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miércoles, 6 de julio de 2011

Recordemos

LA VERDAD, LA JUSTICIA Y LA MEMORIA SOBRE LOS CRÍMENES DE LA DICTADURA

La preservación de la memoria exige la conquista de la verdad, que no consiste solo en desentrañarla sino también en lograr que ocupe su lugar en la conciencia colectiva. También deben ser objeto de esa memoria las trabas que por décadas bloquearon el esclarecimiento de los hechos y la acción de la justicia, y la historia de su difícil superación.

Vadenuevo. Julio 2011. Por Nicolás Grab


Carlos Wuhl, un querido amigo que reside en Francia desde hace treinta y tantos años, me comenta los actuales problemas en torno de la verdad y la justicia sobre los crímenes de la dictadura en el Uruguay, asunto pendiente porque, como escribe, "si bien se ha hecho mucho, no es lo suficiente". Y añade estas reflexiones:

"Izkor quiere decir, en hebreo, 'Yo recuerdo'. La mayoría de las plegarias de la religión judía comienzan con esta palabra: 'Recuerdo cuando éramos esclavos en Egipto… '. 'Izkor…'. Ese 'recuerdo' no se hace como lamentación ni como 'loa al Señor', sino que es el llamado de lo más humano, que es la memoria. Esa memoria es el saber que se está vivo, en el verdadero sentido del vivir, que es la trasmisión del pensar, del conocimiento, y sobre todo de esa permanente reflexión sobre 'quiénes somos', 'adónde vamos', 'de dónde venimos'.

En el Santuario del Libro de Jerusalén, donde se guardan los rollos encontrados en el Mar Muerto en 1947, se alzan dos bloques. Uno es totalmente de loza blanca y se entra en él por una entrada subterránea. Tiene la forma de un hemisferio y en el interior, desde la cúpula hasta el suelo, están desplegados los rollos en un cilindro de vidrio. Del lado exterior del Santuario, enfrentado con el bloque resplandeciente de loza blanca, se encuentra un monolito negro sin ninguna inscripción. Al ver el conjunto lo primero que viene a la mente de inmediato, lo que se quiso expresar, es el contraste entre 'la luz del saber y lo negro de la noche de la ignorancia'. […]

Izkor que sabíamos desde el momento en que terminó la dictadura que deberíamos buscar el 'Nunca Más', pero con Justicia y Verdad; que las páginas de la historia no podrían darse vuelta hasta zanjar esta parte de nuestra Memoria Nacional.

Izkor de aquella manifestación hacia el Obelisco, y esa promesa de que el pueblo uruguayo recuperaría esa memoria tan necesaria para saber del pasado, vivir el presente y construir el futuro.

Izkor que estábamos unidos, sin distinción de procedencias políticas, mancomunados, en la reconstrucción de nuestro país, para cerrar el capítulo más negro de nuestra Historia… Izkor de Líber Arce, de Susana, de Hugo... Izkor de los asesinados en el Seccional 20º, de los Martirena, … Izkor de Michelini, Gutiérrez Ruiz, Liberoff.

Izkor, Nibia, las compañeras de Punta de Rieles. Izkor de todos los caídos, de aquellos que desde el interior de las prisiones siguieron luchando para que perdurara esa Memoria. Izkor por los del ayer, que siguen estando presentes y que aún nos siguen marcando el camino, 'el único camino', por Verdad y Justicia."

* * * *

La actitud de Izkor, la preservación de la memoria, es indispensable. Es muy cierto que el pueblo judío es ejemplar en este sentido. No solo cultiva el recuerdo del holocausto en que los judíos de hoy pueden haber perdido abuelos propios y concretos, sino que evoca también en sus plegarias -Izkor… los cautiverios que sufrió milenios atrás en Egipto y en Babilonia, o su gesta trágica contra el yugo romano hace veinte siglos. Los judíos no son los únicos.

Los armenios, otro pueblo entre cuyos hijos también son muchos los uruguayos, han incorporado en su esencia nacional la reivindicación del martirio que sufrieron hace casi un siglo, negado siempre por sus verdugos, evocado por las víctimas con una tenacidad tanto más indeclinable. Judíos y armenios lo hacen entre nosotros rodeados por la solidaridad general.

No faltan en sus conmemoraciones nuestros dirigentes políticos, y muy bien hacen en asistir. ¿Cuántas veces los hemos visto, como al Dr. Sanguinetti o al Dr. Lacalle, la cabeza cubierta respetuosamente con la kipá, llevando su solidaridad solemne y emocionada? No critican allí a sus anfitriones por tener los ojos en la nuca e insistir con historias de hace décadas y hasta milenios. A ellos no les predican la necesidad de pasar la página y mirar hacia el futuro.

