rodríguez Buratti. Se estaban llevando a María Claudia García de allí. Fue el 22 de diciembre de 1976.

La siguiente fecha cierta de esta historia es el 14 de enero de 1977, cuando Macarena apareció supuestamente en una canasta en la puerta de quienes serían sus padres adoptivos: el policía retirado Ángel Tauriño y su esposa, Esmeralda Vivian. Un año y medio después de recibir a la niña, el matrimonio accedió a una partida de nacimiento falsa en la que se la daba por hija legítima. Amigos y vecinos supieron la verdad desde el principio; ella no.

Lo que sucedió entre el 22 de diciembre y el 14 de enero es, todavía, una incógnita para Macarena. Una investigación periodística afirma que María Claudia fue trasladada primero a la llamada Base Valparaíso, una casa en Villa Dolores desde donde partían vehículos del SID. Según los periodistas de La República, también era una sede de detención de la que poco se sabe porque nadie salía de allí con vida. La muerte material se le ha atribuido a Ricardo Medina.

En el Tribunal de Honor, Jorge Silveira (también procesado por el caso) cuenta sobre unas reuniones que se hicieron en su casa en 2005. Allí, según el militar, Rodríguez Buratti relató ante los presentes que un mediodía muy caluroso Arab le pidió que le hiciera “de custodia” y lo llevó a toda velocidad al batallón 14. Dijo que allí se encontraban los policías Medina y José Sande cavando un pozo. E insinuó que él no había participado del enterramiento. Silveira dice, también, que “teóricamente” Gavazzo dio la orden desde el hospital. Y vuelve a insistir con su propia inocencia.

En la entrevista, Gavazzo reconoce la existencia de las reuniones, dice haber participado de una -lo que más recuerda, y le causa indignación, es que según él querían incriminar a Arab por ser el único que ya no tenía estado militar-, y además admite que en aquella charla en la que le anunció su suicidio, Rodríguez Buratti también hizo el relato de la camioneta. La versión difiere en algunos aspectos.

-Me dice que él iba en una camioneta. Que iba solo Arab manejando. Que Arab parecía un loco porque no quería cumplir la orden. Que… qué más. Que iba a una velocidad brutal. Que había prendido la sirena de la camioneta y él le quería gritar que la apagara, pero por el propio ruido de la sirena no lo escuchaba. Y ahí es donde estoy seguro de que Rodríguez Buratti, por su desesperación, miente también. Porque me dice ‘y en determinado momento yo me bajé de la camioneta y me fui’. Me acuerdo que le dije: ¿no era que usted iba llevando a la chiquilina esa? ¿La dejó sola? Finalmente, era un preso que se le iba a escapar. Era una camioneta abierta. Con toldo pero abierta; era la camioneta del servicio. Me contestó con evasivas, lo que evidentemente no es cierto.

Dice Gavazzo que su exjefe no mencionó ni a Sande ni a Medina. Y entonces desarrolla una explicación con el fin de poner en duda la versión de que el pozo lo hicieron solo dos hombres a plena luz del día.

-Yo estoy acostumbrado, por mi propia profesión, a saber cuánto se demora en hacer un pozo de determinadas medidas, ¿no? Por ejemplo, haceme un pozo para los cañones, haceme un pozo para las ametralladoras, para nosotros mismos para protegernos, ¿no? Eso es normal. Si usted va a enterrar una persona -estoy deduciendo, eh, estoy deduciendo- usted tiene que hacer un pozo más grande, más largo que la persona. Un poco más ancho que el ancho de la persona. Y tiene que ser lo suficientemente profundo como para que el accionar del tiempo, ¿verdad?, no corra la tierra y quede el cuerpo a la vista, ¿verdad? O sea que estamos hablando de un pozo grande. Un pozo como el que yo imagino y le trato de transmitir a usted, entre dos personas… y, no le lleva menos de cinco, seis horas. Y después lo tiene que tapar.

