DIARIO DE CAMPAÑA. NUBLE NO CUMPLIO 82
La República. 31 8 10. Por Gonzalo Perera |*|
El pasado domingo 29 de agosto Nuble Yic podría haber cumplido 82 años de edad. Debería haberlo hecho. Pero no pudo. Por razones ajenas a su voluntad. Pero sobre todo, ajenas a todo sentido de humanidad.
Fernandino de nacimiento y tejano de adopción, activo militante sindical (Foica) y del Partido Comunista. A las 4 de la mañana del 22 de octubre de 1975, mientras guardaba reposo tras un reciente infarto cardíaco, las puertas de su casa tronaron con la acostumbrada violencia con que los "Gavazzo" perseguían a quien le vinieran en gana. Una de sus hijas, Marys Yic, miraba con sorpresa y horror como seis hombres de civil pero fuertemente armados, esposaban y llevaban a su padre.
Pese a otros familiares presos, a una joven prima que cursaba un embarazo asesinada en abril de 1974 y a una de sus hermanas en el exilio, el horror adquiría toda su intensidad. Porque a los ojos de cualquier niño del mundo, una cosa es la lamentable noticia que se capta y muy otra la violenta irrupción en el hogar, en el refugio de la intimidad familiar, que impacta y abruma.
El 14 de marzo de 1976, tras un largo peregrinar por diversos centros clandestinos de detención y tortura, Nuble Yic, obrero y comunista, de apenas 47 años de edad, pudo ver durante media hora a sus familiares en la Escuela de Armas y Servicios (Sede de los Batallones 1,2 y 3 de Infantería), sita en el km. 14 de Camino Maldonado. Con las humillaciones de rigor para la visita de los presos políticos, tras su madre y una de sus hermanas mayores, Marys, esa niña de 12 años, pudo ver a su padre, pálido, con su cabellera corta y bigote afeitado, escondiendo sus manos para que las uñas faltantes no evidenciaran inequívocamente los efectos de la picana.
El pasado 29 de agosto, cuando Nuble Yic debería haber cumplido 82 años, la mujer Marys Yic recordaba esos 10 minutos con estas palabras:"Yo lloraba mucho y la angustia no me permitía hablarle. Con esa actitud que lo caracterizaba, serenamente, le pidió a mi madre que denunciara la tortura que estaban sufriendo todos los compañeros. Esa única 'visita' fue un flash que quedó guardado en mi retina y en mi corazón y que todavía duele..."
¿Cómo podría ser de otra manera? Al día siguiente, al salir al aire libre por un rato, Nuble Yic se paró como arquero para un improvisado "picadito" con una pelota de trapo, que con sus compañeros habían armado con entusiasmo, esperando la ocasión para un ratito de humanidad en pleno infierno. No llegó a empezar el partido, cayó fulminado por un paro cardíaco antes de recibir el primer pelotazo, sin recibir la atención debida por parte de la guardia.
Un día después, su familia recibía un cajón cerrado con prohibición de abrirlo y un certificado de defunción, firmado por el Dr. Mautone, que explicitaba que su fallecimiento se debía a "una insuficiencia cardíaca mientras jugaba un partido de fútbol". No había sido la picana, no habían sido los submarinos, no habían sido las golpizas salvajes y otras torturas las que habían terminado de deteriorar un corazón ya resentido. No, según un egresado de la Facultad de Medicina, había sido el pararse en el arco para oficiar de arquero en un picado.
Esa tan infame y vergonzante comunicación que recibió la familia de Nuble Yic es una alegoría de todo cuanto hemos vivido como sociedad desde ese entonces. Porque a todos los uruguayos, los dictadores militares y sus cómplices civiles (no olvidar que Nuble Yic fue martirizado durante la presidencia de Juan María Bordaberry) nos entregaron el féretro de una sociedad muerta en su basamento moral, vejada por la barbarie y arbitrariedad y con una orden: no abrir. No abrir el espacio a la memoria, no abrir la indagación de las culpas propias y ajenas, no revolver en un pasado que nunca deja de ser presente mientras haya sangre que no conoce de verdad y justicia y familias que no conocen de paz. Y las manos que en el Parlamento se levantaron para votar la Ley de Caducidad, en su mayoría, eran de egresados de la Universidad de la República, muchos de ellos doctores, hijos de la Facultad de Derecho.
Así, una auténtica aberración jurídica y moral, bajo el recatado cobijo de la eufemística "caducidad de la pretensión punitiva del Estado" y en aras de una hipotética "salvaguarda de la institucionalidad", reproducía la vergüenza que algo más de una década atrás protagonizara el galeno militar que atribuyó al fútbol la obra macabra de la tortura. Una vez más, el saber universitario al servicio de la ignominia, del ocultamiento, del disimulo mamarrachesco, del pretexto letrado para el "cajón cerrado para siempre".
La calesita judicial que ha seguido la causa iniciada por Marys Yic en el Juzgado Penal de 19º Turno el 27 de octubre del 2007 aún no ha culminado de girar.
Ley de Caducidad, el hecho de que la muerte no fuera "tan clara" como otras (¿?) han sido funcionales a que el cajón siga cerrado. ¿Es opinable el efecto sobre cualquier corazón de 5 meses de salvajes torturas, que constan? ¿Y sobre uno ya afectado? ¿Es discutible que la Marys niña vio, entre un mar de lágrimas, un padre empalidecido y severamente debilitado, 24 horas antes de su muerte? ¿Es discutible el efecto malsano sobre toda la sociedad de esas lágrimas sin secarse, de las argucias legales de los doctores de la excusa, de la elipsis, los juristas legitimadores de la prioridad de la caja fuerte del teniente general Medina sobre los derechos de toda una sociedad a superar los demonios de su pasado (que una y otra vez vuelven al presente)?
Marys Yic mujer lo explicita con mucho más claridad y propiedad que yo:
"Los hechos de nuestra historia reciente no son personales, toda la sociedad fue afectada en alguna medida desde el momento que nos quitaron la libertad, y el Estado cívico-militar violó los más sagrados derechos humanos de todos los ciudadanos.
Nuestro país tiene una gran herida sangrando y no podrá proyectarse al futuro si primero no sanamos esa herida. No se puede dar vuelta la página de la historia sin estudiar y resolver ese capítulo. Se necesita memoria y dignidad para garantizar el futuro y fortalecer la democracia.
Mi lucha es constante porque no quiero que las generaciones futuras corran el riesgo de vivir el mismo horror y, porque además, necesito alivianar el peso de una gran mochila que cargo hace mucho tiempo".
Nuble Yic pudo y debió haber cumplido 82 años el domingo 29 pasado. No pudo. Por obrero, por sindicalista, por comunista, fue salvajemente torturado. Su cajón se entregó a su familia con la orden de no abrirlo y con un certificado médico que atribuía el fallecimiento a un picado que no llegó a empezar.
Nuble no cumplió 82. No fue su corazón lo que impidió a su hija Marys y seres queridos celebrarlos, o al menos, recordarlos en paz. Fue la tortura. Y es el silencio. Y son nuestras fuerzas políticas y el Parlamento, claro. Pero, también somos usted y yo, querido lector, y todos quienes, por acción u omisión, hemos permitido que el cajón de la memoria y la verdad siga cerrado, y que un certificado médico tan nulo como la ley que pretendió hacer caducar la verdad, siga haciéndose pasar por acta fiel de las ausencias inexcusables e indiscutibles.
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