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viernes, 5 de noviembre de 2010

Carta abierta de ex comandantes en jefe de las FFAA

Carta abierta al mando superior de las Fuerzas Armadas. Señor Presidente de la República Don José Mujica. Señor Ministro de Defensa Nacional Don Luis Rosadilla.

Suscribimos este documento ex comandantes en jefe del Ejército Nacional que ejercimos tan honroso cargo en diferentes períodos de gobierno democrático a partir de 1985.El 18 de mayo de 2006 compartimos la firma de una "Carta Abierta a los Poderes del Estado y a la Opinión Pública" en la que transmitimos nuestros sentimientos inherentes a la herencia solidaria e intransferible que representa el haber comandado la Fuerza.Luego y pese a lo vano de aquella intención, manteniendo la misma e irrenunciable adhesión, preferimos guardar un discreto silencio a fin de no interferir con los mandos naturales de la Fuerza abocados al presente, con la esperanza al mismo tiempo que transitando caminos de entendimiento se superaran los problemas del pasado. Pero la realidad nos golpea nuevamente y nos muestra el desacierto de esa actitud. En efecto, una abrumadora sucesión de hechos afecta gravemente al Ejército y por tanto al sentimiento de todo soldado que haya servido en sus filas, mas allá de su situación administrativa.

Por ello, hoy, amparados en la visión que nos da la experiencia y el conocimiento del Ejército adquiridos por cada uno de nosotros en casi 50 años de servicio y sin las inhibiciones aplicables a los mandos en servicio activo, sentimos la necesidad de expresarnos nuevamente en defensa de lo que consideramos como el fin superior: el futuro de la Institución Militar. A las situaciones adversas a la Fuerza que se arrastran desde tiempo atrás -ya sea limitación a sus expresiones públicas, manifestaciones agraviantes que continúan produciéndose, crecientes demandas judiciales a sus integrantes por el pasado referido, transformación de instalaciones docentes en cárceles o Museo de la Memoria, supresión de símbolo fotográfico emblemático, reiterado intento de dejar sin efecto la Ley de Caducidad desconociendo el resultado de dos plebiscitos, entre otras- se han sumado el actual tratamiento de la Ley de Presupuesto y el anuncio de otras medidas de gobierno vinculadas a las Fuerzas Armadas que obviamente involucran al Ejército.

De tal forma, dado lo trascendente de esa acumulación de hechos, no podemos menos que expresar nuestra prevención ante las consecuencias que la aplicación efectiva de lo dispuesto en la citada ley y las medidas mencionadas tendrá no sólo en la operativa de la Fuerza -lo que sin dudas concierne a sus mandos naturales- sino fundamentalmente en la esencia misma del Ejército, con la cual nos consideramos comprometidos por siempre, que son los hombres y mujeres que lo integran, con sus valores profesionales, principios éticos y aspiraciones legítimas. Ellos son la base de la fuerza moral, sostén fundamental del Ejército, sin la cual los recursos materiales carecen de vida, utilidad y sentido.

En fin, según nuestra percepción, está en peligro la subsistencia del Ejército como tal. Porque entendemos que no se considera la integridad del personal militar cuando se está planteando su traslado para cumplir otra función, con total menoscabo de su sentir vocacional y-lo que es peor- como forma de alcanzar un sueldo digno al que pareciera no tener derecho como Soldado del Ejército Nacional.

Por otra parte esta medida lleva a concluir que la Organización de la Fuerza, reflejo mismo de su naturaleza y fines específicos, dependerá en última instancia de la dimensión resultante de enormes reducciones regidas pura y exclusivamente por aspectos salariales y no de la necesaria para las misiones y cometidos esenciales y subsidiarios que se le asignen y que hacen a la Defensa Nacional en concordancia con lo que establece la Constitución de la República y las Leyes Orgánicas.

No se valora asimismo la dignidad profesional de viejos servidores hoy abocados a la administración de patrimonios centenarios de las Fuerzas Armadas como los Servicios de Salud, Retiros y Pensiones, Tutela Social y Viviendas si se sustituyen por personas civiles sin conocimiento, ni experiencia, ni afinidad respecto a los problemas sociales propios del personal militar y sus familias, ante quienes no es exigible el mantenimiento de una profunda vocación y dedicación total, que han sido la base de su gestión para un responsable funcionamiento a pesar de los recursos asignados siempre escasos e insuficientes.

No se reconoce tampoco a profesionales militares especializados en la Defensa Nacional y en la formación militar si nuevos funcionarios civiles se erigen en directores ministeriales de esos campos de actividad, sin mencionarse una razón que lo justifique y cuya preparación e idoneidad aparece, por lo menos, como una incógnita.Creemos que todo integrante del Ejército de hoy y de cualquier época no puede menos que sentirse cuestionado profesionalmente cuando reiteradamente el Mando Superior y el reciente Estado Mayor de la Defensa manifiestan la necesidad y conveniencia de contar con Fuerzas Armadas más profesionales.En lo que concierne al Ejército nos preguntamos: ¿qué alcance tiene tal expresión?, ¿acaso la Fuerza actual no es suficientemente profesional?, ¿antes no lo fue?, ¿no han quedado sin aprobación en anteriores gobiernos sucesivos proyectos de modernización elevados por el Ejército a pesar de su estricto sentido profesional?

