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viernes, 19 de octubre de 2012
jueves, 11 de octubre de 2012
Material sensible
Presentan denuncia contra el ministro de Defensa, Eleuterio
Fernández Huidobro, por desacato a la Justicia.
La diaria - 11 10 12
El doctor Federico Álvarez Petraglia y el periodista Rodolfo
Porley presentaron ayer una denuncia ante el Juzgado Penal de 19º Turno por la
“violación de una orden judicial” por parte del ministro de Defensa Nacional,
Eleuterio Fernández Huidobro, quien prohibió que se tomaran fotografías durante
el reconocimiento del centro de detención de la dictadura 300 Carlos -conocido
también como Infierno Grande-, que funcionaba dentro del Servicio de Material y
Armamento del Ejército. Porley presentó en octubre de 2011 una denuncia por
violaciones a los derechos humanos patrocinada por Álvarez Petraglia que
involucra a este centro de torturas.
En el marco de esa denuncia, el 27 de setiembre la jueza
penal de 7º Turno, Mariana Mota, dispuso una inspección ocular en esa unidad y
en el Batallón de Infantería Blindado, ubicados en Instrucciones y Casavalle,
con el objetivo de “ubicar en los predios” las instalaciones del 300 Carlos, se
explica en el escrito presentado ayer. Se agrega que Mota pidió que se
documentaran las pruebas con fotografías y croquis, para lo que concurrió
personal de Policía Técnica.
Además participaron la fiscal de 5º Turno, Ana
María Tellechea, Petraglia, Porley y seis ex presos políticos que estuvieron
detenidos en el lugar: Martha Valentini, Beatriz Weisman, Mario Ítalo Moreni,
Albert Moreira, Dari Mendiondo y Clarel de los Santos, que fueron citados por
la Justicia en calidad de testigos.
Petraglia y Porley expresan en la denuncia que se
sorprendieron cuando intentaron ingresar a la unidad militar: la jueza “fue
recibida por el coronel Raúl Lozano”, quien “le manifestó que habiéndose
comunicado previamente con el general Nelson Pintos, éste le transmitió una
orden del ministro de Defensa por la cual se disponía “que en dicho predio no
se sacaban fotos”. La razón de la negativa “sería la supuesta existencia en el
lugar de material sensible”. La jueza “reiteró in voce su orden”, acto que fue
registrado por la actuaria presente.
El escrito agrega que se tuvo que realizar la inspección del
lugar sin sacar fotografías y que una vez en el galpón donde funcionó el 300
Carlos “quedó en evidencia la sinrazón de la orden” del ministro de Defensa,
“ya que lo único que se pudo observar fueron maquinas viejas, restos de
metales, alguna madera, etc.”.
Ante estas circunstancias, “las conductas desplegadas” por
los militares y el ministro “son claramente violatorias de una orden judicial”.
La denuncia destaca que la negativa a permitir la documentación de un sitio
donde se torturó durante la última dictadura “implica una flagrante violación”
a la separación de poderes y también “a lo dispuesto en la sentencia dictada
por la Corte Interamericana de Derechos Humanos” en el caso Gelman vs Uruguay,
en la que se “ordena a todas las reparticiones del Estado uruguayo no
obstaculizar en forma alguna el progreso de las causas como la que motivó esta
inspección”.
Finalmente, se solicita como prueba testimonial que se cite a
declarar al coronel Raúl Lozano, al general Nelson Pintos, al ministro
Fernández Huidobro, a la jueza Mota y a la actuaria Mabel Machado.
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Vieron luz
Ocho mil documentos sobre Uruguay fechados entre 1963 y 1973
fueron desclasificados en Estados Unidos y están a disposición en internet.
La diaria - 11 10 12 - Por Lourdes Rodríguez
Con fondos de la Universidad de la República (Udelar) y
cancillería, los investigadores Nicolás Duffau y Aldo Marchesi, integrantes del
Grupo de Estudios Interdisciplinarios sobre el Pasado Reciente (Geipar),
digitalizaron y establecieron las condiciones de acceso de un conjunto de
archivos sobre nuestro país depositados en la National Archives and Records
Administration (NARA), del departamento de Estado de Estados Unidos. La primera
parte de la colección documental será presentada hoy en el marco de una jornada
académica. La cita es en la sala Maggiolo del edificio central de la Udelar a
partir de las 16.30.
