Libro
denuncia artilugios de la dictadura para detener y torturar
Un
libro del periodista Mauricio Almada revela los mecanismos usados por el
régimen dictatorial para justificar la detención y tortura de veinticinco adolescentes
integrantes de la UJC de Treinta y Tres.
Caras y Caretas - 10 7 15
Abril de 1975.
Veinticinco adolescentes de la Unión de Juventudes Comunistas (UJC) de Treinta
y Tres fueron detenidos como parte de un operativo de las Fuerzas Conjuntas
contra el PCU. Fueron recluidos en el Batallón de Infantería Nº 10 y, como era
la costumbre, torturados por los servicios de inteligencia (S2) de esa unidad
militar. Eran varones y mujeres de 13, 14 y 15 años, que sufrieron los mismos
tormentos que la amplia mayoría de los presos políticos en Uruguay. No les
tuvieron ninguna consideración; todo lo contrario.
El
libro Crónica de una infamia. El comunicado más vil de la dictadura,
del periodista Mauricio Almada, muestra las diversas formas de violencia que
sufrieron aquellos jóvenes, casi niños, del interior uruguayo, sobre quienes la
dictadura lanzó uno de los más furibundos ataques represivos. Porque estos
adolescentes no sólo fueron víctimas de la tortura y el maltrato psicológico
dentro del cuartel, sino que fueron sometidos al escarnio público a través de
un comunicado oficial que pretendió justificar su detención y secuestro.
El comunicado,
firmado por el Comando General del Ejército, refería a la desarticulación de la
organización clandestina (la UJC), pero también hablaba de un campamento en el
balneario La Esmeralda (Rocha) en el que estos jóvenes habrían vivido en
condiciones de “completa promiscuidad”. El texto decía que allí “los cambios de
pareja en hábitos sexuales eran usuales” y que tres de las chicas “rivalizaban
en verdaderas competencias de índole sexual para medir sus respectivas
resistencias”. “Esta práctica aberrante es el resultado de la prédica marxista,
mostrando al descubierto su característica de disolvente y atentatoria de los
tradicionales valores morales, los que tal filosofía se empeña en desarraigar”,
explicaba.
El
comunicado fue publicado en los principales diarios de circulación nacional (El Día, El Diario, La Mañana y El
País) y se transformó en
una “huella indeleble” para aquellos adolescentes, muchos de los cuales
debieron irse de su ciudad, en donde, según afirma Almada en su libro “muchos
siguen dando crédito a aquella invención” elaborada por algunos de los
principales referentes de la represión durante la dictadura. Fue “una mentira y
una manipulación” con “efectos devastadores” para las víctimas. Fue “el
comunicado más infame”.
La mentira
Los
jóvenes de Treinta y Tres no fueron los únicos menores de edad torturados en
los cuarteles de la dictadura. Como todos, los jóvenes sufrieron
plantones, picana eléctrica, submarino, quemaduras con cigarrillo,
golpes y simulacros de ejecución, a los que, en este caso, se sumó la infamia de ese comunicado. En diálogo con Caras y Caretas, Almada dijo que a
estos jóvenes, hoy adultos, se les aplicó el castigo físico y psicológico de la
tortura, pero también se levantó contra ellos una acusación moral que “es más
perdurable”.
Cuando
fueron liberados se enfrentaron a una sociedad que los estigmatizaba y que los
denigraba, y los hacía responsables de sus propios padecimientos. Las chicas
eran tratadas de “putas”, los varones de “cogedores”. “Hasta el día de hoy hay gente en el pueblo que
todavía recuerda a esas chicas descarriadas de la UJC que hacían aquellos
alocados campamentos”, afirmó Almada.
Sin embargo, estos chicos “no eran palomitas
caídas del cielo” sino que “eran militantes políticos”, por lo que su detención
se explica como parte de una avanzada política del régimen. “Tenían un
compromiso político y estaban afiliados a una organización prohibida y
clandestina, es decir, asumían riesgos. ¿Sabían lo que les iba a pasar? Más o
menos, no del todo. Sabían que en el cuartel de la ciudad se torturaba gente,
lo sabía todo el pueblo, porque ese cuartel funcionaba como cárcel de mujeres
de todo el país, había muchas mujeres del MLN detenidas”, expresó Almada.
