DURANTE LA DICTADURA, EL CUERPO DE
LAS MUJERES FUE USADO COMO BOTÍN DE GUERRA
Montevideo Com - 26 6 13
La última dictadura, de la que se
cumplen 40 años este jueves, dejó víctimas silenciosas, como las mujeres ex
presas, que sufrieron abusos y violencia sexual.
Durante la última dictadura
uruguaya, "el cuerpo de las mujeres fue utilizado como botín de
guerra", afirma Beatriz Benzano, quien décadas después del régimen
promovió, junto a otras ex presas políticas, la primera demanda colectiva por
violencia sexual ejercida contra las detenidas en ese periodo.
Lo que hicieron los militares con
las mujeres detenidas fue "un crimen de guerra", asegura Beatriz, ex
monja que luego militó en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN).
"El cuerpo de la mujer era
usado como botín de guerra, en los cuarteles nos entregaban a la tropa para que
hicieran lo que quisieran con nosotras. Y como campo de batalla, por eso lo
hacían delante de compañeros o esposos", relata Beatriz, quien estuvo
encarcelada entre 1972 y 1976.
Ella es una de las 28 ex presas
políticas que presentaron en octubre de 2011 una denuncia contra más de un
centenar de militares, policías, médicos y enfermeros que participaron de las
torturas y abusos sexuales contra las detenidas.
La denuncia sostiene que las
detenidas sufrieron especialmente "en su condición de mujeres".
El ensañamiento era mayor "por
el hecho de ser mujeres y por ser ellos una institución tan jerarquizada,
autoritaria y machista", sostiene Beatriz. "No podían tolerar que
nosotras nos hubiéramos salido del rol tradicional de esposas, madres, amas de
casa".
"La desnudez forzada era lo
primero que nos hacían, al llegar al cuartel nos arrancaban la ropa. En esa
situación de vulnerabilidad e indefensión empezaban a torturarnos y a hacer
algunas prácticas de violencia sexual", recuerda, con la mirada empañada.
Cientos de denuncias
Si bien hay unos 15 condenados en
los últimos años en Uruguay por delitos cometidos durante la dictadura -entre
ellos los ex dictadores Gregorio Álvarez y el fallecido Juan María Bordaberry-,
todos fueron culpados por el delito de homicidio.
Con el regreso de la democracia en
1985 y la aprobación un año después de una ley que frenó las investigaciones
sobre los crímenes de la dictadura, los detenidos callaron las torturas.
"Lo que hicimos fue pelear por
memoria y verdad, tratar de encontrar a los desaparecidos, nos parecía que era
lo más urgente", señaló Benzano.
Luego que la Corte Interamericana
de Derechos Humanos ordenara en 2011 a Uruguay investigar y juzgar los delitos
de la dictadura, las ex presas evaluaron que ahora sí podían denunciar. Pero se
toparon con la gran dificultad para hablar del tema.
"Hablamos con más de un
centenar de compañeras, invitándolas a hacer la denuncia, algunas que sabíamos
que habían sido violadas, y al final quedamos 28 haciendo la denuncia. Hay
compañeras del grupo que jamás lo habían hablado con su compañero o durante 30
años de terapia no se lo habían dicho al terapeuta ni a nadie", relata
Beatriz.
Un proceso similar vivieron 90 ex
presos y ex presas que presentaron una denuncia separada, también en 2011, por
las torturas y tratos degradantes cometidos en las prisiones uruguayas, que
llegaron a albergar unos 6.000 presos políticos.
También en este caso, "más
allá de identificar a los responsables y castigarlos por un delito cometido,
para nosotros lo fundamental es que se avance en la jurisprudencia en el país
para que este tipo de delitos nunca más ocurran. Y que si ocurren, que haya
instrumentos jurídicos reales y efectivos para castigarlos", dijo a la AFP
Clarel de los Santos, ex detenido y uno de los impulsores de esta denuncia.
De los Santos sostiene que
"durante muchos años se negó que la tortura hubiera existido, una parte
importante de la población no creyó".
"Por eso nos parece ponerlo en
el tapete: que existió tortura, que la tortura generó secuelas en una cantidad
de gente que nunca pudo rehabilitarse, que en general cambió para siempre a las
personas que fueron torturadas. Aunque hayan hecho esfuerzos por canalizar su
vida no fue lo mismo", enfatizó.
Beatriz coincide en que la sociedad
uruguaya ha recibido las denuncias sobre torturas "con asombro, como si
nunca hubieran oído hablar (de esto)".
"Creo que también todo el
mundo trató de olvidar lo peor: el horror del terrorismo de Estado",
sostiene. "Que estaban todos los cuarteles y las comisarías del país
convertidos en centros de tortura y de exterminio, con cuerpos colgados del
aire, balanceándose como muñecos, desnudos siempre. Cuerpos tirados,
amontonados, mugrientos, sangrientos, desfigurados por los golpes en la cara,
en todo el cuerpo, en los genitales, donde se ensañaban, ultrajados,
pisoteados".
Ambas denuncias están actualmente
en la Suprema Corte de Justicia (SCJ), para que el máximo tribunal resuelva si
se pliega al pedido de la defensa de los acusados, que sostienen que los
delitos prescribieron, basándose en un fallo emitido por la propia SCJ para
otro caso este año.
Sin embargo, en estos dos casos las
víctimas aseguran que seguirán adelante.
"Es urgente, no podemos dejar
ese fardo a las generaciones venideras", dice Beatriz. "Los hijos y
los nietos de ellos oyen que sus padres o abuelos siguen reivindicando lo que
hicieron. El trabajo es de justicia pero también por un nunca más".
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