La voluminosa documentación abarca la década 1963-1973 y tomó
carácter público en el marco de los procesos de desclasificación rutinaria de la
NARA, luego de un período de confidencialidad que en general es de 30 años.
Esta colección de más de 8.000 textos tiene que ver con los intercambios que
hubo en esa época entre la embajada en Uruguay y el gobierno de Estados Unidos.
“Política y defensa” es la categoría en la que se concentra
la mayor cantidad de archivos, pero también hay otras menores como economía,
sociedad y “especial”. Esta última incluye textos de organismos
internacionales, que no necesariamente tienen relación con Uruguay. El criterio
de trabajo fue copiar todos mediante la digitalización: “Lo que se busca como
gran eje es democratizar información”, explicaron los investigadores. El
internauta podrá acceder a la documentación en www.geipar.udelar. edu.uy.
“Permiten ver y reconstruir el papel de Estados Unidos, la
vinculación con la política partidaria, con las organizaciones. Son
observadores permanentes de todo el contexto uruguayo, están preocupados por la
vida política pero también por las cuestiones legislativas en drogas, las políticas
de territorialidad marítima, por el rol de la Iglesia, los sindicatos y el
movimiento estudiantil”, resumieron Duffau y Marchesi.
Explicaron que los documentos no tienen valor si no se los
contextualiza en el marco de la Guerra Fría y de la movilización política y
social. “Hay que tener cuidado con pensar que los archivos son la fuente de
verdad; es una mirada parcial. El archivo es una construcción: es lo que un
Estado, sea cual sea, permite que se vea. Lo segundo es que es sólo una parte
-nos queda por fuera de la CIA, por ejemplo- y lo tercero es la mirada de los
funcionarios”, señalaron. Para poder reconstruir también es necesario cruzarlos
con documentación uruguaya de la época -de la Policía, de Inteligencia militar-
que no están a disposición de los investigadores.
Tuito
Al estar pautada por la Guerra Fría, la visión de la
diplomacia estadounidense identificaba como “riesgo último” la posibilidad de
una “amenaza comunista”. En los reportes políticos, según los investigadores,
existe preocupación por la resistencia de los partidos tradicionales a
proscribir al Partido Comunista del Uruguay (PCU). Incluso Jorge Pacheco Areco
inhabilitó al Partido Socialista y otros grupos, pero no al PCU. “Uno de los
trabajos de la embajada [de Estados Unidos] era promover el convencimiento de
hacerlo entre los partidos tradicionales”, puntualizaron.
Los archivos reflejan un claro interés en las elecciones
internas de esos partidos y en las desavenencias entre los colorados y los
blancos. “La preocupación era mayor respecto de la izquierda legal que de la
izquierda armada”, afirmó Marchesi. De esta última sólo temían por “la
posibilidad de que se pusiera una bomba en la embajada”, ejemplificó.
La conformación del Frente Amplio era vista como una amenaza.
Incluso hay un documento en el que se expresa que no sería “una situación
revolucionaria”, pero que si esa situación y el clima de contexto social
continuaban y los políticos tradicionales no lograban “resolver la crisis”, en
el mediano plazo habría un “riesgo hacia la izquierda”. “Esto es explícito,
sobre todo hacia los 70”, precisaron.
Otro aspecto a destacar es el seguimiento de toda la prensa,
que se consideraba en la categoría “psicologic”. Allí se analizan temáticas de
actualidad y cómo resuenan en la vida cotidiana: la llegada a la Luna, la
muerte del Che Guevara o un editorial de Carlos Quijano que había repercutido
en los sectores políticos. “Plantean el tema de Marcha, de cómo tiene una
visión pesimista de la realidad uruguaya, y la necesidad de crear otra
herramienta periodística que tenga influencias entre las elites uruguayas. Lo
mismo ocurre con Peloduro riéndose de la clase política. Esto es importante
porque da cuenta de hasta dónde estos diplomáticos están preocupados. Nada de
la vida social, cultural ni política les es ajeno”, señalaron.
