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martes, 13 de julio de 2021

Abel Ayala

 50 años y un destino aún desconocido e impune


Con total desparpajo y sin ningún signo de remordimiento, el fallecido coronel en situación de reforma José Nino Gavazzo reconoció, en 2018, ante el tribunal de honor que juzgó su conducta, haber arrojado el cuerpo de Roberto Gomensoro Josman a las aguas de la represa de Palmar para hacerlo desaparecer. Ante la justicia negó haberlo conocido.

Ante sus pares, sintiéndose protegido, reconoció haberlo hecho solo, siguiendo las órdenes de las jerarquías militares de la época. Los trágicos hechos ocurrieron en marzo de 1973, meses antes de que fueran disueltas las cámaras en el mes de junio y comenzara la huelga general.

Roberto Gomensoro fue el primer detenido desaparecido a manos de las Fuerzas Armadas.

El primer detenido desaparecido

El próximo sábado 17 de julio se cumplen 50 años de la desaparición de Abel Ayala. Es el primer detenido desaparecido en el período conocido oficialmente de la actuación ilegítima del Estado, mientras gobernaba Jorge Pacheco Areco, electo por el Parido Colorado. Era oriundo de Rivera, tenía 27 años, era funcionario policial (Sanidad Policial) y estudiante avanzado de medicina.

Su secuestro y desaparición se atribuye a los denominados “escuadrones de la muerte”, comandos paraestatales, policiales y militares, que habían comenzado a operar de manera pública, con vínculos estrechos con el Ministerio del Interior y las agencias de inteligencia dependientes o vinculadas a EEUU.

Desaparición forzada: metodología criminal

La desaparición forzada de personas es un crimen horripilante, especialmente cuando ella es desarrollada por aquellos que tienen potestades coercitivas con el solo propósito de asegurar libertades y proteger derechos de los ciudadanos. Las investigaciones desarrolladas por la Fiscalía Especializada en crímenes de Lesa Humanidad han permitido avanzar sustancialmente en el esclarecimiento de la actuación de los comandos paraestatales que desde las sombras fueron parte insoslayable de la política represiva y autoritaria del presidente de la época Jorge Pacheco Areco.

El exfotógrafo policial Nelson Bardesio, el exagente de la Dirección Nacional de Inteligencia e Información Pedro Freitas y el exfuncionario de la dictadura Miguel Sofía han sido procesados por participar en dichas actividades represivas.

Pacheco Areco incendió la pradera

La derecha uruguaya ha señalado una y otra vez que el surgimiento del MLN en el año 1963 tiene la responsabilidad de la violencia ocurrida, al haber creado una organización armada para repetir los logros de la revolución cubana. Lo cierto es que el MLN tuvo muy poca influencia en la vida política del país, escasa presencia periodística hasta muy entrado el año 1969, cuando las calles uruguayas ya habían visto correr sangre estudiantil y miles de trabajadores, públicos y privados habían sido reprimidos y militarizados bárbaramente. Ya en esa época, las Fuerzas Armadas habían comenzado a desempeñar un importante papel en la represión a los trabajadores.

El 13 de junio de 1968 Jorge Pacheco Areco instauró las Medidas Prontas de Seguridad (Estado de Sitio). Aunque es un mecanismo institucional de carácter transitorio, para situaciones de emergencia, las mantuvo de manera casi permanente durante su mandato. En base a dicho procedimiento comenzó a gobernar por decreto eludiendo de esa manera la participación y el control parlamentario.  

Durante su gobierno adoptó drásticas medidas en múltiples planos para promover un ajuste económico contra los trabajadores y los sectores populares. Eliminó los Consejos de salarios, suspendió las garantías individuales, suprimió la libertad de prensa y comenzó a transitar el camino inexorable, de la mano experta de EEUU, que condujo hacia la dictadura  y el terrorismo de Estado.

Junto a la represión oficial y pública, de las fuerzas policiales y militares, a la intervención de la enseñanza secundaria y ante el estallido social, en un mundo fuertemente convulsionado, los comandos paraestatales o “comandos caza tupamaros” junto con las bandas fascistas como la Juventud Uruguaya de Pie (JUP), se instalaron en el escenario político uruguayo.

A cincuenta años, la desaparición forzada de Abel Ayala, atribuida a uno de dichos comandos, sigue impune y la verdad de lo sucedido ausente. El esclarecimiento de lo ocurrido sigue siendo una deuda pendiente del Estado con su familia y la sociedad en su conjunto.

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Opinando N° 6 – Año 10 – Martes 13 de julio de 2021