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miércoles, 11 de septiembre de 2013

Sin olvido


Chile recuerda la caída de Allende y aún busca la reconciliación.

Los chilenos recuerdan hoy el golpe de Estado de hace 40 años, con actos de conmemoración de todo tipo y con reclamos de más justicia. Pero la jornada de ayer estuvo marcada, para los dirigentes del Espacio de Memoria Londres 38, por el desmantelamiento, por parte de la Policía militarizada, de intervenciones urbanas que habían instalado en los puentes del río Mapocho.
La diaria - 11 9 13

Roberto Garretón con Luis Manuel Silva
Santiago de Chile amaneció ayer, como siempre, con su tránsito recargado y su gente apurada. Pocos indicios mostraban que hoy se cumplen 40 años del golpe de Estado en contra del gobierno de la Unión Popular (UP), dirigido por el presidente Salvador Allende, que al suicidarse ese día en la Casa de la Moneda bombardeada por la Fuerza Aérea pasó a la inmortalidad. 
La memoria del golpe está aún muy presente, en particular porque fue muy documentada. Los dos años de gobierno de la UP, y las 40 medidas impulsadas por Allende, habían atraído tanto a la prensa mundial como a miles de extranjeros, que huían de países vecinos (como Uruguay) donde si no había gobiernos de facto el clima político no era muy afín al progresismo, y también a otros que sin tener militancia política, tenían curiosidad y simpatía por esa experiencia socialista que había llegado al poder por las urnas. 

Eso permitió que se hicieran decenas de documentales con las imágenes en blanco y negro de ese día traumático, en el que los cadáveres aparecieron flotando en el río Mapocho (que atraviesa la capital chilena) y las radios comenzaron a emitir llamados a delatar a los extranjeros, acusados de haber importado la “sedición” y el desorden. Ese día empezó la dictadura de Augusto Pinochet, que entregó el poder recién en 1990.
Al llegar a Santiago el lunes de noche, estos periodistas cenaron en un bar de Macul, un barrio de clase media, conocido durante el gobierno de la UP porque allí se encontraba El Pedagógico, un campus estudiantil dedicado a la pedagogía (albergaba tanto lo que es nuestro IPA como al magisterio), pero también a los idiomas y al periodismo. 

La Federación de Estudiantes de Chile (FECH) tenía una fuerte presencia allí. En medio de una decoración colorida y original, una enorme pantalla plana difundía uno de los muchos documentales que se emiten en estos días y que los chilenos comentan mucho, Informe especial de la Televisión Nacional chilena. Consultadas por la diaria, varias personas coincidieron en que, aunque es habitual que en estas fechas se emita este tipo de programas, no suelen ser “tan a fondo”.
Ayer, la diaria se reunió en el centro de Santiago con el abogado Roberto Garretón, uno de los fundadores de la Vicaría de la Solidaridad, organización católica que se movió desde adentro del país en los meses que siguieron al golpe. Garretón estuvo a cargo de argumentar, ante el Parlamento inglés, por qué no correspondía que se extraditara a Pinochet a Chile cuando éste estuvo detenido en ese país en 1998, por orden del ex juez Baltasar Garzón. En democracia fue embajador de Ricardo Lagos para los Derechos Humanos y también ocupó varios cargos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
El lugar del encuentro fue un ex centro clandestino, recuperado hace dos años y que ahora recibe, en una pequeña calle central, entre 1.000 y 2.000 visitantes por mes, explicó su coordinador, Libio Pérez. Por ese lugar pasaron por lo menos 98 personas que fueron torturadas, ejecutadas o desaparecidas. De momento, los carteles dicen que fueron 96, pero hace poco la Justicia estableció que hubo dos más; una de ellos fue la uruguaya desaparecida en Chile Nelsa Gadea (ver http://ladiaria.com.uy/ACWj). 