Tela por cortar
Duffau y Marchesi entienden que no toda la información que se
incluyó en las comunicaciones era intencional. Muchas veces formaba parte de un
trabajo sistematizado del country team -equipo diplomático- designado para esta
tarea. “Tiene mucho de este lenguaje propio, pero son muy sólidos en materia de
información. Es información muy calificada. Tienen informantes en todos lados y
capacidad de diálogo con muchísima gente, con todos los actores, con
sindicatos, con intelecuales de derecha y de izquierda, y relativa apertura
para hacer un diagnóstico de lo que está pasando y para definir
recomendaciones. Esto no se hacía sólo con Uruguay, sino con todos los países”,
describieron.
Se informaba de la cita de un diplomático con un político, la
realización de un ágape, las protestas, las exportaciones e importaciones, las
ganancias que generó cada rama de la industria y la cantidad de votantes en las
elecciones por departamento. “Más allá de la mirada, esos documentos, todavía
vírgenes, son útiles para ver datos concretos del proceso político, porque a
partir del 68 hay muchas proscripciones de prensa, períodos en los que no salen
diarios. Hay documentos que consisten en seguir semanalmente todo lo que está
ocurriendo en Uruguay sobre todos los procesos políticos, manifestaciones, y
una evaluación de las situaciones en términos de nivel de riesgo de la política
interna de Uruguay para Estados Unidos”, enumeraron.
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miércoles, 10 de octubre de 2012
Estado de las cosas
Organizaciones crearon observatorio para el seguimiento de las causas penales vinculadas al pasado reciente.
La diaria - 10 10 12 - Por Lourdes Rodríguez
En los juzgados de Montevideo hay 138 causas por denuncias relacionadas a las violaciones de derechos humanos durante el terrorismo de Estado: sólo dos tienen sentencia firme. Además, hay otras 89 ingresadas en seccionales policiales que no están registradas en las sedes penales.
Once organizaciones reunieron información de cada caso, elaboraron indicadores que permitan contextualizar el proceso de desarchivo, estado y evolución de los expedientes, y la sistematizaron para el acceso público.
71% de las causas está en presumario y 9% en sumario, es decir, hay una sentencia a consideración de Apelaciones o la Suprema Corte de Justicia. Según los datos del Observatorio a los que accedió la diaria, hubo 24 procesamientos. Uno fue por complicidad en homicidio especialmente agravado; uno por encubrimiento; uno por homicidio y uno por coautor de desaparición forzada en reiteración real; nueve por homicidio muy especialmente agravado y 11 por coautoría de homicidio muy especialmente agravado.
El sistema del Observatorio hace posible, entre otras cosas, obtener detalles del expediente, por ejemplo en qué juzgado se encuentra, el tipo de delito invocado por el denunciante. La mayoría de las causas son tramitadas en los juzgados de 7º turno (37) y 1º turno (19), a cargo de Mariana Mota y Juan Fernández Lecchini, respectivamente.
La base de datos abarca el período 1981-2012. En 1985 y 1986 hubo un pico de denuncias (46) previo a la aprobación de la Ley de Caducidad, y otro en 2011 (26), cuando la eventual prescripción de los delitos cometidos en dictadura dominaba el debate político y jurídico.
La información también está organizada en tres partes: 1981-1986 sin Ley de Caducidad, 1987-2004 con esta norma vigente durante los gobiernos blancos y colorados, y 2005-2012 con una aplicación diferente de la ley que posteriormente quedará sin efecto. Según el comparativo elaborado por el Observatorio, el período con menos denuncias fue el segundo (32); en los otros hubo 51 y 55, respectivamente.
Para su elaboración se utilizaron cuatro fuentes: los archivos de Familiares y el PIT-CNT, un informe del fiscal Ariel Cancela, integrante de la secretaría de Derechos Humanos de Presidencia, y la respuesta de la Suprema Corte de Justicia a un pedido de informe del diputado Víctor Semproni. Al no ser documentos hechos para un registro de datos, hubo dificultades como expedientes sin fecha clara de inicio o la diversidad de criterios para caratular. Raúl Olivera, integrante del Observatorio por el PIT-CNT, explicó a la diaria que esto es un “mapa provisorio” y que su perfeccionamiento continuará
mientras se abran más fuentes de información. “En esa medida será una herramienta que contribuirá al monitoreo de los resultados del cumplimiento de la sentencia [de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso Gelman] y a perfeccionar la identificación de obstáculos”, señaló.