Y respecto a su Personal Superior y Subalterno, ¿no son pautas evidentes de profesionalismo los Cursos de Formación de Oficiales y Suboficiales, los Cursos de Capacitación Profesional para ascenso en todas las jerarquías de la Carrera Militar que existen desde hace décadas, el Sistema Anual de Calificaciones y Evaluaciones, los conocimientos y experiencia que adquieren en las Escuelas de Formación y Capacitación Militar en el país y en el exterior, la participación con destaque y reconocimiento internacional en Fuerzas y Estados Mayores Multinacionales de las Naciones Unidas y de Tratados Internacionales para el mantenimiento de la paz, los reglamentos internos que rigen la disciplina, la subordinación, la ética y el honor? Y en definitiva, ¿no es profesionalismo al máximo grado la dedicación total, inhibitoria de toda otra actividad?

En igual sentido surge la interrogante: ¿es posible argumentar que un mejor equipamiento tecnológicamente actualizado, que implica grandes erogaciones, puede costearse con el ahorro generado por una disminución de efectivos, aún en las cantidades anunciadas, lo que como contrapartida lo llevará a una virtual inoperancia para el cumplimiento de sus misiones -fundamental y subsidiarias- en el país y particularmente en el exterior?

¿Qué tiempo insumiría? Del mismo modo, si se requieren nuevos equipamientos y sistemas de armas más modernos y sofisticados para esa mayor profesionalización, ¿por qué no fueron previstos en la Ley de Presupuesto recursos tendientes a ese fin?Por otro lado, cabe preguntarse, ¿qué motivación para permanecer en la Fuerza puede tener el Personal Superior cuando su futuro Plan de Carrera es incierto y su antigüedad no es reconocida en los niveles culminantes? Y por consiguientes, ¿cómo se evitarán los perjudiciales retiros prematuros que indefectiblemente se producirán?Asimismo, ¿qué perspectivas de realización puede tener un adolescente con vocación militar en un Ejército como el resultante, cuestionado además ante la sociedad, al que por otra parte se le seguirá exigiendo todo tipo de servicio -incluso no relacionado con lo militar- en tiempo completo, siendo el que recibe la remuneración mas baja?

Y además, ¿hasta cuándo seguirá siendo hostigado por prédicas y acciones disolventes, por un pasado muchas veces distorsionado, que procuran invalidar su propia esencia original? No podríamos permitirnos suponer que el resultado final que vaticinamos como consecuencia de los cambios que se promueven, tenga la deliberada voluntad de llevar al Ejército a su postración, precisamente cuando se apresta a conmemorar su bicentenario. Muy por el contrario, el Presidente de la República ha tenido expresiones verbales de preocupación por mejorar no sólo la situación social del personal militar, particularmente en las jerarquías más bajas, sino también el equipamiento de las Fuerzas Armadas para el mejor cumplimiento de sus misiones específicas, y aún por encontrar solución a los problemas del pasado, todo lo cual alentó una esperanza que, sin embargo, los hechos mencionados han hecho desaparecer, tal vez inadvertidamente.

Por todo lo expuesto, luego de una consciente, serena y profunda meditación y no visualizando otro procedimiento jurídico y éticamente aceptable -acorde a nuestra situación y jerarquía- que el respetuoso planteo directo a la autoridad competente, apelamos públicamente a la consideración del Mando Superior para que el Ejército Nacional conserve la aptitud necesaria e imprescindible acorde a sus cometidos, contemplando su estructura vertebral como Fuerza Armada y los valores tradicionales que son su esencia como institución fundacional y fundamental del Estado Nación y así no se desnaturalice, volviéndose una organización sin identidad propia, formada por un conjunto de funcionarios uniformados cuya única motivación sea lograr una solución laboral transitoria, sin vocación, sin ideales, sin espíritu militar y sin fines superiores.

Puede usted tener la certeza, Señor Presidente, que el Ejército Nacional, cualquiera sea su Mando Superior, será siempre el instrumento más abnegado con que contará a la hora de enfrentar cualquier dificultad con la prontitud y eficiencia que le da su organización y la vocación de servicio de sus integrantes, siempre y cuando conserve su esencia y sus valores. Así, como siempre ha sido, nunca será necesario para su empleo que su servicio se declare esencial, porque jamás impondrá condiciones ni formulará reclamos o exigencias, reafirmando con su acción silenciosa la dignidad de la Institución Militar. Porque sus integrantes, fieles servidores de la Patria, saben que prestan el servicio público que protege los valores más preciados del ser humano: la libertad y la paz, indispensables para la democracia.

Tte. Gral. Carlos L. Berois, Tte.Gral. Guillermo E. de Nava, Tte. Gral. Raúl G. Mermot,Tte. Gral. Fernán D. Amado, Tte. Gral. Carlos G. Daners, Tte. Gral. Santiago H. Pomoli

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