Hay un dato más que Gavazzo puede dar sobre el caso, y es que a María Claudia García la mataron de un disparo con una pistola. Pero no logra recordar quién se lo dijo. Rodríguez Buratti no pudo haber sido, porque le dijo que se bajó antes. Los policías “son más vivos, jamás confesarían un delito”, afirma. Arab tampoco se lo habría dicho “por problemas de convicción personal”, según dice. No quedan otras opciones. Entonces intenta cerrar el tema comentando que tiene que haber sido “uno de los policías”. “Pero esto es una deducción, una deducción por el conocimiento que tengo de las personas; pero no es más que una deducción”.

"Nunca se llegó a investigar a fondo"

Los encuentros con su madre, la información del militar Juan José Pómoli sobre una clínica de Cordón donde tal vez fue su nacimiento, y la confesión explícita de Juan Antonio Rodríguez Buratti: esas son las principales “novedades” que trae Gavazzo para Macarena Gelman. Lo demás, en su mayoría, coincide con versiones previas. Ella percibe en todo su relato la intención de no ir más allá de lo que ya han dicho otros o se ha comprobado. “El discurso de Gavazzo revela una pretensión por desacreditar todo. Ellos intentan demostrar que la Justicia los condenó injustamente. Estoy convencida de que la información la tienen toda: el pacto de silencio no se rompió. Sobre lo que no lo compromete, habla con lujo de detalles. Sobre lo otro, son chismes o no sabe”, analiza la ahora exdiputada, que dejó su banca para militar por Casa Grande.

Gelman integró el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia que creó Tabaré Vázquez, pero ya no participa. “El grupo, como lo entendí en sus comienzos, era para discutir lineamientos políticos, y la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado Reciente, para ejecutar. Sin embargo sobre la marcha, esa idea se modificó. Se mezclaron los roles”, dice. “Aún así no quiero ser injusta, y desconocer el trabajo que se realiza. Pero sin lugar a dudas, no es suficiente para lograr los objetivos que inicialmente se establecieron”.

Sobre las posibilidades actuales, dice: “Siempre pienso que si mi abuelo y su mujer pudieron investigar y dar con mi paradero sin apoyo estatal ninguno, es imposible que el Estado no pueda llevar adelante una investigación mas o menos fructífera”. Advierte que desde 2005 no hay datos sobre el enterramiento de su madre. Por eso plantea que “la búsqueda de información debe de sistemática, deben establecerse verdaderas líneas de investigación”. Y dice: “Cuando la Justicia empezó a actuar no había tanta información. Se ha ido acumulando al tramitar las causas; ahora hay mayor sensibilidad también. Creo que nunca se llegó a investigar a fondo”.

Tiene pendiente buscar en los archivos desclasificados de Estados Unidos; le han dicho que puede haber algo. “Pero hay que tener tiempo y ánimo”, dice. Guarda algo de información en su casa, pero la mayoría del material de la investigación de su abuelo está en la Universidad de Princeton. En tanto, cuenta que mandó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos lo relativo al Tribunal de Honor. Allí hay un mecanismo de monitoreo del cumplimiento de la sentencia que en 2011 le fue favorable. Además, solicitó una audiencia de seguimiento.

Aún niega el Plan Cóndor

En la primera entrega de la entrevista, publicada hace 20 días, Gavazzo reconoció haber viajado varias veces a Buenos Aires como oficial de enlace del SID. En ese sentido, reconoce su rol clave en la conexión con los operativos de persecución y detención de militantes uruguayos en Argentina. Sin embargo, Gavazzo asegura que su tarea consistía solamente en el intercambio de información. Y sigue desmintiendo la existencia del Plan Cóndor. Dice que, en realidad, el Cóndor fue “un sistema”, que “en la jerga militar significa otra cosa”. “Fue un sistema de intercambio de información sobre los movimientos de los subversivos en los distintos países”, afirma, y alega que surgió como “reacción” a la Junta Coordinadora Revolucionaria.

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(*) La difusión de la presente nota periodística es meramente de carácter informativo y no supone ningún grado de aceptación y/o compromiso con los conceptos, juicios o comentarios que en la misma se formulan.