Las organizaciones que integran el Observatorio son Familiares, PIT-CNT, HIJOS, Crysol, ONAPJU, Fundación Mario Benedetti, SERPAJ, IELSUR, Mesa Permanente contra la Impunidad, Pro Derechos y Colectivo Denunciantes de Octubre de 2011.
Así las cosas
En febrero de 2011, la sentencia de la Corte Interamericana por el caso Gelman vs Uruguay puso de manifiesto responsabilidades y obligaciones del Estado en este tema. En junio el Ejecutivo revocó todos los actos administrativos por los cuales había determinado el amparo de casos en la Ley de Caducidad.
En octubre se sumaron 105 denuncias en seccionales policiales en los días previos a la entonces probable prescripción. El 26 de ese mes, luego de un intento fallido y varias idas y venidas, el Parlamento dio sanción definitiva a una ley que evitó los efectos de la prescripción a partir de ese 1º de noviembre y derogó la Ley de Caducidad.
Estos hechos cambiaron el escenario, principalmente, propiciaron un proceso de desarchivo de antiguas causas que estaban paralizadas. Ni el Poder Judicial, en tanto receptor de las denuncias, ni el Ejecutivo tienen información clara ni sistematizada que permita agilizar este proceso. Además, en el sistema penal uruguayo la víctima no tiene participación activa en el proceso, sin embargo, es esta misma o su entorno la que, en estas causas, realizan la investigación.
“La antigüedad de la mayoría de las causas, el tiempo transcurrido de los hechos que se denuncian y la falta de esa acción proactiva desde los distintos niveles del Estado tornan imprescindible, además de realizar un seguimiento de las causas, establecer una suerte de ‘centralidad’ de la acción de los operadores del sistema judicial que permita encarar en forma adecuada el encare de conductas que escapan a aquellas a las que están acostumbrados los juzgados penales. Sin una visión en ese sentido, superada la impunidad jurídica, caeremos en la impunidad fáctica”, reza el documento oficial del Observatorio Luz Ibarburu.
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Mil palabras
Reclusión en la ESMA de uruguayo desaparecido en Argentina en
1977 verificada al reconocerlo en una exposición de fotos en su ciudad.
La Diaria 3 10 12 Por Lourdes Rodríguez
El lunes de nochecita se inauguraba en Mercedes la muestra
itinerante Fotos sacadas en y de la ESMA, del argentino Víctor Basterra, que
concurrió al lugar. En ese contexto, el periodista local Aldo Difilippo
reconoció, entre las imágenes de detenidos en ese centro de tortura, una foto
de Luján Sosa, mercedario desaparecido en Argentina en 1977. Eso reveló uno de
los paraderos de Sosa, cuyas circunstancias de detención prácticamente se
desconocen, y disparó elementos para seguir investigando.
Basterra estuvo secuestrado en la Escuela Superior de
Mécanica de la Armada (ESMA) entre agosto de 1979 y diciembre de 1983 por su
militancia peronista. Mientras estuvo preso fue obligado a confeccionar
documentación falsa para los represores y con ese fin debió tomar fotografías,
de las que guardó copias. También se las ingenió para retirar de forma
clandestina parte de dos negativos de fotos que los militares habían tomado a
detenidos desaparecidos que pasaron por la ESMA.
Con el apoyo del Instituto Espacio para la Memoria de
Argentina, este archivo se convirtió en una muestra itinerante que fue donada
al Museo de la Memoria. Allí estará disponible desde el fin de semana, pero
antes pasará por Carmelo y Maldonado. La inauguración tuvo lugar el lunes en la
sede de la AEBU de Mercedes. La foto en la que el periodista identificó al uruguayo
tenía una inscripción que decía: “¿Sosa? Detenido desaparecido”.
Luján Sosa vivía en Argentina: militaba en Montoneros y
trabajaba en la imprenta Edmar. Fue secuestrado el 23 de abril de 1977 en la
vía pública por personas armadas vestidas de particular que se identificaron
como policías. Tenía 19 años.