Izkor también se aplica a la memoria de cosas más recientes que las atrocidades de la dictadura. Izkor los largos años de negación oficial de todos los crímenes, en que los desaparecidos no existían, en que habíamos inventado todas esas historias, en que nadie había sido secuestrado por la represión, en que ningún niño había sido robado, en que la tortura era un infundio. Izkor la historia oprobiosa de esos años y sus verdades oficiales.

Izkor es una actitud indispensable. A ella debe añadirse necesariamente una presentación lúcida y eficaz de la memoria preservada o recobrada. Y hay que destacar esto último porque es un aspecto en que se han cometido errores serios. Va un par de ejemplos notables.


En 2005, el presidente Tabaré Vázquez ordenó que los Comandantes en Jefe recabaran información sobre los desaparecidos. Recibió entonces tres informes que con sus ampliaciones terminaron siendo cinco. En la izquierda y las organizaciones de derechos humanos ha predominado siempre el criterio de descalificar esos informes condenándolos como una sarta de mentiras que añadió una fechoría más al encubrimiento de las atrocidades. Es rigurosamente cierto que abundan en falsedades.

Basta citar un ejemplo: el informe del Ejército dice que los restos de Fernando Miranda, después de enterrados, "posteriormente fueron exhumados y cremados; sus cenizas y restos esparcidos en la zona". Mentira, y mentira innecesaria e inútil: los restos de Miranda, enterrados en un cuartel, han sido encontrados. Sí: pero es incomprensible y absurdo limitarse a la condena de esas falsedades en vez de proclamar a los cuatro vientos las verdades horrorosas que los informes contienen y que desmienten oficialmente tantísimas negaciones anteriores.

Esos mismos informes confirman no solo la tortura, sino la muerte en la tortura de presos desaparecidos, detallada en 23 casos individuales.[1] Confirman expresamente que dos mujeres (Elena Quinteros y María Claudia García, que tenía 19 años) fueron asesinadas por decisiones acordadas, ordenadas y ejecutadas en el Ejército.[2] Confirman expresamente que era práctica habitual atribuir a "intentos de fuga" la muerte de presos en la tortura.[3] Confirman expresamente la práctica de "requerir la captura" de presos a los que ya habían matado.[4] Y unas cuantas cosas más.

Se está optando por descalificar y descartar esta confesión espeluznante, cuando en realidad significa un logro gigantesco en la conquista de la verdad. En vez de mostrar estos crímenes confesos como la reivindicación de la denuncia y la confirmación irrefutable de los horrores negados durante décadas por responsables y encubridores, se repudian y se descartan los informes contribuyendo a mantener las mentiras que sus autores tuvieron que resignarse a desnudar.

En mayo de 2005 la Presidencia de la República concertó un convenio con la Universidad de la República, destinado a que ésta colaborara en la investigación que estaba encomendada por ley al Poder Ejecutivo sobre los detenidos desaparicidos.[5] Esa labor se encomendó a un equipo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, encabezado por el profesor Álvaro Rico e integrado por 19 investigadores.

El fruto de ese trabajo es una obra titánica y monumental.

En 2007 se publicó "Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos", en cinco volúmenes. Su complemento, que fue realizado en la misma Facultad, se publicó en marzo de 2009: la "Investigación Histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973 1985)", en tres tomos.[6] Esos ocho volúmenes y sus 5.126 páginas son una realización colosal, de muy difícil parangón en la historia de nuestros trabajos de investigación.

La magnitud cuantitativa del resultado va de la mano con el rigor ejemplar de todas sus partes, donde nunca asoma ningún sesgo de parcialidad o prejuicio. Dan una recopilación sistemática y exhaustiva de la documentación existente en una presentación clara, ordenada y llana; y cuando exponen conclusiones, son las que se desprenden incuestionablemente de lo acopiado.

La limpieza del trabajo puede apreciarse con elocuencia en sus justificaciones. Explica meticulosamente y paso a paso los métodos seguidos y los criterios aplicados, y hasta da al lector una puntillosa rendición de cuentas de los gastos que se efectuaron.[7] Es una herramienta invalorable e imprescindible para toda labor que se refiera a sus temas.[8] Para consultar este material no hay que ir a bibliotecas ni gastar dinero.

Está gratuitamente a disposición de quien lo quiera: desde cualquier computadora y en cualquier momento se pueden descargar y archivar los ocho volúmenes.[9] Ahora bien: ¿se aprovecha adecuadamente este manantial impresionante de información? ¿Cuántas veces ha visto u oído el lector que se hiciera referencia a estas obras fundamentales, que se las citara, se las mencionara, se las utilizara? En realidad no hace falta que el lector lo diga: con los medios técnicos actuales es fácil averiguar cuántas veces ha sido mencionada o citada una publicación en otras, porque los mecanismos de búsqueda lo permiten. Y lo que se comprueba es desolador.

