Publicado el 9 de enero de 2015
Amy Goodman, con la colaboración de Denis Moynihan
Esta semana se cumplen trece años de la llegada de los primeros prisioneros
tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 a la prisión de la Bahía de
Guantánamo, la cárcel más tristemente célebre del planeta. Este sombrío
aniversario, y el comienzo de la normalización de las relaciones diplomáticas
entre Estados Unidos y Cuba, sirven como recordatorio de que tenemos que cerrar
definitivamente esta cárcel y devolverle el territorio a sus propietarios
legítimos: el pueblo cubano. Es hora de poner fin a este capítulo oscuro de la
historia estadounidense.
“El centro de detención de Guantánamo para los individuos
contemplados en esta orden ejecutiva se cerrará tan pronto como sea posible”.
Eso dijo el presidente Barack Obama cuando anunció hace casi seis años una de
sus primeras órdenes ejecutivas, el 22 de enero de 2009. A pesar de eso, la
cárcel sigue abierta, con 127 prisioneros que permanecen allí luego de que
Kazajstán aceptara recibir a cinco ex prisioneros que fueron puestos en
libertad el pasado 30 de diciembre. Según la información pública, ha habido 779
presos retenidos en la base desde 2002, algunos de los cuales permanecieron
detenidos por más de diez años sin que se presentaran cargos en su contra ni
fueran sometidos a juicio. Gracias a WikiLeaks y a su presunta fuente, Chelsea
Manning, sabemos la mayoría de sus nombres.
El coronel Morris Davis fue el fiscal general de Guantánamo entre
2005 y 2007. Dimitió después de que un funcionario designado por George W. Bush
anulara su decisión de prohibir el uso de las pruebas obtenidas bajo tortura.
En una entrevista, Davis me dijo: “Yo estaba convencido de que no estábamos
comprometidos a celebrar juicios completos, justos y abiertos, y que iba a
predominar el teatro político más que la justicia”. Obama nombró un enviado
especial para el cierre de Guantánamo, aunque la persona que más recientemente
ocupó el cargo, Cliff Sloan, renunció abruptamente a finales de diciembre, sin
dar motivos. En un artículo de opinión recientemente publicado en el periódico
New York Times, Sloan escribió: “Como me dijo una vez un funcionario de seguridad
de alto rango de uno de nuestros más firmes aliados en la lucha contra el
terrorismo (no de Europa): 'La mejor medida que puede tomar Estados Unidos para
luchar contra el terrorismo es cerrar Guantánamo'”.
Estados Unidos ha impuesto un aplastante bloqueo a Cuba desde hace
más de medio siglo, con el pretexto de castigar al pequeño país por su forma de
gobierno. ¿Qué tipo de alternativa les mostramos a los cubanos en esa esquina
de su isla controlada por Estados Unidos? Una cárcel militar infernal, que está
fuera del alcance de las leyes de Estados Unidos, donde cientos de hombres han
sido retenidos, la mayoría sin cargos, y muchos de los cuales han sido
golpeados y torturados.
El presidente Obama critica con toda razón a Egipto por el
encarcelamiento de tres periodistas de Al Jazeera: Peter Greste, Mohamed Fahmy
y Baher Mohamed. “Tanto de forma pública como privada fuimos claros respecto a
que deben ser liberados”. Eso dijo el presidente Obama a la prensa el pasado
mes de agosto. Sin embargo, y por desgracia, basta con que Egipto mire a
Estados Unidos para determinar cuál es el tratamiento aceptable de los
periodistas de Al Jazeera. Sami al-Hajj era camarógrafo de esta cadena de
noticias y se hallaba cubriendo la invasión estadounidense de Afganistán en
2001 cuando los militares paquistaníes lo apresaron y entregaron a las fuerzas
estadounidenses. Tras diecisiete días brutales en la Base Aérea de Bagram fue
trasladado a Guantánamo, donde estuvo detenido sin cargos durante más de seis
años. Fue torturado, golpeado y humillado. Al-Hajj inició una huelga de hambre
de 480 días y fue sometido a alimentación forzada a través de tubos nasales.
Quedó en libertad en mayo de 2008.
En diciembre de 2012 estuve con Sami al-Hajj en la sede de Al
Jazeera en Doha, Qatar, donde dirigía la oficina de Derechos Humanos y
Libertades Públicas de la cadena. Me dijo que durante el tiempo que permaneció
en Guantánamo, Estados Unidos intentó forzarlo a convertirse en espía:
“Empezaron a hacerme la oferta de darme la nacionalidad estadounidense
y cuidar de mi familia si trabajaba para ellos en la CIA mientras continuaba con mi trabajo de
periodista para Al Jazeera. Querían que les envíe información sobre el vínculo
entre Al Jazeera y Al Qaeda y otros grupos terroristas y algunas personas en
Medio Oriente. Por supuesto que me negué a hacerlo. Les dije: 'Yo soy
periodista, y moriré siendo periodista'".
Estados Unidos sabía que Sami al-Hajj era inocente pero quería que
espiara a Al Jazeera, y por ello lo sometió a varios años de duro encarcelamiento
en un intento de quebrarlo.
Estados Unidos tomó la Bahía de Guantánamo por la fuerza en 1898
durante la Guerra hispano-estadounidense y obtuvo de parte de Cuba la cesión y
usufructo indefinido de la propiedad en 1903.
Devolverle la Bahía de Guantánamo
a Cuba significaría comenzar a remediar más de un siglo de agravios perpetrados
por el gobierno de Estados Unidos allí. Y más importante aún: la devolución de
la base naval y prisión de la Bahía de Guantánamo hará que sea más difícil que
los futuros criminales de guerra, ya sea que estén liderando la Casa Blanca, el
Pentágono o laCIA, y sus partidarios en el Congreso,
utilicen Guantánamo como un calabozo fortificado y remoto para infligir tortura
y terrorismo contra los prisioneros, muchos de ellos inocentes, lejos de los
ojos del pueblo estadounidense y lejos del alcance de la justicia.
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