De acuerdo a Investigación histórica sobre detenidos
desaparecidos, fue llevado a la pensión donde vivía con las manos atadas con
alambre y allí le comunicaron a la dueña del lugar que “lo borrara del libro de
huéspedes”, que retirarían todas sus pertenencias y que “no lo verían más”.
La información que manejaron sus familiares es que fue
recluido en un centro clandestino que funcionó como base operativa del grupo OT
18 (Operaciones Tácticas), después del cierre de Automotores Orletti. La
fotografía de Sosa que Basterra logró rescatar evidencia su paso por la ESMA.
“Lo que llama la atención es que la foto está fechada en 1979, dos años después
de su detención, así que su historia es más larga de lo que se conoce”, apuntó
Difilippo.
La familia de Sosa vive en José Enrique Rodó, en Soriano, a
80 kilómetros de Mercedes, y anoche recién estaban “procesando” esta noticia.
“Siempre lo buscamos, incluso en la clandestinidad. Mi madre [Chela Valdez]
siempre ha estado estudiando documentos, viajando a Buenos Aires, poniendo su
foto en todos lados, enviando cartas a Cruz Roja, al exilio, a las
embajadas...”, enumeró en diálogo con la diaria Marbey Sosa, hermano de Luján.
Durante la jornada de ayer, los integrantes de la Comisión de
Memoria y Justicia contra la Impunidad de Mercedes encargados de la
inauguración de la muestra fotográfica trabajaron para confirmar que la persona
de la foto sea efectivamente Sosa. Lilián Ohaco fue una de las personas claves.
“No hay dudas de que es él”, afirmó a la diaria. Ohaco, oriunda de Mercedes, se
fue a vivir a Buenos Aires a principios de los 70 “con una mano atrás y otra
adelante” en busca de oportunidades laborales.
En ese contexto, compartió con Sosa y otros uruguayos el alquiler
de dos casonas en diferentes barrios porteños hasta fines de 1976. Luego Sosa
se mudó a la pensión cerca de la que fue secuestrado. Ohaco ya estaba de
regreso en Mercedes cuando se enteró de la desaparición de Sosa. “Era un
muchacho encantador, sano. Le encantaba la música”, recordó.
Uno de los referentes de la comisión, Sergio Frantchez,
explicó a la diaria que los fragmentos de negativos rescatados por Basterra
fueron dos. En uno había 12 fotos y en el otro tres. Una de éstas pertenecía a
Sosa y otra a un sobreviviente que vive en Argentina y que ha trabajado
estrechamente con el Instituto Espacio para la Memoria. Allí están puestas las
expectativas ahora.
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Luis Michel Ceballos
Identifican a nueva víctima uruguaya del Cóndor en Buenos
Aires
El militante desconocido
Brecha 28 9 12 - Por Samuel Blixen
La identificación de otra víctima del Cóndor confirma la
existencia de un centro clandestino de detención en Buenos Aires para la
tortura de ciudadanos extranjeros, anterior a Automotores Orletti.
La denuncia sobre el asesinato de un militante del Partido
Comunista Revolucionario (PCR), ocurrido en Buenos Aires en diciembre de 1975 y
del que no existía noticia, permite reconstruir la historia de la represión de
la dictadura uruguaya contra esa agrupación, que se inició en Montevideo en
1973 y se prolongó hasta 1978 cuando los últimos militantes secuestrados en
Buenos Aires fueron trasladados hasta La Tablada, donde desaparecieron
definitivamente.
Luis Michel Ceballos, de 21 años, cuyo cuerpo presentaba una
veintena de impactos de bala, fue ejecutado en un subsuelo de un hasta ahora
desconocido centro clandestino de detención de la Policía Federal, donde muy
probablemente fueron recluidos, interrogados, torturados y asesinados algunos
de los uruguayos secuestrados en Buenos Aires antes de la instalación de
Automotores Orletti, el centro de operaciones de los represores del Plan
Cóndor.
Ceballos, un estudiante que militaba en el liceo número 8,
donde en agosto de 1972 fue asesinado Santiago Rodríguez Muela, decidió
refugiarse en Argentina a principios de 1975 para evitar la reiteración de
periódicas detenciones, a pesar de ser menor de edad.