* * * * *

La preservación de la memoria requiere la conquista de la verdad y el destierro de las verdades oficiales que implantaron la mentira. Pero también exige que la verdad reconquistada sepa mostrarse y se integre en la conciencia colectiva. Es en esa conciencia emponzoñada por largas décadas de embuste, tergiversación y negación donde hace falta que las verdades se abran camino y que por fin se instalen.

No basta enarbolar la bandera de la verdad únicamente para desentrañarla. Averiguar las cosas que se ocultan es imprescindible para restañar heridas. Es un objetivo necesario. Pero la influencia del pasado sobre el futuro se dirime en la visión que asimile la sociedad en general, y despejar esa visión de sus falsedades es otro objetivo necesario.

Por indisoluble y obvio que sea el vínculo que liga las dos cosas, se trata de dos problemas; y la preservación de la memoria se juega fundamentalmente en el plano colectivo. La preservación de la memoria no consiste en que las atrocidades de la dictadura se sepan por víctimas, investigadores y estudiosos. Consiste en que las tenga claras la sociedad toda. En que toda ella asocie -como es justo- la dictadura que sufrimos con el crimen y el horror, y que la conciba -como corresponde- como un mal intolerable.

¿Cuánto de esto se ha alcanzado? El proceso de restablecimiento de los valores que debió haberse realizado después de la dictadura, que todos los partidos políticos habían proclamado como imprescindible en 1984[10], fue evitado y bloqueado durante veinte años y cuatro gobiernos. Se impidió la justicia durante más tiempo que el que la ley fija para la prescripción de la enorme mayoría de los delitos.

Y junto con la justicia se impidió también el esclarecimiento de los hechos y el restablecimiento de la verdad. Hubo que llegar a este siglo para que el gobierno del Dr. Jorge Batlle, con la "Comisión para la Paz", diera los primeros pasos que resquebrajaron la muralla de ocultamiento y falsificación; y todavía su gobierno combinó esos progresos con el mantenimiento rígido de la política de impunidad.[11]

Todo esto obliga a poner en perspectiva la situación de hoy y el balance de los últimos años. A no perder de vista qué clase de país encontró la izquierda en 2005 y qué transformación hizo posible. Encontró una impunidad que era absoluta y se daba por incuestionable. Los cuarteles eran un mundo hermético y todo era intocable.
Desde entonces prácticamente toda la plana mayor, empezando por los presidentes usurpadores e incluyendo a los criminales emblemáticos, fueron acusados, enjuiciados y condenados y están presos.

Presos, y también (hay que agregar esto porque es fundamental, acaso más importante todavía) repudiados, desprestigiados, aborrecidos. José Nino Gavazzo era un teniente coronel del Ejército, retirado, socio distinguido y candidato a dirigente del Centro Militar, del que alguna gente decía cosas. José Nino Gavazzo es hoy un delincuente preso declarado responsable de 28 homicidios muy especialmente agravados y condenado a 25 años de penitenciaría por sentencia definitiva firme.

El Sr. Juan María Bordaberry, ex Presidente de la República, es ahora Juan María Bordaberry Arocena, criminal convicto por atentado contra la Constitución y otros crímenes, condenado por sentencia definitiva a 30 años de penitenciaría más 15 años de medidas de seguridad eliminativas e inhabilitación absoluta de 6 años. No se puede dar un golpe de estado impunemente en Uruguay.

Recordemos. Recordemos todo. Recordemos lo que nos falta, y recordemos también esto.

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[1] El informe del Ejército presenta una enumeración de casos de muerte de detenidos, y explica que "Los casos marcados con un asterisco, de acuerdo con la información recabada, permitirían suponer que se desarrollaron dentro del marco de operaciones de inteligencia", o sea en interrogatorios. Son 21 los casos señalados con ese asterisco. Si alguien tiene dudas sobre lo que significa una muerte "dentro del marco de operaciones de inteligencia", lo dejan muy aclarado algunas explicaciones individuales. Dice así el informe sobre Oscar Baliñas, marcado con asterisco, y repárese en el final y las tres últimas palabras:

"Fue detenido por el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas en su domicilio de la calle Daniel Fernández Crespo No. 2442 apto. 2, el 21 de junio de 1977. A posteriori fue trasladado al centro de detención de "La Tablada", falleciendo en fecha aproximada al 18 o 19 de Julio de 1977, habiendo sido trasladado al Hospital Militar donde llegó ºen condiciones que no permitieron evitar su deceso, el mismo se produjo por rotura de bazo."

El informe de la Fuerza Aérea dice las cosas más llanamente:

"El Sr. José Arpino Vega fue sometido a apremios físicos durante el interrogatorio, falleciendo en la madrugada del 28 de abril de 1974."

