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viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Por qué y para qué FFAA?

La República. 11 11 10. Por Julio A. Louis (Profesor, ex preso político).

Otra vez la cuestión de las Fuerzas Armadas está en el tapete. Las aspiraciones presupuestales, la prisión del primer general en actividad por coautoría de homicidio muy especialmente agravado, la anulación de la Ley de Caducidad, declaraciones de dos ex presidentes, de seis ex comandantes del Ejército y opiniones que van desde la defensa acérrima de su pasado reciente hasta la propuesta de su eliminación.

Quienes hemos sido víctimas del terrorismo de Estado, quienes supimos de la muerte de seres queridos con el dolor de vernos en campos de concentración, o peor, asesinados o desaparecidos, quienes hemos visto criarse a nuestros hijos en situaciones terribles, no sentimos ninguna simpatía por estas Fuerzas Armadas. Es honesto y legítimo decirlo. Pero la subjetividad inevitable de todo ser humano no debe cegar ni siquiera guiar el pensamiento. Y surgen nítidamente dos cuestiones medulares a resolver. La primera es si se necesitan o no Fuerzas Armadas, lo que implica resolver ¿por qué? y ¿para qué? La segunda es, ¿qué hacemos con estas Fuerzas Armadas?

Consideramos que sí se necesitan. Las razones son sencillas de comprender: asistimos a un sistema capitalista muy enfermo, que se revuelve en la crisis más grave de su historia de crisis, en un mundo multipolar si atendemos al poderío económico de naciones rivales, pero que es unipolar militarmente, donde EEUU detenta la supremacía indiscutible. Y EEUU, para sobrevivir, necesita de la guerra, por recursos naturales que aseguren su subsistencia, como petróleo, agua, etc.

Ha considerado siempre a nuestra América (indo-afro-latina) como su "patio trasero" y no se resigna a la presencia de países gobernados por fuerzas político-sociales dispuestas a la defensa de sus recursos e intereses. Frente a esa potencia armada hasta los dientes y que golpea con saña ­como lo hace en diversas zonas del mundo- es suicida levantar el pacifismo y reclamar un país sin Fuerzas Armadas. Para evitar la agresión hay que construir confluencias de Estados, como en nuestra América, es Unasur. Costa Rica ­que en otras condiciones históricas fue ejemplar por la ausencia de Fuerzas Armadas- hoy es un contra-ejemplo, porque en ella no las hay propias, pero sí 7000 soldados estadounidenses.

Hay quienes desde el infanto-izquierdismo pregonan la abolición de las FFAA. Desean una Revolución Socialista (con mayúsculas) pero no valoran la construcción que ensayan Venezuela, Bolivia, Ecuador, a la que se suma Cuba. Por ejemplo, lo expuesto por el general Henry Rangel, responsable del Comando Estratégico Operacional de Venezuela: "El elemento fuerza armada históricamente ha sido utilizado para derrocar gobiernos [...] La fuerza armada nacional no tiene lealtades a medias sino completas hacia un pueblo, un proyecto de vida y un comandante en jefe. Nos casamos con este proyecto de país".

La oficialidad de las Fuerzas Armadas de Uruguay debe tener lealtad a la plena defensa de la soberanía (aguas, mar territorial, recursos naturales, ¡seres humanos incluidos!). Debe comprender la evolución hacia la conformación de estados supranacionales, para lo cual es urgente analizar la formación teórica. Debe ver a sus compatriotas civiles como iguales, peleando por los mismos objetivos, y no más como "pichis". La sociedad civil -muy en especial, la izquierda- tiene que apostar a esa comprensión. Pero no se borrará el abismo entre las FFAA y el pueblo si ellas persisten en la defensa de su pasado terrorista.

Cuando el presidente Bush fundamenta la necesidad de la tortura, sería bueno que quienes practicaron esta metodología aprendida en la Escuela de las Américas, y asesinaron a seres indefensos, no siguieran defendiendo su pasado de alcahuetes del imperialismo norteamericano y de asesinos de su pueblo.

Para que se confluya en un abrazo prolongado entre las FFAA y el pueblo, tendrán que limpiarse de la sangre derramada. Y eso no es venganza. Venganza sería formar tribunales con figuras del estilo de Silva Ledesma. Venganza sería torturar a los Gavazzo y Silveira. Venganza sería violar a sus mujeres en su presencia.

No es tampoco venganza, que los futuros militares se eduquen en los mismos liceos que los civiles y aprendan a amar de cerca a su gente. Cuando Mujica ensaya una aproximación con estas FFAA apunta a un objetivo estratégico, aunque mal formulado, porque no habrá auténtico acercamiento sin limpiar sus filas de asesinos, ladrones y cómplices.

Los jefes militares (retirados y en ejercicio) debieran dar el ejemplo opuesto a defender a los participantes del crimen de Berríos, o de darles "cárcel" de lujo a quienes no lo merecen. O debieran aprender de Chifflet a renunciar a sus cargos, abriendo camino a las nuevas generaciones, que deben ser capacitadas para ese giro radical.

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