Su vinculación a las
Brigadas Rojas y al PCR era “periférica”, según confirmaron ex militantes de
ese grupo político, pero mantenía una relación personal con Carlos Federico
Cabezudo, un militante de ese partido secuestrado en Buenos Aires en diciembre
de 1977, y cuya presencia en La Tablada, Uruguay, fue confirmada por
testimonios de prisioneros sobrevivientes.
A comienzos de diciembre de 1975, Ceballos, que se había
integrado a la estructura de los exiliados del PCR en Argentina, viajó
fugazmente a Montevideo con documentos falsos para ver a su madre, gravemente
enferma. Retornó a Buenos Aires, donde trabajaba como zapatero.
Semanas más
tarde, su hermana, Susana, recibió una llamada telefónica anónima, urgiéndola a
que se trasladara a Buenos Aires porque su hermano estaba “muy grave”; le
dieron un número telefónico para que se contactara en cuanto llegara.
Sospechando que su hermano había muerto, Susana viajó el 1 de
enero de 1976 en compañía de su madre y su otro hermano, y al día siguiente
concurrió a lo que supone era la morgue. Un funcionario, que no se identificó,
le pidió que reconociera el cuerpo de un joven. Susana se descompuso y el
funcionario le evitó el reconocimiento directo: le mostró numerosas fotos que
guardaba en una carpeta de color verde.
Michel Ceballos presentaba heridas de
bala en el cráneo, en el tórax y en el abdomen, según consigna el documento del
Registro de Estado Civil de la Municipalidad de Buenos Aires. Nadie le informó
a Susana sobre las circunstancias de la muerte de su hermano, pero en el
momento en que reconocía las fotografías alcanzó a leer la carátula de la
carpeta: “Ocho muertos. Un herido grave. Nosiglia”.
El funcionario señalaba con
una lapicera las heridas que aparecían en las fotos del cuerpo desnudo de
Michel: “23 orificios de bala, no sufrió nada”, dijo el funcionario, quien le
entregó una tarjeta de una empresa fúnebre, alertándola de que no contratara a
ninguna otra porque esa empresa –Canning, según recuerda– era la única
autorizada.
Según relató a Brecha, Susana Ceballos recibió días después
la visita de Carlos Cabezudo, quien desde 1973 se encontraba clandestino en
Argentina: “Me recomendaba que no regresara a Montevideo, pero en ningún
momento me explicó qué había pasado con mi hermano; deduje que Michel militaba
con Cabezudo”.
GALERÍAS PACÍFICO
A su regreso a
Montevideo, Susana Ceballos recibió por correo una copia del certificado de
defunción de su hermano. El documento contenía una valiosa información que no
había sido explotada hasta ahora, y que vino a confirmar una denuncia
presentada por un ciudadano portugués, en febrero pasado, en la megacausa del
Plan Cóndor, que instruye el juez federal Daniel Rafecas.
Santana. Foto de Elina Gilmet |
Arturo
Santana, realizador de televisión, había sido detenido en marzo de 1976,
requerido por su condición de militante montonero. Santana permaneció varios
días en un centro de tortura, que él presumía que estaba en un lugar céntrico
de Buenos Aires y que tenía tres subsuelos, uno donde se habían acondicionado
celdas precarias, y un tercero donde se realizaban ejecuciones, a estar por las
ráfagas y disparos que oían los detenidos.
Recién en 1987 Santana logró identificar el lugar donde
estuvo detenido antes de ser trasladado a Campo de Mayo. Tal como relató a
Brecha, en su condición de director de fotografía participaba ese año de la
realización de una producción para la televisión: Ciudad de los pobres
corazones, sobre el álbum de Fito Páez y
dirigida por Fernando Spiner, que se filmaba, en parte, en un edificio de la
avenida Córdoba, entre Florida y San Martín, que acababa de ser declarado
monumento histórico.
Los dibujos de las baldosas del piso le trajeron a Santana
ciertos recuerdos y al recorrer los subsuelos encontró en las paredes rastros
del lugar donde había permanecido detenido en marzo de 1976.
El realizador
hizo una denuncia judicial pero ésta fue archivada. Posteriormente el edificio
sufrió importantes modificaciones cuando el gobierno de Carlos Menem autorizó
su enajenación para su conversión en un centro comercial, las famosas Galerías
Pacífico, que tomó el nombre de las dependencias que allí habían funcionado,
las del Ferrocarril al Pacífico, que compartían espacios con la
Superintendencia de Policía Ferroviaria y con Coordinación Federal.