"El Sr. Ubagesner Chavez Sosa fue sometido a apremios físicos durante el interrogatorio, falleciendo durante la noche del 1 o del 2 de junio de 1976."

La Armada habla de "informaciones no confirmadas pero coherentes que dicen que los desaparecidos son producto de muertes ocurridas durante interrogatorios bajo tortura".

[2] El informe del Ejército dice así respecto de María Claudia García:

"Fue trasladada a Montevideo desde Buenos Aires presuntamente por personal del Servicio de Información de Defensa, en el mes de octubre de 1976. Estuvo detenida en la sede del SID ubicado en la Avenida Bulevar Artigas esquina Palmar, separada de los demás detenidos, en avanzado estado de gravidez. Después de dar a luz en el Hospital Militar fue trasladada nuevamente al mismo lugar de detención. En diciembre de 1976 se la separó de su hija y fue trasladada a los predios del Batallón I de Paracaidistas N° 14 donde se le dio muerte."

Respecto de Elena Quinteros dice así:

"Fue detenida por el Órgano Coordinador de Operaciones Antisubversivas en su domicilio de la calle Ramón Massini No. 3044, el 26 de junio de 1976 y se le condujo a las instalaciones del Servicio de Material y Armamento (“300 Carlos”). Se le dio muerte en el mes de noviembre del mismo año y sus restos fueron enterrados en el predio del Batallón I Parac. No 14, posteriormente exhumados y cremados, sus cenizas y restos esparcidos en la zona."

Como se ve, en los dos casos se usaron los mismos términos para explicar de qué murió la víctima. Murió porque "se le dio muerte". Cuatro palabras que no trasuntan sentimiento de ninguna clase: neutras por completo. Se le dio muerte. ¿Se puede concebir algo más estremecedor que esta mención impávida? Piénsese en todo lo que sobreentienden esas trece letras. Hubo quien decidió que se asesinara, presumiblemente después de discutir y acordar con otros el asesinato. Hubo quien decidió cuándo, dónde y cómo se asesinaría. Hubo quienes transmitieron la orden de asesinar. Y hubo quien asesinó.

[3] Explica esto el informe del Ejército: "Cuando un detenido fallecía antes, durante o después de los interrogatorios, no se daba intervención a la justicia y en algunos casos se le comunicaba que se había producido una fuga, lo que determinaba un comunicado solicitando su detención, habiendo el ciudadano fallecido con anterioridad.".

[4] Por ejemplo, dice esto el Ejército en su explicación general: "En algunos casos únicamente se emitía un comunicado solicitando su requisitoria para ocultar su fallecimiento". En los casos individuales precisa lo siguiente sobre Julio Correa: "Posteriormente a su fallecimiento se realizó un allanamiento en su domicilio y se solicitó su captura como medida de encubrimiento." Sobre Luis Eduardo González: "Se pretendió encubrir su muerte con un comunicado de prensa en la que se ponía en conocimiento de su fuga."

[5] Se trata del artículo 4 de la "Ley de Caducidad", nº 15.848. Encomendó al Poder Ejecutivo investigar el destino de "las personas presuntamente detenidas en operaciones militares o policiales y desaparecidas así como de menores presuntamente secuestrados en similares condiciones". En su primera presidencia, el Dr. Sanguinetti había dado por cumplido este mandato por el procedimiento inverosímil de encomendarlo a un Fiscal Militar, con los resultados previsibles.

[6] Vadenuevo publicó en su nº 13 (octubre de 2009) una entrevista sobre este trabajo a su coordinador, Alvaro Rico, y los investigadores Carlos Demasi y Carla Larrobla.

[7] "Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos", vol. I, pág. 18.

[8] Sus autores no la consideran completa y siguen trabajando en su complementación.

[9] Los cinco volúmenes de 2007 ("Investigación Histórica sobre Detenidos Desaparecidos") pueden descargarse de http://www.presidencia.gub.uy/_web/noticias/2007/06/2007060509.htm. Los tres volúmenes de la "Investigación Histórica sobre la Dictadura y el Terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985)", de marzo de 2009, pueden descargarse de http://www.universidadur.edu.uy/bibliotecas/documentos/2009/Rico/TOMO 1 digital.pdf (para el primer volumen; los otros dos se obtienen ajustando el número en "…TOMO 1…").

[10] En los acuerdos de la "Concertación Nacional Programática" ("CONAPRO") que precedieron las elecciones de 1984, cuando todavía estaba en el poder el régimen dictatorial.

[11] El presidente Batlle mantuvo la norma de los tres períodos anteriores, de aplicar la "Ley de Caducidad" disponiendo sistemáticamente y sin excepciones que se archivaran los procedimientos judiciales.

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