Por eso, el 25 de setiembre está previsto agregar su nombre, junto a su edad -29 años-, en las placas que hay al lado de los adoquines que están frente a la entrada de Londres 38. El lugar fue rápidamente identificado por los defensores de los derechos humanos chilenos, según relató Garretón, gracias a la iglesia que está en la esquina, pero demoró mucho en ser recuperado; eso se debe a que Pinochet ordenó cambiarle el número de calle. En vez de 38 pasó a ser 40, para que se pudieran borrar las pistas y se dificultara el trabajo de quienes denunciaban lo ocurrido, entre ellos Garretón. 

Es el único de los cuatro centros clandestinos principales de la Dirección de Inteligencia Nacional (Dina) en Santiago que no fue destruido, y su dirección, al ser restituida, se convirtió en un emblema. Se sabe que Gadea pasó por ahí por una serie de coincidencias entre fechas y testimonios que concuerdan, y también porque ella y muchos de los que pasaron por Londres 38 estuvieron en el campo de concentración Tejas Verdes, cerca de la ciudad de Valparaíso. 

Esto demuestra que las centenas de investigaciones judiciales que se siguen realizando en Chile permiten ir reconstruyendo la historia y avanzando, alimentando espacios como Londres 38.
Respecto de los documentales y programas especiales que se están emitiendo en estos días, Garretón recordó que el tabú que prevalecía en los medios chilenos sobre el tema cayó en 2003, cuando el canal de la Universidad Católica, afín a la derecha, emitió un “muy buen” documental sobre la Caravana de la Muerte en el norte del país, un operativo que había consistido en el recorrido de oficiales de Ejército chileno para “agilizar” los procesos de los detenidos, en el marco del cual se cometieron numerosas violaciones a los derechos humanos.
Garretón dijo que no cree en las declaraciones de los últimos días en forma de arrepentimientos y reconocimientos de culpa que se están dando con motivo del aniversario. En su opinión, que el presidente Sebastián Piñera haya señalado las complicidades “por acción o inacción” de sectores como la prensa o la Justicia, así como de muchos chilenos de a pie, “es ridículo”.

Consideró que cuando es un Estado el que comete crímenes contra la humanidad “la palabras no bastan”, y reclamó “políticas públicas” en ese sentido. Aunque éstas ya existen, se refirió por ejemplo a la necesidad de que se detengan definitivamente los “beneficios carcelarios” que a veces reciben los condenados por esos crímenes.
Si bien ayer a pesar de los numerosos eventos conmemorativos la vida siguió su curso en la capital chilena, para hoy sus habitantes esperan un clima caldeado, con un servicio de transporte menor a partir de las 16.00 y enfrentamientos en las “poblaciones” (barrios carenciados), donde es frecuente que se registren hechos conflictivos. 

Pero es importante recordar que al margen de esos sucesos aislados, que luego ocupan las portadas de la prensa, habrá numerosos actos, encuentros e incluso estrenos teatrales para recordar lo que muchos consideran “logros” del gobierno de Allende, que un 11 de setiembre de hace 40 años quedaron aniquilados, aunque otros chilenos siguen creyendo que fueron esas mismas medidas las que llevaron al país al golpe.

Va el saludo


Mientras la diaria dialogaba con Garretón en Londres 38, se acercó Luis Manuel Silva Ancapil. Con un documento probatorio en la mano, explicó que es hijo de Jorge Miguel Silva, uno de los líderes de la reforma agraria impulsada por Allende. Silva explicó a la diaria que su padre fue detenido y torturado, y que él mismo sufrió apremios durante todo su servicio militar. Como si fuera poco, es de la comunidad mapuche, grupo al que se le sigue aplicando hoy una ley antiterrorista por reclamar sus derechos. Silva se quebró al contar su historia. Abrazó a Garretón, quiso sacarse fotos y filmar un video con él para un documental que está preparando. 

Además lo invitó a un encuentro “de agradecimiento” que está organizando para todos los que “ayudaron”. Garretón y otros “nos dieron una voz”, dijo entre lágrimas, destacando que “hay que ser agradecido”.
Marina González desde Santiago, Chile

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