La República. 23 11 10. Por Gonzalo Perera |*|
La dictadura militar argentina abolió el "Día de la Soberanía Nacional", instituido en 1973, como recordatorio de la batalla de "La Vuelta de Obligado". Heroico evento que significó una costosa victoria militar para Inglaterra y Francia, pero un inmenso triunfo político y diplomático para la Confederación Argentina y de Don Juan Manuel de Rosas.
Es que las dictaduras fascistas tienen claro cuáles son los puntos neurálgicos de una sociedad. Todas ellas dejan a su paso modificaciones en el sistema financiero y tributario, en el sistema educativo, en las políticas de telecomunicaciones y de medios de difusión, y, por cierto, legan determinada versión de la Historia.
Es digno de estudio el fenómeno del nazismo. Esto es, la terrible ascensión al poder de la versión más salvaje del capitalismo, de la mano de un macabro y oscuro cabo austríaco, con delirios de grandeza y pletórico de odio, por la más preocupante de las vías.
Por la vía de la seducción de la conciencia y el voto del pueblo alemán, uno de los de mayor nivel educativo del planeta, cuyo espíritu había sido hondamente mellado por la gran crisis del 29 y por las humillaciones heredadas de su derrota en la Primera Guerra Mundial.
La llegada al poder político y a la hegemonía cultural de un sistema basado en el horror, en la guerra como motor del ciclo de reproducción de los grandes capitales, en el genocidio y el odio étnico como motor de la guerra, no puede ignorarse. Si la más feroz bacteria o el más salvaje virus deben ser objeto de cuidadoso estudio de la Ciencia Médica para aprender a combatirlos, el germen del odio y la violencia debe ser estudiado por quien pretenda servir a la sociedad del pan y de las rosas.
Y de la ruta del nazismo sobresale el esmero invertido por Hitler y sus propagandistas en construir toda una completa y nueva visión de la Historia, que llegaba a extremos de encontrar en las civilizaciones brahmánicas raíces vivas del abominable Tercer Reich o de homologar al Führer a Carlomagno.
La Historia es la cuna de la política. Quien no posea visión lúcida de la Historia, jamás tendrá un proyecto de sociedad justo y sustentable, jamás alumbrará futuros dignos de invertir el esfuerzo de toda una vida. Por eso las dictaduras hacen foco en la Historia.
"La Vuelta de Obligado" es un estrecho codo del Río Paraná, al norte de la Provincia de Buenos Aires, pero escenario de un luminoso punto de inflexión en la historia de los pueblos del sur.
El 20 de noviembre de 1845, en condiciones de abrumadora desigualdad tecnológica y militar, haciendo gala de tanto coraje como ingenio, las tropas confederadas, al mando del general Lucio Mansilla, se enfrentaron a una colosal flota conjunta de las dos grandes potencias coloniales, Inglaterra y Francia. Potencias que habían intentado excusar su descarada intervención en el cono Sur en el apoyo a los colorados de Rivera frente a la "intervención extranjera" de Don Juan Manuel de Rosas.
Ciertamente, Rosas era aliado de los blancos de Manuel. Pero la excusa anglofrancesa era una obra de arte de la mampostería de la Historia: con el sueño artiguista de la Liga Federal traicionado entre otros por el propio Rivera, la diplomacia inglesa diseñó un país con límites en los ríos cuya navegabilidad ansiaban y como tapón de los potentes vecinos.
Esa construcción, made in London, es el Uruguay con el que Artigas jamás soñó y por el que jamás peleó. Ni el 18 de julio ni el 25 de agosto son celebraciones artiguistas, sino más bien, recordatorio de la derrota del gran proyecto artiguista de la Liga de Provincias Unidas. Inventaron las potencias un país separando hermanos, y en defensa de su "soberanía", pretextaron el acudir para sostener sus viejos intereses sobre la navegación de los ríos internos hasta el Paraguay y el corazón del Brasil.