En
febrero pasado Santana inició una querella y en abril solicitó a la justicia
“libre oficio a la Policía Federal para que responda si en el 76 operó desde
ese señorial edificio una delegación, comisaría o dependencia de esa
fuerza” y si allí funcionó un polígono
de tiro. El ciudadano portugués presume que en aquel edificio la policía
interrogaba y recluía a extranjeros, porque eran de esa condición todos los que
fueron trasladados desde allí a Campo de Mayo.
La
denuncia de Santana coincide parcialmente con una afirmación del entonces
fiscal de la Cámara Federal Luis Moreno Ocampo sobre la existencia, en las
dependencias de la Policía Ferroviaria, de un centro clandestino de detención
que había funcionado entre 1977 y 1981 perteneciente al circuito ABO
(Atlético-Banco-Olimpo) bajo la tutela del general Guillermo Suárez Mason, por
entonces jefe del Primer Cuerpo de Ejército. El testimonio de Santana adelanta
la fecha de funcionamiento de ese centro de tortura a marzo de 1976.
Sin
embargo, en el proceso de confirmación de la existencia de un centro
clandestino de torturas hasta ahora desconocido, se convirtió en un elemento
clave la partida de defunción en poder de Susana Ceballos. El documento detalla
que la muerte de Luis Michel Ceballos ocurrió “en el interior de la finca sita
en Córdoba 652 el 30 de diciembre de 1975 a las 16 horas”. El documento está
firmado por el oficial del Registro de Estado Civil César Gutiérrez Eguía,
según certificado médico de Mario Sebastián Rosenfeld.
Al
recolectar los elementos para el inicio de una querella ante la justicia
argentina por el asesinato de su hermano, Susana Ceballos hizo protocolizar el
acta de defunción que había recibido por correo y, en compañía de la militante
de derechos humanos Lile Caruso, concurrió a la dirección donde, según el
documento, habían matado a Luis Michel. Ambas confirmaron que en Córdoba 652
radican las Galerías Pacífico. Simultáneamente, la publicación de una
entrevista a Arturo Santana, en la edición de Página 12 del 14 de agosto pasado,
permitió confrontar el testimonio del ciudadano portugués con la prueba
documental.
La
confirmación de la existencia de un centro operativo en el microcentro de
Buenos Aires donde confluían detenidos extranjeros constituye una pista para
determinar dónde fueron interrogados y torturados, por personal policial y
militar uruguayo, algunos de los exilados desaparecidos o asesinados antes de
la inauguración, en junio de 1976, del centro clandestino Automotores Orletti.
Hasta
ahora ningún organismo oficial, argentino o uruguayo, consignaba el nombre de
Luis Michel Ceballos como víctima de la coordinación represiva del Río de la
Plata, en parte porque sus familiares habían postergado la denuncia. Pero en
otros casos de uruguayos desaparecidos ocurridos en los primeros meses de 1976
las informaciones son en extremo parciales: Nebio Melo Cuesta y Winston
Mazzuchi, ambos integrantes de la dirección del PCR, fueron detenidos el 8 de
febrero de 1976 en un bar de la estación Belgrano por personas de particular
que se identificaron como personal de Coordinación Federal; ambos permanecen
desaparecidos y no se sabe a donde fueron trasladados.
El 5 de abril de 1976
fue detenido Ary Cabrera, militante del PVP, fue secuestrado el 17 de abril de
1976 junto a Telba Juárez, cuyo cuerpo apareció dos días después en la
localidad de Barrancas. Hugo Gomensoro Josman – cuyo hermano Roberto fue
asesinado en Paso de los Toros- fue detenido junto con su compañera María del
Rosario Vallarino el 30 de abril; conducidos a un centro de torturas, María del
Rosario fue liberada días después; el cuerpo de Hugo fue allado en aguñas del
Río de la Plata un mes después.
Finalmente, el 18 de mayo de 1976 fueron
secuestrados Rosario Barredo, William Whitelaw, Zelmar Michelini y Héctor
Gutiérrez Ruiz; sus cuerpos aparecieron dos días después en el interior de un
auto abandonado. Nunca se supo dónde fueron torturados y asesinados.