Otro
hecho paradigmático es que el Batallón “está en pleno casco urbano de la ciudad”. “Cuando torturaban a estos chicos los gritos se
escuchaban de todos lados, la gente que pasaba por la puerta los escuchaba; eran
adolescentes, algunos gritaban
por sus mamás”. Pero nadie parecía querer escuchar lo que ocurría. También se
daba otra situación: algunos de los soldados eran compañeros de liceo de los
mayores, y algunos oficiales, padres de sus compañeros de estudio.
Durante
su detención y cautiverio, los jóvenes fueron inyectados con penicilina “para
combatir las supuestas enfermedades venéreas” que habrían contraído en esas
orgías sexuales inventadas. “Y lo hicieron adelante de [los soldados de] la tropa
para que estos después salieran del cuartel y locomentaran. Todo cerraba, la gente lo creyó, incluso algunas de las familias de las propias víctimascreyeron en esta historia”. Una de las chicas fue echada
de su casa.
El “Goyo” Álvarez
El comunicado fue “una pieza perfecta de comunicación”,
por cuanto refería a los preceptos morales que quería imponer la dictadura.
“Demostraba la destrucción moral que el marxismo causaba en los jóvenes
uruguayos, en la familia uruguaya y por tanto, en la sociedad uruguaya […]
Estaba referido a chicos de Treinta y Tres pero reflexionaba sobre la realidad
nacional y la gran amenaza que se cernía sobre el país, a través del comunismo
internacional y su expresión vernácula, el Partido Comunista y la UJC”,
reflexionó Almada.
Almada explicó que el operativo se ejecutó en el marco de
la “Operación Morgan” y fue liderado por Gregorio “Goyo” Álvarez, jefe de la
División de Ejército IV, con asiento en Minas (Lavalleja), pero con
jurisdicción también en Treinta y Tres. “Él toma este operativo como algo muy
especial. En 1975 la guerrilla había sido derrotada y toda dictadura precisa un
enemigo para justificarse; en este caso, vino como anillo al dedo”.
Álvarez percibió que ahí había “un nicho para
actuar, un enemigo sobre el cual dirigir sus acciones y aleccionar a la
población sobre esta amenaza que representaba el marxismo, y lo tomó en sus
manos”, aseguró Almada. “En esta historia lo encontramos en pleno
ascenso, en una carrera ascendente, sumando galardones, y este operativo contra
los jóvenes comunistas representó algo muy especial para él”. En el libro se
señala, incluso, que Álvarez estuvo en el cuartel de Treinta y Tres mientras
estos jóvenes estaban detenidos.
La
infamia
El libro recoge dos documentos secretos,
actualmente bajo custodia de la Secretaría de Derechos Humanos para el Pasado
Reciente, que refieren a este caso. El primero es un informe elevado por Álvarez a sus superiores, en
el que se daba cuenta del operativo, de los resultados de la investigación, se
hacía referencia someramente al campamento en La Esmeralda y se anunciaba que
continuarían los “interrogatorios en profundidad”. Un documento posterior,
elaborado por la SIDE y firmado por el coronel Nelson Viar, jefe del
Departamento II, incorporó la historia de las orgías, que daría lugar al
comunicado público. Así se gestó la infamia.
Almada valoró que contra esos jóvenes se produjo un
ensañamiento especial. “La tortura no se justifica nunca, bajo ningún medio,
pero los militares que trabajaban en el S2 de los cuarteles la utilizaban para
obtener información. En el caso de los chicos de Treinta y Tres no había
ninguna información que obtener, porque ya sabían todo: unos días antes había
caído en Minas un integrante de la organización que llevaba en uno de los
bolsillos de su pantalón el organigrama completo de la UJC de Treinta y Tres:
nombres, cargos, dirección. El operativo fue fulminante; en pocas horas los
detuvieron a todos”.
Las actividades de este grupo eran conocidas,
porque en una ciudad chica como Treinta y Tres todo se sabía. “Sus mayores
actividades políticas eran algunas reuniones, pintadas en la calle, alguna
volanteada, pero no representaban ningún peligro desde ningún punto de vista”.
El comunicado decía que en el campamento también se manejaba la posibilidad de
impulsar la lucha armada. “Esto también era falso”, afirmó Almada.
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