Con ocho funciones, a sala repleta y con el aplauso entusiasta de los miles de asistentes, se presentó en el Teatro Solís la obra dirigida por Volker Losch y asistencia de Luciana Lagisquet, Antígona Oriental.
La violencia estatal desatada desde junio de 1968 para imponer una reestructura económica, social, cultural y política al servicio de sectores minoritarios ante la crisis que vivía el país, enfrentada por los trabajadores y los sectores populares, en forma paulatina y escalonada condujo al terrorismo de Estado.
Tortura y prisión prolongada: metodología represiva.
A diferencia de lo ocurrido en otros países de la región, las detenciones masivas, la tortura sistemática y generalizada, la prisión prolongada en condiciones inhumanas y degradantes, fue la metodología deliberadamente seleccionada por las fuerzas armadas para eliminar a los opositores, apoderarse del gobierno y procurar mantenerse en el mismo.
En Uruguay hubo 179 detenidos desaparecidos y más de 200 personas asesinadas de diferentes maneras por los servicios represivos del Estado. Más de 7.000 personas fueron, desde julio de 1972, sometidas a tribunales militares sin garantías legales, procesadas formalmente en base al código militar y recluidas en centros de detención similares a los campos de concentración nazis, diseñados para la destrucción física, psíquica y moral. El promedio de años de reclusión de los presos políticos en Uruguay, fue de 6 años y 8 meses, según Serpaj.
En la época dorada del terrorismo de Estado, Uruguay fue el país del mundo con la mayor cantidad de presos políticos en proporción a la población.
Los apremios físicos, morales y psicológicos, los tormentos de todo tipo que desde el poder se definían como “trato riguroso” a los detenidos, caratulados genéricamente como “sediciosos”, se llevaron adelante, desde abril de 1972 en todos los cuarteles, bases y dependencias del ejército, la marina, la aviación y de la policía, sin distinción de sexo, edad, religión o compromiso militante a lo largo y ancho del país.
Al amparo de la Doctrina de la Seguridad Nacional, las Fuerzas Conjuntas, como se denominaba la coordinación represiva de los órganos del Estado, sistematizaron y uniformizaron la tortura como metodología de obtención de información, como castigo y también como arma de terror para amedrentar a la población.
Violencia de género.
Antígona Oriental, de manera irreverente, desprejuiciada y sin pelos en la lengua, escenifica el tratamiento de género del terrorismo de Estado y sus secuelas permanentes al amparo de la impunidad. Dramatiza en un espectáculo conmovedor, solamente superado por la cruda realidad que vivieron las propias protagonistas, la brutalidad padecida y que fuera denunciada penalmente por decenas de ex presas políticas en el mes de octubre del año pasado.
Los abusos sexuales ante personas indefensas, fundamentalmente a todas las detenidas, aunque no únicamente a ellas, fueron la expresión más notoria de la degradación de los cuerpos represivos del Estado y de la moral de combate de los autodenominados salvadores de las instituciones.
Las FFAA se ensañaron con los detenidos y también con sus familiares directos, con los hijos y los adolescentes que quedaron marcados de por vida. Hasta el momento el Estado uruguayo ha reconocido como víctimas solamente a los niños que nacieron en cautiverio o que estuvieron más de 180 días en prisión con sus madres. Pero hay miles de niños y adolescentes de la época que recorrieron los penales, los cuarteles, las cárceles, los batallones, las dependencias policiales y que fueron hostigados, manoseados, humillados y crecieron siendo familiares estigmatizados de prisioneros políticos sin reconocimiento estatal.
Los abusos sexuales y la tortura: crímenes imprescriptibles.
La tortura es una práctica deleznable. Cuando se practica en forma masiva, sistemática y generalizada es un crimen de Lesa Humanidad. En Uruguay, a 27 años del retorno a la democracia, hasta el momento no hay ni un solo procesado por este delito que ofende a la conciencia de toda la sociedad.
Antígona Oriental expresa el dolor y el sufrimiento de las prisioneras políticas en Uruguay. Refleja el pesar, la angustia, la rebeldía y la frustración ante la denegación de justicia por parte del Estado uruguayo. Interpela a los actores de los crímenes, a los impulsores y defensores de la impunidad, a los que promovieron la Ley de Caducidad y la respaldaron durante décadas, a quienes le dieron rango de constitucionalidad, a los gobernantes, a los parlamentarios, a todo el sistema político. Convoca a la acción, a la militancia, al compromiso con la justicia desde los sentimientos y también desde la razón.
El Instituto Goethe, con su apoyo a la propuesta presentada por Marianella Morena, permitió la puesta en escena de Antígona Oriental junto con el Teatro Solís. Han hecho una contribución a la cultura uruguaya que los enaltece. Todo el elenco, actores profesionales, técnicos y asistentes, dieron lo mejor de sí mismos en una semana memorable. Las protagonistas, vencedoras de la vida, con su esfuerzo, su sacrificio, su trabajo de casi un año ratificaron la pasión y el compromiso intacto con la vida y los ideales, su protagonismo vigente sin sentirse víctimas en ningún momento, con dignidad y altivez.
Antígona Oriental amerita el esfuerzo necesario para ser presentada en todo el país.
A la luz de la sentencia de la Corte Interamericana de DDHH en el caso Gelman, sin caducidad como obstáculo legal, la justicia debe actuar con prisa dando a los denunciantes el tratamiento profesional que aún no ha dado. Los poderes del Estado deben asumir todas las obligaciones que impone la Resolución 60/147 de las Naciones Unidas y que Crysol reclama y por las cuales continuará su movilización junto a todo el colectivo.
Es el único camino para afirmar la democracia, las normas de DDHH, dignificar y resarcir plenamente a las víctimas y asegurar que los hechos del pasado Nunca Más vuelvan a ocurrir.
------------
Año 1 - Nº 007 - Martes 7 de febrero de 2012