Don Juan Manuel de Rosas y su confederación significaron un reverdercer de sueños de genuina soberanía. No en vano José de San Martín envió a Rosas como obsequio su espada, y según algunos autores, impulsado por la conmoción que le causara la heroica batalla de "La Vuelta de Obligado".
Es que dicho enfrentamiento, si bien fue una victoria de la flota anglo-francesa, significó un desmesurado costo militar y un inmenso costo político para las potencias. Se vieron obligadas a firmar con Rosas acuerdos en los que reconocían que la navegación del Paraná constituía un acto de navegación interna de la Confederación Argentina y sujeta solamente a sus leyes, lo mismo que la del río Uruguay, en este caso en común con el Estado Oriental (tratado Arana- Southern en el caso de Inglaterra y Arana-Lepredour en el de Francia).
Pero el transcurso de los tiempos amparó nuevas traiciones y complicidades con las grandes potencias. Y la historia argentina fue en buena medida escrita por los unitarios y la uruguaya, por colorados reivindicadores de Rivera. Y en esa historia, ni aquella batalla tan desigual y heroica, ni mucho menos su reivindicación en el marco de un "Día de la Soberanía", tenían el más mínimo lugar. La caricaturización de Oribe y de Rosas, y la tergiversación más radical del proyecto artiguista, centraron nuestra historia en beligerancias con España, Portugal y los vecinos, obviando el arte y parte de Inglaterra y Francia en nuestro corte y confección.
Vivian Trías- bien vale señalarlo en momentos del centenario del Partido Socialista en el es un referente ineludible- fue uno de los autores a quien debemos una mirada "revisionista" de estos tramos de la Historia, en su recordada obra sobre Don Juan Manuel de Rosas, las montoneras y el imperio británico. Trías entendió que su visión de una gran nación americana cimentada en los principios generales del socialismo, no podía eludir una cita fidedigna con la propia Historia.
Es que tarde o temprano, la memoria se abre paso. Y la Historia cobra vida. Deja de ser yeso bien moldeado por profesionales del disimulo y toma calor y color de sangre, sueños y risas. Se hace humana, se encuentra, al menos un poco, con la verdad y la justicia.
El gobierno argentino acaba de reinstalar como feriado nacional el 20 de noviembre, Día de la Soberanía Nacional y su presidenta, Cristina Fernández inauguró en el lugar de la batalla un impactante monumento recordatorio de la audaz táctica ideada por Mansilla para enfrentar fuerzas colosalmente superiores en "La Vuelta de Obligado". Todo un gesto de amor a la Historia y de amor al futuro.
Nosotros tenemos cuentas a saldar con la Historia. Con Artigas, con los 18 de julio y 25 de agosto. Con la dictadura militar y el plebiscito del 80, que en estos días tal parece que el más de 40% de orientales ( entre ellos notorios dirigentes políticos y empresariales) que apoyaron el infame proyecto de Constitución fascista, se esfumaron o se lo tragó la Tierra, pues no se escucha ningún "yo vote sí en el 80". Cambiar es signo de sabiduría, por cierto. Pero deformar el pasado es atentar contra la Historia y por ende, contra la comprensión de las vías hacia el futuro.
Por eso, y sin mezclar aconteceres sino hilvanándolos, hoy y ahora, la anulación de la Ley de Caducidad no es un mero problema político, de eventual riesgo de sanciones internacionales o una más que justa restitución de derechos humanos elementales. Es nuestra pequeña pero imprescindible "Vuelta de Obligado". Un estrecho recodo del camino, donde podemos abrir el futuro o echarle definitivo cerrojo. Es sacar la venda que cubre los ojos de la Historia que nos conducirá inexorablemente a caminar a los tumbos.
No hay estrategia ni futuro sin Historia. Si pretendemos ser en el sur, como en aquellos viejos sueños, hay que anular nuestras caducidades de pretensiones.Mera cuestión de coherencia y de reconciliación con la verdadera Historia. Que no tiene otro dueño que los pueblos. Y que siempre surge, más tarde o más temprano, de la mano de las escondidas memorias, esas hondas e imperecederas raíces del futuro.
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