Las
decenas de uruguayos detenidos a partir de 1976 fueron todos recluidos en
Automotores Orletti hasta que ese centro clandestino fue cerrado a finales de
ese año. La existencia de un centro donde ahora funcionan las Galerías Pacífico
destinado a prisioneros extranjeros podría revelar dónde operó el Cóndor antes
de Orletti.
La represión contra el
PCR
El “PETISO” Nebio Melo y el “PELADO” Winston Mazzuchi fueron
secuestrados el 8 de febrero de 1976, un mes después del asesinato de Luis
Michel Ceballos, por una patota que irrumpió en el bar Tala de la Estación
Belgrano C. Melo y Mazzuchi eran Militantes del PCR, al igual que Ceballos;
pero a diferencia de éste, aquellos nunca aparecieron.
Unos
días más tarde, otra patota de unos 15 hombres fuertemente armados que se
movilizaban en autos Ford Falcon y que se identificaron como de Coordinación
Federal, allanaron la vivienda donde dos meses antes había residido Nebio Melo
junto a su esposa y su pequeña hija. Los nuevos inquilinos de la casa
formularon una denuncia en la comisaría de la zona. El comisario dijo
desconocer el operativo y luego de unas consultas informales les dijo que no se
preocuparan, que no había nada contra ellos. Y agregó: “Debe de tratarse de un
grupo de uruguayos que andan jodiendo”.
La
convicción de que, por regla general, los operativos en Buenos Aires contra
refugiados uruguayos eran protagonizados por personal de la OCOA y del SID,
policías y militares que se trasladaban a Argentina, termina siendo confirmada,
tarde o temprano con el surgimiento de pruebas.
En el
caso de la represión contra militantes del PCR refugiados en Buenos Aires,
documentos recientemente conocidos revelan que, precisamente por las fechas en
que fue asesinado Ceballos y desaparecidos Melo y Mazzuchi, estaba presente en la
capital argentina un capitán de caballería que en 1973 –y probablemente antes-
tenía como objeto prioritario de sus accionar la represión contra militantes
del PCR.
La
presencia en Buenos Aires del capitán Juan Carlos Gómez no habilita afirmar que
estuvo involucrado en el asesinato y las desapariciones mencionadas. Pero su
historial permite sospechar algún tipo de participación. Numerosos testimonios
indican que Gómez tuvo participación activa en las torturas a las que fueron
sometidos muchos prisioneros recluidos en el cuartel del Regimiento 6 de
Caballería; también se presume que participó en los interrogatorios a que fue
sometido a finales de 1974 Luis Eduardo González González, hasta hoy
desaparecido.
Pero el
hecho por el que está procesado y recluido en la cárcel de Domingo Arena es el
asesinato de Roberto Gomensoro Josman. Según el testimonio de varios testigos,
Gómez fue quien directamente asesinó a Gomensoro en la unidad militar de Paso
de los Toros. Por ese hecho también está procesado José Nino Gavazzo.
El
cuerpo de Gomensoro fue encontrado en el lago artificial de la represa de
Rincón del Bonete por unos pescadores del lugar. Estaba envuelto en una malla
de alambre que sostenía piedras. Fue enterrado en el Cementerio de Paso de los
Toros como NN pero la cabeza fue conservada por el médico policial que realizó
la autopsia. Muchos años después un estudio de ADN confirmó que el cráneo
correspondía a Gomensoro, pero no pudo verificar la identidad del cuerpo
sepultado porque, curiosamente, cuando el caso comenzó a ser ventilado, las
tumbas fueron profanadas y los restos de aquel cuerpo hallado en el lago
desaparecieron.
La
justicia procesó al hoy coronel Gómez, que permanece recluido pese a que,
recientemente, el ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, difundió
su convicción de que Gómez es inocente en el caso Gomensoro, quien habría sido,
a su juicio, asesinado en una unidad de Montevideo.
Si
finalmente se inicia una investigación sobre los muertos y desaparecidos del
PCR, quizás pueda determinarse qué hacía el entonces capitán Gómez en Buenos
Aires a fines de 1975 y comienzos de 1976.
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