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viernes, 2 de diciembre de 2011

Gavazzo, pieza clave en la desaparición de Julio Castro

Hallazgo e identificación.

Brecha. 2 12 11. Por Samuel Blixen


Nadie tenía idea de que los restos humanos hallados el 21 de octubre en el cuartel de Toledo pertenecían a Julio Castro.

No lo sabía el informante anónimo que ofreció los datos concretos al equipo de antropólogos que viene realizando excavaciones en unidades militares para resolver definitivamente el enigma de los desaparecidos.

No lo sabían Mirtha Guianze y Juan Carlos Fernández Lechini, fiscal y juez que atienden la causa de Julio Castro y para quienes la identificación de los restos significó toda una sorpresa.

No lo sabían, claro, los firmantes de las conclusiones de la Comisión para la Paz, los abogados Carlos Ramela y Gonzalo Fernández, quienes avalaron los datos aportados por los mandos del Ejército, en el sentido de que los restos de Julio Castro habían sido desenterrados, incinerados y las cenizas arrojadas al mar.

El colaborador anónimo, cuya información guió los trabajos del encargado de la investigación arqueológica, profesor José López Mazz, sólo sabía que en el segundo semestre de 1977 habían sido enterrados dos cuerpos junto al horno para la fabricación de ladrillos montado en los predios del Batallón 14 de Infantería. Pero el horno de ladrillo ya no existía y aunque unas primeras excavaciones dieron en el palo, fue necesario precisar bien la antigua ubicación del horno para definir después dónde se trabajaría.

Nada más lejano de la realidad que la insinuación de que el hallazgo fue administrado de manera que coincidiera con la votación parlamentaria de la ley que eliminó la prescripción para los delitos cometidos en dictadura, entre ellos la desaparición de Julio Castro. Los restos –el esqueleto completo y la impactante imagen de un zapato junto a los huesos– fueron celosamente guardados. Se extrajeron de ellos muestras para obtener adn que después sería comparado en el exterior con adn de familiares de desaparecidos. Puesto que las excavaciones en el cuartel de Toledo fueron ordenadas en el marco de las investigaciones judiciales de la causa María Claudia García de Gelman, su hija Macarena Gelman fue oportunamente informada sobre el resultado de los exámenes. Por más que la información no era la que ella aguardaba, Macarena comentó a sus allegados su satisfacción por la forma en que se está trabajando.

El hallazgo de los restos y la confirmación de la identidad encuentra una suerte de paralelo con las investigaciones judiciales sobre la desaparición del periodista y maestro, pero en los hechos no influyen, más allá de que los responsables de la desaparición puedan sentir que el círculo se estrecha.

Las indagaciones judiciales continúan en la fase de interrogatorios a presuntos implicados y a testigos. Los magistrados ya tomaron declaraciones a los oficiales José Baudean, Omar Lacasa, Alberto Gómez, al policía Juan Ricardo Zabala y al periodista brasileño Flávio Tavares. Zabala admitió haber secuestrado a Castro en la avenida Rivera casi Soca, el 1 de agosto de 1977, y haberlo trasladado al centro clandestino de detención La Casona, de la avenida Millán. Tavares dijo haber visto y oído a Julio Castro cuando era torturado, el 2 de agosto en el sótano de La Casona, pero reiteró que no lo había conocido anteriormente.

Todos los militares investigados en esta causa integraron los aparatos operativos del Servicio de Información de Defensa (sid). Por ello, pese a sus negativas, el coronel retirado José Gavazzo es una pieza clave para los magistrados, puesto que en 1977 era jefe del Departamento III del sid, que en ese momento desplegaba una acción de inteligencia contra los diplomáticos de la embajada de México en Uruguay. Y ello es decisivo para determinar las causas del secuestro de Julio Castro.

Al hermano Julio

Guillermo Chifflet

Baqueano como era, en tantos caminos a través de sus artículos, pero también en la charla cotidiana, en las ruedas de amigos o en las vigilias de cada edición de Marcha (de la cual era redactor responsable), fue siempre profesor de una materia imprescindible: enseñaba América. Algunos conocemos los ecuadores de Ecuador, por ejemplo, a través de sus relatos, en los que habitaba el alma de los indios, de los gauchos, de los cholos, de la gente de la América secreta. Y también las anécdotas y dichos, luces y traiciones de partidos y caudillos, que Julio conocía personalmente, muchas veces.

Yo no sé si maestro se nace, pero siempre he creído que una condición del verdadero maestro es esa cosa, tan de Julio, de enseñar como sin proponérselo, sin el menor aire profesional, haciendo de la sabiduría casi una condición natural como de cuento junto al fogón compañero.

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